Capítulo 2

Akila Dankworth

La vergüenza llena mi rostro, mientras el lugar se sume en un profundo silencio que me veo incapaz de llenar, el temor se instala en mi pecho mientras pasan los segundos, en los que no tengo ni idea de que hacer. Fijo mis ojos en el príncipe quien me observa fijamente, y quiero que me trague la tierra.

—¡Eres una inútil! ¡Incompetente! ¿Acaso no puedes siquiera servir un simple vaso de jugo? ¡Imbécil! —su voz es potente, frívola y cruel, confirmando las palabras anteriormente dichas por Milah.

Pero yo y mi bocota no nos podemos quedar calladas, así que con el enojo hirviendo en mi interior arqueo las cejas en dirección al príncipe, quien me observa enojado por haberle ensuciado su perfecto traje, por un momento, siento mucho tener que desobedecer a Milah tan rápido, pero si algo me han enseñado, es a no dejarme pisotear por nadie.

—Disculpe su alteza, pero si hay alguien imbécil aquí, es usted.

En la mesa, sus hermanas sueltan jadeos de sorpresa, sin embargo, no he terminado mi crítica.

—Sino puede tolerar siquiera una falta de sus empleados sin perder la cordura en el proceso, no puede considerarse un buen futuro rey, uno con carácter manejaría la situación de una manera más madura, sin embargo, veo que usted no lo es. Si me disculpan, buscaré algo para limpiar el desorden que he causado —zanjo seriamente temiendo por mi vida, por qué si alguien tiene el poder de desaparecerme del mapa, es el príncipe.

—¿A dónde crees que vas? —suelta, al ver cómo giro para irme a la cocina.

 Cierro mis ojos sabiendo que estoy en problemas, y al abrirlos; me doy la vuelta quedando a su costado. Mi corazón late con fuerza en mi pecho y examino los rostros de la familia real encontrándome con las gemelas, quienes me observan divertidas. Sin embargo, el faraón y su esposa, solo se mantienen expectantes y con una ligera sorpresa por mi arrebato. «Dios, si me escuchas, sálvame de esta». Ruego por mi vida.

—Iré a buscar lo necesario para limpiar —aclaro mirándolo a los ojos, los cuales me observan con rudeza.

—No irás a ningún lado. Estas despedida.

Abro la boca sorprendida, y la decepción cae sobre mis hombros como un gran peso difícil de llevar. Acabo de empezar y ya perdí mi empleo, ¡No puedo creerlo!

Asiento sin bajar la cabeza, y muevo mis pasos hacia la puerta del comedor donde una potente y madura voz me interrumpe antes de salir, el Faraón.

—Puede continuar con sus labores, no será despedida, pero que no se vuelva a repetir. Retírese —agrega para mi sorpresa.

—Padre, no me desacredite frente a mis súbditos, esa chica es una irrespetuosa y debe ser despedida.

—No la despediré, y te recuerdo Isaí, que aún no eres rey, por lo tanto ella es mi súbdita y empleada, yo decido sobre cada persona en este palacio, incluyéndote. Esta familia se rige por la verdad, lo quieras o no debes aprender.

El príncipe guarda silencio ante el fuerte regaño de su padre, sus ojos chocan con los míos y la ira reflejada en esos ojos me hace estremecer. El faraón asiente en mi dirección invitándome a retirarme, y antes de irme le doy una ligera sonrisa al cruel príncipe a quien le salió el tiro por la culata.

Salgo rápidamente del lugar sintiendo mi respiración acelerada, mis manos tiemblan por la adrenalina anteriormente experimentada, mientras me pregunto ¿Quién me mandó a replicar? No tenía que defenderme.

¡Casi pierdo mi empleo! ¡Por bocaza!

Paso una mano por mi rostro exasperada y muevo mis pasos hacia la cocina, los empleados que venían conmigo me siguen apresurados y una castaña muy bonita se planta a mi lado.

—¿Cómo se te ocurre enojar al príncipe? —cuestiona perpleja—. ¿Acaso no te lo dijo Milah? Tuviste suerte que el faraón interviniera por ti, aunque eso no te librará. Ese chico no se quedará tranquilo —susurra con confidencialidad.

—No podía dejar que me hablara así, no pude quedarme callada. Si bien, es el príncipe de quien hablamos, ¡Pero eso no le da derecho a tratar tan mal a las personas!

La chica niega con la cabeza alejándose de mí y apenas entramos a la cocina ella corre hacia Milah, a la cual le empieza a hablar sin parar señalándome, así puedo saber que le está contando todo, aprieto los labios al ver como Milah me llama con los brazos cruzados sobre su pecho, por lo que me apresuro a llegar a su lado.

—¿Qué fue lo que te dije Akila?—regaña.

—Lo lamento, en serio. ¡Es que me dio tanto coraje! No pude quedarme callada.

Me lamento mirándola, ella asiente soltando un suspiro y me manda a ayudar con la comida del almuerzo.

