Capítulo 1

2 años después

—No puedo creer que el tiempo haya pasado rápido —dijo Jayden, el mejor amigo de Elaide.

Era raro ver a su amigo fuera de su habitación sin que ella hubiera tenido que ir a obligarlo a salir. Jayden era el típico friki que con frecuencia se la pasaba trabajando en algo. Ella también lo era, pero al menos no se olvidaba que había un mundo allá afuera… Al menos no con tanta frecuencia como él.

Si Jayden estaba fuera, usando un esmoquin que no lo hacía lucir tan mal, pero que él parecía detestar, por la manera en la que tiraba del cuello constantemente, era porque ese era el día de su graduación.

Había conocido a Jayden en su primer día de clases, ambos habían estudiado diseño de videojuegos. Aunque Elaide ya llevaba tres años de estudios por ese entonces, había perdido uno al cambiarse de universidad.

Irse de Italia había sido difícil. Jamás había esperado alejarse de su familia y amigos para mudarse a otro continente. Incluso después de todo el tiempo trascurrido seguía sin acostumbrarse del todo a vivir en Estados Unidos. No tenía nada en contra del país, pero no era Italia.

Su decisión había tenido poco que ver con estudiar en una universidad mejor y más con alejarse de Ezio. Sin embargo, estudiar en la Universidad del Sur de California había tenido sus ventajas y jamás podría quejarse sobre ello.

Además, no había estado alejada de todos. Su hermana, junto a su esposo, había venido a visitarla con frecuencia trayendo a sus sobrinas con ellos. En cambio, Paolo, su hermano, solo había podido ir una vez hace casi un año atrás. Lo extrañaba, al igual que a cada miembro de su extendida familia.

—No es como si notarás el transcurrir del tiempo —bromeó—. Y en cuanto empieces a trabajar será mucho peor. No sé si sobrevivirás sin mí para recordarte que debes salir.

—Si se acuerda de comer, ya será un logro —se burló Elena, su guardaespaldas. Ella estaba sentada un poco más allá.

No le sorprendió que estuviera escuchando su conversación, incluso cuando parecía concentrada en la revista en sus manos. Después de más de tres años teniéndola como guardaespaldas, ya la conocía bastante bien y la consideraba una amiga.

—Tienes razón. ¿Cuánto tiempo crees que le tome morir sin nosotras?

—Le doy una semana.

—Dejen de hablar de mí como si no estuviera presente —se quejó Jayden mirándolas a ambas—. Otra vez.

Las dos sonrieron divertidas.

Jayden y Elena era las únicas personas con las que había formado un vínculo en los últimos años.

—Y respecto al trabajo, no lo acepté. Al menos no ahora.

—Estás loco, te ofrecieron un lugar en una de las mejores compañías de videojuegos del país ¿y tú lo rechazaste? Así como así. —Miró a Elena antes de continuar—. No nos hemos ido y ya está haciendo estupideces.

Su amiga soltó un suspiro y sacudió la cabeza, aunque por la sonrisa tirando de la comisura de sus labios, era claro que estaba sobreactuando.

—Tú hiciste algo igual —se defendió Jayden.

—Sí, porque es hora de volver a casa. —No podía escapar del pasado para siempre y tampoco quería. La melancolía casi la invadió al pensar en Ezio—. Seguro allí encontraré algo. ¿Cuál es tu excusa?

—Bueno, tú siempre estás diciendo que me aventure a hacer más cosas. Decidí que voy a viajar y conocer algunos lugares antes de establecerme. Hablé con la compañía y dijeron que si quería el trabajo en el futuro no dudara en contactarlos.

—Oh, Jayden, eso es increíble.

—Y bastante arriesgado. Casi pareces otra persona —comentó Elena con diversión.

—¿Adivina a qué lugar iré primero? —preguntó su amigo ignorándola.

No le tomó mucho tiempo sacar conclusiones cuando él les sonrió.

—¿Es enserio?

—Sí, así que ustedes dos no se libraran de mí todavía. O bueno, yo me librare de ustedes. —Él se detuvo como si estuviera analizando algo—. Quizás no lo pensé bien después de todo.

Su teléfono vibró en su mano y lo miró. De no haberse distraído, habría visto la mirada que Elena le dio a Jayden.

—Es Vanessa, dice que acaban de aterrizar —le informó a Elena y luego se dirigió a Jayden—. Nos vemos más tarde, no te olvides que la ceremonia es a las tres.

—A veces siento que creen que soy un completo inepto.

—No un completo, solo un poco. —Elena le dio un guiño antes de ponerse de pie y dirigirse a la puerta.

—Hasta luego, agente —dijo Jayden tomándole el pelo a la mujer.

