Cita a ciegas y a sordas
Cita a ciegas y a sordas
Por: Cass Rosso
1. Empresa Huxley Publicity

~ Keira ~ 

La calidez que el sol emana por los oscuros cristales de las ventanas que componen parte de la fachada de la empresa Huxley Publicity, crean un ambiente agradable para los trabajadores. Un ambiente necesario para una empresa tan exigente, siendo esa una de las principales razones del por qué están en los primeros tres puestos de empresas líder en el sector publicitario a nivel mundial. 

En la zona de diseño, que consiste en un espacio abierto con varias mesas de madera y algunas pizarras de ideas, el equipo trabaja sin descanso, puliendo los últimos detalles de este proyecto en el que tanto esfuerzo hemos invertido. Sí, llevamos las dos últimas semanas que apenas dormimos ni casi paramos para comer. Bueno, casi todos. En todos los equipos de trabajo hay alguien que aprovecha el arrebufo de los compañeros para avanzar sin hacer esfuerzo. Y en nuestro grupo, ese alguien es Malva Stoll. 

En la empresa Huxley Publicity, los equipos de diseño están formados por cuatro miembros, los cuatro diseñadores. Lo que nos posibilita trabajar en parejas, abarcando así diferentes proyectos sin saturarnos. En ocasiones, contratan a personas para realizar funciones de becario, incorporando un quinto miembro al equipo. Yo agradecí la incoporación de Jan, gracias a eso dejé de relaizar las funcionea sola. Sí, prefiero trabajar el doble sola que con Malva la mitad.

Desde que hace dos años entrara a trabajar en Huxley Publicity, Malva y yo no nos llevamos bien que digamos. Lo he intentado, lo prometo. No es que mi primera, ni la segunda, ni las sucesivas...bueno, a lo que iba, no es que la primera impresión que tuve de ella fuera positiva. Lo reconozco. Pero en mi favor diré que lo intenté, por una sencilla razón, no me gusta trabajar en un ambiente negativo. 

 Bueno, ¿y a quién sí? Sencillo, a Malva Stoll. Una rubia de metro setenta con aires de superioridad. Sí, parece que ha nacido para trepar, eso sí, mientras pisotea a otros. En fin... En cuanto a los demás, somos tres diseñadores más Héctor, Cloe y yo. Y como he dicho, también tenemos en el equipo a un becario. Aunque no me gusta nada llamarlo así, parece despectivo y a fin de cuentas, trabaja igual o incluso más que nosotros en ocasiones. Hace tres semanas que se incorporó al equipo y puedo decir que en ese tiempo nos hemos hecho muy amigos. Me cae muy bien.

Jan Smith, es un hombre - sí hombre, porque me van a perdonar que sea tan clara, pero este de becario tiene lo que yo te diga. Le pones un traje oscuro y ni el Cristian Grey ese - Como decía, un hombre con el cual debieron de partir el molde cuando lo hicieron. Porque virgencita...un metro ochenta con espaldas anchas y extremidades duras. Duro de fibroso, ya saben. Su mata de pelo negra acentúa unos ojos levemente rasgados de un verde oscuro, que contrastan con la palidez de su piel. 

Pero sin duda, su mayor atractivo lo desprende su carácter. Empático, amable, divertido...lo que le hace desrpender un especie de aura, que por lo menos a mí me atrae como la miel a las abejas.

Seguramente algo malo tendrá, todos lo tienen, pero por ahora, en estas tres semanas en las que hemos trabajado codo con codo,  no lo he visto.

— ¡Keira! — se me olvidaba decir que también es algo gritón. 

— ¡Mande! — respondo mirándolo con el ceño fruncido, odio que me griten. 

— Llevo cinco minutos intentando contactar contigo — reprocha haciéndose el ofendido.

— ¿Y me decías...? — le invito a continuar.

— Te decía — explica poniendo los ojos en blanco — que ya que hemos terminado el proyecto, podríamos ir a comer juntos — antes de que conteste, el se apresura — invito yo. ¿Qué dices?

