Capítulo #4

Carol

Bien, esto es lo que sé de la familia Cox según me contó mi madre y G****e, no pude evitar buscar información sobre él.

«Oye, es lógico.»

Si tu madre comienza a verse con un hombre, cualquiera en mi lugar hubiera buscado los trapos sucios o cadáveres en el armario, ¿verdad?

¿Cómo se llegaron a conocer David y mamá?

Pues, al igual que mostraba la fotografía que vi en la pared de las escaleras, David Cox estuvo casado con Anna Weitz. Si, la heredera de la gran fortuna Weitz, empresas, hoteles, restaurantes, todo cuanto poseían sus padres, los cuales fallecieron hace mucho tiempo.

Durante veinte y dos años estuvieron casados, su amor venía desde la universidad, pues ambos estudiaban medicina. Cuando llevaban siete años de matrimonio tuvieron a Alex, eran una familia muy feliz y unida.

Pero la Parka tocó a su puerta el día en que Alex cumplió quince años. Él y su madre tuvieron un terrible accidente con el auto, y lamentablemente ella no sobrevivió. Ya de ese suceso hace dos años.

El año pasado David fue invitado al hospital de Boston, donde trabajaba mi madre, a impartir una conferencia especial para los cirujanos allí, sobre una investigación que él estaba llevando a cabo. Un profundo estudio sobre el cáncer en la columna vertebral y la forma de extirparlo sin que el paciente corra el riesgo de quedar paralítico en una silla de ruedas.

Mi madre y él se conocieron en este período de su estadía en la ciudad. Su relación fue de evolución lenta, ya que no vivían nada cerca el uno del otro. Muchas veces la escuché en su habitación riendo y hablando con él por videollamada, como una adolescente enamorada. Así que no pude evitar preguntarle qué sucedía, y fue cuando me contó que ella y David se estaban conociendo, pero como todavía no era nada oficial no me había dicho.

«Claro, tómate tu tiempo mamá. No es nada importante lo que está ocurriendo aquí.»

Con el paso del año David venía a Boston cada vez más seguido. Se quedaba a dormir en los hoteles, pero sé que pasó varias noches con mamá. Tuvieron muchas citas y los ramos de flores llovían diariamente.

Hasta que hace tres meses, recién comenzadas las vacaciones, mi madre decidió contarme la "invitación" de David a mudarnos definitivamente a su casa.

—¿Mamá que sucede? ¿Por qué me pediste hablar? —pregunté con duda.

Tenía esa expresión nerviosa en el rostro y se mordía las uñas, cosa que ella misma odiaba hacer, pero los nervios le ganaban y no podía parar. Las alarmas rojas se activaron en mi mente. Mi madre no se mordía las uñas en vano, algo pasaba.

—Cariño, sabes que llevo saliendo con David durante un tiempo. Es un hombre maravilloso, fiel, amoroso, sincero, y que nos quiere mucho a ambas. Sabes que yo no tomo decisiones importantes a la ligera ¿verdad? Además, lo he pensado mucho, y estoy segura de que a tu padre le hubiese gustado que ambas siguiéramos adelante y fuéramos felices. —Estaba nerviosa, mucho.

Esto no pinta bien. Cuando mi madre retuerce sus manos y no para de mirar a todos lados solo tiene un significado, o me va a decir algo muy malo o es una noticia delicada. Como ese día cuando… 

«No, no se puede volver a repetir de la historia.»

—Si mamá, te conozco, sé que eres una persona muy sensata y siempre tomas las decisiones pensando en nuestro bien. Ahora, por favor dime, ¿qué pasa? —Estaba llena de inquietud y curiosidad, mi mente se estaba llenando de malas ideas, pero mamá no pasó por alto que no mencioné nada sobre lo que dijo de papá.

—Cariño, David me pidió matrimonio y quiere que a finales de agosto nos mudemos a su casa en Chicago —anunció, rápido, con una gran sonrisa de alegría en su rostro mientras desenvolvía sus manos y me mostraba el hermoso anillo de diamantes que llevaba en el dedo anular.

Solo pude mirar su mano fijamente por lo que parecieron minutos, no lo sé, tal vez fueron segundos, creo que mi corazón se saltó uno o dos latidos, lo que sí sé es que mamá se dio cuenta de mi desconcierto y temerosa dijo:

—Carol, dime algo. Me está matando ver tu carita tan seria, por favor. —Al ver que no contestaba y seguía con la mirada perdida en mis pensamientos, levantó mi mentón con su mano para que la mirara a los ojos, ojos rojos y llorosos.

—Cariño, si no te parece bien podemos hablarlo. Sé que es diferente a lo que estás acostumbrada, ya no seremos solo nosotras dos, ahora formaremos parte de la familia de David. Y sabes que tiene un hijo de tu misma edad, sería como el hermano que no te pudimos dar tu padre y yo. —En mi cara solo se reflejaba la tristeza por la mención de papá, el desconcierto, y sí, la decepción.

—Sé que lo extrañas, yo también lo echo de menos todos los días. Está arraigado en mi corazón, para siempre. Cuando nos sentamos en el sofá a ver la tele, no puedo evitar recordar nuestras noches de películas. Pero sé que donde quiera que se encuentre está protegiéndonos y guiándonos… —No pude evitar derramar unas cuantas lágrimas por los recuerdos viniendo a mi mente.

