Capítulo 2: ¿Casualidad?, no lo creo(2)

« En ese tiempo me hubiera destrozado ver este lugar después del caos que él ocasionó, pero hoy, solo guardo un buen recuerdo» reflexionó y suspiró profundamente.

 Saludo a la dueña del local y pidió un hottok, la mujer respondió

 — ¡Por supuesto linda!— le atendió, dándole un hottok recién salido de la plancha.

 Violeta pagó exclamando

 — ¡A qué no se imagina cuánto espere por volver a probar los exquisitos hottok de nuevo!— mientras le daba un mordisco.

 Su cara de felicidad le hizo recordar, una pista de quien pudiera tratarse esa extranjera que tenía enfrente de ella, así que encargada del puesto, e intento hacer memoria lo mejor que podía.

— Y tú no sabes cómo me recuerdas a otra extranjera que tenía justamente la forma de tus grandes ojos— la mujer sorprendida exclamó

Mientras sonreía amablemente a través de su cubre bocas transparente, Violeta respondió — ¡Ay! ¡Halmoni que dulce que es usted!, pero seguro que hay muchas extranjeras así como usted menciona—, mientras sus mejillas se tornaban rojizas.

 Como había un lugar para sentarse la mujer mayor le hizo señas de que se sentará, la chica castaña accedió con entusiasmo, tomó asiento y se sacó su gorro y grande bufanda, liberando su largo y ondulado cabello, que brillaba con los rayos del atardecer que se colaban en el pequeño techo del puesto callejero, que por cierto se situaba en un pasaje especial, de puestos callejeros muy famoso.

— ¡Sí eres tú!, ¡no puedo creerlo!, ¡oh cariño como ha cambiado tu semblante después de esa primavera que te vi tan mal, quiero pensar que ya cambio todo ¿no?— le dijo la abuela, mientras quedó atónita.

La chica de grandes ojos le dedico una traviesa mirada, acompañada de una sonrisa con los cachetes llenos del delicioso hottok, y los labios con algo de azúcar, mientras entrecerraba los ojos para hacer que su cerebro recordara ese rostro.

 — ¡Señora Choi! ¿En serio se acuerda de mí? ha cambiado mucho también usted inclusive su adorable puesto de postres, antes estaba en el mercado nocturno ¿no es así?—  mientras se ponía de pie para darle un cálido abrazo que fue correspondido con la misma calidez y felicidad.

— ¿Ya no estás más con él, cierto?...— pregunto la señora Choi, sin contenerse.

Mientras dentro del ajetreo del mercadillo de bocadillos, parecía que el ruido se mermó, por unos segundos para ser ocupado seguido del suspiro de alivio de Violeta que en voz apacible.

—Ya no más halmoni, desde hace 3 años, más o menos, ya sabe desde la última vez que pase la temporada primaveral escribiendo aquí y trabajando en mi segundo libro, sabe... Lo pasé muy mal, después de todo— contesto Violeta.

Dejando paso a una sonrisa melancólica pero que señalaba la aceptación y aprendizaje de aquel viejo y devastador amor. La señora Choi se acercó dulcemente mirándola con cariño y compasión.

—No tenías elección más sana que eso, querida tus alas jamás debían ser cortadas y mucho menos destrozadas por alguien así, a veces uno creería que el amor es fácil pero así como es de hermoso es complejo. — le dijo la mujer adulta

Mientras le ofrecía otro hottok, a la joven, quien acepto feliz, dándole un leve apretón de manos en aquel gesto recibió el postre, poco después siguió la conversación con Violeta mirando a su pasado de cuando conoció a la señora Choi.

 — ¿Se acuerda como me pasa todas las noches cerca de su puesto escribiendo hasta que terminara de vender? , son de los mejores recuerdos que tengo de aquí, aunque de verdad me sorprende como una persona puede cambiar tanto con solo el color de cabello y un peinado, halmoni se ve 10 años más joven, con razón no la reconocí y bueno luego que ni mis lentes traigo— pregunto y después  río alegremente.

— ¡Ay! niña, seguro lo dices porque quieres que te dé una rebanada de pastel de arroz ¿verdad?; aunque debo decir, la verdad si me ayudó a sentirme mejor el cambio, sinceramente me tarde en tomar en cuenta tu consejo—  aclamo señora Choi, mientras se acomodaba coquetamente su cabello y pestañeaba de forma risueña.

