-CAPITULO 1-

7 años antes

Era de mañana bien temprano, y Julieta estaba frente al espejo cuerpo entero que había en su habitación, preparándose para el colegio. Se estaba arreglando el pelo cuando Janna la llamo.

- Niñas apúrense a bajar, se les va a hacer tarde para desayunar

- Ya voy Janna-respondió Julieta, que esa mañana había madrugado.

Luego de unos segundos Julieta y Jessica corrieron escalera abajo en dirección a la cocina para tomar el desayuno.

- Felicidades mi niña, ¿Cómo amaneciste hoy?- interrogó Janna, mientras le entregaba un paquete.

- Gracias Janna. Casi no pude pegar un ojo de la emoción que llegara este día, ¡ya tengo 15 años! ¡Ahora falta solamente un año para cumplir 16 y poder pedir mi licencia de conducir! ¡Un año!-exclamó Julieta mientras cogía el paquete y lo abría apresuradamente.

- ¡Ay! No es para tanto, solo es un cumpleaños más, exagerada - dijo Jessica, que ese día no amaneció muy alegre. Recordaba también cuando ella cumplió quince años. Hacía ya más de 2 años. Fue uno de los días más felices de su vida. Pero esa mañana no estaba de humor, no podía compartir la felicidad de Julieta. Simplemente le era imposible.

- Bueno niñas, no discutan hoy ¿sí?, por favor

- De acuerdo Janna-exclamaron las niñas al unísono, mientras Julieta abría por completo su obsequio y lanzaba un gritillo de alegría.

- ¡Gracias Janna! Es fabulosa, me encanta- dijo colocándose una gran boina de cuero negro - ¡es fantástica! - corrió hacia el primer espejo que encontró, que era él del recibidor. Se acomodó la boina y volvió. Jessica ya tenía otra cara, una más amigable aunque su mal humor no fue disimulado del todo, tenía en la mano una caja.

- Toma, es para ti - dijo Jessica, acercándole una bella caja de color violeta, con un moño lila oscuro. Julieta la tomó entre las manos, no quería abrirlo. Era una caja muy bonita a pesar que no eran sus colores preferidos, pero era linda - Anda ábrelo no te morderá. - exclamó con fastidio.

Julieta siguió su recomendación.

- ¡Oh! ¡Qué lindo!-dijo con ironía al ver el diario de color lila, con plumas y purpurinas del mismo color - Es precioso, gracias Jess – exclamó forzando una sonrisa, mientras abrazaba a su hermana.

- Es para que escribas todas las estupideces que haces durante el día, y de vieja puedas leer lo tonta y patética que era tu existencia - observó Jessica, mientras todas explotaban a carcajadas. Jess aprovecho para apartarse con rapidez de su hermana. - y no me abraces más ¿quieres? No es para tanto.

-No es una tontería, es muy complicada mi vida, para que te enteres - dijo enojándose falsamente. Pronto borro la sonrisa que se había formado en su lindo rostro - Janna... ¿y mamá? ¿Dónde está?

Esta pregunta la desconcertó un poco, pero la esperaba.

- Ella tuvo que salir muy temprano. Y tu estabas todavía dormida y no quería despertarte.

- Pero es mi cumpleaños.

Su enojo era palpable. Últimamente no le daba la atención que ella quería.

- Pero dejo algo para ti.

Fue a la sala y trajo un paquete. Julieta lo miro, pero no lo abrió.

- No me interesa. Debió dármelo ella, no tú.

Janna no sabía que decir. La tristeza de Julieta era con justa razón. Pero ella nada podía hacer, solo dependía de su madre. La señora es cierto que está siempre muy ocupada pero no la excusa de no prestarle atención a sus hijas, en especial a la menor.

- Bueno, niñas ya es hora de que se vayan, Jaime ya las está esperando –Avisó intentando romper la tensión que se había formado en el lugar, mientras entregaba a las niñas sus sándwiches para él almuerzo.

- Gracias Janna - dijo Jessica corriendo.