— Ya tengo un compromiso — le digo viendo su pequeña mueca de decepción — pero podemos dejarlo para otro día — no quiero que piense que no me apetece, porque realmente quiero comer con él. 

— ¿Tengo que ponerme celoso? — pregunta entrecerrando los ojos de manera exagerada.

— ¿De Adah? Sería absurdo, ¿no crees? — le devuelvo la pregunta con expresión divertida. 

— De acuerdo, pero me debes una — dice apuntándome con el dedo índice.

— Apuntado — afirmo escribiendo con mi dedo en una agenda imaginaria.

— Dale recuerdos a Adah — se despide él con un abrazo.

Tras despedirnos, me dirijo al Petit Taberne, un restaurante de pequeños platillos con una gran variedad en su carta. Tiene un interior relajante, gracias a sus blancas paredes adornadas por una única y fina línea azul índigo que recorre todas las paredes. Las lámparas que cuelgan del alto techo le dan al lugar un efecto estético increíble. Las mesas y sillas de madera junto a la decoración elegante y a la moda, contrastan creando un comedor armonioso y confortable. 

Siempre comemos aquí, ya que se encuentra a medio camino entre la empresa en la que trabajo y la que dirige mi gran amiga Adah. A ambas nos encanta el Petit Taberne, aparte del ambiente agradable, nos enamoró su deliosa comida casera. Nos hace sentir como en casa.

Al entrar, un agradable olor a comida me da la bienvenida, una mezcla que acaba despertando a mi sufrido estómago. 

— ¿Hace cuánto tiempo que no alimentas al dragón? — pregunta la castaña de ojos negros mirándome con burla.

— Ja, ja muy graciosa — respondo intentando parecer ofendida — sabes que las últimas semanas han sido horribles, demasiado trabajo. Y por cierto, hola.

— Y tú sabes que eso a mi me importa...— comienza su regaño dándole misterio — más bien nada, Keira, sabes que no es excusa — me reta seria. 

— Está bien mamá...— hago el amago de darle la razón consiguiendo que ella ponga los ojos en blanco — Bueno, ¿ y qué tal la nueva colección? 

— Haré que no me doy cuenta de tu intento de cambio de tema — me dice mirándome fijamente — ya hablaremos de esto cuando estén los abuelos — amenaza ella.

Ahora soy yo la que voltea los ojos. Los abuelos pueden ser muy sobreprotectores con nosotras. Sé que si ella les cuenta, pasaré de tener una "mamá", a tener cuatro "mamá pollos". 

—¿Qué decías de la nueva colección? — pregunto poniendo una sonrisa inocente y cruzando los dedos, para que ahora sí funcione y no sigamos con el tema.

— La colección va a buen ritmo — comienza a explicar — calculo que antes de finalizar el mes tendremos lista la nueva temporada.

Verla hablar de su pasión, la moda, es algo que siempre me ha gustado hacer. Pocos confiaban en que alguien tan desordena y alocada en su vida diaria, podría levantar y mantener una empresa. Si alguien podía esa es Adah, quien ha conseguido convertir su pasión en su fuente de ingresos. Y no solo eso, ha conseguido que el apellido Levine sea conocido en el mundo de la moda. Demostrándoles a todos los que la criticaban que estaban totalmente equivocados. ¡Esa es mi chica!

— ¿Y qué tal Noah? — le pregunto intentando entrar en la conversión. Sí, me encanta oírla, pero a veces hay que pararla para que no acabe dando un monólogo.

— Igual — dice bufando — sigue sin ser capaz de ver lo que ven los demás. Y sabes que eso me desespera. 

El día que conocí a Noah me pareció una persona muy insegura. En apenas unos días me dí cuenta que no era realmente consciente de la capacidad que posee a la hora de crear. Aunque ha ido ascendiendo, convirtiéndose en uno de los modistos principales de la marca Levine, su nivel de inseguridad no ha descendido. Y eso, de alfuna forma, acaba limitando su capacidad. Algo que a Adah le saca de quicio, no tiene tacto ni paciencia, ella es más franca y directa. Como dice ella, las cosas claras y el chocolate espeso.

