Capítulo 3

HIGHLAND

CASSY 

Estar en las Highland siempre ha sido grandioso para mí, los campos verdes, el ruido de los animales, simplemente purifica tu alma, la limpia y la tranquiliza, pero sueño un día con ir a la ciudad y trabajar en lo que más me gusta, escribir mi novela. 

Mi día comienza a las cuatro de la mañana, antes de que salga el sol, siempre me tomo un tiempo para mí, saco a mi yegua Indomable para dar un paseo de una hora, la subo al pelo sin silla, agarrándome de sus greñas y me siento libre como el viento al cabalgar a mi yegua como toda una amazona, saltamos troncos y pequeños riachuelos que se encuentran en el camino, nos sentamos unos minutos a descansar, ella come pasto y bebe agua del río y yo me siento bajo la sombra de un árbol, dentro de poco amanecerá, ya los chicos deben estar despertando para iniciar nuestro día. 

—Dylan —saludo a unos de los chicos que se cruza a mi regreso— Nickolas, Jim. 

Veo a unos tres caballos en los corrales y me bajo de Indomable para llevarla junto con los demás.

—Solo faltan cuatro más— me responde Dylan —buenos días —toca su sombrero y sigue.  

Duncan me aborda por la espalda cuando cierro la puerta del corral. 

—Preciosa —me dice y huele mi cabello— ¿cómo amaneces? 

—Bien Duncan, pero no hagas eso aquí— espetó molesta. 

—Pero… Vamos Cass. 

—Dije que no. —gruñí molesta y se alejó con un suspiro de exasperación —ya te dije que lo nuestro se acabó Duncan, fue divertido… 

—¿Divertido? —pregunto ofendido— yo no te quería para algo divertido, Cassidy. 

—Nunca hablamos de nada serio, Duncan —blanqueé los ojos — de hecho, te encontré divirtiéndote con Jazmín. 

—Estaba ebrio. Lo sabes —me acusa, como si fuera mi culpa. 

Esto es el colmo.  

—¿Qué tal si vas a limpiar las caballerizas? —argumente molesta— vamos, que no tenemos todo el día. 

Se dio media vuelta sin insistir, pero sé que lo hará. Volverá con sus excusas y tratar de hacerme sentir culpable, pero eso poco me importaba. 

—¿Otra vez molestando? —me pregunta Dylan, mi mejor amigo. 

—Sí, que pesado —nos reímos mientras terminamos de sacar a los caballos. 

Ha Nickolas le tocó hacer el desayuno esta vez, es algo que se rota en la hacienda, todos tenemos quehaceres así que la comida es un trabajo más. 

Estamos poniendo los platos en el lavavajillas cuando recibo una llamada. 

—Buenos días, Cassidy — me hablan del otro lado del teléfono, frunzo el ceño al no reconocer la voz —te habla Oliver Lennox. 

—Señor Lennox, —saludo al saber quién es — buenos días. 

—Lamento mucho la perdida de tu padre —escucho sus condolencias y eso tensa mi cuerpo, parpadeo varias veces —¿recibiste las flores? 

—Sí, gracias. Estaban muy bonitas, señor Lennox —murmure— y gracias por hacerse caso de su sepelio. 

—Es lo menos que podía hacer luego de tantos años trabajando en esas tierras, su fidelidad y su amor por los caballos, además era un buen amigo—suspira lo que creo que es de tristeza— también lo hice por sentirme culpable por no llegar a tiempo. 

—Mi padre… Yo— no sabía que quería decir —gracias— logre atinar a decir. 

—Acabo de hablar con mi hijo— anuncio entusiasmado de repente cambiando el tema—va la semana que viene para allá. 

—¿Su hijo? — m****a, eso no es bueno—su hijo viene.

—Sí, Balthazar necesita tiempo libre— dice de buen humor —además quiero que vea cómo va la hacienda y ver si necesita más personal.  

—¿Quiere contratar a alguien más?

