Capítulo 2

Arabella

3 meses después de la boda .

Quiero despertar pero no puedo hacerlo, siento que estoy cerca pero a la vez lejos. Estoy vestida de negro y mi contorno es blanco, pura luz; no sé que pasa, no sé donde estoy. Tengo un bloqueo mental.

¿Por qué no recuerdo?

Escucho voces a lo lejos pero no logro identificarlas, estoy sola, perdida y sin un solo puñetero recuerdo. Camino sin ningún rumbo; mientras avanzo todo a mi alrededor se van creando escenas algo alocadas, se oye una voz masculina muy sexy y ronca. Mi corazón se quiere salir de mi pecho pero no entiendo el porque, un auto se abalanza a mi dirección pero frena haciendo que las ruedas chillen por el asfalto. Un hombre de buen cuerpo se baja pero su cara está borrosa.

Luego, todo pasa por mis ojos como si de una máquina del tiempo se tratara, caigo en un hueco repleto de oscuridad. Al final del hoyo hay puro fuego, entro en desesperación porque no quiero ser quemada, por el aire hay cenizas. Grito, lloro y pataleo; pero al llegar al final me sorprendo al ser inmune a él, camino descalza y no me quemo. De repente piso mal y caigo en otro hueco pero este pareciera que no tuviera un fin hasta que impacto en algo cómodo, como una cama. La iluminación de la bombilla hace que no pueda abrir bien los ojos, tengo un dolor muy fuerte en la cabeza.

— Franco, cariño ¿Estás allí? — llamo a mi mejor amigo.

— Hola mi enana bonita. — reconozco esa voz — Que alegría poder tenerte aquí con nosotros.

— Apaga la luz por favor, no veo bien.

Escucho unos pasos y al rato todo queda a oscuras, poco a poco voy abriendo los ojos; veo el techo y frunzo el ceño.

¿Estoy en mi casa?

No reconozco éste sitio por lo que me levanto rápidamente pero ese gesto hace que me duela.

— Enana ten cuidado por el amor de Dios. — logro enfocar bien mi visión y allí parado está Owen, el mejor amigo de Leonardo — ¿Cómo te sientes?

— Un poco confundida, fuera de lugar — me toco la frente — ¿Qué haces aquí?

— Siempre he estado aquí nain. — me sonríe pero luego su temperamento cambia a uno algo molesto — ¿Qué es lo último que recuerdas?

Me quedo pensando un buen rato, pero varias imágenes llegan a mi mente, un pinchazo hace que me queje, el dolor es muy fuerte. Él al verme en esta situación empieza a llamar a alguien; lágrimas salen de mis ojos sin parar. No me gusta estar en esta situación, estoy en una situación donde no me siento yo misma, donde recuerdos fugaces llegan pero por la misma se van. No entiendo porque mi mejor amigo, Chiara y mi tío Valentín no están aquí pero si Owen; hasta donde yo sé no lo veía desde que yo era una adolescente de 17 años. Entra un doctor con una enfermera rápidamente, observo mejor la habitación donde me encuentro y no es un hospital, es una recámara de un departamento o una casa, de verdad no se bien. Por el dorso de mi mano hay una vía intravenosa por la cual están pasando un suero gota a gota, también está presente una máquina para revelar mi ritmo cardíaco.

Siento todo mi cuerpo pesado, golpeado y torturado. El doctor con una pequeña linterna ve mis ojos mientras que la enfermera anota todo lo que le está diciendo.

— ¿Dónde está mi familia? — grito desesperada — ¿Dónde están mis amigos?

Owen trata de tocarme pero no se lo permito, me quito la vía intravenosa y un poco de sangre sale de mi dorso. Cuando estoy por quitarme los otros aparatos siento un pinchazo en mi brazo derecho, miro que la enfermera me ha suministrado un calmante. Poco a poco voy cayendo nuevamente en la cama, pero sin ningún sentido digo:

— Idiota no me dejes sola. — y así caigo en un profundo sueño.

[...]

