La amante del CEO
La amante del CEO
Por: Maya Briceño
PRÓLOGO

— Te amo… — susurro entre sus labios mientras entrelazo mis piernas con las suyas, lo escucho reír con su característica voz ronca, me acaricia la espalda abrazándome a su pecho.

— Yo te amo más, Sami — murmura besándome con ternura, las sábanas nos tapa la desnudez, hacia minutos que habíamos hecho el amor en su cama y el sentir su aliento y su respiración me llena de calma — Sami… — lo escucho llamarme, abro mis ojos para mirar sus verdes ojos — ¿Qué piensas de casarnos? — pregunta sin dejar de acariciarme la piel.

Sonrío emocionada por su pregunta.

— Sería la mujer más feliz del mundo si me haces tu esposa — ríe, se sienta y abre un cajón, me siento tapándome con la sábana viendo lo que saca, una pequeña caja de terciopelo.

— Entonces, ¿Aceptarías pasar el resto de tu vida a mi lado? — pregunta mostrando el anillo de aro plateado con dos pequeños diamantes, me mira esperando una respuesta y me echo a llorar asintiendo.

— Si, mil veces si — sonrío abrazándolo y sentándome encima de él, saca el anillo y lo pone en mi dedo anular, lo beso en toda la cara — Es hermoso, no tenías que darme un anillo, Will — se encoje de hombros.

— A mi reina no le va a faltar nada, ni amor, ni dinero, ni joyas — miro el anillo de cerca y luego lo miro a los ojos.

— Tus padres… no creo que estén de acuerdo, ¿sabes? — muerde su labio viendo mi mano, la toma y la besa para luego mirarme a los ojos.

— Mis padres no pueden decirme a quien debo amar, Sami, yo no podría vivir sin ti, me importa poco si no provienes de una familia de alta clase con muchos ceros en la cuenta — lo abrazo, realmente lo amo, estoy enamorada de William, siento que mi corazón va a explotar en cualquier momento de felicidad.

La vida por fin no es tan dura.

— Gracias por aparecer en mi camino, Sami…

(…)

Un mes después.

Memo no deja de mirar el anillo de compromiso que no dejo de presumirle, tiene cara de poco amigos, parece menos feliz mientras toma del palillo de su café helado.

— ¿No estas feliz por mí? — pregunto algo triste, se sienta bien en la silla y pone su café en la mesa.

— Claro que lo estoy, Sam, pero ese tipo no me convence, sé que estas muy enamorada de él y que todo lo que te dice se lo crees pero como ya dije no me convence del todo — suspiro, me cruzo de brazos a punto de llorar — No me pongas esa cara, pequeña morena, sabes que siempre te he protegido de cualquier idiota que quiera contigo — asiento a su comentario.

Memo tiene 23 años y apenas cumpliré 20 este viernes, ambos nos conocimos en una clase en común en la universidad hace dos años hasta que fue transferido a Francia en donde le va muy bien pero eso no nos ha separado para nada.

— Quiero que seas mi padrino de boda — digo con emoción pero su cara no dice lo mismo — Oh vamos, Guillermo, no seas así conmigo, eres mi único amigo — mira a otro lado ignorándome — Memo… anda, di que sí — me mira y suspira asintiendo.

— Sigo en contra — chillo emocionada — Como sea, tengo que asistir a una boda este viernes — los ánimos se me bajaron.

— Cumplo este viernes, Memo — me mira y sonríe por fin después de casi una hora hablando.

— Bueno, podemos ir a la boda y luego a un club o bar para celebrar tu cumple, ¿Te parece? Así el domingo regreso a Francia — asiento a su plan.

— Me parece bien, lástima que no te puedas quedar más… pero vendrás a mi boda, ¿Cierto? — asiente vencido.

— Si, pequeña, no me perderé tu boda, como sea, vamos a comprarte un buen vestido — niego — Samantha, no empieces — se levantó y me levanto por igual para salir de la cafetería.

Memo viene de una familia adinerada como la de William pero ambos no se han caído bien ni antes ni ahora.

— ¿Quién se casa? — pregunto curiosa.

— Maddi Johnson, amiga de la secundaria, se casa con un riquillo ahí que ni conozco, no me dio nombre ni invitación — me detengo y me mira.

— ¿Y cómo piensas entrar? — pregunto.

— Solo tengo que decir mi nombre, tranquila — niego poco convencida.

(…)

Llevaba días sin hablar con Will, no me respondía ni los mensajes ni las llamadas pero ya no tenía que preocuparme más por eso, por lo estaba viendo con mis propios ojos bailando con su ahora esposa, yo debí estar ahí, yo debí ser la novia vestida de blanco.

— ¿Estás bien? — pregunta Memo confundido, niego y salgo corriendo de ahí.

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