Capítulo dos: La beca.

Había pasado una semana desde que hablé con Rebecca y desde ese día no he logrado acercarme a ella para intentar convencerla. Mañana es el último día para presentar los papeles de ingreso y si no logro que ella los firme hoy; podre despedirme de mis sueños de una vez por todas. 

 Hoy haré algo que sé que la enojará mucho y espero que funcione. 

  

Eran las 8 de la noche y la cena familiar se serviría en 10 minutos, esta era la oportunidad de que por fin me escuchara, así que me puse de pie; agarré mi sobre y me armé de valor mientras iba hacia el comedor.  

  

Y ahí estaban; ella y su esposo esperando que terminen de servirles la cena, 

  

—Permiso — dije sin más y avancé asta ellos, la cara de Rebecca cambio de tierna a odio al verme parada ahí  

  

—¡¿Qué haces aquí?!— soltó sin más, mientras me fulminaba con la mirada, 

  

—Quiero que firmes mi beca para ingresar a la universidad— contesté seriamente.  

  

—Tú con una beca, no me hagas reír Fernanda. Retírate antes de que te saque de los pelos de aquí. 

  

 —Es verdad; aquí está. La gané con esfuerzo y no necesitas pagar nada, solo firmarla— contesté, pero antes de levantarse de la mesa e insultarme; José se dirigió a mí, 

  

 —Muéstrame lo que tienes en las manos. 

Inmediatamente le entregue el sobre con temor,  

  

—Cariño no pierdas tu tiempo en esta malcriada — insistió Rebecca, 

  

— Silencio, quiero ver que tiene en el sobre; si se atrevió a pararse frente a mí debe ser importante — aclaró sacando los papeles con pocas ganas, disponiendoce a leer cada uno a detalle, 

  

 — Interesante —repitió sin más tras varios minutos. 

  

 —Rebecca firma los papeles ahora — saco un bolígrafo de su saco y se lo dio,  

  

— Pero cariño… 

  

 — ¡Pero nada que los firmes he dicho! — respondió golpeando la mesa con fuerza, 

  

 — Bueno, está bien; no te enojes. 

 Firmo los papeles y se los dio sin decir más. Él los guardó en el sobre y  me observó con firmeza 

  

 —Listo, ahí lo tienes; ahora agarra solo lo que trajiste de tu pueblo y lárgate de mi casa sin decir nada. No quiero volver a verte aquí nunca. — replico las últimas palabras y me dio el sobre,  

  

— Muy bien señor, ya mismo me iré y gracias— le contesté, sintiendo como mi corazón martilleaba en mi pecho. 

  

 Me fui muy rápido del comedor antes de que dijeran algo más. Clara, Blanca y Renato estaban en la cocina esperándome pálidos 

  

  — Pero niña que has hecho —dijo Blanca con cara de susto, 

  

 — Lo que tenía que hacer joder — contestó Renato recostándose al marco de la puerta  

  

— Mi niña que harás ahora, ya no puedes quedarte aquí, te han echado — pronuncio Blanca comenzando a llorar,  

  

—Cálmate, ella no está sola; nos tiene a nosotros — contestó Clara; dándome un abrazo que me hizo bien, estaba muy asustada; pero su calor me calmó y me dio ánimos; a pesar de todo aún los tenía a ellos y mi sueño estaba un paso más cerca de cumplirse. 

  

Clara me ayudó a armar mi bolso junto a Blanca 

  

 —Listo mi niña, creo que ya guardamos todo —sollozó Blanca y al escucharla dejé lo que estaba haciendo y fui junto a ella para abrazarla con fuerza, 

  

 —Gracias tía— le dije con cariño, a lo que ella secó sus lágrimas y me sonrió, correspondiendo a mi abrazo con la misma intensidad, 

  

 —Vamos Fer ya es hora— interrumpió Clara, 

  

 —Hoy te quedarás en mi casa y mañana temprano irás a registrarte en la universidad, 

  

— Si abuela — respondí con alegría. 

