Capítulo 2

Eric.

Llego el lunes y por ende el día que empiezan los pasantes, no sé en qué momento creí que era buena idea recibirlos, no me gusta tener estudiantes que no saben como funciona todo aquí. Sé que recién inician, que necesitan la experiencia y que nosotros podemos entregarla, pero no soporto a los incompetentes.

 Ya Antonio dejo los perfiles universitarios de cada uno en mi escritorio, les di una rápida pasada y algunos son bastantes prometedores. Espero no defraudarme.

Me fijo en el reloj y me pongo de pie para la introducción, salgo de mi oficina e inmediatamente un delicioso aroma inunda mis fosas nasales alterando mis sentidos, chocolate, vainilla y caramelo. Jamás en mis años de vida había presenciado una esencia tan maravillosa y cautivadora.

–¡Mate! ¡Mate! – aúlla de alegría mi lobo Owen.

 Mi mente queda en blanco por unos segundos, ignoro completamente lo que mi lobo y dice y sigo caminando hacia el grupo de estudiantes donde aquel delicioso aroma se intensifica. Owen luchaba contra mi fuerza para salir a la superficie a reclamar a su mate, pero un cosa era clara. No podía suceder ¿las razones? Solo olía a humano. A excepción de Antonio, que aparte de trabajador acá en la empresa era parte también de la manada de mis padres.

Agudizo mis sentidos para determinar cual de todos es y mi vista recae en una hermosa joven, pelo castaño, ojos grandes y grises, nariz pequeña y respingona, labios rosas y pestañas largas. Joder, era hermosa.

–Vamos acércate, quiero olerla de más cerca – aúlla Owen.

–Olvídalo, no la quiero.

–¿¡Qué!? ¿Cómo qué no?

–Es humana – le recuerdo –. Además, es una jovencita.

–Yo sí la quiero, es hermosa – ronronea con fuerza.

Vuelvo a ignorarlo comenzando a hablar sobre la empresa dándole pequeñas miradas a la hermosa joven frente a mí, hasta que veo como uno de sus compañeros se acerca a ella y la invita a salir. Los celos y la rabia me llegan rápidamente sin siquiera poder evitarlo.

–¿Disculpen? ¿Mi charla interrumpe su conversación? – digo mirándola a los ojos sin poder controlar la frialdad de mis palabras.

–No, no, yo solo…

–¿Su nombre señorita?

–Sofía Parson.

–Muy bien señorita Sofía, si quiere hablar sobre su vida privada la puerta es ancha para que lo haga fuera – respondo indicándole la salida, rogando en mi interior para que no se vaya –. Sino la invito a concentrarse en esto, si quiere que le vaya bien, obviamente.

Asiente sin volver a decir nada y yo continúo explicando lo que deben hacer, inconscientemente mi mirada recae en ella cada cierto tiempo.

–Fuiste muy brusco, ahora no nos querrá – me reprende mi lobo.

–No me interesa, ya te dije que no la quiero.

–Pues yo sí, así que te jodes.

¥

Sofía.

La introducción termina y Antonio nos dirige a cada uno de nosotros a nuestras pequeñas oficinas. Uno a uno nos fue dejando, cada vez más lejos de la oficina del jefe, lo cual agradezco debido al bochornoso momento que pase debido a mateo. Lo único que espero es que no me perjudique y no afecte mi compromiso con esta pasantía.

–Bueno señorita Parson, aquí esta su cubículo – menciona Antonio a mi lado dándome acceso a la pequeña oficina –. Sobre la pesa hay un par de carpetas con los ingresos que hemos tenido últimamente en un área especifica de la empresa, hemos tenidos dudas al respecto sobre los balances que se encuentran ahí, su misión es encontrar el error que se encuentra en ellos – agarra el pomo de mi puerta dándome una sonrisa –. Tiene hasta el fin de la semana para entregarlo, suerte.

Cierra la puerta dejándome completamente sola e inmediatamente un suspiro sale de mis labios, me doy media vuelta observando el escritorio donde hay una computadora portátil, una libreta, lápices y las carpetas.

Camino hacia la silla dejando mi bolso colgado en su respaldo y me siento frente a todas mis nuevas cosas. Detallo el lugar formando una sonrisa en mi rostro, agarro las carpetas con mis manos ligeramente temblorosas por la emoción y las abro.

–Vamos Sofía, tú puedes – me di ánimos comenzando a leer.

¥

Eric.

–Volvamos con ella – reclama Owen haciéndome rodar los ojos –. Quiero verla.

–No, ya te dije que no.

–¿Por qué no?  Es nuestra compañera, la he esperado mucho tiempo.

–Tu sí, pero yo no. Además, es una jovencita.

–Jovencita y virgen – ronronea Owen dejándome impresionado.

–¿Qué dijiste? ¿estás seguro de eso?

–Sí, huele delicioso. A pureza – vuelve a ronronear –. A que ningún otro hombre la ha tocado.

Un sentimiento de posesividad se instala en mi pecho al saber que es virgen, eso quiere decir que seré el primero y solo será mía. Nadie nunca más podrá tocarla. Sacudo mi cabeza alejando esos pensamientos, no es de nosotros, nunca lo será.

