Mi obsequio para ti.

La noche de un mal día, había pasado de un cuento de hadas a una celebración para dos. Para Ethan representaba haber recuperado su alegría, y para Rachel, el mejor cumpleaños de su vida.

Rachel estaba muy agradecida con Ethan y buscaba una forma de compensar las atenciones que había tenido con ella, y tomando en cuenta lo mucho que se sentía atraída hacía él, le pregunto:

—Quisiera… quiero pedirte algo que no sé si es adecuado o como lo tomarás. —Rachel hizo una pequeña pausa.

Mientras Ethan la miraba con atención y curiosidad.

—Aunque no lo creas, soy… bueno… no he tenido una relación completa… no sé si me entiendes.

—Creo que sí…, te entiendo. —Se apresuró a responder Ethan.

—No quiero venderte tampoco algo que no soy, he experimentado con chicas y con los chicos he llegado bastante lejos, pero a la hora de… simplemente no puedo —explicó Rachel a Ethan un poco apenada y con palabras entrecortadas.

—Déjame entender, y tú quieres que yo… ¿te ayude… con eso? —preguntó Ethan a Rachel con las palabras más sutiles que encontró en ese momento.

—Sí…, exacto, además quiero que ese sea mi obsequio para ti, por lo maravilloso que has sido conmigo… pero quiero dejar claro que no te estoy pidiendo una relación. —Se apresuró a decir Rachel—. Sólo quiero un encuentro como el de hoy, casual, espontáneo, divertido. En verdad estoy ansiosa por vivir una vida plena y eso incluye tener experiencias con otras personas, no sé si me entiendes. —dijo Rachel a Ethan un poco nerviosa.

—Entiendo, entiendo. No quieres sentimientos de por medio, ¿es eso lo qué quieres que entienda?, ¿cierto?… y si ¿me enamoro de ti? —preguntó Ethan mirándola a los ojos.

Rachel se sorprendió por aquella pregunta, no había pensado en algo así, ahora tenía miedo de seguir, pero ya había hablado mucho y la propuesta estaba en pie.

—No tengo mucho que ofrecerte Ethan, quiero sanar mis heridas para vivir en paz, no sé cuánto me llevará o si lo lograré algún día, pero… —Rachel hizo una pausa para continuar.

Ethan aprovecho para interrumpirla, acariciando dulcemente su rostro.

—Me halagas, y no te voy a negar que me gustas, creo que te lo he demostrado toda la noche, pero respeto tu posición y también entiendo que nuestra diferencia de edad es enorme. No espero que tengamos una relación formal, sólo quiero que me prometas que siempre y a pesar de todo serás mi amiga, y que aceptaras mi ayuda cuando yo lo considere conveniente. —Ethan tomó sus manos, mirándola fijamente a los ojos, esperando atento su respuesta.

—Bien, es justo… pero no eres un viejo, la edad son sólo números, sólo mírate, eres muy atractivo, entonces… ¿amigos con beneficios? —preguntó Rachel bromeando para disipar un poco la tensión.

Ethan no pudo evitar reír, esa chica en verdad lo hacía sentir feliz.

—Si claro, amigos con beneficios —respondió Ethan con alegría, aunque tenía miedo de lo que le venía.

—Comí demasiado pastel, ahora tu amiga no me dará trabajo —comentó despreocupadamente Rachel colocando una mano sobre su estómago.

—¿Mi amiga?, ¿qué amiga?... No me digas que Giselle trajo los vestidos. —Sonrío Ethan sintiéndose un poco apenado.

—Sí, y me dio su tarjeta, me ofreció trabajar en su boutique, ¿qué te parece? —preguntó Rachel a Ethan con curiosidad.

—Creo que es muy bueno para ti, sé que paga muy bien y no hace nada ilegal, definitivamente le caíste bien mi niña. Ya veo que tienes un don natural —aseveró Ethan sonriendo.

—Entonces… lo pensaré, pero no me veo de modelo, me encanta comer, no sé si pueda mantener los estándares —respondió Rachel también entre risas—. Creo que es hora de poner un poco de orden aquí. —Se levantó y comenzó a recoger los restos de pasteles.