La luz del sol pega en mi rostro, abro levemente los ojos y sigo aquí pero ya no tengo ningún aparato encima. Quito la sábana que cubre mi cuerpo y tengo una pijama muy tierna para mi gusto; cuando me levanto siento un dolor en mi abdomen, me acerco al gran espejo que está en la habitación, y me subo la camisa de algodón. Tengo dos cicatrices algo grandes, una le calculo que tiene algunos meses y la otra es recién mínimo un mes. Frunzo el ceño.

¿Cómo me hice estás dos heridas?

Toco la más grande y como si un deja vú se tratara imágenes aparecen por mi cabeza. Estoy parada cerca de la cama casi llorando con las piernas empapadas de sangre y una panza de embarazada, Franco entra en la habitación y me ayuda. Luego estoy siendo llevada por un pasillo en una silla de ruedas. Siento que mi cabeza va a explotar y caigo al suelo.

¿Qué es todo esto?

¿Es real?

¿Tengo un bebé? ¿Dónde está?

La puerta se abre y aparece mi tío Valentín con una sonrisa, su mera presencia hace que mi corazón salte de alegría, él se sienta en el suelo al lado mío y me abalanzo a sus brazos haciendo que yo quedé a horcajadas sobre él. Beso sus mejillas, frente y nariz; estando mi tío aquí me siento protegida. Duramos así un buen rato hasta que me separé de él.

— ¿Cómo estás mi reina? — pregunta preocupado — No sabes el susto que me metiste a mi. — coloca un mechón rebelde detrás de mi oreja.

— Estoy bien, creo — me encojo de hombros — pero siento un vacío en mi mente y corazón. Hace un momento se me vino a la cabeza que yo estaba embarazada. — bufo — Una total locura.

Valentín desvía la mirada y se muerde el labio inferior. ¿Si estuve embarazada?

— ¡Hey! Mírame. — lo cojo por la barbilla — ¿Tengo un bebé?

— Si preciosa — dice al cabo de unos minutos — tienes dos preciosos hijos.

De repente siento un hueco en mi corazón y una gran necesidad de verlos. Me levanto y él hace lo mismo; a pasos largos me acerco a la puerta y al abrirla me encuentro con un lindo pasillo, miro de reojo a Valentín y me señala que la puerta al final del gran pasillo están mis bebés. Es una locura que tenga esta emoción pero no lo puedo evitar. Al llegar la puerta está semi abierta por lo que la abro con cautela, una chica de tez blanca, pelo castaño oscuro que le llega a mitad de espalda y de buen tamaño está mirando la cuna con una radiante sonrisa. Ella al verme me hace una seña con la mano para que me acerque.

Un poco nerviosa me acerco y en esa bella cuna está un niño y una niña. Sin poder evitarlo, las lágrimas silenciosas salen de mis ojos, una sonrisa se me dibuja en el rostro. Mi corazón está acelerado pero por la impresión y emoción al ver a ese par con cachetes regordetes, sus ojos hipnotizan, la princesita los tiene de un color gris muy intenso y me impresiona que al ser una criatura estén llenos de una tormenta. Él hermoso príncipe los tiene de un azul zafiro como los míos.

¿En qué momento los tuve?

¿Me hice una examinación?

¿O quién será el padre?

Cargalos. — me incita la chica — Me llamo Jimena, soy la niñera de estás preciosuras.

Solo asiento con la cabeza. Cargo primero al niño y con mucho cuidado me siento en una silla mecedora color beige, Valentín carga a la niña y me la pone en el brazo libre; los dos son unos glotones que buscan la manera de quitarme la camisa para ser amamantados.

¡Me reconocen!

— ¿Cuántos meses tienen? — pregunto con la vista en los niños.

— Un mes y dos semanas señorita. — dice Jimena.

— ¿Pero por qué yo no recuerdo su nacimiento? Mejor dicho ¿Por qué no me acuerdo de nada? — digo angustiada.

— Más tarde hablaremos, mi reina. Disfruta por primera vez a tus hijos que los esperaste junto a...

— Owem, osea yo. — Aparece él de la nada — ¿Cómo están mis dos terremotos? ¿Están felices por estar con mami? — Enarco una ceja.

— ¿Contigo? — pregunto incrédula — ¿Tuve a estos bebés contigo?

