Capítulo 5

PEPITA

CASSY

Hace mucho tiempo cuando era apenas una niña tenía sueños muy diferentes a lo que mi papá quería para su niña, sin embargo mamá me decía que los persiguiera, cuando era pequeña mi madre me explicó como se hacía uno de mis cuentos favoritos, desde entonces empecé hacer mis propios cuentos, pero mi madre murió y solo fuimos papá y yo. Sumido en su dolor papá vendió todo y nos mudamos a la otra punta del país, así es como llegamos a las highland de Escocia, un lugar mágico lleno de tradiciones que mi papá adoptó como suyo, pero la inesperada muerte de mi madre dejó a mi padre con miedos que no son fáciles de superar, miedo a la ciudad y su cruel gente. Yo también acogí ese miedo en mi interior como si fuera mío, con el tiempo mis ganas de ser una gran escritora de cuentos infantiles se convirtió en algo más.

¡OH! Aún hacía cuentos, pero eran en su gran medida relatos eroticos o de terror y a veces las mezclaba ambas, pero mis escritos quedaron solo para mí, en cuanto mi padre aplastó ese gran sueño de irme a la ciudad.

A veces uno se olvida de quien es con el chasquido de los dedos, a veces alguien puede ayudarte, como ese hombre sexy de hace unos minutos.

¡Perdí la cabeza, perdí la jodida cabeza!

Madre mía y del amor hermoso, jamás me había calentado tanto un hombre con caricias sutiles con intenciones oscuras, Duncan es más del tipo apuntó y disparo, el juego previo no era lo suyo.

¿Qué pensara de mí Balthazar?

Que soy una regalada. Eso seguro.

Jamás había llegado hacer un cosa así, debo mantener distancias, esto no puede volver a pasar, me hizo olvidar mi entorno solo con su cercanía y ese maldito perfume embriagador. Mañana será todo diferente, es en lo último que pienso cuando el sueño me toma, pero sueño con ojos tan claros como la miel, soñé con persecuciones y, un lobo cazando un pequeño conejo inocente, mis sueños estaban revoltosos y extraños, también soñe con cuerpos enredados, calor y sudor.

Por esos sueños inquietos me desperté a las tres de mañana, no volví a conseguir el sueño y bajo ya bañada y cambiada a beber agua para sacar a mi yegua a su paseo.

—Hola, bonita —le digo cuando abro su compuerta, la acarició y la mimo— ¿quieres salir de este encierro?

Le doy un cubo de azúcar y la saco, estando afuera la vuelvo a montar a pelo, la espoleo y salimos cabalgando al noreste de las tierras, la cabalgue como nunca de un manera veloz para mantenerme concentrada tenía que vaciar mi mente de todo. Luego de una larga carrera me acoste bajo un árbol mientras mi yegua bebía agua y descansaba no muy lejos de mí.

Estoy de regreso a la hora y media después y aún los chicos no salen de sus camas y decido empezar a trabajar, estoy sacando a Blue y Savage cuando veo que a Pepita una de las yeguas embarazadas esta relinchando nerviosa, bufa en cuanto me acerco, pero me deja llegar a ella y es cuando la veo.

¡Mierda, se le adelantó el parto!

Me apresure a llegar a ella y palpo su estómago, se adelantó por unas dos semanas, ese pequeño ya quiere llegar.

Corrí al teléfono de la cocina y me encuentro a Balthazar bebiendo café, lo ignoro porque no tengo tiempo para esto y me voy al teléfono que está en la pared marcando el número que me se de memoria.

—Diga —responde una voz somnolienta.

—Doctor McKinley, disculpe que lo despierte, pero a Pepita se le adelantó el parto.

—¡Mierda! —escucho el ruido de estática y se que se está moviendo —tardaré media hora más en llegar, estoy en el pueblo vecino.

—Trataré de esperarlo, pero, Pepita esta ansiosa.

Colgué sin esperar respuesta y estoy saliendo cuando él me llama.