—Te ayudaré —dijo Ethan llevándose varias de las cosas que estaban sobre la mesa.

Entre ambos, recogieron y limpiaron lo que había quedado de su pequeña fiesta, y mientras Rachel acomodaba las cosas en el lavaplatos, Ethan se servía otra copa de vino, aunque en realidad deseaba algo más fuerte.

—¿Te sirvo otra copa? —preguntó Ethan a Rachel.

—Si gracias, tenías razón, ya le encontré el gusto.

Rachel terminó con lo que estaba haciendo, lavó y secó sus manos y se sentó al lado de Ethan en el desayunador. Allí continuaron conversando y disfrutando despreocupadamente de su hermosa y tranquila velada.

Mientras tanto, Frank continuaba en la casa de Ethan trabajando, ya era tarde pero tenía que terminar, y aunque varias personas ayudaban en la casa, todavía les faltaba.

El ama de llaves, Isabella, colaboraba con él, y cuando pensaron que todo terminaría tranquilamente, de repente llego Emily con sus dos hijos y el perro. Al sentir llegar el auto, Frank sólo pudo pensar en problemas.

Cuando la familia entró, Emily llevaba lentes de sol a esa hora de la noche, dejaba en claro que había estado llorando, no pudo ocultar su sorpresa y disgusto viendo a los empleados pasar de un lado a otro con cajas o maletas en las manos; a pesar que ya se lo suponía, cuando vio en las afueras de su casa, personal de seguridad de Ethan alrededor de un vehículo donde guardaban las cosas, y acercándose a Frank y a Isabella, les preguntó de no muy buena manera:

—¿Qué sucede aquí?, ¿por qué nadie me informó? —preguntó Emily un poco alterada.

—Señora, estamos siguiendo instrucciones del Señor Ethan —respondió Isabella con tranquilidad.

—Instrucciones… ¿estuvo aquí?, ¿te las dio personalmente? —preguntó Emily tratando de mantener su voz calmada.

—Por teléfono, Señora. —Volvió a responder Isabella, ante la frustración de Emily.

—Y tú Frank…, dime… ¿dónde está tú jefe? —preguntó Emily acercándose a Frank con actitud amenazadora.

—Creo que en la oficina, Señora —respondió Frank con su sonrisa habitual.

—¿Sabes que yo vengo de la oficina, Frank? —replicó Emily con ironía.

—¿Cómo podría saberlo Señora?, yo estoy aquí —respondió Frank con amabilidad.

—¡No me engañas, Frank!, tú siempre sabes todo, así que te pregunto de nuevo: ¿Dónde está tú jefe? —Emily se veía un poco alterada.

—Ya le dije Señora, creo que en la oficina, él dijo que me estaba llamando de allí —respondió Frank con seriedad.

En ese momento, uno de los empleados que ayudaba en la mudanza interrumpió.

—Señora Isabella, falta un libro de la lista, no lo encuentro en la biblioteca.

—Al lado izquierdo de la cama, busca allí… con que una lista. Ya tenía todo planeado —dijo Emily con rabia mirando a los presentes.

—Mamá, nos vamos a nuestras habitaciones. Buenas noches, ven Bob. —dijo Matthew a su madre.

Despidiéndose de los presentes con un gesto cortes, Matthew caminó despacio mientras colocaba la mano sobre la espalda de Sarah, y sin esperar respuesta subieron las escaleras.

Cuando salieron de la vista de todos Matthew y Sarah se detuvieron y se miraron con sorpresa.

—¿Crees que papá tenía todo planeado? —preguntó sorprendida Sarah a su hermano.

—Todo indica que sí, pero ve a tu habitación y trata de descansar, yo haré lo mismo.

Matthew le dio un beso a su hermana en la frente y se fue a su habitación con Bob, no podía creer lo que su padre estaba haciendo. Aunque trato de mantenerse sereno delante de su hermana, estaba muy enojado. Su padre lo tenía todo planeado. No fue como ellos pensaron, que era un arrebato del momento por el mal día que Emily le había hecho pasar.

