El heraldo del rey

—¿Cuál es tu nombre?— Pregunté viéndola a los ojos.

—Mi nombre es Isabel y estaré más que alegre ayudándoles— sonrió firmemente.

Aquella joven nos había dado bastante información acerca de la realeza, no estaba segura en sí debía o no confiar en ella, «la observaré de cerca» dije para mí misma y continué con mi camino.

No podía apartar mi vista de una pareja, el hombre le alzaba la voz a la que parecía su esposa, ella solo inclinaba su cabeza disculpándose, no sabía lo que había pasado, solo esperaba que no se tratara de una injusticia más. Me sentía impotente en esos momentos, me hubiese gustado poder decirles a los demás que estaban equivocados, pero no podía, solo era «una mujer más» y estaba condenada a vivir en un mundo de hombres.

Bueno, eso solo si no encontraba la manera de cambiarlo, compré un par de alimentos y continué con mi camino, vi como un niño le pedía comida a su madre, parecían no tener que comer.

—Mira pequeño, esto es para ti— entregué lo que llevaba.

—Muchas gracias señorita— Dijo la señora algo apenada.

—Por favor, cuídense bien— Me alejé del lugar.

Se sentía bien poder ayudar, creía que si todos pusiéramos de nuestra parte, podríamos hacer de este mundo un lugar mejor, elevé mi mirada y vi un rostro familiar, era Víctor, uno de los compañeros de mi padre, se acercó a mí con algo de nervios ¿había pasado algo?

—¡Emma!— exclamó algo alarmado.

—¿Sucedió algo con mi padre?— Muy pocas veces lo había escuchado así y cada vez, las noticias que traía no eran nada buenas.

—Tu padre, él te espera en casa, hay un mensaje demasiado importante para ti— respondió algo agitado.

Me acompañó hasta casa, le di las gracias y le envié saludos a su esposa, ellos eran una buena familia, me preguntaba ¿qué querrá decirme mi padre? ¿Qué será tan importante para que Víctor estuviera así? Sin más entré a la casa, no quería hacer esperar más a mi padre. Al entrar, vi a más personas en el lugar, pero no parecían personas normales ¿qué estaba pasando ahí?

—¡Hija! Por favor, saluda al heraldo del rey— Se puso de pie y con su mano me señaló al mencionado ¡¿Heraldo de quién?!

• Él •

—¿Se encuentra bien, su majestad?— Negué con la cabeza, no me sentía para nada bien.

—Mi padre está loco si cree que me casaré con una extraña— di vueltas en círculos.

—Su majestad, le recuerdo que está hablando del rey— contestó el eunuco de manera nerviosa.

Era cierto, mi padre además de haber sido mi ejemplo a seguir era muy testarudo. Un rey debe de ser firme con sus decisiones, además, todo el mundo no iba a estar siempre contento con sus decisiones, un rey tiene el poder porque nació en una posición superior, el pueblo es el súbdito del rey.

—No entiendo ¿Por qué tengo que elegir a una de las hijas de los generales? ¿Por qué tienen que ser de ellas y no de las demás princesas que los reinos vecinos?— Cuestioné algo molesto.

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