¡Estoy viendo un ángel!

     

 Estoy esperando a mi mejor amiga en los pasillos de mi secundaria de Bellas Artes, una secundaria fría y gris con paredes dibujadas por alumnos, donde nos conocimos y donde habíamos vivido la mayoría de nuestros años de infancia/adolescencia. Ahora tenemos diecisiete años, emocionadas por «abrir las alas» dice mi tía Eloy. Es el día de nuestra graduación, solo nosotras sabemos cuánto nos ha costado llegar hasta aquí.

            Me encuentro casi en la entrada del Instituto en parte obstruyendo el tráfico de personas. Mi cabello largo y negro, que de costumbre es lacio este día lleva ondas, corté el flequillo Wispy Bang para esta ocasión. Mi tía me ha maquillado, hizo un curso de seis meses sobre maquillaje profesional solo para este momento.

            Mi mejor amiga entra radiante como siempre con ese cabello rojizo y esos ojos azules que sobresalta, está vestida con la toga negra y el birrete. Corre a abrazarme. Está acompañada de su madre, su abuela y algunas personas de la corte. Ella es una princesa de un reino lejano de Francia, pero criada en lejanía por problemas intrafamiliares que nunca le comentaron, pero deducía.

              Lydia Stilinski (apellido de plebeya de su madre) ha sido mi mejor amiga desde el primer momento que la vi en el recreo, ella es mucho más alta y delgada, su elegancia sobresale de todos y es blanca como un papel, parece brillar donde sea que entra.

            Espere siempre este momento, me he propuesto a estudiar finanzas y a ser la mejor de todas. Y le devolveré a mi tía todos los años de trabajo que se sacrificó para sacarnos adelante, a mi hermano y a mí desde que nuestros progenitores nos abandonaron aquella mañana fría de enero en mi decimo cumpleaños.

            Nos sentamos juntas en la ceremonia, contamos las horas para recibir el título y largarnos a festejar a un bar, beber rico y bailar, cosa que nos gusta hacer mucho. Queremos ir a fiestas juntas antes de que nuestras vidas tomen rumbos diferentes. Planeamos todo el verano:

            Iremos a casa de su abuela, allí conoceremos algún amor de verano, la pasaremos bien, tendremos aventuras y cuando esté se terminé cada una irá a la Universidad. 

            Mientras espero mi turno para recibir mi diploma aprecio en la fila de adelante a Dylan Scott, su cabello negro despeinado y su respingada nariz, llevo un año entero odiándolo con todo lo que mi alma puedo odiar a una persona. En mi interior agradezco ya no tener que volver a verlo, y más en el fondo lo lamento también, siempre fue un placer admirar su perfecta y brillante sonrisa y su risa contagiosa. 

—Cassandra Witter—me llamaron. Finalmente, la ceremonia termina.

            Llegamos al bar, es un bar que es muy conocido por algunos amigos de la clase social de Lydia, (personas vinculadas con la realeza) está llenísimo de personas sin camisas y mujeres vestidas con algunas prendas algo transparentes, y aunque, podemos irnos y pasar una noche tranquila «cuestionamiento que tenemos muy seguido» decidimos entrar de todas formas con identificaciones falsas.

            Lydia confecciono unos vestidos para nosotras. Tiene a su alcance la posibilidad de comprar los mejores vestidos de los mejores diseñadores, pero a ella le encanta diseñar. El de ella es plateado, la parte de arriba es transparente mientras que la de abajo no. El vestido que llevo yo es blanco, un poco más largo que el de ella, pero de una tela muy fina y sedosa con un escote algo provocador.

—¿Puedes creer?—me pregunta pidiendo dos tragos de vodka—Estamos oficialmente fuera de la secundaria. Se ríe—La universidad será genial para ti, yo descansaré lo que pueda hasta tener ganar de estudiar algo o me comprometa—se ríe de nuevo.

—Ya quiero estar ahí—le digo contenta tomando mi trago.

—Prometiste pasar el verano conmigo, no te arrepientas ahora.

—Si—le respondo, un poco me aterra, no lo puedo negar—Me preocupa dejar a mi tía sola.

Niega—¿Cuándo vayamos de vacaciones?

—No, cuando vaya a la Universidad.

—Eloy es una mujer guerrera que ha sabido salir adelante con ustedes, podrá con todo.

