¡La casa de los Scott!

         Las vacaciones para mi mejor amiga y para mí, por fin han comenzado…estamos emocionadas desde el momento que bajamos del avión y paramos en la casa de la playa de su abuela. Una casa para nosotras sola como es siempre desde que somos amigas, Lydia siempre estuvo rodeada de fieles acompañantes, pero casi nunca de su familia.

            Salimos al patio para mirar en dirección a la playa, solo caminamos unos pasos y estamos ahí. Nos preparamos unos cocteles con mucho alcohol, es la forma en la que prepara Lydia. El timbre de entrada se escucha por toda la casa. Corrimos a abrir.

            Es Junior Warren nuestro mejor amigo gay, lo habíamos conocido en la secundaria, pero tras varios conflictos con los directivos fue expulsado. Pero, nuestra amistad siempre perdurara de todas formas.

—Mi ladys—nos abraza tirando su maleta a un costado—Estamos graduados al fin. Lo invitamos a pasar.

—Nos hubiera gustado que te graduarás con nosotras—le digo haciendo puchero.

—Eso no estaba en mis planes, jamás, ese colegio me debe dinero por el psicólogo que me tengo que poner por su culpa. Se sienta en la mesa de la cocina y bebe de la licuadora lo que nosotras bebemos en vasos—Frutilla, amo esta vida. Le apunta a Lydia—Yo nací para ser princesa, no tú, impostora. Deja la licuadora a un costado

Lydia le sirve lo que quedaba en un vaso y prepara más tragos para llevar a la playa—¡Más vodka!—le decimo al unisonó con Junior mientras la veíamos preparar.

            Me pongo mi traje de baño rojo, es de dos piezas, Lydia se pone uno enterizo y Junior solo se quita la camiseta. Caminamos a la playa con nuestra sombrilla, conservadora con hielo y los tragos, reposeras y un parlante pequeño para la música. No sentamos en un lugar cerca del mar y tiro mi toalla en la arena para tomar sol.

—Envidio este cuerpazo—me dice Junior poniéndome el protector solar por la espalda—Si así quedaste después de pasar por Dylan Scott ya voy por él.

Mi cuerpo es delgado, blanco, pero no tanto como lo es Lydia y esparcido por todo él hay muchos lunares, recuerdo que después de mi primera vez, Dylan recorrió con su mano contándolos uno por uno. Dijo un número ¿24?

Me río—Dylan no es gay.

—Lo transformó, querida, que problema hay.

—Creo que tendrás que ser en otra ocasión porque esté año eligió visitar a sus abuelos con su novia querida—nos muestra Lydia una foto en I*.

—Yo que lo quería encontrar mirando hacia nuestra habitación desde la ventana de su cabaña. Dylan y la abuela de Lydia comparten terreno por lo que los hace vecinos en vacaciones, pero este año va a ser diferente.

—Mejor, dije que no quería volver a verlo terminada la secundaria—digo mientras siento las manos de Junior poner protector en mi trasero.

—¡Joder!—dice apretándome una nalga—No entiendo cómo pudo cambiar todo esto por el palito de helado de Zoé.

Mis amigos siempre reclaman eso, una y otra vez, por parte de ellos siempre estoy siendo comparada con Zoé, para bien. Aunque lo de mi trasero en parte tienen algo de razón, pero no es porque yo hiciera algo sino más bien una herencia biológica, mi madre era una culona. Sin embargo, lo que me sobra por detrás me falta adelante. La vida no nos da todo.

            Después de un rato tomando sol, Lydia y Junior van por algo para comer, me siento en la reposera con mi revista de las últimas noticias en finanzas mientras la de moda espera impaciente por ser leída. Cuando alzo la mirada de la revista una silueta conocida pasa por enfrente mío con una chica.

—¡Frank!—digo en voz alta, aunque pienso que fue un susurro. Él se voltea y me mira sorprendido.

—Cassie, que coincidencia—la chica detrás de él se acerca—Ella es Anne, mi ex cuñada—la presenta. ¿Ex qué?

