Capítulo 2

—¿Qué pasa cariño? —preguntó su hermana entrando a su habitación y sentándose a un lado de la cama.

Elaide recordaba vagamente que Elena la había llevado hasta allí y luego la había ayudado a recostarse. Debía de haber llamado a Vanessa después de dejarla.  

Intentó formular una respuesta, pero no encontró las fuerzas. Las lágrimas habían cesado hace un tiempo, pero ahora estaba en un estado de pasividad y mudez. Se sentía destrozada y no estaba segura si algo podría ayudarla a sentirse mejor.

—Por favor, necesito que me digas que sucede. —Su voz estaba cargada de preocupación.

Se sintió peor. Lo menos que quería era preocuparla, hubiera preferido que no la viera así. Por años se había asegurado que ella pensara que podía manejarlo todo, que era invencible.

Su hermana había tenido que asumir demasiadas responsabilidades y prefería ahorrarle más preocupaciones.

—Ezio y yo terminamos —dijo por fin haciendo un esfuerzo por hablar. Su voz salió ronca y apagada. Irreconocible a sus propios oídos.

—Oh, cariño. Lo siento. Vanessa se recostó en el lado vació de la cama y la abrazó—.  ¿Qué sucedió?

—Quiero continuar mis estudios en el extranjero. Terminé con él porque así era mejor.

Era una mentira, pero no se sentía capaz de decirle todo lo que había en su cabeza y lo que había sucedido unos días antes que por fin la llevaron a tomar esa decisión.

Vanessa no hizo más preguntas, solo se quedó a su lado repitiéndole que todo saldría bien.

***

Elaide regresó al presente cuando el público comenzó a aplaudir.

Cuanto más cerca estaba el día de regresar a Italia y volver a encontrarse con Ezio, los recuerdos se hacían más fuertes.

El fotógrafo se ubicó delante de ellos y les dio algunas instrucciones, luego comenzó a contar y cuando llegó a tres, todos lanzaron sus birretes al aire mientras se escuchaban gritos de júbilo y más aplausos.

Sonrió.

Bajó del escenario y se dirigió hacia donde estaba reunida su familia. Su hermana fue la primera en abrazarla, prácticamente se abalanzó hacia ella.

—¡Felicidades, cariño! Estoy tan orgullosa de ti y sé que tu madre también lo estaría.

—Gracias —respondió con un nudo en la garganta.

—Alborotadora, déjala respirar —comentó Adriano cuando el abrazo se prolongó.

Su hermana se hizo hacia atrás y fulminó a su esposo con la mirada, pero este solo le dio una sonrisa antes de acercarse a Elaide y abrazarla. Al igual que su hermana también se tomó su tiempo.

—Si yo no pude abrazarla mucho tiempo, tampoco tu puedes —se quejó Vanessa.

Adriano se hizo hacia atrás y soltó una carcajada.

—A veces parecen un par de niños —comentó con sorna—. Me pregunto si son ustedes quienes educan a vuestras hijas o ellas los educan a ustedes. —Rio al terminar de hablar.

Los dos la miraron con fingida seriedad, pero no tardaron en unirse a ella.  

Elena, que había estado observando todo en silencio, se acercó y también la felicito.

Jayden apareció poco después y se unió a ellos. No le sorprendió verlo solo. Él había mencionado con anterioridad que sus padres no estarían presentes ese día. Ambos estaban fuera del país por cuestión de negocios.

Lo sentía por él, pero también sabía que quizás era lo mejor. Sus padres eran unos snobs sin remedio que hasta ahora no se resignaban al hecho que su hijo no hubiera estudiado para manejar el negocio familiar. De haber acudido, solo le hubieran fastidiado el día.

Elaide había tenido la oportunidad de conocerlos una vez en el pasado y habían sido bastante claros en su desprecio por su condición, aunque al menos habían hecho el esfuerzo por disimularlo al enterarse de la fortuna de su familia.  

—Lo hicimos —dijo abriendo ambos brazos para que Jayden se acercara.

—Así es. —Él se inclinó y la envolvió en sus brazos.  Después de abrazarla, se hizo para atrás y miró a Elena.

—¿Y tú, agente, no me piensas felicitar?

Elaide miró con diversión como antes de que su amiga tuviera tiempo de reaccionar, Jayden ya la tenía en sus brazos.

Su sonrisa desapareció y un escalofrío recorrió su columna cuando algo llamó su atención un poco más allá.

Unos ojos bastante familiares la miraban con atención.

Era él… o al menos eso creía.

Por los siguientes minutos no pestañeó ni respiro, tan solo se dejó llevar por esa mirada.

—Elaide —la llamó Adriano.

—¿Qué sucede? —preguntó mirándolo apenas por unos segundos, pero cuando regresó su atención a donde había visto a Ezio. Él ya no estaba allí.