  

 Agarré mi mochila y Renato me ayudó con lo más pesado y así marchamos juntos; los cuatro hasta la casa de Clara. 

  

Al salir de la casa grande la miré por última vez, en mi corazón sentía alegría y un gran alivio al dejar ese lugar por fin, me enganché al brazo de Clara y Renato y nos fuimos charlando todo el camino. 

  

 Después de dejar las cosas en la casa y que mi abuela me mostrara todo el lugar, Renato nos invitó a cenar a un pequeño restaurante que había a dos cuadras. 

  

 —Buenas noches — dijo el mesero,  

  

— Mesa para cuatro— replicó Renato, 

  

 — Muy bien por aquí, por favor— seguimos al mesero hasta una linda mesa de cuatro sillas cerca de la ventana que daba a la calle. 

 Luego de tomar asiento Renato pidió unas cervezas para los adultos y un refresco para mí. Para comer una pizza con queso y panceta y unas papas fritas para acompañar. 

  

El mesero sirvió cada vaso y se retiró, en tanto que Renato levantó la botella de cerveza y cargó un poco de ella en mi vaso, 

  

 —Como hoy es un día de festejo y estás con nosotros; podrás tomar tu primer vaso de cerveza con refresco— sonrió, 

  

 Clara levantó el suyo y propuso un brindis 

  

 —Brindemos para que todo te vaya bien a partir de ahora, que tu sueño se haga realidad y que nunca te olvides de estos tres viejos que te quieren tanto. 

  

—Así es— dijo Blanca levantando el suyo, 

  

 luego Renato y yo nos unimos al brindis, 

  

 —¡Salud! — se escuchó unánime mientras los vasos chocaron entre sí, 

  

 — Gracias a todos por quererme y haber estado para mí desde que llegué, jamás me olvidaré de ustedes y mucho menos los dejaré de ver, ustedes son mi familia— les dije mirándolos a cada uno con una gran sonrisa. 

  

La cena transcurrió entre risas, chistes y gratas charlas; comiendo con ganas y vaciando los vasos. Antes de que termináramos Renato sacó un regalo de su bolso y me lo dio 

  

—Este regalo es de parte de los tres —lo miré con cara de sorpresa y tomé el obsequio 

  

—Ábrelo anda— dijo Clara con entusiasmo, mientras Blanca sacudía la cabeza en forma de aprobación. 

  

Rompí con cuidado el papel y vi una linda cajita y un sobre. Al abrir la caja observé un lindo celular de carcaza roja. No pude aguantar la emoción y pegue un pequeño grito de alegría, al abrir el sobre; me quede sin palabras pues era efectivo. Los miré con cara de asombro y melancolía a lo que Clara contestó 

  

 —Ese dinero es para que puedas empezar en la universidad sin muchas dificultades, no es mucho; pero es de parte de los tres con mucho cariño. 

  

— ¡Son 1500 dólares! — exclamó Blanca con emoción. 

  

Renato me miro serio y antes de que yo pudiera negarme me dijo  

  

—No vamos a aceptar un no como respuesta; ese dinero es para ti, has sido como nuestra hija desde que llegaste a la casa grande, acéptalo y úsalo con conciencia. 

  

  

 En ese momento rompí en llanto; pero de felicidad, no pude decir nada, solo los abracé y les di un beso en la mejilla a cada uno agradeciéndoles con el corazón lo que hacían por mí, sabía que el reunir aquel dinero había sido una tarea que les había llevado meses y ese esfuerzo era muy valioso para mí. 

  

Antes de irnos del restaurante, el camarero nos sacó una foto a los cuatro juntos, foto que puse como fondo de pantalla en el celular para recordar ese lindo momento con las personas que quiero. 

  

Al volver a la casa de Clara me despedí de Blanca y Renato que volvieron a la casa grande, Clara armó la cama que tenía cerca de la suya y ambas nos pusimos cómodas y nos acostamos; no sin antes comer una tableta de chocolate y ver una peli de esas que nos gustaba tanto. 

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