Capítulo 3

Isabela mantenía su mirada fija en el televisor, pero su mente divagaba en el inesperado encuentro de minutos atrás con Nando. Suspiró recordando lo apuesto que se veía, entonces varios golpes en la madera de la puerta de su habitación lograron sacarla de sus cavilaciones.

—Adelante.

La puerta se abrió y enseguida María Paz, apareció con una gran sonrisa en los labios, antes de aproximarse a la cama de su hermana, se acercó al balcón y miró hacia abajo.

—Nando debe tener mucha experiencia al no caerse desde esta altura —comentó.

El rostro de Isabela, enrojeció, de inmediato se incorporó para dirigirse a Paz.

—¿Cómo sabes eso? —inquirió.

María Paz soltó una sonora carcajada al mirar a su hermana.

—Tranquila, no pienso decir nada —respondió— pero debes saber que le jugué una bromita a tu amado Nando. —Sonrió.

Isabela ladeó su cabeza de un lado a otro, esbozó una sonrisa.

—Eres terrible —comentó—. Debo aclarar una cosa contigo: Nando es solo un amigo —expresó—, recuerda que yo tengo novio.

María Paz se acercó a su hermana, se sentó en la cama.

—¿En serio ese tipo tan aburrido es tu novio? —cuestionó dubitativa—. Pensé que te gustaban los hombres divertidos.

—¿Qué sabes tú de hombres? —inquirió—, apenas vas a cumplir quince años.

—¿Y eso qué? —respondió María Paz— soy una adolescente, pero de tonta no tengo un pelo —aseguró—, además es muy extraño que Nando, te visite a escondidas...—Elevó una de sus cejas, sonriendo divertida.

—María Paz, ya fue suficiente —regañó Isabela—. Nando y yo solamente somos amigos, te lo repito.

La adolescente dejó caer su espalda sobre el colchón.

—El día que yo me enamore... debe ser de un hombre muy divertido, que le gusten las aventuras, que al lado de él nunca me aburra, que siempre me haga reír —suspiró—. No imagino mis días junto a un amargado. —Negó con la cabeza—, mi Duque debe tener los ojos azules, alto, de amplia sonrisa —expresó rememorando sus sueños.

—Y, valiente —carcajeó Isabela—, porque pobrecito el que se atreva a enamorarse de ti —bromeó divertida.

Paz soltó una risotada al escuchar a Isa.

—No soy tan terrible, son exageraciones de mis papás —mencionó—. Soy adorable —carcajeó—; pero no estamos hablando de mis travesuras, sino las tuyas con el vecino...

Isabela se quedó pensativa, escuchando con atención todo lo que decía su alocada hermana menor.

—Nando tiene su vida y, yo decidí hacer la mía, es lo justo —comentó con nostalgia—. Él tiene su novia...

María Paz se incorporó y miró a Isa, con seriedad.

—Entonces... ¿Eres novia de Enzo, solo por darle celos a Nando? —increpó.

—¡No! —exclamó Isa—. Sabes que no soy así, son cosas que no entenderías, aún no tienes edad para eso.

María Paz encogió sus hombros, dio un brinco y se incorporó.

—Solo venía a decirte que puse en aprietos a Nando. —Carcajeó—. El muy idiota me va a conseguir unas identificaciones falsas.

Isabela abrió sus ojos de par en par.

—¿Estás pensando en...

—¡No! —exclamó María Paz—. Tan solo deseo saber hasta donde es capaz de llegar tu amado Nando, con tal de que mi papá, no te regañe a ti...—Sonrió, girando para retirarse—, debe estar muy enamorado para salvar a la damisela de apuros —comentó antes de salir. —¡Oh Romeo! —exclamó llevándose la mano al pecho.

Isabela presionó los labios para no soltar una risotada ante las ocurrencias de su hermana, luego de que la adolescente salió, volvió a recostarse, su mirada se enfocó en el techo, tratando de pensar con claridad, pero todo lo referente a Nando, le causaba una profunda confusión, y los sentimientos que creyó muertos, volvieron a revivir con tan solo tenerlo frente a ella.

***

Nando, trataba de enfocar sus pensamientos en sus asuntos laborales, pero le era imposible. Recordó el encuentro con Isa, y su cuerpo reaccionó al evocar la imagen del cuerpo desnudo de la joven. Inhaló profundo, mientras se acercaba a la ventana de su habitación y tomaba aire, entonces rememoró la amenaza de María Paz, supo que tenía algo importante qué hacer. Sin perdida de tiempo salió de su casa y de nuevo como si fuera un ladrón volvió a ingresar a la habitación de Isa. Sonrió agradecido al darse cuenta de que la chica dejó entreabierta la puerta del balcón.

En medio de la oscuridad de la alcoba el joven caminó con lentitud hasta donde Isa, reposaba. La chica dormía plácidamente, fue inevitable para Fernando, contenerse, entonces se inclinó ante ella y deslizó sus dedos hacia la espesa y oscura cabellera de la joven, luego delineó con ternura el rostro angelical de la muchacha. Isabella se removió en la cama al sentir un cosquilleó en su rostro, entonces pensó que estaba soñando al escuchar aquel susurro.

—Isa...

La joven parpadeó, se sobresaltó al mirar una sombra a su lado, se levantó de golpe a punto de gritar pidiendo ayuda.

—¡Aux...

Nando, cubrió con sus manos la boca de Isabela.

—No te asustes, soy yo: Fernando.

Isabela se soltó con fuerza del agarre de él, encendió la lámpara de su mesa de noche.

—Casi me matas de un susto —confesó la joven. —¿Qué haces aquí?

—Lo lamento, no fue mi intención asustarte. —Se disculpó—. Es importante.

Isabela observó a Nando a los ojos, frunció el ceño, entonces lo invitó a sentarse en su cama.

—Imagino que es algo grave, para que de nuevo irrumpieras en mi habitación, de la forma en que lo haces —reclamó.

—María Paz, nos descubrió —comentó resoplando.

Isabela encogió sus hombros, hizo un mohín de quemeimportismo.

—Querrás decir: Te atrapó —habló— porque yo no te pedí que ingresaras de esta manera. ¿No piensas asumir las consecuencias de tus actos?

—Por supuesto —respondió él con firmeza— pero vine a advertirte: tu hermana me pidió que le consiguiera unas identificaciones falsas con tal de no hablar.

Isabela se llevó la mano a la boca fingiendo no saber nada.

—Debes hacerlo —sugirió—, ella se lo dirá a mis papás —expresó, mientras mordía sus labios evitando reír.

Nando enfocó su profunda mirada en Isa, la conocía demasiado bien, entonces supo que tanto ella como la pequeña María Paz, estaban jugando con él.

—Pues no, no lo haré. Qué más da que tu papá se entere de que recibes en las noches mis visitas —expresó acercándose lentamente hacia ella.

Isabela se estremeció al sentir su cercanía, su corazón empezó a bombear con fuerza.

—¿Serías capaz? —balbuceó.

—Rétame.

—¡Estás loco!

—Es posible —respondió—, ahora hazte a un lado, tengo mucho sueño —expuso acomodándose en la cama de Isabella.

La joven enseguida se puso de pie, su gesto apacible cambió a uno de enojo.

—Yo no pienso dormir contigo —afirmó—. No es correcto, haz el favor de irte de mi habitación. —Señaló con su mano hacia el balcón.

—Cuando éramos adolescentes lo hacíamos —refutó Nando.

—Eso... quedó en el pasado, ahora yo tengo novio, y...—la mirada Isabela, entristeció—. Tú también.

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