—Soy la hermana de Cristin—dice en una sonrisa algo triste—¿Así que tú eres…la hermosa chica de la que me ha hablado?

—¿Habla de mí?

—Y muy bien. Me sonríe, pero de paso me mira de arriba hacia abajo.

—No fue nada—la mira Frank esperando que cierre la boca

            Mis amigos regresan con algunos tápers con comida. La miro a Lydia, ella sabe que le he mentido con mi edad así que le susurra algo a Junior al oído y se acercan.

—¿Tú debes ser la princesa?—dice la chica. Definitivamente si había hablado de nosotros.

—Lydia—se presenta.

—Y yo su príncipe—dice Junior y luego largo una carcajada—Mentira, soy un sangre sucia—extiende su mano a Frank—Junior. Él se la acepta.

—Frank Uribe—se presenta también—¿Hace mucho estás por aquí?—nos pregunta Frank.

—Acabamos de llegar—le contesto.

—Nosotros solo vinimos un día—dice Anne y me mira de costado—Así que un gusto conocerlos, ¿no vamos Franci?

Levanto una ceja y no dejo que mi instinto se apodere de mí, pero que es eso de Franci—Un gusto.

—¿Podría verte a la noche?—me pregunta. Anne le jala del brazo para decirle algo. Yo sonrío. Ella patalea enojada y se marcha, él regresa hacía mí—Yo me quedaré unos días más, uno o dos…

—Está noche me parece bien. Él besa mi labio suave y se marcha detrás de Anne cuando esta lo suficiente lejos grito—¡AH! ¿Vieron eso?

—Es muy guapo, perra—me dice Junior mirándome pícaro—¿Dónde los consigues? ¿Te lo fabricas solo para ti?

—¿Y esa qué? ¿Es la ex cuñada o la amante?—se sienta Lydia en la reposera.

—Yo me pregunto cuando le vas a decir que eres menor de edad ¿Cuándo este tras la reja?—me habla irónico Junior.

—Falta poco para mis dieciocho se lo diré entonces…

—Cuando la vela tenga el 1 y 8 y no el 25…¡Vamos, Cass! Además, falta toda una vuelta al sol para eso—se cruza de brazos exagerando. Falta unos cuantos meses, pero no demasiado.

—¿Qué quieres que haga?—lo regaña Lydia—¿Qué corra a decirle que es menor de edad? ¿Quién sabe que él no lo sepa y solo quiere sentir la sensación de estar con una adolescente?

—Por lo menos, ¿saben quién es esté hombre?—exclama eufórico.

—Mi futuro marido, Junior—le hablo con obviedad.

—¡Dios! ¡Mujeres! Gracias al santísimo que soy marica.

            A la noche me preparo para ir a cenar, me pongo un vestido flojo floreado que le había quitado a mi tía, pienso que es bueno para las noches de playa en Cartagena. Un par de sandalias bajas y bajo las escaleras para encontrarme con mis amigos.

—¿Qué carajo te pusiste?—me pregunta Lydia mirándome de arriba para abajo.

—Un vestido de mi tía.

—¿Tu tía se viste así?—pregunta Junior.

—¿Estoy tan mal?—pregunto girándome. La bocina del auto se escucha—Bueno, ya es tarde. Me voy así. Agarro mi bolso y salgo. Corro para subirme al auto. «Disimula la emoción, Cass»—¿Cómo estás?

—Mejor desde que te vi. Conduce

Sonrío—Dices muchas cosas y te creas pocas. Él rodea los ojos negando con la cabeza divertido—¿Dónde me llevas?

—Siento que te debo la cena.

Asiento—Si así es.

            Llegamos a un restaurante en la playa, él me acomoda la silla para que me siente, luego se sienta enfrente mío y ordena dos tragos. Acomodo mi cabello para que se viera mi cuello y juego con mi mirada. El mesero trae los tragos.

—¿Quieres ordenar algo en especial?—me pregunta.

