-CAPITULO 5-

Esa noche Bernardo y Josefina charlaron muy seriamente con Julieta, quien se sentía muy avergonzada por lo sucedido.

- No me puedes hacer pasar tan malos ratos, tengo mucho trabajo, no tengo tiempo de atender tus chiquilinadas - reclamaba Josefina muy enojada.

- Pero mamá, no hice nada malo. Era solo un dibujo.

- Y entonces porque la maestra Smee, quiere vernos para conversar de tu conducta, eso solo puede significar que te has portado mal.

- Pero mamá…

- Querida, no la trates así, seguro es una de esas travesuras como las que siempre hace, no debe de ser nada serio - dijo Bernardo, que intentaba calmar a su esposa que estaba perdiendo la paciencia.

- No trates de cubrir su mal comportamiento, ya es hora de que madure. Ya no es una niña, Bernardo. Debe aprender a comportarse como es debido. Para eso la mandamos a un colegio tan caro. Para que aprenda a comportarse. ¡No entiendo de donde saco esos modales tan vulgares! Y además, yo no puedo perder el tiempo con esa reunión. No puedo. Tengo que terminar mis diseños - exclamó Josefina, poniéndose más nerviosa.

- ¿Y tú crees que yo no trabajo?, pero es tu hija, nuestra hija, necesita que estemos con ella, por algo se debe de portar mal ¿Qué no te importa la salud de tu hija? - dijo Bernardo, tratando de parecer calmado, pero también empezó a perder la paciencia.

Mientras discutían, Julieta observaba triste, como sus padres se peleaban por su culpa, discutían cada vez que se veían, por tonterías. Y esta vez la tontería era ella.

Observaba como discutían sus padres, a tal punto en que ya no se podía estar siquiera respirar. Los gritos se escuchaban por toda la casa. Julieta ya no escuchaba lo que se decían, estaba absorta en sus propios pensamientos. De pronto, su madre se levantó y dijo algo de que no se podía hablar y salió bufando de la habitación y se encerró en lo estudio. Bernardo se volvió hacia Julieta que estaba con la mirada triste, y el rostro lleno de lágrimas.

- ¡Oh! Nenita, no llores, los adultos suelen pelear, no te preocupes, yo iré a la reunión -dijo Bernardo con un tono muy tranquilizador, la beso en la frente y se fue. Julieta se quedó ahí, con los ojos llenos de lágrimas, demasiado triste para pensar, mirando el vacío hasta que vino su Janna y le dijo que la cena ya estaba lista.