—¡Hey!

—No tengo tiempo.

—¡Lo se! —murmura, luego levanta un poco la voz —¿necesitas ayuda?

Los chicos están por despertar debería decir que no, pero si necesito la mayor ayuda posible.

—Vamos —rápidamente se levanta y me sigue— harás todo lo que yo te diga ¿de acuerdo?

—Bien— veo como arruga el ceño pero, esta de acuerdo.

Lo veo por la esquina de mi ojo y tiene una camiseta básica blanca y unos jeans, zapatos deportivos Nike y el mismo peinado que le vi ayer. Odiaría echarle a perder esa linda ropa.

Agarró un delantal del gancho cerca de la puerta y corro a lavarme la mano en el grifo que está en la

esquina hasta los codos minuciosamente.

—Debes lavarte justo así — le explique.

Es rápido a la hora de acatar órdenes y silencioso. Mejor.

—Ponte esto — le lanzó un delantal igual que el mío y lo ataja sin problemas— tenemos que sacarla de las caballerizas, en ese espacio— señaló un lugar más amplio que es exclusivo para eso, tiene paja recién puesta y limpia — para que esté más cómoda.

Sacarla de su lugar de confort fue uno de los problemas, no quería moverse debido a su dolor, le acaricie mientras le decía palabras alentadoras.

—Pásame los guantes que están allá y ponte unos —le señaló donde están los guantes.

Su cara de preocupación y confunfido es adorable y reiría sino supiera que la yegua está sufriendo.

—Llevamos media hora aquí y no pare ¿qué pasa? —pregunta nervioso.

—Es más grande de lo esperado, hay que ayudarla.

—¿A-ayudarla? —balbucea espantado.

Nuevamente me repito que no debo reírme.

—Sí, ayudarla señor Lennox. Vamos— me muevo a sus cuartos traseros — acariciala, dile que todo va a estar bien y no estés nervioso ella lo siente.

Mientras él se concentra en calmarla y noto que lo hace muy bien, meto ambas manos la yegua, palpo al pequeño potro y está en buena posición, pero esta estancado, vuelvo a palpar sus patas y jalo fuerte, solo logró sacar las pezuñas, esta más estancada de lo que pensé.

—Te necesito, creo que con tu fuerza sale, sino usaremos el gancho, esperar a Billy no es una opción— pierde el color de su rostro cuando se lo digo, pero se mueve para ayudarme.

Mete sus brazos hasta los codos y le enseño a reconocer al potro y que lo agarre con seguridad, en ese momento llegan los gemelos y se quedan perplejos con la escena de las caballerizas.

—Vas a jalar seguro de ti, pero con mucho cuidado —la yegua se queja por una contracción —¡ahora!

Comienza a jalar sacando poco a poco al potro, se asoma la cabeza y el resto de cuerpo sale más fácil, Balthazar se tiene que tumbar en el piso con el potro encima y este enseguida busca ponerse en pie, su cara de incredulidad y felicidad es genuina y todos aplaudimos.

Le voy a decir que se quite porque en cualquier momento la yegua querrá expulsar el resto de la placenta cuando pasa justamente eso y le cae en toda la cara y torso.

El mundo se congela por dos preciosos segundos en los que no sabemos qué hacer hasta que uno de los gemelos estalla en risa y luego todos le seguimos.

—No es gracioso —nos intenta regañar mientras se pone de pie mientras se limpia la placenta de los ojos.

No podemos parar de reír y al final le contagiamos la risa.

—Mejor ve a bañarte mientras los gemelos limpian —le digo para que nadie más lo vea así.

—¡Hey! — se quejan Jim y Jack.

—Eso les pasa por quedarse dormidotes media hora más. Vayan —los mande con la mano.

Ellos se van cabisbajos, pero saben que es cierto mientras el hijo del dueño se pierde en el camino a la casa grande y vuelvo a reír.

Serán unos días emocionantes como sigan pasando cosas así.

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