—No servirás más las comidas, te enviaré a ayudar al jardinero del palacio.

Asiento continuando con lo que me ordenó, y unas horas después ella me manda hacia el jardín con la castaña, la cual me cuenta que es su hija. Ambas tienen toda su vida trabajando en el palacio, por lo qué se conocen cada rincón, Lenna me guía por los pasillos, pero al pasar por un ventanal se detiene suspirando.

La observo confusa y al dirigir mis ojos al motivo de sus suspiros de enamorada, me encuentro a nada más y nada menos que al príncipe, Isaí. Quien practica arquería en las afueras del palacio. Su cabello negro cae en su frente, mientras que su cuerpo va enfundado en un nuevo traje, diferente al que tenía puesto esta mañana, pero lo hace ver igual de elegante y apuesto.

Ese hombre era la tentación encarnada, ya veo por qué la chica a mi lado suspira por él, aunque su idiotez le quita el encanto.

—Imbécil —susurro, y Lenna niega con la cabeza divertida.

—Que nadie te escuche diciendo eso, sino quieres terminar en los calabozos.

Pasados unos segundos, ambas seguimos nuestro camino hacia al jardín, donde la castaña me presenta al jardinero, que es un amable chico de mi edad a quien le apasionan las plantas. Sonrío en su dirección posándome frente a él y extiendo mi mano presentándome, el chico resulta ser muy carismático, paciente, y gracioso, por lo que comienzo a llevarme bien con él al instante, lo cual es algo difícil considerando mi personalidad.

El día comienza a transcurrir sin inconvenientes, mientras Yim me enseña un poco de nuestro trabajo en el jardín real. El cual debo decir, es hermoso, las rosas abundan en todo el jardín, de diversos colores; pero en cambio, yo tengo interés en otras flores que al parecer no están aquí.

Busco por todo el lugar a paso rápido hasta que por fin las veo, y suelto chillido agudo que llama la atención de algunas personas a nuestro alrededor, cubro mi boca avergonzada y Yim suelta una risa acercándose. Sus ojos enfocan las plantas que yo observo con fascinación.

—Tulipanes ¿Eh?

—Son mis flores favoritas —susurro pasando mis manos por los pétalos.

Dejamos de hablar para observar las flores, hasta que él vuelve a su trabajo con un floral. Suspiro con pesar, recordando cuando mi padre me compraba un ramo cada viernes, mis hermanas se ponían furiosas, sin embargo, yo nunca les presté atención. Tal vez ese fue mi error, pero ahora ya no quedaba más por hacer, no hay vuelta atrás, hay cosas que no se recuperan, como, por ejemplo: el tiempo.

Las personas solemos vivir en un constante circulo de arrepentimiento, por qué no todos sabemos en qué utilizar el tiempo, y una vez lo hacemos de manera incorrecta o con personas incorrectas, nos quedamos en él y si hubiera…

Yo nunca he deseado tanto ser menos perfeccionista y exigente, nunca he perdido el tiempo o me he arrepentido de algo, creo que por eso mis hermanas no soportaban vivir conmigo.

Suspiro dejando de mirar al suelo, y de pronto siento una mirada sobre mí, una sensación de que alguien me observa, pero al observar a mi alrededor, no veo a nadie, mi confusión aumenta y la sensación no se va. Por lo qué levanto la irada hacia el palacio  allí le veo. Es él, ¡El príncipe!

 Sus ojos conectan con los míos, y puedo ver la advertencia, el peligro y la clara amenaza que estos me transmiten, por lo cual, desvío la mirada sintiendo mi piel erizarse, ese chico me da muy mala espina.

«────── « ⋅ʚ♤ɞ⋅ » ──────»

Regreso a mi habitación sintiendo todo mi cuerpo agotado, mis párpados pesan y el dolor en mi columna no tiene comparación. El trabajo es incesante, por lo que tal vez me costará acostumbrarme.

Cruzo en un pasillo para llegar a mi habitación, pero por lo que veo estoy algo perdida. Suelto un resoplido cerrando los ojos y paso una mano por mi rostro, al abrirlos pego un respingo al notar a una persona frente a mí. Mi pulso se acelera con temor, dado que el pasillo esta oscuro, y no puedo ver quién es la persona que me obstruye el paso, sin embargo mantengo la calma.

—Hola —susurra una voz femenina—. Soy la princesa Alina, ¿te importaría acompañarme al jardín? —Cuestiona.

Frunzo el ceño confundida por su petición, pero termino accediendo. El camino es silencioso, solo se pueden oír nuestras respiraciones en los pasillos, hasta que la joven abre una puerta que nos lleva al exterior. El frío de la noche nos golpea haciendo que me abrace a mí misma, la curiosidad comienza a revelarse a través de mis expresiones, pero no es hasta que nos sentamos que ella habla.

—¿Cómo te llamas?

—Soy Akila.

—Bonito nombre —alaga sonriendo.

La chica es en realidad bonita, aunque no me sorprende, es una princesa después de todo.