La cena fue aún más triste, pues su madre pidió que le lleven la cena al estudio, Jessica estaba en lo de una amiga y su padre se sentía indispuesto. Julieta cenó sola. Casi no pudo comer nada de las lágrimas. Los pensamientos tristes inundaban su mente. Se retiró de la mesa con la mirada perdida y dejando su plato casi intacto, y cuando su Janna le pregunto si quería postre, ella no hizo más que negar con la cabeza, no tenía ganas ni de comer. Subió a su habitación y se recostó en su cama y dejo volar sus pensamientos. Al cerrar los ojos, su cabeza comenzó a dar vueltas. Soñó que se quedaba sola y que nadie quería ayudarla. Vio, en sueños, esos ojos cafés y ese rostro tan tierno, pero después se cerraban y se perdían en una llamarada. Para que luego aparezcan esos ojos azules como el mar, mirándola con preocupación, pero luego se desvanecía también. Y estaba sola, completamente sola. Asustada abrió los ojos y miró a su alrededor, quería encontrarse de nuevo en la playa, su playa, pero no fue así. Se levantó y miro la hora. Ya era tarde, casi media noche. Se disponía a dormir de nuevo, cuando sintió una brisa perfumada que le llegaba desde la ventana abierta de su habitación y decidió acercarse para disfrutarla un rato. Sentía como si la llamaran en silencio. Se acercó, su corazón latía cada vez más fuerte, cerró los ojos y camino como en sus sueños, con los brazos abiertos, para sentir la brisa del mar, de aquel mar con su luna tan clara y pálida, y perfectamente redonda, y de su playa de arenas blancas que crujen bajo tus pies descalzos. Llego al alféizar, no quería abrir los ojos y no encontrar lo que esperaba, sentía la brisa, pero ¿Y si su mar? Con temor, abrió los ojos, pero la realidad fue otra. Solo estaba el inmenso jardín. Pero la brisa seguía perfumada, como si trajera el aroma del mar, solo para que ella se deleitara, suspirándola, calmándola. También estaba la luna, allá en lo alto, grande y redonda, como siempre lo había soñado. Pero no había ningún mar, no había playas blancas, llenas de arena crujiente. No estaba el joven de ojos azules electrizantes. No estaba su príncipe azul. Pero la vista seducía de la misma manera que la playa de sus sueños. Tenía algo que la estiraba a salir. Un aire fantasmagórico que la cautivaba. Sonrió para sí y decidió salir a dar un paseo. Se calzó unos jeans, una camiseta y sus zapatillas deportivas. Espió por la rendija de la puerta, para ver si estaba alguien rondando por el pasillo, no vio a nadie, entonces salió de puntillas, bajo las escaleras, y salió por la cocina al jardín. Allí pudo observar lo bello que era el patio de noche. Dio la vuelta a la casa observando la belleza de todo lo que le rodeaba, de modo que quedo de nuevo frente a la ventana de su habitación. Desde el lugar en donde se encontraba, a un lado de la casa, pudo observar que se encontraba bajo un cielo completamente despejado, inmenso y lleno de estrellas y una luna gigantesca (pero no tanto como la de su sueño), que tenía un brillo misterioso. El jardín era muy grande, así que comenzó a recorrerlo, rincón por rincón. Esa noche Julieta encontró su lugar predilecto, se sorprendió que antes no le hubiera dado el tiempo que se merecía tanta belleza. Se la pasaba tomando clases de todo, saliendo de aquí para allá, y nunca había disfrutado de algo que estaba tan cerca. Solo en su infancia, con su padre. Pero de eso, hace mucho tiempo, ya casi no lo recordaba. Se acercó a la valla que separaba su jardín del jardín de los vecinos, que estaba justo enfrente de su ventana. Nunca había entablado conversación con algún vecino suyo, ni siquiera sabía quién o quienes vivían en la casa de al lado. De pronto sintió pasos, pensó que era Janna, que quizás había escuchado cuando salía. Rápido se escondió en unos arbustos cerca de la valla que dividía su jardín de la de los vecinos. Los pasos se acercaban, y se percató que no venían de su casa, sino de detrás de la valla. Se asustó ¿Sería un ladrón? Luego de unos segundos de angustia, diviso lo que temía. Un muchacho salto la valla y entró a su jardín unos metros más delante de donde se encontraba ella. Sintió miedo ¿Y si era un ladrón?  ¿Un asesino? ¿Y si intentaba asesinarla? ¡Ay, no quería ni imaginarlo! ¡Que horrible terminar así! ¡Asesinada por un desconocido! ¡Ay Dios mío! ¿Qué haría? ¿Gritar? pero ¿Y si no era nada de lo que se estaba imaginando? Mientras pensaba, el desconocido se estaba alejando, y para sorpresa de Julieta, no se dirigía a la casa. Se dirigía al fondo del jardín, caminaba rápido y medio agachado con algo de forma rara colgándole de la espalda. Julieta intrigada por saber quién era y a donde iba, lo siguió, acallando todas esas voces que le decían que podía ser una trampa para llevarla lejos y asesinarla. Caminaron largo rato hasta llegar al final del terreno donde había un muro, el cual tenía una pequeña reja escondida entre los arbustos. Ágilmente el muchacho aparto los arbustos y abrió la reja, el rugido que hizo el hierro viejo y oxidado de la reja fue horroroso. El muchacho miro a todos lados, como esperando que apareciera alguien que lo había descubierto por causa del ruido que provoco la reja. Espero un rato, pero no pasó nada, estaban demasiado lejos de la casa como para que alguien lo escuchase. Julieta podía sentir su corazón latiendo dolorosamente, cada vez más rápido, a causa de la adrenalina, estaba cada vez más intrigada, nunca había pasado esa reja, o mejor dicho, nunca la había visto. Así que con todo el sigilo que pudo, siguió al desconocido. El muchacho siguió caminando rápidamente como si huyera de algo o alguien, Julieta pudo ver que el desconocido tenía una linterna en la mano, pues ahora la había encendido, ya que no podía hacerlo antes por miedo a que lo vieran. Llegaron a la falda de una colina, el muchacho seguía caminando, ahora con más cuidado de no caer ¿quién será? Y, ¿A dónde ira?, a cada segundo que pasaba, Julieta se sentía más enredada por la identidad del muchacho, era tanta su curiosidad que hasta se le ocurrió gritarle y preguntarle quien era, pero desistió de la idea, sería algo muy tonto. De repente, el muchacho desapareció. Julieta camino unos pasos mas angustiada, ya comenzaba a tener un miedo más real, nunca había estado por esos lados y menos de noche. Había llegado ya a la cima de la colina, y no veía al muchacho por ningún lado. Y distraída como estaba, no vio la feroz raíz que se cruzaba en su camino.

Un grito agudo salió de su garganta, cuando resbaló y comenzó a caer peligrosamente cuesta abajo. Dio dos tumbos cuando un brazo fuerte le agarró y evito que siga cayendo y rodando cuesta abajo a una posible muerte segura.

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