— Si nain conmigo, además eres Arabella de Laurent, mi esposa. — En ese momento iba a pasar saliva pero casi me ahogo cuando me suelta eso.

— ¿Y de paso me casé contigo? Definitivamente caí en las drogas. — prefiero bromear que aceptarlo — Como dijo mi tío voy a disfrutar estar con mis bebés y luego tú y yo hablaremos. — le digo seria.

— Como tú digas, chaparra. — me sonríe.

— ¿Cómo se llaman? — le pregunto a Jimena.

— Saskia y Kaem Laurent Duarte señora. — me sonríe.

Un recuerdo fugaz llega a mí.

"Ya tenemos nombres para los bebés pero hay uno que estuve pensando y sé que le gustará."

Algo en mí dice que el nombre Kaem viene por un motivo pero no sé que es. Pasé tres horas en la habitación de los bebés con Jimena; me platicó como se comportaron mis hijos los primeros días de nacidos, también me dijo que les encanta dormir juntos. Ahorita estoy en la sala con Valentín esperando que Owen termine de hablar por el móvil.

¿En serio me casé con él?

De verdad estuve que estar drogada para hacerlo y no lo estoy menospreciando por que él es un hombre alto de unos 1.95 metros aproximadamente, ojos marrones claros, pelo castaño, buen cuerpo, simpático, carismático, atento y muy guapo pero eso hasta donde yo sé no son mis gustos.

— Disculpa la interrupción nain, pero estoy planeando un operativo con la central. — se sienta a mi lado — dime ¿Qué quieres saber?

— Todo tarado, obviamente. — ruedo los ojos.

— El 30 de marzo de éste año — lo miro interrogante — del 2023. — aclara — Fue nuestra boda, en el cual ya estabas embarazada de esos lindos niños; por un ajuste de cuentas quisieron vengar con sangre una supuesta traición que hizo tu padre en una misión fallida. — Voy procesando la información — Ese día pensábamos que te perdíamos a ti y a los mellizos. Cuando llegamos al hospital llegaste sin signos vitales, te reportaron como muerta cariño — coje mi mano — pensé que te había perdido, en el momento en que te iban hacer la autopsia tú abriste los ojos. El médico forense pensó que se trataba de una maldición pero más bien fue un milagro de nuestro Señor.

 Miro a Valentín que está con una cara muy seria, como si no le gustara lo que oye.

— Tú y nuestros hijos se aferraron a la vida. Tuviste muerte clínica cariño, pero a la hora de haber despertado caíste en coma; estuvimos preocupados con el embarazo pero pudieron culminar su desarrollo estando tú en coma. Te hicieron una cesárea a los ocho meses, los mellizos nacieron en perfecto estado. Y lo que dedujo el médico ayer es que bloqueaste todo lo que pasó por un año.

La muerte clínica se produce cuando los signos vitales cesan su actividad. Deja de latir el corazón y desaparece la respiración. Pero aún siguen vivas las células cerebrales que se encargan de controlar esto, por lo que es posible la resucitación. Hay personas que tienen muerte cerebral y otras personas olvidan sucesos recientes o los más impactantes de su vida. La cara de mi tío hace que dude un poco por lo que le pregunto.

— ¿Es verdad? ¿No me están mintiendo?

— Jamás te mentiriamos ¿cierto querido Valentín? — mi tío desvía la mirada hacia el gran ventanal, suspira y asiente con la cabeza.

— Okey voy hacer que les creo pero entonces ¿Por qué mis padres, ni hermanos están aquí conmigo?

— Tú madre y los gemelos piensan que estás muerta, los únicos que saben que vives son Leonardo, Massimo, Iván, Valentín y yo. — explica.

— ¿Y mis amigos? — cuestiono.

— Están igual que tu madre, no saben nada, mi nain. — me levanto del sofá y veo por la ventana a los transeúntes. — Tuvimos que fingir tú muerte por la seguridad de los niños y la tuya, pero tranquila que si no recuerdas haremos nuevos recuerdos juntos; voy hacer que te vuelvas a enamorar de mí.

Siento que eso será imposible pero no lo subestimaré, si es verdad todo lo que me están diciendo seré una esposa ejemplar aunque él no me guste.

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