—Gracias por tus palabras—le digo y la miro tierno. Ella se queda pensando y luego sonríe asintiendo.

            La noche continuo…la estamos pasando de maravilla porque nos gusta beber y bailar y porque estamos juntas, bebemos un poco más de la cuenta «Algo muy normal» y comenzamos a bailar raro y hablar cosas sin sentido solo para reírnos. Ella coloca su mano en mi cintura y con las manos en el aire comienzo a menearme. 

—¿Nos permiten?—nos preguntaron unos apuestos hombres acercándose. Nos separamos y mi mirada se posa en aquel hombre a su lado, que sostiene una botella de champagne.

            Me quedó flechada de inmediato con ese hombre. Él es un hombre alto que se le nota que es atlético, pero bastante delgaducho, es como contradictorio. Sus ojos son duros como maliciosos y triste, es como si no cupiera esperanzas en ellos, muy intensos por otro lado.

—Me permite—me pide permiso para dejar la botella en nuestra mesa y descorchando la botella nos sirve—Tenga señorita—me susurra. Cuando me habla, la manera en los que sus labios sensuales y voluptuosos se mueven mientras pronuncia con una voz dura cada palabra. ¿Es posible el amor a primera vista? Porque estoy creyendo que sí.

—Muchas gracias—agarro el vaso, posiblemente no debo seguir tomando, pero es mi noche.

Lydia, mi mejor amiga, está bailando con el chico que nos habló primero. Bebo el champán dándole un trago largo y lo dejo en la mesa.

—¿Te gusta?—me pregunta mirándome divertido.

—Normalmente no bebo así—le explico—Pero nos acabamos de graduar.

—¿De qué carrera?

Me río—¿Cuánto me das?

—Todo lo que quieras—sonríe haciendo un mohín con la cara.

Muerdo mi labio y coloco mi cabello detrás de la oreja—¿Cuántos años me das?—aclaro. Se hunde de hombros—¿Pocos?—pregunto divertida—Te diré que soy mayor—miento. Y me alejo de él caminando para atrás—Ven.

         Él me sigue a la pista de baile, me acerco a él y coloco mis brazos alrededor de su cuello moviendo mi cadera. Él coloca su mano en mi cintura y comienza a moverse, baila muy bien, de repente es él quien me guía. Me da una vuelta dejándome de espalda a su cuerpo, pongo mis manos en las suyas y me meneo apretando mi cuerpo contra el suyo. Ha pasado mucho tiempo desde que bailé con alguien, desde que mi última «única» relación fracaso dejándome completamente destruida y sin ganas de relacionarme con el sexo opuesto.

          Me volteo y nuestras frentes se chocan mientras nos movemos sin separarnos ni un instante, sus manos se entrelazan con la mía y levantándola mueve su cadera, su camisa blanca es algo trasparente puedo ver su torso y un pequeño tatuaje en su hombro, tomo de su corbata y meneando me agacho hacia abajo.

—Wow, ¡Esa es mi amiga!—grita Lydia mientras sigue bailando con el otro.

—¿Cómo te llamas?—me pregunta cuando quedé cerca de él apretando mi cuerpo contra el suyo agarrándome de la cintura.

—Cassie—respondo—¿Tú?

—Frank—me responde—¿Tienes novio?

—No, soltera—enfatizo.

—¿Y quieres uno?—bromea con una sonrisa. ¡Joder! Qué es esa sonrisa, se le hace hoyuelos en ambos lados. ¿Morí y estoy viendo un ángel?—¿Te escapas conmigo?

Me río—No, no sé quién eres—él saca de su bolsillo su billetera y de ella el documento de identidad y me lo da.

—Vale, un gusto Frank Uribe—le digo divertida y se lo devuelvo—Bonita foto.

Él se acerca a mi cuello y poniéndome el cabello detrás de la oreja me pregunta de nuevo—¿Te escapas conmigo?

Lo miro y le hago una seña con la mano de que me esperé un minuto; me alejo,  me acerco a mi amiga—Ly, escucha…me pregunta si me voy con él.

—¿Y quieres?—me pregunta seria pero con una pequeña sonrisa—¿Sabes lo que implica ir con él?

—Sí—respondo con obviedad.

—¿Y estás lista para eso de nuevo? Asiento, segura. Ella saca de su cartera un papel de aluminio y me lo entrega. Es un preservativo—Entonces, ve por lo tuyo. Me lo guardo en los pechos y me acerco de nuevo a él.

