Capítulo 5

ERIC

Todo en mi cuerpo me indica que algo no anda bien, tengo esta incomodidad constante y mis sentidos han estado más agudizados desde hace unos cuantos minutos.

–¿Dónde esta mi chiquitita? –pregunta Owen y mi atención se fija en eso inmediatamente.

Recorro con la vista el lugar en busca de ella, olfateo cuidadosamente el aire para ubicarla por su aroma, pero se encuentra muy débil y eso logra ponerme en alerta. Me levanto de mi silla ignorando los llamados de todos en ella y comienzo a caminar en busca de Sofía.

Puedo distinguir a Mateo a lo lejos y camino hacia donde se encuentra sin pensarlo dos veces.

–¿Dónde esta Sofía? – pregunto una vez frente a él.

Su ceño se frunce y escanea el lugar con la mirada.

–Me dijo que iría al baño – responde volviendo a verme –. Debe estar por volver.

No le respondo nada y me alejo dejándolo solo, la incomodidad en mi cuerpo es por algo y podría jurar que algo sucede con ella.

–El imbécil de su ex tampoco esta – habla Owen y mis pasos se aceleran –. No puedo olerlo.

El pasillo del baño aparece frente a mí, olfateo el aire y su aroma es más fuerte aquí, debe estar cerca. Agudizo mi oído en busca de alguna señal y mi pecho se contrae cuando escucho sus quejidos.

Corro hasta la puerta donde su llanto y aroma son fuertes, intento abrirla, pero esta cerrada con llave. Maldigo en voz baja antes de ver a mis alrededores cerciorándome que nadie está cerca y con la fuerza de mi lobo rompemos el pomo de puerta ingresando al salón.

Doy dos pasos dentro y me quedo estático en mi lugar.

–Bueno, pero si es el hombre por quién me cambiaste – habla el imbécil, tiene a Sofía agarrada del pelo tirando su rostro hacia atrás, su rostro esta cubierto por sangre y lagrimas caen por sus mejillas –. Vino a tu rescate, ¿no es eso lindo?

Oliver gruñe en mi interior y puedo sentir como mis ojos cambian de color.

–Suéltala – digo entre dientes intentando mantener mi enojo a raya.

–¿Por qué lo haría? – pregunta tensando aun más si agarre en Sofía logrando que un quejido de dolor salga de sus labios.

–Es mía – lanzo junto a un gruñido y avanzo un paso hacia ellos –. Y si no quitas tus asquerosas manos de ella en cinco segundos, arrancare cada uno de tus dedos, uno por uno y luego te hare comerlos.

El color de su rostro se esfumo completamente al oírme decir aquello, puedo notar como su agarre se afloja en ella, las lagrimas siguen cayendo por el rostro de Sofía, sus parpados comienzan a pesarle y mi corazón se contrae al verla así.

Debí cuidarla más.

Doy otro paso más hacia ellos, el imbécil suelta su agarre en ella y corro hacia su lugar cuando veo que sus ojos se cierran indicándome que se ha desmayado. La agarro con cuidado antes que impacte contra el suelo y cuando elevo mi vista para volver a amenazar al lobo me doy cuenta de que ya no está.

Huyo.

–Debemos cuidarla – solloza Owen –. Esta muy herida, no debimos dejar que esto sucediera.

–Lo sé, tranquilo – intento calmarlo, no podemos perder el control ahora –. La llevaremos a casa.

Me duele verla así, a pesar de que no la quiero, que no esperaba, me duele. Su lindo rostro esta cubierto de sangre, su labio esta rojo al igual que su ceja, esta comenzando a formarse un hematoma en su pómulo al igual que en sus brazos y cuello. Con lo hermosa que se veía esta noche, ahora su pelo esta desordenado con rastros de sangre y su vestido esta roto en algunas partes seguramente por el forcejeo.

Paso uno de mis brazos tras su nuca y el otro por sus rodillas para elevarla, su cabeza cae contra mi hombro sin ninguna resistencia debido a su inconciencia, me pongo de pie para salir de la sala y antes de dar un paso la puerta se abre dejándome ver la figura de Antonio.

–¿Qué carajos paso? – pregunta alarmado acercándose a nosotros.

Aprieto a Sofía contra mi pecho y un gruñido bajo sale de mi pecho.

–No te acerques – me alejo un paso y lo rodea para irnos –. Pide el auto, debemos irnos.

–Enseguida – responde y veo como saca su móvil.

No tardamos mucho en salir del edificio, obviamente salimos por la parte de atrás ya que si alguien veía a Sofía en el estado que estaba generaría revuelo. Nos adentramos en la camioneta junto a Antonio que no para de hacer preguntas, su aroma a preocupación inundaba el pequeño espacio, así que yo solo me refugie en ella, inspirando su esencia que ahora se mezclaba con el denso olor de la sangre, pero aun así el suyo salía a flote.

–Súbela a mi habitación – ordené a Matías, mi mano derecha cuando me ayudo a bajarla del auto –. Y llama al médico.

–Como ordene señor.

Pase una mano por mi rostro intentando aliviar la ansiedad que tenía en estos momentos, se que no es mi culpa que ella este así, pero podría haberse evitado si me mantenía alerta a sus movimientos.

–¿Por qué la trajiste aquí? – pregunta Antonio con una sonrisa en el rostro.

–Esta herida – respondo como algo obvio.