—Cállate… simplemente calla. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo…? —Tartamudeé muy enojada, estaba en shock. Nunca le había dicho a mi madre que se callara, jamás, la respetaba mucho, pero sus palabras estaban taladrando mi cráneo. 

Al verme y entender mi estado me abrazó, con fuerza, y besó mi cabeza, justo como hacia papá cuando era una niña pequeña y lloraba por una pesadilla. Bueno, esto se parecía mucho a una.

—Él siempre va a estar en nuestro corazón, siempre —arrulló mirándome a los ojos, ambas llorando abiertamente ahora.

Ese fue uno de los momentos más impactantes de mi vida. La presión y expectativa por la noticia me tenía temblando, literalmente. Necesitaba hablar, desahogarme de todos los sentimientos que amenazaban con partirme en dos, en mi interior estaba gritando como una loca poseída. Necesitaba salir de allí. 

Fui hasta la casa de Rachel, mi mejor amiga desde que tengo uso de razón y usaba pañales, mi vecina de siempre y fiel confidente. La loca pelirroja al estilo de Valiente, que un día me vio jugando sola en la entrada de mi casa y simplemente se sentó a mi lado, autoinvitándose a jugar conmigo. 

Me recibió con los brazos abiertos y pena en su expresión. Le había enviado un mensaje de texto antes de llegar, explicando un poco mi repentina visita. Entramos a su habitación y sentándonos juntas en la cama le conté todo lo que había pasado en este último año entre mi madre y David.

—Carol, sé que es difícil aceptar los cambios que aparecen en nuestras vidas tan repentinamente, pero tenemos que buscar el lado bueno, ver siempre lo positivo. —Rachel a pesar de tener mi edad era una persona muy sabia. Daba los mejores consejos y siempre miraba más allá del problema, buscando una solución.

—¡Es que no puedo entender! ¿Cómo pudo superar a papá? No quiero mudarme a Chicago, no quiero dejar todo atrás. Es mi vida también la que va a cambiar, ¿por qué malditamente no pensó en eso? —Estaba gritando ahora. Me sentía frustrada, acorralada y forzada a aceptar algo que no quería.

—Sabes, cuando mis padres se divorciaron también estaba muy triste y deprimida, pero mi abuela me hizo ver la realidad. Ellos ya no se amaban, todos los días en nuestra casa había discusiones y problemas. Las festividades, cumpleaños y aniversarios dejaron de ser momentos felices, y aunque no quería que se separaran, esa era la mejor solución que pudieron tomar. ¿Sabes por qué? —La escuchaba atentamente, sorbiendo por la nariz, así que solo negué con la cabeza.

—Porque separados es como serían realmente felices una vez más. Es duro aceptarlo, a veces quiero retroceder en el tiempo cuando todo era alegrías y estábamos los tres juntos. Pero cuando los veo ahora, con una nueva vida cada uno, tan felices, hace que también me sienta feliz. Lo que quiero decir con todo esto, Carol, es que tu madre también merece volver a ser feliz. Ambas sufrieron y lloraron la pérdida injusta de tu padre, lo sé, estuve ahí, pero el tiempo pasa y debemos curar las heridas. Seguro que algo increíble te espera en Chicago, un cambio bueno para ambas. —Terminó de decir y yo estaba llorando otra vez.

Pero Rachel tenía razón, mi madre merece una nueva oportunidad, cuando papá aún vivía se habían amado con todo el corazón, pero él ya no está y el tiempo sigue su curso. 

Sé que me costará aceptarlo y acostumbrarme, mucho, todavía mi corazón no lo reconoce del todo como algo bueno, ni lo hará en un buen tiempo, pero mi madre se ha sacrificado por mí todo este tiempo para que sea feliz. 

Trabajó horas extras para que pudiera tener una bicicleta y no caminara hasta la escuela, un nuevo par de zapatos o ropa de moda, así que yo también haré lo mismo por ella.

—Muchas gracias Ra, tienes toda la razón. Tal vez sea algo bueno. ¡Los voy a extrañar mucho a todos ustedes! —sollocé, dándole un fuerte abrazo.

—Siempre nos vas a tenernos a Marcos y a mí, podrás contar con nosotros para todo, y también te extrañaremos. Eres mi otra mitad, ¿qué hago yo sin ti? —Dos lágrimas fugaces recorrieron sus mejillas mientras me besaba en la cabeza. Para Rachel ese gesto era un signo de respeto y amor, cultura nórdica o algo así.

—Te dejo a cargo del grupo de las animadoras. Llévalas a la victoria y dile a todas que siempre estaré orgullosa de ellas. —Mi equipo de animadoras, mi otra familia inseparable. Fui su capitana por tanto tiempo, que se sentía como perder una extremidad.

—Ahora nada me detendrá para obligarlas a hacer yoga. —Se frotó las manos como si fuera un plan malvado y ella una bruja. Ambas reímos por sus ocurrencias.

Siempre encontraba paz y soluciones cuando hablaba con Rachel, era la mejor, ella también era mi otra mitad.

Y así fue como pasé mis anheladas vacaciones empacando maletas, despidiéndome de todo lo que conocía, amaba y significaba un hogar para mí.

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