Al poco tiempo, Emily subió las escaleras y entró en su habitación, ya estaban sacando las últimas cosas. No salía de la conmoción. Siempre tuvo miedo a ese momento, pero nunca pensó que podría convertirse en realidad. Estaba muy segura que Ethan nunca la dejaría. Se sentó en la cama a esperar que terminaran. Isabella se acercó a ella con un té:

—Tómeselo Señora, esto la ayudará —dijo Isabella con mucha tristeza.

—Gracias, Isabella, discúlpame por favor… sé que no es el momento pero quisiera preguntarte, ¿te vas con Ethan?, o… —preguntó Emily con voz entrecortada, aceptando la taza de té.

—No Señora, mi lugar está aquí, con los niños —respondió rápidamente Isabella.

—Niños —repitió Emily sonriendo—. Ya no son niños… pero… te lo agradezco —dijo con amabilidad—. Por favor tráeme algo más fuerte de tomar y una caja de cigarrillos, ya sabes donde los guardo, y quiero que todos salgan de aquí.

Emily se quedó contemplando a los últimos empleados que salieron de la habitación, se levantó y comenzó a recorrer el lugar: el vestidor, el baño. Sentía un gran vacío, pero sobre todo mucha rabia.

Entró nuevamente Isabella, y colocó lo que le había pedido en una pequeña mesa a su lado, trató de decir algo pero Emily la interrumpió.

—Muchas gracias, por favor cierra la puerta al salir, y no quiero que nadie me moleste.

—Sí, Señora —afirmó Isabella, retirándose de la habitación y cerrando la puerta.

Por unos instantes, Emily comenzó a pensar el por qué Ethan había tomado esa decisión, tenía dudas acerca de si se habría enterado de alguna de sus andanzas. Se sirvió una copa y encendió un cigarrillo, luego se sentó cerca de la puerta del balcón que tenía abierta. En su mente sólo repetía: “no es posible, no es posible”, pero muy dentro de sí, sabía que él tenía suficientes motivos para dejarla. Lo que más la sorprendió, fue que en ese momento entendió, que ella lo amaba todavía y lo necesitaba a su lado, no estaba dispuesta a perderlo, aunque ese amor ya no era sano y tampoco correspondido.

Por su parte, Frank estaba desesperado por salir de ese lugar, le envió un mensaje a Ethan con la esperanza de que éste se comunicara con él, pero no recibió respuesta, así que guardó su teléfono.

Momentos después, se acercó Isabella a Frank para decirle que ya habían terminado por lo que se sintió muy aliviado. Se despidió y se marcharon del lugar rápidamente.

Mientras en el nuevo apartamento de Ethan, seguía la pequeña celebración.

—Ya no puedo tomar más… sería imprudente de mi parte, no estoy acostumbrada —comentó Rachel retirando su copa, y no pudo aguantar más su curiosidad—. ¿Te puedo hacer una pregunta? —Luego guardó silencio esperando respuesta.

—Por supuesto, dime —respondió Ethan.

—¿Por qué te separaste de tu esposa? —preguntó Rachel.

—Porque bueno… veras, hace un tiempo descubrí que mi esposa me había sido infiel. Comencé a investigar y me di cuenta que no era la primera vez. Aunque confieso que me disgustó mucho, tengo que aceptar que yo también actué de la misma forma; así que analicé mejor la situación y llegué a la conclusión de que en realidad no me importaba. Pero me di cuenta de la razón, eso me dolió más que lo anterior, después de tanto tiempo de casados…, comprendí… que ya no la amaba. Estaba allí por costumbre, por los niños, en fin… así que… tomé la decisión de separarme de ella —respondió Ethan con sinceridad, mirándola a los ojos y acariciando suavemente su brazo.

—¿Y ella aun te ama? —Volvió a preguntar Rachel.

—A veces pienso que sí, otras veces que no, en realidad no lo sé —dijo Ethan bajando su mirada.

—Tenemos algo pendiente —dijo Rachel para cambiar de tema—. Los vestidos.

—Claro, no podemos dejar eso pendiente, es muy importante —aseguró Ethan bromeando y sonriendo de nuevo.

—Voy por el teléfono —dijo Rachel.