Era claro que ambos sentían algo por el otro, pero no sabía el motivo por el cual no estaban juntos. Las pocas veces que había intentado averiguar algo interrogándolos por separado, ambos habían actuado como si no supieran de que hablaba.

Jayden se acercó a ella y le dio un abrazo.

—Nos vemos más tarde.

Movió el mando de su silla de eléctrica y se dirigió hacia la puerta.

Salieron al pasillo, entraron al ascensor y bajaron dos pisos.

El departamento en el que vivía había sido cortesía de Adriano, el esposo de su hermana, y una de las tantas condiciones que le había puesto para dejarla salir del país. No es como si hubiera podido impedírselo, pero a veces le dejaba creer que tenía poder.  

—¿Estás preparada para volver? —preguntó Elena mientras esperaban a su hermana y cuñado.  

Elena sabía cuál había sido el motivo que la había llevado a irse de Italia, había estado allí cuando terminó con Ezio. Por supuesto, nunca había estado de acuerdo con ella.

Soltó un suspiro.

—No lo sé.

Extrañaba su casa, pero no sabía si podría lidiar con lo que significaba volver. Ver a Ezio otra vez. El solo pensar en él hacía que su corazón diera un vuelco.

Aun todo ese tiempo después lo seguía amando. Siempre supo que no podría olvidarlo. No se imaginaba amando a nadie más y no quería hacerlo. Pero terminar con él había sido lo mejor… O eso es lo que se decía cada vez que comenzaba a arrepentirse.

Es por eso que se había marchado podo después de que su relación terminara. Era demasiado débil cuando se trataba de él y no habría resistido mucho tiempo antes de ceder, porque estaba segura que Ezio habría seguido insistiendo.

No había escuchado nada de él, ella decidió en su momento que era mejor si se mantenía al margen de su vida. No preguntó por él, incluso cuando se sentía más débil que otros días. Y cuando alguien había hecho el intentó de mencionarlo, había cambiado de tema con rapidez. Con el tiempo todos con los que se comunicaba habían aprendido a no mencionarlo.

La puerta del departamento se abrió, por supuesto su hermana no iba a llamar cuando tenía una llave que podía usar.

Sonrió.

Vanessa apareció unos segundos después en la sala y se acercó a ella a paso veloz para abrazarla. No importa los años que pasaran, su hermana siempre la trataría como si fuera más una hija que una hermana. Y había gran parte en ella que la consideraba una figura materna una madre.

Mucho antes de que su verdadera madre muriera, Vanessa ya se había hecho responsable de velar por ella. No es que su madre no hubiera sido buena, es solo que parecía más preocupada en agradar a su esposo que se olvidaba del resto. Su hermana jamás debió asumir esa responsabilidad, era demasiado para alguien de su edad y no era su responsabilidad.

—Te extrañé, cariño —dijo su hermana todavía abrazándola.

—Si sigues apretándome con fuerza, me desmayaré. —Hizo su mayor esfuerzo por contener las lágrimas.

Vanessa se hizo hacia atrás. Tenía una sonrisa adornando su rostro. Ella, más que nadie, estaba familiarizada con su sentido de humor extraño.

—Estás hermosa, me gusta el vestido que llevas.

—Odié cada minuto que me demoré buscándolo. —Salir de compras no era su actividad favorita.

—Hola, Elaide —dijo su cuñado inclinándose a abrazarla. Adriano era un hombre increíble que no solo adoraba a su hermana sino también la quería a ella.

Elena saludó a los recién llegados y se disculpó para ir a pedirle a la cocinera algo de beber.

Su hermana y su cuñado se sentaron frente a ella y empezaron a preguntarle sobre cómo había estado, luego ella desvió la conversación hacia sus hijas. Ese tema siempre los distraía. Elaide nunca había apreciado ser el centro de atención, al menos no desde que había quedado postrada en aquel accidente.

Sus sobrinas no habían venido porque era un viaje corto y sus padres no querían agotarlas, así que las habían dejado con sus abuelos.

—Me alegrara saber que regresarás a casa —musitó su hermana.

—Donde podamos mantenerte vigilada —acotó su cuñado, aunque sonaba serio el brillo de diversión en sus ojos lo delató.

—Creí que ese era el trabajo de Elena. Si la recuerdas ¿no? La guardaespaldas que me sigue a donde voy.

Su cuñado sonrió de lado.

—Veo que este país no te quitó tu ingenio —dijo su cuñado.

—Ni un poco.

Los dos compartieron una sonrisa. Adriano era un tipo agradable, aunque en general alguien demasiado serio. Eran muy pocas las personas que lograban sacarle una sonrisa, Vanessa encabezaba la lista. Su hermana tenía un encanto natural.

—¿A qué hora es la ceremonia? —preguntó Vanessa.

—A las tres de la tarde.

—Será mejor entonces que nos pongamos en marcha.

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