—Realmente yo quisiera una hamburguesa.

Él me mira extrañado, yo me hundo de hombros ¡Joder! ¿quién no quiere una hamburguesa?—Una hamburguesa y pastas para mí.

—Cuéntame, Frank—hablo un poco celosa ¿ya tengo derecho?—¿Cómo qué ex cuñada?

—Ah sí, la novia de mi hermana.

Abro la boca en sorpresa ¿hermanas? ¡Ay no sé nada de este tipo!—Oh, pero…—pensé en lo que dijo Lydia—Más que tu ex cuñada parece tu amante.

Él se rasca la nariz—Sí, lo sé. No lo es—me aclara—Pero…hace mucho, pero mucho—enfatiza—Tuvimos un amorío y bueno…

—¿Por eso terminaron? ¿Ella y tu hermana?

Niega con la cabeza—No, fue un tiempo después de eso.

—Ah.

—¿Estás celosa?

—Un poquito—admito.

—No te preocupes, ella mañana regresa a su casa y tú y yo tendremos más tiempo.

—¿Y no van a llegar más ex amantes?

—No sé, ¿Dylan Scott va a venir?—me pregunta con una sonrisa burlona. Ah, ok… me ganó—Hablando de eso.

—Mmm—digo incomoda.

—Van a vender la casa de a lado, una familia de apellido igual al de tu ex.

Resoplo—Es…su casa.

—Ah…será un negocio difícil entonces, porque pienso comprarla. Abro la boca sorprendida—¿Te sorprende?

—Más me sorprende que los Scott quieran venderla, Dylan ama esa casa.

—Pues, Paul Scott me dijo que iban a venderla porque iba a ser una distracción para sus hijos.

—Hijo—corrijo.

Se hunde de hombro—Sí, quizás escuche mal, ¿por qué pareces muy afectada?

Niego con la cabeza—No, solo que me sigue sorprendiendo que Paul siga siendo un maldito imbécil.

—¿Conoces bien a los Scott?

—Seis meses me basto para saber que no son la familia perfecta de las portadas de revista. Suspiro—Pero, la casa es hermosa…es maravilla, deberías comprarla.

—Ya lo hice.

            La comida llega a la mesa, me quedo en silencio pensando en porque Paul haría eso, sabe cuanto ama Dylan esa casa, le encanta venir a la playa a relajarse, Cartagena es su lugar en el mundo. Es el lugar al que ha escapado desde siempre. ¿Lo hace por qué no quiere estudiar lo que él le dijo? ¿Por qué lo desobedeció en algo? «No importa, Cass, Dylan es tu pasado»

            La cena estuvo deliciosa, cuando pude olvidar el tema retomamos nuestra conversación, descubrí muchas lindas en él. Tiene una fundación para los perros de la calle, donde hay una veterinaria gratis, y cuidan muy bien de ellos. También, que ama jugar al futbol que si la vida le hubiera dado la oportunidad elegiría ser jugador profesional. Y que es muy gracioso, pero también muy obsesivo.

Estacionamos frente a la casa—Me gustó mucho pasar otra noche contigo—le digo sonriendo y pestañeando.

—Cassie, me estás volviendo loco.

—¿Bueno o malo?—pregunto coqueta.

—Mañana te lo digo, si me aceptas otra salida, pero no de noche.

Asiento—Te aceptas las que quieras. Me toma del mentón y besas mis labios ferozmente. Se separa—Tengo que entrar.

—Ve.

            Salgo del auto caminando a la entrada lo saludo con la mano antes de entrar a la casa. Una vez adentro dejo caer mi cuerpo cansado en el sillón con mis amigos. Ellos están espiando por la ventana. Me quito la sandalia.

—¿Qué ven?

—Paul puso un cartel de se vende a la entrada—habla Lydia

—Ah sí, se la compró Frank—les comento.

—Dylan no parece muy contento—añade Junior.

—¿Dylan está aquí?—salto del sillón acercándome a la ventana para confirmar. Y sí, está aquí. Y con ella.

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