- Adiós Janna - dijo Julieta mientras salía por la puerta trasera de la cocina un poco triste. De repente una tristeza más profunda opaco totalmente sus bellas facciones, volvió sobre sus pasos - ¿Janna?

- ¿Sí?

-¿Tú crees que vendrá papá?

-No lo sé hija, no ha avisado, y él siempre lo hace. No puedo responderte a esa pregunta.

- Pero Janna, ¿crees que se haya olvidado que hoy es mi cumpleaños?

- Yo...yo no lo creo, niña. Creo que a lo mejor está muy ocupado y por eso no pudo llamarte.- observó Janna con una sonrisa intentando sonar convincente. Pero como no lo logro, agregó - pero ahora no debes preocuparte por eso, mi niña. Mejor vete ya a la escuela. Si llama mientras estas en él colegio, te prometo que llamo para que te avisen, ¿de acuerdo?

- Esta bien, ¡gracias Janna! - exclamó mientras salía corriendo por la puerta trasera de la cocina, hacia el coche, donde Jaime y Jessica esperaban impacientes.

Janna observó cómo se alejaba del coche. Sonrió al ver la manita de Julieta salir de la ventanilla para dirigirle un último saludo.

 Al salir del colegio, Jaime como siempre estaba esperando a Julieta, pues debía llevarla a su clase de piano. Jessica salía un poco más tarde. Por estar en los cursos superiores tenían más materias.

- ¡Hola Jaime!-dijo Julieta

- Hola Srita. Buenas tardes, ¿Qué tal su jornada de clases?

- Muy buena, gracias - respondió Julieta, luego abrió la ventanilla de coche y miro por ella. Odiaba ir a las clases de piano, y en especial, odiaba al profesor que las dictaba. Era tan exigente, que a veces ni la dejaba respirar. Suspiro, si solo pudiera hacer lo que quisiera, y no depender de los demás. Quería tanto tener un poco de libertad. Tomaba las clases porque a su madre le gustaba. Ese era uno de los caprichos de su madre que siempre se preocupó por cumplir. Lo hacía desde que tenía memoria. Al principio no tenía opción, era demasiado pequeña para opinar. Solo podía acatar órdenes y nada más, sin chistar. Pero ahora ¿Qué la detenía? Nada, absolutamente nada. ¡Ya tenía quince años!. Podría decirse que era prácticamente mayor de edad. Estaba decidido. Hablaría con su madre. Ya no quería saber nada del maldito piano. Se recostó en el asiento y observo por la ventana. Quería hacer tantas cosas, tantas. Y ese maldito miedo no la dejaba. Pero esto ya no lo dejaría pasar.