— Te prometo que me pasaré por el taller y le daré un tirón de orejas — le digo a Adah para intentar tranquilizarla. 

— Bueno y cuéntame — me mira divertida — ¿cómo vas con el becario? — pregunta con un movimiento de cejas.

— Adah, tiene nombre — le gruño — y no hay nada con Jan — le resto importancia.

— Vamos Keira, a mí no intentes engañarme, se te mojan las bragas hablando de él — dice soltando una estruendosa carcajada.

— Shhh — le pido acercándome a ella y tapándole con mi palma la boca a la escandalosa de mi amiga — ¡Cochina! — le riño secándome sus babas en mi jersey azul. Sí, me ha chupado, la muy cochina.

— Venga, no te hagas la santita — contrataca ella — que si fueran las babas de Jan...

— Hablando de mojar bragas — la interrumpo yo ahora — ¿Cómo avanza la telenovela con tus sexys vecinos? 

Soy yo la que ríe ahora, viendo cómo sus mejillas se tiñen de un rojo cada vez más intenso. El aviso de un mensaje, hace que ambas llevemos nuestra atención a los teléfonos móviles, ya que ambos han sonado.

— Los abuelos — dice levantando su vista del móvil con una sonrisa.

— Comida el sábado — finalizo yo verificando que hemos recibido el mismo mensaje. 

— Entones, ¿te paso a buscar mañana y vamos juntas? — me propone, a lo que yo asiento. 

Dando por finalizado nuestro tiempo de descanso, nos despedimos y vamos cada una a retomar nuestro trabajo. La tarde en la empresa pasa rápido, ya hemos acabado las últimas comprobaciones y a una hora de finalizar la jornada laboral no tenemos más que hacer.

— Te invito a un café — me sobresalta Jan.

— No podemos, aún queda una hora.

— Venga, Keira. No tenemos nada que hacer, ni siquiera podemos adelantar trabajo — y tiene razón, aún no hemos realizado la reunión mensual de proyectos — Voy a empezar a pensar que no quieres estar conmigo — me chantajea con un puchero. 

— Oh, vamos Jan — le hablo mirándolo — sabes que eso no es así. Vamos, — le digo enganchando su brazo — pero si nos riñen te echaré a ti toda la culpa.

— Venga, que no es todo trabajar y tú señorita, no has parado en dos semanas — sentencia dándome un toque con su dedo en la punta de mi nariz, gesto que hace que frunza la nariz ganándome una risa de Jan.

— Aún no ha finalizado la hora de trabajo, ¿a dónde creéis que vais? — una voz estridente frena nuestro paso y tensa mis hombros. No hace falta girar para saber a quién pertenece esa agradable y melodiosa, nótese el sarcasmo, voz.

— ¿Lo pregunta quien ha brillado por su ausencia esta tarde? — pregunto girándome a ella. Malva solo bufa y empieza a maldecir. 

— Vamos — me dice Jan poniendo un brazo sobre mi hombro y girándome en dirección a la cafetería de la empresa. 

Él siempre la evita, nunca entra en su juego. Yo no puedo. Me supera. Es esa clase de persona que cuando la sientes en tu mismo espacio, te aspira toda la energía. ¿Os ha pasado alguna vez?

Durante el café, que ha durado hasta la hora del fín de la jornada, hemos hablado de cosas triviales. He podido conocer sus gustos y habilidades, viendo que coincidimos en algunos, como la fotografía y la gastronomía. Tanto a Jan como a mi, nos gusta cocinar y comer. Cada vez me atrae más. Físicamente es increíblemente "comible" (codo-guiño-codo) y aparte, resulta una persona sumamente interesante. 

Borro esos pensamientos de mi mente - no me gusta qué camino está tomando mi mente - y acabo de limpiar mis dientes para poder meterme en mi suave cama y dejarme llevar al paraíso de los sueños, donde espero encontrarme con esos ojos verde oscuro que tanto me cuesta no mirar. 

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