-CAPITULO 4-

Julieta se levantó sobresaltada, pero no estaba en su cama como debería estarlo.  Estaba en una más grande y con un dosel rosa pálido con encajes. Odiaba el rosa, y los encajes. ¿Qué clase de broma era esto? Vio que por la ventana abierta entraba una dulce brisa, con aroma a mar. ¿Mar? ¡Mar! Cerca de su casa no había mar. Nunca había estado en el mar, pero el aroma era inconfundible. Se levantó de un salto y corrió a la ventana, se asomó y vio una playa bellísima y el mar, el inmenso mar que siempre soñó conocerlo. Y esa luna, tan grande y perfectamente redonda, vertiendo claridad en la superficie plateada de ese mar tan tranquilo que con cada ola despedía  pequeños. Sintió tan familiar ese paisaje, y un sentimiento de añoranza que le apretaba el corazón como si un gran puño de hierro lo mantuviera prisionero invadió su pecho haciéndole difícil respirar. Así que decidió salir a admirar esa belleza colosal esperando que esa sensación disminuyera. Recorrió toda la playa, disfrutando del suave cosquilleo que sentía cada vez que sus pies tocaban la arena húmeda y las olas rebeldes que intentaban acariciarla. Disfrutando de la perfección de las estrellas, que a pesar de estar irregularmente colocadas, tenían igual esa perfección, esa exquisitez que hacía que una se sintiera perdidamente pequeña, y de la luna, esa luna que parecía más cerca que ninguna otra luna que Julieta hubiera visto jamás. Era tanta la belleza, que pronto se sintió cansada y con un sueño terrible, se dejó caer en la suave y blanca arena y se quedó mirando la gran bóveda negra que se imponía sobre ella hasta que al fin el sueño la venció.

Se despertó al cabo de lo que le parecieron unos minutos, sobresaltada, porque sintió agua caer sobre su rostro.

- ¡Ay! ¿Qué te sucede? ¿Qué te sucede? - grito asustada. Estaba amaneciendo, se levantó bruscamente y vio al mismo muchacho de cabellos negros y ojos azul mar, un mar electrizante. Que estaba sentado a su lado con esos ojos llenos de una preocupación que nunca había visto en los ojos de nadie excepto en los de su padre una vez, cuando escapo de la casa. Y... ¿Por qué hablaba tan extraño? - ¿Quién eres? ¿Te conozco? - luego de pensar un momento lo recordó - Ya sé. Eres el muchacho del carruaje ¿Cierto?

- Pensé que habías muerto ¿Qué le paso? - pregunto el muchacho, ignorando la pregunta de Julieta.

- ¿Por qué hablas de modo tan extraño? ¿Por qué hablo yo de este modo tan extraño? ¡Qué divertido! - dijo Julieta observándolo entretenida, mientras intentaba levantarse, pero con el gran camisón que tenía le fue imposible - salí a admirar la luna y me quede dormida.

- Yo te ayudo, no debes salir sola de noche, ¡oh! cúbrase con esto- dijo el joven mientras la ayudaba a levantase, al tiempo que le acercaba su capa y se volteaba.

-¿Cubrirme? Pero si no estoy desnuda - objetó ella mientras se cubría - Ya podes voltearte.

- No es por eso, su camisón esta empapado, ¡Tenga cuidado! - dijo mientras sujetaba a Julieta de la cintura para que no cayera, pues había pisado un caracol, el resultado fue que los dos cayeron a la suave arena. Sus rostros se acercaron lentamente. Julieta volvió a sentir que su corazón intentaba escapar. Volvió a perderse en esos ojos profundos, sintiendo la brisa de mar golpeándolos, y a las olas barriendo sus dorados cabellos esparcidos en la blanca arena, mientras unas olas revoltosas intentaban alcanzarlos. Sintió el cálido aliento del muchacho que estaba tan cerca que su nariz, estaban a punto de tocarse... y esos labios… tan cerca... tan...

- …Julieta, despierta, ya es tarde para la escuela, apúrate, no quiero llegar tarde al colegio otra vez por culpa tuya ¡JULIETA! - gritaba Jessica, mientras la zarandeaba.

- ¡Vaya! ¿Pero qué ruido es ese? Déjame dormir…-remoloneó Julieta, intentando continuar con su hermoso sueño.

- ¡NO! Julieta ya vámonos. Parecías que hubieras muerto. ¡Hace quince minutos que estoy intentando despertarte! - grito Jessica mientras estiraba de su brazo - baja a desayunar, ¡apúrate! - y salió como una tromba de la habitación.

Julieta se levantó y de mala gana se preparó, estaba pensando en el sueño que le pareció tan extraño. ¿Porque nunca lograba besarlo? ¿Quién era?