–Podrías haberla llevado al hospital, incluso a un hotel, pero la trajiste a tu departamento donde no traes a nadie – se encoje de hombros –. ¿Te gusta?

–Claro que no – niego sintiendo a Owen gruñir –. Debo saber que sucedió.

–Me alegra que la aceptes y cuides – se acerca al ascensor cuando el timbre anuncia que alguien llego –. Al fin y al cabo, es tu compañera.

–No la he aceptado, simplemente tengo curiosidad – me encojo de hombros.

Las puertas de metal del ascensor de abren y el médico entra en mi apartamento, me da los saludos correspondientes, lo pongo al tanto de lo que sucede y comenzamos a subir las escaleras en dirección a mi dormitorio donde el aroma de Sofía es más fuerte.

Owen ronronea en mi pecho y me lleno de regocijo al verla acostada en mi cama, dejando su aroma en ella, justo como debe ser.

–¿Puedo revisarla? – escucho como preguntan y aparto mi vista de ella para ver al médico.

–¿Por qué me preguntas? – elevo una ceja –. Hazlo.

–Por que es tu compañera, hueles a posesividad desde que entramos aquí – se encoje de hombros –. No quería importunarte.

–Puedes revisarla.

Da un asentimiento de cabeza y se acerca hacia la cama donde ella se encuentra, yo me quedo de pie al final de la cama con los brazos cruzados sobre mi pecho viendo todo lo que él hace. Atento a cada toque, cada roce, todo.

–¿Sabes? – habla mi Lobo –. Si la marcáramos sanaría más rápido.

–Olvídalo, no sucederá.

–Pero es nuestra compañera, debemos ayudarla.

–El medico lo hará – observo como comienza a limpiar su rostro –. No la marcaré, es una niña.

–Yo la quiero – gruñe.

–Yo no.

–Repítelo hasta que te lo creas.

Ruedo mis ojos volviendo a concentrarme en ella, un par de minutos y el médico termina. Ha limpiado y vendado sus heridas, mi ama de casas – Cleo – me ayudo con ella para cambiarle la ropa y la dejamos dormir en mi cama hasta que despierte por si sola.

–Debe tomar esto cuando despierte y luego cada 8 horas – me entrega un frasco de pastillas –. Son solo unos golpes, nada grave, así que con cuidados y reposo estará todo bien.

–De acuerdo.

–Adiós, llámame cualquier cosa.

–¿Va a querer comer algo? – pregunta Cleo cuando nos quedamos solos.

Antonio se fue hace un rato y Matías debe estar en la habitación de monitoreo.

–No gracias, cene en la gala.

–Cierto ¿Qué tal estuvo?

–Todo bien hasta que sucedió esto.

Suelto un suspiro pasando los dedos por mi pelo y camino hacia uno de los sillones.

–No quiero ser entrometida, pero lo seré – sonríe sentándose frente a mí –. ¿Por qué la trajo aquí?

La miro por unos segundos intentando encontrar las palabras, no me molesta que lo pregunte; ella ha estado conmigo toda mi vida, pero no sé que responder. No se que me sucede con ella, el lazo y mi Lobo están haciendo de las suyas y al final mis decisiones se ven influenciadas por ello.

–Solo seguí mi instinto – respondo finalmente –. Cada poro de mi cuerpo me prohibía dejarla ahí sola o incluso llevarla a cualquier lado que no fuera mi casa. La quería conmigo, asegurarme que estaría a salvo, curar sus heridas, sentirla cerca.

–Es normal, es el vínculo.

–Lo sé, pero yo no la quiero.

Sus ojos se abren más de la cuenta y me mira con perplejidad.

–¿Qué dices? – su tono de voz se eleva una nota.

–Lo que oyes, no la quiero – me encojo de hombros –. Es humana y una jovencita, no pasa de los 25 ¿Qué se supone que haré con eso?

–No lo sé, tal vez ¿Amarla? ¿Qué ella te ame? ¿Formar una familia?

Niego mirando el suelo.

–No quiero nada de eso.

–Claro que sí – escucho como suspira con pesar –. Solo estas atormentado por la sombra de tus padres, no tiene por qué ser así con ella.

Trago saliva cuando un nudo se forma en mi garganta, no me gusta hablar de ellos y ella lo sabe. Sabe que ese tema es prácticamente prohibido, no me interesa recordar el como me dejaron tirado, en como se olvidaron de cuidarme o incluso quererme, cuando sus peleas por infidelidades destruyeron la poca familia que teníamos. Ellos no eran compañeros, solo se eligieron y no lo hicieron bien.

–Si fuera así… no quiero averiguarlo.

–A veces debes tomar riesgos querido – se coloca de pie y camina hacia donde estoy colocando una mano sobre mi hombro –. Tengo fe en que esa señorita podría darle un poco de color a tu vida.

Niego con la cabeza levantando la vista.

–No lo…

Me cayo abruptamente cuando aquel sonido del latir de su corazón, al que he estado atento desde que la tome en brazos se acelera. Me pongo de pie dejando a Cleo con una expresión de intriga y subo la escalera de dos en dos.

Llego hasta la puerta de mi habitación, la abro de par en par entrando sin importarme nada. Detengo mi andar cuando la veo sentada en la cama, aun tapada con al edredón observando sus brazos llenos de hematomas.

Sus ojos conectan con los míos un segundo después y la confusión llena cada rincón de su bello rostro.

–¿Tú? – mira a su alrededor con intriga –. ¿Qué hago aquí?

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