Capítulo 4

Kiara.

Dejo el libro aún lado, la frustración recorría su cuerpo al no poder prestar atención a su lectura había tenido que releer varias veces el mismo párrafo. Su cabeza dolía.

Miro el reloj. Eran las seis de la tarde la hora perfecta para hacer la comida.

Se puso un suéter holgado y unos tenis cómodos, bajo a paso lento, la casa era demasiado silenciosa bastante abrumador para ser sincera pero con el paso del tiempo se acostumbró.

La puerta principal fue abierta dejando ver al hombre quitándole su grueso abrigó.

—¿Te encuentras mejor?— Preguntó.

No contestó, tan solo asintió con la cabeza.

—Haré algo para comer— Aviso, adentrándo se a la cocina.

—No hace falta, le he pedido a uno de los empleados unas pizzas vendrán en unos momentos.— 

—Bien… Siento mucho mi comportamiento de ese rato, no volverá a suceder. -- Se disculpó.

—No hay nada de lo cual pedir perdón, tienes toda la razón primero Demián te privó de tu libertad y luego yo por lo mismo quiero pedir una disculpa y hacer algo al respecto.— Habló con seriedad. — Pero primero.. ¿Puedes hacerme un favor?.—

—Depende de lo que sea. -- Dijo. —Si es algo que tenga que ver con tu vengan….

—No, nada de eso. Kiara te daré mi absoluta confianza, mañana saldremos al centro de la ciudad, vamos a comprar algunos libros para que presentes los últimos dos exámenes que te faltaron de la preparatoria para que así puedan darte tu certificado, cuando los apruebes entraras a la universidad, dejaré que estudies lo que quieras. Te daré un poco más de libertad, el favor que te voy a pedir es que no me traiciones.—

—Me es difícil creer lo que dices, ¿Qué planeas?— Pregunto insegura e incrédula.

—Que recuperes un poco de tu vida, pero probablemente debería advertirte algo.— 

—¿Cuál es la advertencia?.— 

—Si me traicionas no me tentaré el corazón y haré que ellas desaparezcan de este mundo. -- Amenazó.

Un escalofrío recorrió su columna vertebral, tenía miedo de lo que les pudiera suceder no se arriesgaría. Las quería a salvo.

—Me comportaré, no haré nada que pueda generar desconfianza. -- A seguro.

El timbre de la casa resonó en el lugar.

—Bien, llegó la pizza, podrías traer unos platos y unas sodas, miremos alguna serie en la televisión.— Fue a recibir la comida.

—¿Cómo puede ser tan amable y a la vez aterrador ¿— Pensó.

Dejó los platos en la mesa para tomar lugar en el sofá.

—¿Sabes? Estaba pensando en que te vendría bien un cambio, tal vez un corte de cabello o pintarlo de algún color— Dijo mientras dejaba las pizzas en la mesa de la sala.

—Mejor diga que quiere que cambie para que no me reconozcan.— 

Sonrió.

—Quería ser discreto pero contigo es imposible. -- Se sentó a su lado empezando a comer.

—Deje busco la serie,siempre quise saber cómo me vería con el cabello rojo. -- Comentó, buscando alguna serie o película que llamará su atención.

—No hay nada más de que hablar, mañana iremos a la estética.— Mostró una gran sonrisa satisfactoria.

AL DIA SIGUIENTE.

—Buenas tardes. Mi nombre es darla ¿viene por un corte de cabello? ¿manicura?—

—Buenas tardes. -- Saludo a la mujer de aspecto amable. —¿Entonces pequeña, que te gustaría?—

—Me gustaría cortarlo y pintarlo. -- Respondió nerviosa. Hace mucho que no salía, todo se sentía tan extraño.

—¡Excelente! Ven, sígueme.— La sentó para tomar su cabello. —Su novia quedará más hermosa de lo que es.— 

—Él no….

—Estoy ansioso por ver el resultado. -- Una sonrisa enigmática curvo sus labios.

Kiara lo miro a través del espejo, no entendía muy bien su comportamiento.

Una hora y media después.

—Listo. Hemos terminado.—

Se miró por fin al espejo, la mujer se lo había prohibido hasta que terminara su trabajo.

—Te ves hermosa pequeña.— Halago el hombre acercándose. —Valió la pena estar sentado tanto tiempo en esa banca incómoda.— Bromeó.

No podía creer que se viera tan bien, se veía más joven con ese corte hasta los hombros y ese color hacía resaltar su piel pálida.

—¿Acaso no te gusto?— El y la mujer estaban atentos.

—Me encantó.— Una sonrisa encantadora se mostró en su rostro, hace mucho tiempo que no se sentía linda. —Gracias—

Después de pagar, fueron por los libros, ropa, algunos accesorios y un poco de maquillaje.