—¿Y dónde me vas a llevar?

—Al infierno—contesta divertido. Su aliento se complementa con el mío porque nuestras bocas están muy cerca. Puedo prever que está punto de besarme.

—Miren quien está acá—escucho la voz de Dylan detrás de mí—No puedo haber fiesta sin miss diversión—está muy ebrio. Tengo que llevarlo a casa. «No, Cass, ya no es tu p**a problema» me responde mi subconsciente.

—Hola, Dylan—contesto en desagrado.

—Señor ¿lo está molestando?—dice irónico— Porque ya sabe cómo se ponen las mujeres cuando toman un poco de más.

—Realmente no—responde Frank. Lydia mira la escena y se acerca de inmediato a mí.

—Oh, pero si estamos completos, la princesa y la plebeya—dice imitando la voz de presentador.

—Y tú la bestia ¿no?—le digo enojada.

Se río sarcástico—Vale, me lo merezco, solo quería comprobar que mis ojos no me engañaban y que estas aquí—me mira—Pero ahora entiendo cómo, si no fueras amiga de Lydia creo que jamás te veríamos en un lugar así, porque no te da ¿no?

—Lo que no entiendo es como dejaron entrar a personas como tú a este lugar—le dice Lydia indignada.

—¿Cómo yo?

—Sí, personas aburridas, estúpidas y sin nada de gusto para vestir—se queja mirándolo de arriba abajo—¿Le dijiste a la mucama que te planche esa camisa o te la plancho tu madre alcohólica?

Él aprieta la mandíbula—Esto no es contigo, princesa de papel—le dice desafiándola

—¡Basta!—le pido y lo empujo leve para que se dé la vuelta, pero no se voltea en cambio pone sus manos arriba de las minas, siento como una electricidad correr por mi cuerpo.  

—Sí ven como me acosa—le dice a su ejército de tontos.

—Sí—respondieron al unisonó. Intento sacar mis manos de su alcancé, pero me las aprieta mirándome a los ojos, están tristes.

—Te dice que pares, además lo que yo veo es que tú la estas acosando a ella—le dice Frank acercándose a mí para agarrarme de la cintura—Vamos, Cassie, no le hagas casos. Me suelto.

—Oye, esto es un asunto entre ella y yo—dice parándose frente a él, Dylan es más alto, es lo que me gustaba «gusta» de él—No te metas—le dice desafiándolo haciendo sus manos un puño y mira la mano de Frank en mi cintura—Es mi ex.

—Pues no veo que ella se esté defendiendo así que me meto. Hace seña a dos hombres musculosos que salen de la nada y se acercan a Dylan. Son los de seguridad. 

—Bien—dice levantando sus manos—Yo no soy quien está buscando problemas. Y mirándome se aleja de la escena.   

—¿Estás bien?—me pregunta acercándose a mí. Niego—Parece un adolescente—me envuelve en sus brazos.

—Quiero irme a mi casa—le digo muy triste.

—No dejes que te arruine la noche, amiga—me dice Lydia consolándome—Vinimos a festejar que ya no los veremos nunca más. Ella mira a Frank y le dice—Llévala a un lugar bonito y que se olvide de Dylan Scott…para siempre—enfatiza en las últimas dos palabras.

—Yo haré que lo olvides—me susurra al oído y llevándome de la cintura pasamos entremedio de toda esa persona para llegar afuera, una vez aquí me apunta a la derecha—Mira, allá está—me dice—Haz lo siguiente: sonríe, párate derecha y déjate llevar. Abre los ojos sorprendido cuando un señor se baja del auto y nos abre la puerta del carro. Dylan se queda sorprendido viendo el auto—¿Vamos?

—Vamos—digo y me subo, abriendo la ventanilla solo disfruté sacándole el dedo del medio. Aunque, realmente sé lo ebrio que está y que lo van a matar cuando llegué a casa.

—¿Dónde vamos, señor?—pregunta el chofer.

—Te parece si nos dejas aquí. Estaciona el auto—Tomate un taxi Lisandro, desde aquí manejo yo. Nos bajamos, el chofer se aleja. Frank me mira confundida y entregándome las llaves de su coche me dice suave con una voz tan sexy—Estoy en tus manos está noche.

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