—No, no, no. Nada de eso, solo quiero que Balthazar me informe como marcha todo. Solo será una semana.

—Gracias por informarme, señor Lennox. 

—Mi esposa quiere visitar la hacienda, iré dentro de un mes y medio cuando acabe mi segunda luna de miel. 

—Muy bien, tendré todo preparado para la llegada de todos —le añadí. 

—No te preocupes, Cecilia me puede ayudar con eso. Solo dile que tenga todo listo— Ceci se encarga de la casa grande ha estado más tiempo que mi papá y que yo, antes era la nana de Balthazar.  

—Así se hará. 

Colgó y me dejó con miles de preguntas en la mente. Balthazar viene de nuevo a la hacienda, de niña lo veía mucho con su mamá, nos llevábamos como ocho años. 

Recuerdo la última vez que lo vi, fue en el cuarto de su madre mientras ella se despedia de él. Yo tenía casi ocho años y lloraba mucho por lo injusto que es la vida, la señora Kim era muy dulce y amable conmigo, pero Balthazar tenía cerca de los quince creo… Siempre fue rebelde y risueño, pero cuando murió su madre se sumió en un ser amargado y triste. Las cosas simplemente empeoraron hasta que se fue, luego de que su madre muriera al poco tiempo ellos se fueron y jamás volvieron.

Reviso a dos yeguas que están a punto de parir y llamó al veterinario para confirmar la consulta y que pase por ellos. 

Luego me acerco a Tun-Tun, el caballo de Balthazar, está muy viejo y tiene artritis, siempre se queja de dolor y hay que hacerle masajes y sacarlo a estirar sus patas sin que nadie lo monte, no será seguro. 

Luego de eso reviso a los demás caballos y me voy a la oficina, reviso en la web una venta de caballos que me importa, si compramos más podemos tener nueva variedad de potrillos. El mejor caballo para procrear es Storm, una pura sangre ganador de muchas carreras en el pasado, se dañó una pata hace dos años y lo querían sacrificar así que lo compre con mi dinero, luego de eso se volvió un activo muy importante. 

Luego de un día duro de trabajo, nos sentamos a ver el juego de fútbol, los chicos se ponen algo bulleros, la comida es la orden del día. Son hombres que trabajan en el campo y me incluyo cuando digo que comemos demasiado y que quemamos muchas calorías, aunque mi cuerpo no se note, como igual que estas bestias del campo. 

—Deberíamos salir el viernes en la noche— se le ocurre a Nicholas— vamos, quiero divertirme. En el bar de Boomer podemos hacerlo. 

—Solo hay dos bares aquí —decrete— el de Boomer es el mejorcito— todos se ríen — salgan si quieren, el sábado debo levantarme temprano para llevar unos caballos a dos pueblos de acá. 

—Es verdad —les recuerda Dylan —no van a dejar a Cass sola ¿o sí? 

—No… Váyanse, no tengo problemas — alegue —el viernes los dejamos en el remolque y listo. 

—Esa es mi Cass —dicen los gemelos Jim y Jack, dos estadounidenses que buscaban escapar de su pasado, mi padre los acogió bajo su ala y más nunca se fueron. 

Luego del juego en el cual perdió Escocia, me fui a descansar. 

—Cass, ¿estás despierta? —pregunta Duncan del otro lado justo cuando estoy poniendo mi cabeza en la almohada— vamos nena, déjame entrar. 

Me quede quieta en la cama y simplemente deje que se cansará de tocar. Duncan era guapo, de cabello color chocolate y de metro setenta y cinco y unos lindos ojos color verdes con azul y grises, todo un bombón con ese cuerpo trabajado en el campo, un eterno bronceado no sólo por sus raíces sino también el sol en su trabajo en el campo, simplemente no sé por qué la llama se apagó mucho antes de que él me engañara con Jazmín, es solo que cada vez que intentaba decírselo él cambiaba el tema. Hasta que me empecé a cansar de querer decírselo y entre en esa comodidad de la que te da flojera salir para no lastimar a nadie, pero verlo revolcarse con Jazmín me dio la excusa perfecta para no volver jamás con él. 