—Gracias... perdona la indiscreción, pero, ¿Porque me has traído aquí?

—Me entró curiosidad. Además, me sorprende lo franca que eres, quisiera ser así, sin temor a nada.

Niego con la cabeza, curvando una leve sonrisa y ella me mira expectante.                                                                                                                                                             

—No es así. Todos le tememos a algo.

—Lo imagino, pero el hecho de que hayas llamado "imbécil" a mi hermano, dice mucho de ti.

—Siento eso —La sinceridad con la que digo eso me sorprende, sin embargo, la chica le resta importancia.

Miro hacia arriba tranquila, admirando el cielo, mientras que el frío se acentúa, tal vez no fue buena idea venir aquí a estas horas, pero esta situación me daba una extraña tranquilidad. También se debía a la naturaleza, siempre me ha gustado estar al aire libre, sin que importe nada más que el silencio, y la sensación de libertad que este te proporciona.

—Sabes, el palacio necesita más personas como tú.

—¿Como yo? —cuestiono confundida.

Ella asiente, las comisuras de sus labios se alzan en una media sonrisa que me da aún más curiosidad.

—Tú no temes decir la verdad, y eso es admirable, la verdad es eso por lo que todo el mundo debería luchar.

Sonrío por sus palabras y minutos después ambas volvemos al palacio. Alina me guía hasta mi dormitorio y una vez en la puerta, ella desaparece por el pasillo, tomo la perilla de la puerta para entrar, pero unos pasos me advierten la presencia de alguien.

Miro a mi alrededor tratando de ver algo a través de la penumbra, pero no veo nada. Todo está oscuro y solo se oyen los pasos cada vez más cerca de mí, mi corazón se acelera en mi pecho y estoy a punto de entrar a mi habitación hasta que una alta figura se alza frente a mí, saliendo de las sombras. Mi respiración se corta y mis manos comienzan a sudar al reconocer al príncipe Isaí, sus ojos grises me atraviesan como dagas, la seriedad y enojo que muestran sus facciones me asustan, sin embargo no me permito demostrárselo.

—Así que tú eres la valiente chica que se atrevió a desafiarme —se burla con voz filosa.

Me quedo muda ante sus palabras, temiendo por mi estadía en el palacio y él sonríe con egocentrismo, mostrando su perfecta dentadura.

—Idiota, eres  idiota —se me viene a la mente, al recordar las estúpidas palabras de esta mañana.

—¿Te has quedado muda? Allá parecías muy valiente, pero aquí puedo ver que eres una niña asustada queriendo meterse dónde no la llaman.

—Creo que el que está asustado es usted, que tiene miedo de perder el respeto de sus empleados, si no, ¿por qué otra razón querría molestar a una simple e irrespetuosa súbdita? —ataco levantando la cabeza para mirarlo a los ojos.

La rabia nubla sus facciones, y en cuestión de segundos su mano está en mi cuello y mi espalda apoyada contra la puerta de mi habitación. Una ligera molestia se instala en mi espalda por el impacto y el cansancio, pero puedo notar que su agarre no me lastima, no me quiere asfixiar, o es lo suficientemente cobarde para hacerlo.

—¿Tienes las agallas de provocarme?

—No te tengo miedo. Si eso es lo que quieres lograr, puedes dejarme en paz —siseo en un susurro.

Sus profundos ojos escanean mi rostro por unos minutos, hasta que suelta mi garganta y se aleja un poco dándome espacio.

—Eres bonita, lástima que eres tan boca suelta, nos hubiéramos divertido mucho —espeta con indiferencia mirándome de arriba abajo.

—Baboso, idiota —reclamo, ates de soltar un bufido y cruzarme de brazos. Aún tengo el uniforme, pero debo verme realmente mal toda llena de barro.

—Primero en la calle que siendo un objeto que usar y tirar. Conozco a los tipos como tú, y créeme, nunca estaría contigo.

Escucho unos pasos viniendo en nuestra dirección haciendo que el heredero al trono me mire mal.

—Me las vas a pagar chiquilla insolente —afirma muy enojado dándose la vuelta para regresar por donde vino.

Suspiro con alivio al verlo desaparecer por el pasillo y entro a la habitación antes que alguien note que no estaba ahí.

Me deshago de la ropa y entro al pequeño baño para darme una ducha. El agua caliente corre por mi cuerpo libremente, mientras mis ojos quieren cerrarse. Estoy demasiado cansada.

Resoplo minutos después saliendo del baño y me pongo una ropa común que Milah dejo para mí en el baúl, me acuesto aún con el cabello mojado y me dedico a observar el techo.

Hoy fue el día más largo y agotador que había pasado en mi vida, y mañana no promete ser mejor, menos con la advertencia y la sed de venganza del príncipe, el cual ya se ha ganado un lugar en mi lista de personas que no me caen bien.

Mis hermanas son las primeras, y quisiera que no se añadieran más personas, estoy exhausta y dolida, por lo que solo quiero descansar, y no despertar.

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