Capítulo 5—Los celos de Talía

Al mediodía, Talía regresó a casa, pronta a preparar el almuerzo para tres. Adréis prefirió acompañarla, cortaba vegetales en silencio, escuchando las novedades del día de su novia. Mili aguardó en su cuarto, debía estudiar los apuntes diarios que su amiga le traía de las clases a las que ella no podía asistir. Pero repetía una y otra vez las lecciones sin prestarle atención, puesto que otra idea más profunda la tenía ocupada: provocar celos en Talía. Si todo salía como comenzaba a planearlo, los celos traerían discordia entre ellos, lo cual le convenía bastante. Y sucedió un rato después. Talía entró a su habitación y la vio fragante, limpia. Se saludaron como de costumbre, con besos en las mejillas.

—Pero mírate —le dijo Talía en tono alegre—, si ya puedes bañarte…

—No fue así exactamente —se adelantó Mili—. Tu adorado novio me ayudó a darme la ducha.

—¿Qué dices? —preguntó asombrada.

—Sí, Adréis me ayudó a darme un buen baño. Estaba acalorada y me sentía sucia.

Talía recibió como un balde de agua fría aquella información, pero disimuló su sorpresa. «¿Es posible que esta mujer, se haya permitido que mi novio la bañase? Esto es sorprendente». Dio media vuelta en silencio y entró a la cocina, donde Adréis ya aderezaba la ensalada fría para acompañar el pollo a la crema. Mientras Talía preparaba las frutas como postre, repasaba mentalmente lo que Mili le había dicho, todavía no lo concebía en su mente.

Él, al notar su silencio, se le acercó, apoyando todo su cuerpo hacia ella y con un susurro en su oído le preguntó:

—¿Qué le pasa a mi princesa, que está silenciosa?

Luego la volteó hacia él y apretándola, besó su frente. Talía dejó el cuchillo sobre la mesa, con el que cortaba las frutas, y cedió ante aquel abrazo. Mas no dejó para después su inquietud.

—¿Es verdad que ayudaste a Mili a bañarse?

Adréis no se esperaba aquella pregunta, pero intentó salir de la situación de manera natural:

—Claro, amor, ella quería bañarse, no quiere esperar a la tarde, me pidió el favor de ayudarla y así lo hice.

—¡Pero, Adréis, la viste desnuda!

—No, no, ella no se desnudó —cortó el hombre.

Hubo un silencio incómodo, que Talía trató de espantar recogiendo los trozos de las frutas. Sentía su cuerpo arder por dentro.

—¿Qué sentiste? —arremetió de nuevo Talía.

—¿Sentir de qué?

—¿Sintieron vergüenza o les estaba bien así a los dos?

Adréis sonrió, ante el comportamiento de su novia. La envolvió en un nuevo abrazo y susurró en su oreja:

—No me digas que estás celosa. Te juro que no pasó nada, lo hice de una manera muy profesional, ella es casi mi paciente.

Tras decir esto, metió una uva en su boca y la besó, con aquella fruta jugosa en el medio del beso. Se fueron comiendo la uva entre mordisquitos de boca, aquella acción provocó risas entre ambos y él reforzaba aquella complicidad haciéndole cosquillas. A carcajadas terminaron de preparar el almuerzo, pero aun así Talía no asimilaba en su mente lo que su amiga le había dicho, sobre todo la forma como se lo dijo, con sutil descaro, como si le diera gusto. Adréis tenía razón, estaba celosa, pero actuaba como si aquello no tuviera demasiada importancia.

Mientras, en una habitación que daba a la ciudad, Mili recibía con impotencia las risas que llegaban de la cocina, batía su libro sobre la cama, le molestaba sentir la felicidad de los amantes. Ahí, sentada en la cama, atada a un estúpido yeso, sentía que de cierta forma se burlaban de ella. Su treta no había funcionado, de nada sirvió haberle dicho a su amiga que su adorado novio la había ayudado a bañarse. Había fracasado en lograr entre ellos una discusión; al contrario, parecía haber despertado más pasión entre Talía y Adréis, que con besos largos y risas terminaban de preparar los alimentos.

Talía entró a la habitación de Mili con la bandeja del almuerzo y la misma dulzura de siempre. Mili estaba malhumorada, así que recibió sus tratos de mal gusto. Talía se desbordaba de atención con ella. Hecho esto, salió del cuarto para sentarse en la pequeña mesa con su novio, entre charlas y risas devoraron el pollo, la ensalada y las frutas; el tema del baño pasó a ser un tema superado.

Con Talía en el apartamento, Adréis recuperó su libertad y aprovechó que ella se hacía cargo de Mili para ponerse al día en la oficina. Cuando estuvo a punto de salir, Talía lo detuvo en la puerta para darle el beso de despedida, pero lo tomó de la mano y le manifiesto:

—Creo que Mili busca darme celos, la veo muy extraña conmigo.

Él la abrazo y le dijo:

—Talía, no pienses así, ella es una niña mimada por todos ustedes y quiero que sepas que mi amor por ti es fuerte y sincero, ninguna mujer podrá arruinar este amor por ti.

Salió del apartamento llenándola de un beso uno tras otro, hasta que cerró la puerta y salió. Sin embargo, Talía tenía una corazonada. El trabajo ya estaba hecho: Mili le había sembrado las dudas hacia él.

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