Las casas franqueaban rápidamente por la ventanilla del auto, eran todas enormes por esos lados. Julieta recordó los lugares cerca de su casa donde también había casas inmensas, y odiaba verlas, había de diferentes colores y diseños. Cuando viviera sola, su casa no sería enorme. Odiaba las casas demasiado grandes. Uno podía perderse. Su casa era una de ellas. Era demasiado grande para su gusto. Creía, con mucha convicción, que las casas grandes distanciaban a las familias. Era casi imposible que se cruzaran de camino a algún lado. Tenía tantos pasillos y corredores, y demasiadas, pero demasiadas habitaciones. ¿Y para qué? Solo servía para juntar polvo y mantener a las empleadas ocupadas sacándolo. Su madre se escondía en su estudio, al otro lado de la casa. Y su padre, las pocas veces que estaba en casa, se las pasaba en el sótano, al lado opuesto del estudio de su madre. Su hermana, se encerraba en su habitación o en el comedor, donde estudiaba con su amigo ¿Cómo era que se llamaba? No le prestó mucha atención cuando su hermana se lo presento. Pero era un muchacho extraño. De no ser que lo conociera tan poco, casi nada en realidad, diría que se escapaba de ella, parecía muy tímido, ¿O solo lo era con ella? pero bueno, la verdad era que toda su vida se la pasó la mayor parte del tiempo jugando sola. Solía perderse por horas en los jardines, o dentro de la casa misma. Era uno de sus juegos preferidos de niña. Jugar a que su padre la encontrara. Si, su padre, él fue el que siempre estuvo allí, junto a ella. Su madre le dedicaba más tiempo a su trabajo, y a Jessica. A veces sentía que su madre le odiaba y no sabía porque siempre hizo de todo para complacerla. Suspiro de nuevo, esta vez con un poco de tristeza. Extrañaba jugar con su padre, hace ya casi un año que no lo veía. ¡Quería abrazarlo! Sonrió al pensar en él, los juegos, las canciones. Comenzó a sentir los parpados pesados, mientras veía las grandes mansiones de ese barrio pasar una al lado de la otra. Vio una en particular, bastante descuidada y desentonando del brillo de las demás. Se recostó mejor y cerró los ojos pensando en casas embrujadas y hadas y dragones que custodiaban a doncellas, y príncipes que viajaban para salvarlas, y en las canciones de su padre. Y en su príncipe azul. Le gustaba soñar con su príncipe azul, o verde o amarillo. No importaba el color, pero era su príncipe y la amaba y la salvaba de la soledad de su vida. De pronto una brusca frenada la despertó, se levantó y no vio señales de Jaime ni del coche en el que iba hace un momento, estaba en una carroza tirada por caballos, engalanada con un vestido de fiesta largo e incómodo color rosado pálido, al lado suyo había un muchacho, muy bonito por cierto, con sus cabellos negros y la tez blanca. Estaba dormido, el traqueteo de la carroza parecía no incomodarlo para nada. La brisa que entraba por la ventana desordenaba alegremente su revoltoso cabello negro. Julieta se acercó a él, para mirarlo mejor, pero de improviso la carroza pegó otro salto y el muchacho se despertó, Julieta se asustó y cayó al suelo, el muchacho también se asustó, pero reacciono muy rápido, impidiendo que Julieta se lastimara, la tomo fuerte entre sus brazos. Sus ojos eran del color de la tormenta, color del mar. Podía ver más cerca esos ojos profundos como el firmamento, oscuros como las profundidades del océano. Julieta sintió que se perdía en las profundidades azules mientras una electricidad inquietante recorría su espina dorsal y le alteraba las cervicales. Sentía su corazón a punto de salirle por la boca. Su rostro se iba acercando cada vez más... luego sus labios…

- ¡Oh! - el coche se detuvo bruscamente, haciendo caer a Julieta al suelo e interrumpiendo así su sueño.

- Llegamos Srita.- exclamó Jaime.

- Gracias Jaime - exclamó Julieta algo confundida, mientras se tocaba la boca, pensando en el sueño que la dejo sin aliento. Cogió sus cosas y sé arreglo el pelo que se le había despeinado y salió muy apresurada del coche, para entrar corriendo a su clase de piano.

A la salida de su clase, que no fue la mejor porque toda la clase se la paso pensando en el sueño, tropezó con un muchacho que entraba al instituto, estaba tan distraída que se le cayeron todos sus pergaminos y libros.

- ¡Oh! Lo siento ¿Estas bien? - pregunto el muchacho, mientras la ayudaba a recoger sus papeles y sus libros.

- Sí, estoy... - la mirada del joven era tan tierna, que Julieta quedo paralizada. Y esos ojos cafés, eran tan profundos. Julieta se quedó varios minutos como muda, con la boca abierta y mirándolo fijamente. ¿Dónde los había visto?

- ¿Estás bien? - volvió a repetir el joven al tiempo que se ponían de pie, el con sus pergaminos y libros en la mano. Ella reacciono de pronto y sintió como se sonrojaba violentamente.

- Si... bien... gracias... - fue lo que alcanzo a decir, antes de tomar sus cosas y salir corriendo en dirección al coche, donde la esperaba Jaime. El joven se le quedó mirando hasta que se perdió de vista. Y cuando iba a entrar en el instituto, algo tirado en el suelo le llamó la atención. Se agacho y lo recogió. Y automáticamente miro hacia el lugar en donde hace un momento el coche de Julieta dobló la esquina. Sonrió. No sería la última vez que la vería y ahora tenía una excusa.

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