Recorrió el lugar con la mirada tratando de encontrarlo sin ningún éxito.  

—¿Todo bien?

Asintió con la cabeza.

—¿Segura? Estás algo pálida.

Notó la mirada de todos puestos en ella.

Se las arregló para volver a sonreír.

—Sí, no te preocupes.

«Quizás lo imaginé —pensó».

Un celular comenzó a sonar y la ayudó a deshacerse de las miradas evaluativas que estaba recibiendo.  

—Es Paolo —anunció Vanessa entregándole su celular.

Del otro lado de la pantalla pudo ver a su hermano y a la madre de este.

—¡Felicidades! —dijo Anna con una sonrisa sincera. Era una mujer bastante dulce.

—Gracias, Anna. —Miró a su hermano—. ¿Y tú no me piensas felicitar?

—Claro que sí, felicidades, traviesa.

Su hermano era mayor apenas por unos meses, pero disfrutaba tratándola como si le llevara décadas de diferencia.

—No te preocupes, ya me encargaré de cobrármelas. Espero que me des un regalo realmente costoso.

—Nunca esperé que fueras del tipo interesado.

—Cuando se trata de sacarle dinero a mi único hermano varón, lo soy.

Paolo no era demasiado expresivo con sus emociones, pero había cosas que no pasaban desapercibidas, como el brillo en sus ojos cuando lo llamaba “hermano”.  

—Ese videojuego del que llevas hablando hace unas semanas no era tan costoso. —Él soltó un suspiro de resignación, que resultaba completamente falso—. Supongo que deberé devolverlo y conseguir algo más.

—Ni se te ocurra —dijo de inmediato y demasiado alto obteniendo algunas risas.

—Mujeres —dijo su hermano sacudiendo la cabeza—. ¿Cuándo regresas?

—Mañana, con Vanessa y Adriano. Nuestro vuelo sale por la tarde.

—Está bien, nos vemos. —Él la miró con seriedad—. Te extraño.

—Y yo a ti.

Los dos no habían tenido un comienzo muy fácil, pero cuando se conocieron mejor su relación se había fortalecido bastante.

Al terminar la video llamada, su hermana insistió en tomarles a todos algunas fotos y como siempre nadie tuvo la osadía de negarse a una petición suya. No solo porque ella en sí misma era una fuerza imparable que no aceptaría una negativa, sino también porque a su esposo no le importaría tener que amenazar a cada uno de los presentes para que Vanessa estuviera feliz.

A veces no podía evitar sentir algo de añoranza al verlos juntos. Pensó en Ezio y si su relación habría llegado a ser igual de fuerte si hubieran continuado juntos.

Sacudió esos pensamientos cuando un dolor agudo apareció en su pecho.

Cada vez era más difícil mantenerlo fuera de sus pensamientos sin importar cuanto se esforzaba por hacerlo.

Después de la tortura interminable, pero divertida, en la que se volvió la sesión de fotos, todos fueron a celebrar a un restaurante elegante, cortesía de su cuñado.

Durante la comida, se las arregló para sonreír en todo momento, aun en aquellos en los que no podía evitar pensar en Ezio. Más de una vez abrió la boca para preguntarle a su hermana y a Adriano sobre él, pero se arrepintió de último momento.

Había creído que al menos estaba un poco preparada para verlo, pero había sido un autoengaño. Una mala jugada de su imaginación había bastado para demostrarle que nunca estaría lista para verlo otra vez sin sentir que todo se derrumbaba por dentro. Sin embargo, no podía evitarlo por siempre.

—¿Estás bien? —le preguntó Vanessa más tarde mientras la ayudaba a recostarse.

Elaide, pese a las limitaciones de la silla de ruedas, había aprendido a hacerlo casi todo por su cuenta; pero cuando su hermana estaba allí, dejaba que la ayudara. Quizás era uno de los pocos momentos que bajaba casi por completo sus barreras y dejaba de actuar como si nada en el mundo le preocupara.

—Tiene que ver con Ezio —continuó Vanessa sin esperar una respuesta. Era claro que no era una pregunta. Ella cogió su cepillo de cabello y regresó a su lado—. Siempre supe que no terminaron porque querías estudiar fuera de Italia —comentó ella peinándola—. Estoy segura que estabas bien en Italia.  

—Yo… —No tenía idea de que decir. No estaba lista para esa conversación y quizás nunca lo estaría. 

—Descuida, te apoyé entonces y seguiré haciéndolo siempre. Solo quiero que sepas que si necesitas de un consejo estaré aquí para ti.

Asintió y le dio las gracias.

Su hermana le dio una sonrisa y, luego de desearle buenas noches, se marchó.

Elaide se quedó con la mirada clavada en el techo. Tenía demasiadas cosas en la cabeza como para poder dormir.

En menos de veinticuatro horas estaría en el mismo país que Ezio.

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