—Trae también el mío por favor, está por la entrada. —Ethan tomó la botella de vino y su copa.  Ambos se dirigieron a la habitación.

A partir de ese momento, todo se convirtió en un juego que desbordaba sensualidad. Rachel se probaba cada vestido con ayuda de Ethan, recibiendo de buen agrado sus caricias y besos. Se siguieron tomando fotos, para inmortalizar ese momento y tener pruebas de que había sido real, los dos tenían dudas de estar viviendo su más loca fantasía.

Poco a poco, dejaron sus ropas a un lado y se metieron en la cama. Las manos de Ethan acariciaban todo el cuerpo de Rachel mientras la besaba sin cesar, deseaba que se entregara sin medidas a ese momento.

Ambos se acariciaban locamente, sus manos subían y bajaban recorriendo mutuamente todo su cuerpo. Rachel separó sus piernas indicándole a Ethan el camino que debía seguir, invitándolo a consumar ese momento de pasión.

Ethan sabía dónde acariciarla, quería hacerla arder en el fuego del amor para que su pasión interrumpiera cualquier pensamiento que la alejara de él, sentía como temblaba su cuerpo, sentía su miedo, pero también su deseo.

A pesar del momento de pasión tan intenso, se escuchó la voz de Rachel casi como un susurro:

—Por favor… detente.

Ethan no respondió con palabras, suavemente sus labios recorrían el rostro de Rachel, su boca, su cuello y bajaba hasta su pecho. Seguía intentando entrar, deseaba locamente obtener ese preciado obsequio que sentía que la vida le estaba dando, pero no lo lograba.

Cuando llegaba el momento, Rachel le cerraba la puerta. Lo intento, por segunda, tercera, hasta por cuarta vez, dejando espacios para que su compañera respirara y se calmara.

Sin embargo, no se dio por vencido, volvió a comenzar, sentía que ya el deseo le nublaba la razón, pero se controló y continuó sin decir palabra alguna. Siguió llenándola de besos y caricias, saboreando todo su cuerpo, acarició suavemente su tatuaje y continuó hasta llegar a sus muslos, recorriendo su cuerpo con detalle hasta llegar al mismo centro. Rachel no podía contener su excitación, acariciaba el cabello de Ethan y lo halaba con sus manos para que subiera, anhelando sentirlo dentro de sí.

En ese momento, Ethan subió poco a poco y colocó una de sus manos en su cadera como para evitar que ella se perdiera de nuevo. Sin embargo, y a pesar de que Rachel lo deseaba con todo su ser, no se sentía capaz de continuar, con los ojos cerrados y con lágrimas resbalando por su rostro dijo nuevamente:

—Para…no pue… —dijo Rachel con voz entrecortada.

Pero en ese momento Ethan la interrumpió.

—Mírame, abre tus ojos —pidió Ethan con firmeza.

Rachel abrió los ojos despacio dirigiendo su mirada a los labios de Ethan que casi rosaban los suyos.

—Mírame… soy yo, Ethan… di mi nombre —dijo Ethan mientras besaba suavemente sus labios—. Anda, di mi nombre —repitió nuevamente con suavidad—. Me encanta como suena en tu boca.

—Ethan… perdóname, en verdad quería... —susurró la chica sollozando.

—No digas quería, dime… quiero… dime quiero sentirte dentro de mi… dime, si quiero… —susurró Ethan al oído rodeándola con sus brazos—. No dejes de mirarme, soy yo, estoy aquí para ti, siente cuánto te deseo, siénteme, sólo siénteme y sabrás lo que siento por ti.

—Si quiero… —respondió Rachel embriaga de pasión.

En ese momento, sus cuerpos se unieron, llegaron juntos al paraíso prometido entre jadeos y gemidos de pasión. Fue tanto el deseo y el anhelo de Ethan, que al conseguir lo que tanto había buscado, su rostro se cubrió de un frio sudor, el que se quitó rápidamente con un movimiento discreto de su mano. Ambos se abrazaron con fuerza y entre caricias y besos se quedaron dormidos, casi cuando llegaba el amanecer de un nuevo día.

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