—Ven, vayamos por un helado.— 

—¿En invierno?—

—Si, ¿no quieres?—

—De chocolate por favor. -- Respondió sentándose en una banca.

—Bien, iré por ellos. Espérame aquí.— Dijo yendo a la heladería.

—Me siento especial con todo esto. -- Pensó, mirando todas las cosas que el hombre le había comprado.

—Se me olvidó decirte que una sicóloga irá a la casa empezarás a tratarte. -- Se sentó a su lado. —Toma— Estiró el helado.

—No necesito una psicóloga.— Se negó. —Gracias, está muy rico.—

—Viviste un infierno Kiara, necesitas hablar de eso con algun profesional, También quiero saber si tienes síndrome de estocolmo.—

—No tengo esa enfermedad, yo… simplemente he perdonado lo que me hizo no por qué lo ame si no por qué, soy una persona que no le gusta guardar rencor. -- Respondió no muy segura de sus palabras.

—Cuando lo miraste, tenías ese pequeño brillo que tenía yo cuando estaba enamorado. -- Confesó. —Por favor, acepta la cita mañana.—

Lo miro con tristeza.

No quería hablar con la psicóloga pero tampoco quería que la amabilidad del hombre se acabará.

—Está bien. ¿a qué hora llegará?—

—Será a las dos de la tarde. -- Aviso. —Mañana veré a alguien de confianza que me dará papeles para tu universidad, tendrás que cambiar de nombre. Si es que quieres asistir.—

—Cambiar de nombre se ha hecho algo normal para mí.— Murmuró. —¿Puedo escoger el nombre?—

—Claro, puedes pensar en lo que vamos a buscar algo para comer, también por algunas golosinas para seguir viendo la serie de ayer.—

Kiara asintió, el día había sido perfecto.

*DEMIÁN.*

—¿Qué hace aquí señorita Claris?— preguntó al abrir la puerta.

—Señor west le he traído los documentos que me ordenó.— 

—¿Por qué no los llevo a la empresa? Pudo haberlos dejado en mi escritorio no había necesidad de venir hasta mi hogar.— Habló con amabilidad.

—Lo siento tanto señor West es que me había dicho que eran urgentes y hoy no fue a la empresa, para ser sincera estaba preocupada por usted. -- Confesó avergonzada.

—Agradezco su preocupación señorita Claris pero como ve estoy bien. -- Abrió la puerta para despedirla.

—Señor, antes de irme ¿podría regalarme un vaso de agua?—

Cerró la puerta, rascando su nuca.

—Claro, acompáñeme a la cocina.—

La secretaria sonrió, en el camino observó todo detalladamente.

Pudo ver de reojo un cuadro en ella una mujer.

¿su hermana?

¿su novia?

No estaba segura pero no era como si le importara mucho, Demián sería de ella.

—Su agua.— Le entregó el vaso.

—Gracias, señor ¿podría tomar el arrebato de hacerle algunas preguntas?—

—¿Qué clase de preguntás?—

—Bueno…Quisiera saber el por qué todos le dicen señor, no se ve mayor.— Observó su dedo en él un anillo. —¿Ese anillo es acaso de….

—De matrimonio— No la dejó terminar, su amabilidad estaba por agotarse, su secretaria empezaba a fastidiar lo.

Sus pesadillas habían empeorado, llevaba días sin dormir, en su mente aún recordaba haber alucinado a su amada en el cementerio cuando regresaba para saludar al guardia que cuidaba el lugar. 

—¿Su esposa está en casa?— preguntó con voz coqueta. 

—Creo es hora de que se retire señorita claris.— 

—No quería ser imprudente señor West, solo pensé en que si no se encontraba yo podría hacerle compañía. — Se acercó seductoramente. —Tal vez divertirnos un rato.—

—Donde esté o no mi esposa no es asunto suyo, le voy a pedir que se retire. -- No quería recordar que su pequeña se encontraba en el cementerio. 

—Pero…..

—¡Que se vaya!— Gritó con furia.

Había colmado su paciencia.

—Lo siento señor, no fue mi intención molestarlo. -- Respondió temerosa, en el tiempo que llevaba trabajando para su jefe jamás lo había visto así.

— Solo váyase— Camino hasta la puerta abriéndose.

Con temor abandonó el lugar, azotó la puerta dejándose caer.

—¿Por qué tuviste que morir?— Susurro. —Se que fui un hijo de p**a y no sabes cuándo lamento eso, quisiera remediar lo sucedido.—

No se levantó, en sus mejillas sentía caer las lágrimas.

Estaba destrozado.

*El nudo en la garganta es el mar apunto de desbordarse por los ojos de ahí su sabor a sal* 

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