¿Es que no se da cuenta? 

Ya lo suyo ha de ser capricho. 

La semana pasó igual que siempre, cuidando y criando a los caballos, arreglamos una cerca que se dañó a noreste de la hacienda y no pasó nada muy interesante luego de eso. Duncan no dejo de insistir y Dylan más de una vez me tuvo que salvar de su insistencia. 

Es viernes en la noche y los chicos sea fueron a parrandear y ver si hay turistas a las cuales embaucar, Duncan se fue con ellos, los chicos le insistieron para que se fueran todos y él aceptó. Gracias a San Ninian. 

No muchas veces pasa, pero hay veces que me quedo como hoy. Sola. Estaba en ropa interior comiendo pollo frito que me dejó uno de los gemelos en el horno y me fui a por una cerveza, escucho como carraspean y giro mis ojos hastiada, seguro es Duncan que se devolvió en un descuido de los chicos.

¡Adiós a mi viernes por la noche! 

Me levanto y bebo un gran trago de mi cerveza fría y me giro, lo primero que veo son unos pulidos zapatos que sé que no son de los chicos, trago grueso y sigo subiendo la mirada veo unos fuertes muslos en fundadas en un traje una cintura pequeña, un torso musculoso que no se puede esconder en ese maravilloso traje, levantó mucho la cara para ver su esculpido rostro. Madre. Del. Amor. Hermoso. 

«Gracias San Ninian» pensé para mí.

Su mentón es cuadrado con una barba de dos días perfectamente cuidada, su nariz recta delgada, unos labios gruesos que no parecen de este punto mundo, veo sus ojos que son como los de un gato, entre miel y dorado y esas perfectas cejas pobladas y negras la dañan un pequeño corte en su ceja derecha, su cabello es negro azabache y un poco ondulado, está bien peinado y aun así su cabello parece un poco rebelde. Lo veo detallándome y luego observo que estoy viendo a un perfecto extraño. 

Corrección, me estoy comiendo con los ojos a un extraño que capaz y quiere matarme. 

—No quiero matarte— dice divertido.

—¿Eh? — hundí el ceño, confundida con sus palabras.

—Dijiste que estas comiéndote con los ojos a un extraño que capaz y quiere matarme— levanta la ceja —no quiero matarte. Tal vez follarte. 

—¿Qué?  —parece que me comió la lengua el gato y que se perdió mi capacidad de hablar. 

El extraño hace una seña hacia mí con sus labios y su dedo y lentamente veo hacia abajo y veo mi desnudez, de repente recuerdo por qué estoy sola en la casa, porque estoy desnuda y salgo corriendo y me paro detrás del mesón lejos del tipo. 

—¿Quién coño eres? 

—¿Quién eres tú? — me regresa la pregunta. 

—Hágame el favor de decirme que diablos hace aquí y quien es usted. 

—Soy Balthazar Lennox y estás en mi hacienda, o tal vez me equivoque de hacienda —me levanta las cejas y veo las maletas y el traje y uno los puntos. 

Me relajo un poco, no es tan extraño y olvidándome de mi desnudez le tiendo mi mano. 

—Mucho gusto Balthazar, soy Cassidy y yo cuido el rancho— me recibe la mano la estrecha acercándose y quedándose a tan solo un metro. 

—¿Siempre vas vestida así para trabajar? 

—Solo cuando el calor es insoportable. 

Se me acerca como un lobo a su presa. 

—¿Aquí no trabajan hombres? —pregunta, intrigado viendo a todos lados. 

—Trabajan…. Están en el bar de Boomer. 

No tengo idea de porque le doy explicaciones, pero se las doy de igual forma. 

—Entonces tenemos la casa para nosotros — me dice con esa voz ronca y lobuna. 

No sé en qué momento se acercó tanto y lo tengo a un suspiro. Baja su cara para quedar a la par de la mía y sonríe. Mis piernas tiemblan.

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