 — ¿En serio yo le di ese consejo?, ¿me creerá que no me acuerdo?, pero hablando del delicioso pastel de arroz obviamente me encantaría— dijo Violeta mientras se sobaba la panza y se lamía los labios.

— ¡Violeta, eres una tremenda tragona, nunca cambias!, ¿siquiera ya comiste comida normal? ¿O te la has pasado comiendo chucherías desde que llegaste?— dijo la abuela y se echó a reír.

Le dio una mirada inquisitiva a la chica como si ya supiera, que es lo que iba a responder.

— ¡Me atrapaste!, pero en mi defensa puedo decir que apenas llegué hace unas horas y solo he comido un panque de moras, que obviamente es muy saludable y tus exquisitos hottok hasta ahora— dijo rondando los ojos y sonriendo traviesamente.

 La joven se rasco la cabeza e hizo una adorable expresión de haber metido la pata, puesto que sabía que era una mujer muy dulce y atenta. La señora Choi solo puso sus manos reposados en sus caderas esperando una resolución a ese conflicto alimenticio, poco después tomo su espátula enérgicamente.

— ¡Esto no puede ser posible! necesitas alimentarte bien, tu viajas tanto y tú cuerpo debe estar hambriento de comida sana, ¡no solo dulces!, así que bueno en un una hora terminaré y vendrás a casa que comas algo sano— con tal firmeza fue su argumento que agarro energía de nuevo para continuar trabajando.

Pocos segundos pasaron y Violeta asintió con la cabeza, con cierta vergüenza pero también con dicha por revivir esos momentos con su vieja y confiable amiga.

—Bueno, bueno, pero le ayudaré a atender el puesto, sino no iré ¡eh!—  gruñó Violeta.

Paso a quitarse la gran chamarra dejándola con sus pertenencias al lado de las cosas de la abuela, para después tomar un mandil rosado, con forma de conejito, bastante tierno.

— Violeta... ¡no niña!, no tienes que hacer nada bastante me ayudaste en esa primavera cuando me lastimé la espalda y no podía cargar nada, así que no me ayudes, soy muy capaz— exclamo la señora Choi.

Intento sacar a la chica del puesto pero no pudo, ya que la joven se puso muy firme y la abrazo.

—Ya, ya déjeme ayudar, sabe que me encanta cocinar y además no siempre tengo la oportunidad de cocinar con un chef de su calibre, así que considéreme su pinche por el tiempo que este aquí, ¿vale?— pidió la extranjera.

La mujer mayor solo suspiro y asintió, para después dejar que una sonrisilla escapara de su rostro agachado, retomando una concentración casi absoluta en su labor.

La joven como era muy diestra para cocinar le ayudo a vender mucho, ese tiempo que restaba además que llamaba mucho la atención por ser la única forastera de aquel pasaje de  puestos callejeros, con una estética muy alta, cuando hubieron terminado, guardaron todo y se llevaron algunas cosas, tomaron el autobús, para la casa de la señora Choi.

Llegaron a su pequeña morada, Violeta con una excelente etiqueta coreana se quitó los tenis, dejo su abrigo en la entrada y sus cosas. Comenzó a ayudarle a sacar los alimentos ya preparados, se sirvieron, escuchando la televisión escucharon las noticias dónde una reportera llamada Dal-mi daba un reportaje informando

 —hoy nos encontramos en el famoso evento de networking del empresario Shin Park Smith, quien es el más acaudalado y joven, con 30 años ya tiene una serie de empresas que ha formado y ha invertido, ¿que nos puede compartir sobre este importante evento para las empresas jóvenes y las ya arraigadas de años?— preguntó la reportera, acercándole el micrófono al empresario.

Cuando enfocaron la cámara hacia el CEO, Violeta se quedó pasmada con un trozo de kimchi en su boca a medio comer, acto seguido se lo trago con premura.

— ¡Yo lo vi hoy!, ¡es el encantador chico de los guantes de terciopelo y café de gatito!— grito la chica.

— ¡¿Qué?! ¿Cómo? ¿Dónde?— la abuela se asombró y dijo mientras abría sus ojos grandemente por el asombro.

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