Me centro en los papeles que tengo frente a mi escritorio y mando un par de correos antes de que Antonio entre en mi despacho.

–Ya están todos ubicados – menciona sentándose frente a mi –. ¿Por qué hueles a posesividad?

–La encontré.

–¿A quién? – pregunta alzando una ceja

–A mi compañera – aprieto el puente de mi nariz.

–¡¿Qué!? ¿Dónde?

–Aquí, es una de las jovencitas que llegaron a la pasantía.

Me mira serio por unos segundos antes de empezar a reír logrando que frunza mi ceño.

–¿Es broma? Apenas tienen veinte años.

–Créeme que lo note – ruedo mis ojos.

–¿Y que harás? ¿la reclamaras? Te recuerdo que es humana.

–También se eso joder – me levanto de mi silla –. No hare nada.

–¿Acaso no te gusta? ¿Cuál de todas era?

–No es que no me guste, Owen se vuelve loco por ella, pero que carajos hare yo con una joven de veinte y más encima humana.

–Bueno… puedes hacer muchas cosas – alza sus cejas repetidas veces.

–Idiota – gruño haciéndolo reír –. No hare nada de eso con ella, además es virgen.

–¿Virgen? – suelta una carcajada –. Oh joder, te toco el paquete completo. Aunque viéndole el lado positivo eso indica que serías el único que la tocaría, es un verdadero orgullo que ella sea tu compañera.

–Soy un hombre de 40 años, si bien no los aparento por mis genes ¿Qué planeas que haga? No quería encontrarla y más encima me toca ella.

–Bueno, la diosa luna hace las cosas por una razón. No deberías cerrarte así a lo que te entrega.

–Nunca debí haber aceptado esta pasantía – vuelvo a apretar el puente de mi nariz cerrando mis ojos.

–¿Quieres que la ubique en una oficina más cerca? – puedo sentir el tono de picardía en su voz.

–¿Dónde la ubicaste?

–En la última oficina.

Medito por unos segundos la oferta pensando en las cosas que podría hacerle si la tengo más cerca, en como su delicioso aroma podría incluso llegar a filtrarse en mi oficina. Niego descartando también esa idea de mis pensamientos y me encamino hacia la puerta para abrirla.

–No, déjala ahí – le hago una seña para que se vaya causándole risa –. Ahora vete, quiero estar solo.

–Como digas – camina hacia la puerta –. Nos vemos.

Paso las manos por mi pelo con frustración y vuelvo a mi escritorio para tomar mi celular junto a mi chaqueta e irme de aquí, necesito aire. Comienzo por caminar nuevamente hacia la puerta, pero me detengo cuando veo a María ingresar cerrándola tras de ella.

–¿Qué quieres? – prácticamente le gruño.

–Te ves molesto ¿sucedió algo?

–No, solo mal día.

–Pero si aún no es ni medio día Eric – mira la hora en su reloj de muñeca.

–Lo que sea, no te interesa.

Camino hacia la puerta intentando esquivarla, pero su mano se aferra a mi brazo.

–Puedo ayudar a que te relajes – utiliza voz seductora que no me llega a causar nada.

Sus manos rodean mi cuello alzándose en puntas para besar mis labios. Su lengua se adentra en mi boca enredándose con la mía, mientras mis manos las deslizo por su cintura hasta sus caderas pegándola más a mi cuerpo. Sus labios dejan los míos arrastrándolos hacia mi cuello y un fuerte gruñido sale de mi pecho.

–Suéltame – Owen la empuja tomando control de mi cuerpo –. No me vuelvas a tocar.

–¿Owen? ¿Qué sucede? – intenta volver a tocarme, pero la evita.

–Dije que no, solo mi chiquita puede tocarme.

–¿Qué? ¿La encontraste?

–Sí, ahora fuera – la agarra de un brazo y la arrastra fuera de la oficina cerrando la puerta en su cara.

–Pero ¿qué carajos te sucede? – lo reprendo volviendo a tomar control de mi cuerpo.

–Simple, no quiero estar con ella. No huele rico.

–Antes no te molestaba – blanqueo los ojos acomodando mi ropa.

–Tu lo dijiste, antes. Ahora tenemos a nuestra chiquita y solo ella podrá tocarnos.

–No me jodas, no sirvo para estar en abstinencia.

–Entonces conquistemos a nuestra compañera.

–No, estas loco – digo saliendo de la oficina caminando al ascensor –. No haremos eso.

–Bueno entonces prepárate para un largo tiempo sin sexo.

Decido ignorarlo cuando me adentro en el ascensor dejándome estático cuando caigo en cuenta que no estoy solo y que ella se encuentra aquí. Sus ojos grises conectan con los míos bajando todas mis murallas, volteo hacia las puertas con la intención de salir, pero se cierran dejándome encerrado junto a mi hermosa compañera.

Chasqueo la lengua maldiciendo en voz baja y me mantengo a una distancia prudente de ella.

–¿A que piso va? – pregunta erizando mi piel con su voz aterciopelada.

–Subterráneo – contesto sin mirarla.

Escucho como aprieta un botón y yo inhalo el aire deleitándome con su esencia logrando que Owen ronronee en mi pecho.

Estoy jodido.

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