- ¡Rayos! - exclamó frustrada, mientras se dirigía furibunda hacia el baño. Hoy no sería un buen día.

- Buenos Días - susurró Julieta que no estaba con ánimo al entrar en la cocina, que olía a panes recién horneados y chocolate caliente.

- ¡Buenos Días! ¿Cómo amaneciste? - pregunto Janna al ver la cara de Julieta.

- Dormida, amanecí… dormida - dijo Julieta distraída.

- ¡Vaya! Amanecimos con el humor más agrio que de costumbre parece. ¿Eh? - replico Jessica con sarcasmo.

- No tengo ganas de discutir contigo- dijo Julieta cortante. - y con la manera en que me despertaste, no esperes que este de un humor tan divertido como el tuyo.

- Mi niña, ¿qué te sucede? ¿Te sientes bien? - pregunto Janna preocupada.

- Si Janna, estoy bien, creo que solo un poco cansada por ayer, tu sabes, y creo que estoy un poco distraída, nada mas Janna, no te preocupes - le tranquilizo. - Y también estoy molesta

Diciendo esto dirigió una mirada de antipatía a su hermana.

- Yo lo que creo es que Julieta está enamorada, se le nota ¡mira Janna! Sé está poniendo colorada - chilló Jessica entre risas.

- ¡Mentira! A mí no me gusta ningún chico, son alucinaciones tuyas, ¡no inventes Jess! -grito Julieta enojada, mientras cogía uno de los panes recién horneados y se lo intentaba tragar, causando un atraganto espantoso. No pudo evitar que Jessica soltara más risas después de observar su intento de disimular su vergüenza.

Enamorada de quien si ni siquiera conocía un chico medianamente normal, pensó Julieta con el entrecejo fruncido. Definitivamente, ese no sería un buen día.

De camino a la escuela no pudo evitar pensar en el sueño no se lo podía sacar de la mente, a ese maravilloso muchacho que la ayudo en esa playa tan mágica. El colegio no pudo hacer el milagro de volverla a la realidad, toda la mañana se quedó con la mirada distraída y recibió varios regaños de sus profesores. Y la clase de matemáticas no fue la excepción. Julieta estaba inquieta en su banco ya que no conseguía concentrarse en las malditas ecuaciones. ¿Quién rayos era Pitágoras? Decidió dibujar su sueño. Le pareció la idea más coherente para sacárselo de la cabeza. Primero se dibujo a ella con el camisón grande color rosa pálido tenía su larga cabellera rubia suelta (como no le permitían usar en el colegio), después dibujo al muchacho que la sujetaba de la cintura para que no cayera, estaba tan concentrada en el dibujo que no se dio cuenta que la profesora estaba atrás observando. Y de pronto, ¡zas! La regla de la profesora cayó sobre el cuaderno de Julieta, la clase entera se volteó para mirarla. El miedo la paralizo y su tez se volvió más blanca que el mismo papel. Toda la clase se sumió en un silencio sepulcral.

- ¡A LA DIRECCIÓN! -grito furibunda, arrancando de las manos de Julieta el dibujo. Salió gruñendo de rabia de la clase. Se dirigía junto a la maestra Smee, Madre Superiora del colegio, y Julieta iba detrás, caminando como una condenada que se dirige a la horca. Arrastrando los pies y con la cabeza gacha. Julieta sabía que significaba dirigirse a la dirección, el castigo más temido por todos los alumnos. Entro en La Dirección detrás de su maestra con un nudo en la garganta y con un revoltijo de tripas en el estómago. Al llegar frente al escritorio de la Madre Superiora, su maestra le mostró a la causa del castigo.  

Luego de que su maestra le contó indignadísima lo sucedido, y las dejara a solas. La Madre Superiora se quedó un largo tiempo observando detenidamente el dibujo. A Julieta le parecieron años, hasta que se decidió a hablar, pero la Madre Superiora se le adelanto.

- Si esta eres tú, ¿qué es esto? - pregunto la Madre Superiora, acalorada mientras señalaba al muchacho que estaba sosteniendo la cintura de Julieta. Aunque no era un dibujo tipo Miguel Ángel, se lograba entender muy bien que era.

- Un muchacho - exclamó Julieta sin dudarlo, causando que la maestra Smee se levantara enfurecida. Llamaron a su mama, para contarle de lo sucedido, como siempre su mama no estaba, Janna contesto el teléfono y se hizo responsable.

- Esta nota es para tus padres quiero hablar con ellos - dijo la maestra Smee, mientras le entregaba a Julieta un sobre que tenia el sello del colegio. - Y la semana que viene te espero para los castigos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo