"Secretos Hermans"

Después del susto que había tenido esa mañana, gracias a ese encuentro tan desagradable con Tristán, en la tarde se apuró para dirigirse hasta la mansión del señor Corentin.

- ¿...Cuándo volverá a la empresa, Señor Corentin? – preguntó  mientras estaba sentada en la biblioteca del señor Corentin tomando una taza de chocolate con las galletas.

- Mañana… – respondió tomando un sorbo de chocolate de su taza – debo volver, sé que Tristán está llevando mis negocios a la quiebra, Wirth y el contador están escandalizados con los números y me suplicaron volver, - soltó un largo suspiro de de frustración-  no sé que haré con ese muchacho,  Wirt me contactó esta mañana muy preocupado, debo volver si deseo recuperar lo que en estas semanas mi hijo perdió por sus malas decisiones.

- No sé preocupe señor Corentin, sé que solucionará todo… - respondió intentando quitarse la mirada penetrante que Tristán le había dedicado antes de burlarse de ella.

- ...Eso espero… pequeña- respondió con voz ronca estaba frustrado y preocupado y se notaba en todo su ser  - ¿Ya leíste los libros que te llevaste hace unos días? - preguntó unos minutos después intentando cambiar su estado anímico.

- Todos y cada uno de ellos – respondió entusiasmada dirigiéndose a sacarlos de su bolsa, después de hacerlo, los colocó en su lugar – también leí sus anotaciones, las que me dio a estudiar sobre la fabricación de los chocolates, pensé que la realización era más fácil pero me di cuenta que es un trabajo muy delicado y meticuloso.

- Exactamente...Y de mucho corazón, mi niña, son dulces y a los dulces hay que ponerles alma y mucho corazón, se debe buscar la perfección con cada uno de ellos, esas anotaciones que te di, son los secretos mejor guardados de los chocolates Hermans…

- ¿Por qué me los dio a mi y no a su hijo, si son secretos de familia?

- Porque a mi hijo no le importan estos secretos, Annette, a él solo le importa malgastar el dinero sin saber cómo se consigue; es lo que me gustó de ti, mi niña, tu eres muy distinta…

- …Es que la vida me enseñó a qué todo se debe conseguir a punta de trabajo, señor Corentin.

- Lo sé, tal vez yo no le enseñé eso a mi hijo, me equivoqué mucho con él, a los ocho años perdió a su madre y la verdad es que yo me asusté y decidí mandarlo a un internado me sentía incapaz de cruarlo solo, lo dejé ahí hasta que se escapó a los 16 apareció un año después para pedir dinero y yo solo...- alzó los hombros con frustración- se lo dí, me convertí en su banco privado de sus viajes y juergas, sinceramente, creo que asegura que lo abandoné y no es así, Annette, tan solo que no supe cómo criarlo solo – comentó con tristeza.

- No se sienta mal Señor Corentin, usted hizo lo que pudo, es un buen hombre…

- Y tú una buena niña, hubiera deseado que fueras mi hija, siempre quise una niña, pero bueno si no pude con mi hijo que sería con otro más.

- Se lo nota frustrado, señor Corentin y no debe ser así, fue un gran padre, su hijo decidió su camino, además, usted sigue siendo su padre y quién paga sus excesos así que debe pensar en alguna manera de hacerlo cambiar, el tal vez necesita un escarmiento para darse cuenta que es privilegiado...si es lo que desea hacer...

-... Por supuesto que deseo cambiar esa su actitud prepotente, y ya sé cómo lo haré,  algún día, lo sabrás, mi querida Annette, porque yo hace un tiempo ya pensé la manera en que cambiaré la actitud de mi arrogante hijo.

- Suena misterioso, señor Corentin.

- Por el momento solo es una idea pero dentro de un tiempo la implementaré y de seguro te darás cuenta.

****

Al día siguiente, muy temprano, Annette se dirigió de vuelta a su trabajo, estaba mucho más entusiasmada que los otros días puesto que ahora el Señor Corentin volvía a trabajar; se colocó su uniforme, hizo la limpieza, después corrió a la tienda a recoger las galletas que tanto le gustaban a su jefe, preparó el chocolate en la cocina y subió las gradas caracol.

-Hola Margareth – saludó entusiasmada mientras Margareth taipeaba en su máquina de escribir.

-Hola Annette, buenos días…- en ese instante escuchó unos gritos e improperios que salían de la oficina del señor Corentin, se notaba que los aires estaban caldeados ahí dentro.

- ¿Es Tristán y el Señor Corentin? - preguntó con preocupación.

- Pues sí…se metieron ahí dentro, desde que el señor Corentin llegó esta mañana, revisó todos los movimientos que hizo Tristán y bueno está furioso y ahora se lo está echando en cara.

-Vine a traerle el chocolate con sus galletas.

-Pues tendrás que esperar, si deseas puedes dejar la bandeja en mi escritorio y me traes un jugo, por favor, es que está haciendo calor y los ánimos no colaboran, querida Annette.

-Lo sé…- soltó un largo suspiro – el chocolate está muy caliente así que puedo dejarlo que enfríe un poco, iré por tu jugo, espero que al volver todo se haya tranquilizado.

-Yo también lo espero, Annette – respondió tomando el teléfono que empezaba a sonar insistentemente.

Annette dejó la bandeja con las tazas de chocolate y las galletas a un lado del escritorio de Margareth y bajo rápidamente las escaleras hasta llegar a la cocina; a esa hora ya no estaban los cocineros así que ella tomó unas naranjas del frutero y preparó el jugo de Margareth lo colocó en una bandeja y volvió a subir las gradas, estaba llegando al escritorio cuando escuchó un estridente ruido de una puerta cerrarse con fuerza, intentó hacerle caso omiso a la situación y prosiguió, estaba por llegar al escritorio, Margareth seguía al teléfono en eso sintió un gran empujón que le obligó a soltar la bandeja y el jugo voló por los aires ensuciando la blusa de su uniforme …ella todavía no se daba cuenta con quién había chocado hasta que escuchó un estruendoso grito.

-¡Eres estúpida! – era la voz de Tristán que estaba en frente de ella furioso, con todo el pantalón manchado de jugo de naranja - ¡Limpia de una vez el desastre que causaste, idiota!

Annette se quedó petrificada por largos minutos hasta que automáticamente dio vuelta para empezar a bajar y buscar el trapo para limpiar el tiradero, sus ojos se llenaron de lágrimas, estaba por bajar pero escuchó la voz estridente del Señor Corentin.

-¡Deja que lo levanté el culpable de este desastre, Annette! – ordenó levantando la voz, después miró a Tristán con el ceño fruncido - ¡Y tú qué esperas para limpiar esto? - preguntó con el ceño fruncido.

- ¡Esta estúpida mucama es la que hizo esto, yo no voy a limpiar sus desastres! – respondió con altanería - además para eso se le paga.

-¡Fuiste tú quién hizo esto, no ella, así que tú limpia tu desastre, Tristán…yo ví todo y se bastante bien quién empujó a quien! ¡Obedece, ahora mismo! – gritó furioso mientras Tristán apretaba las manos haciendo puño, su rostro estaba desfigurado por la rabia pero no siguió hablando, empezó a caminar y se perdió al bajar las escaleras que lo conducían a la cocina.

-Tu, pequeña, lleva mi taza de chocolate con mis galletas a mi oficina y dejemos que Tristán levanté su desastre.

-Si, señor…- respondió Annette todavía con lágrimas en los ojos.

Levantó la bandeja que había dejado en el escritorio pero tuvo que detenerse al ver cómo Tristán volvía con un trapeador y una escoba para limpiar los pedazos de vidrio del vaso…

- ¡Annette! – escuchó la voz del señor Corentin desde dentro de la oficina.

- Sí, ya voy…- respondió prosiguiendo con su camino, entró a la oficina y quiso cerrar la puerta.

- No la cierres, más bien, quiero que la abras más, quiero ver lo que hace Tristán.

- Señor, ¿No cree que se sentirá humillado si...? – preguntó con nerviosismo.

-... Niña, esto no es humillación, es una lección de vida, Tristán necesita aprender a ser humilde y lo aprenderá solo de esta manera – comentó mientras Annette colocaba la taza del señor Corentin en su escritorio – muchas gracias.

- De nada, Señor Corentin.

Mientras la taza de chocolate se acababa, el señor Corentin vigilaba a su hijo sin perder detalle de todo lo que hacía. Cuando acabó,  Tristán se puso de pie y también lo hizo el señor Corentin, se dirigió rápidamente afuera y vio a Tristán dejar las cosas a un lado.

- ¡Bueno, ya cumplí tu orden, ahora que tus empleados lleven esto abajo! – exclamó con altanería.

- Tu trabajo no terminó aquí, Tristán, termina de llevar las cosas a su lugar y bota la basura.

- ¡Esto es humillante, padre! – refunfuño mientras tomaba los implementos de limpieza que había dejado.

- Es una lección…- respondió volviendo a su oficina – bueno es hora de cumplir otra promesa, Annette, bajemos a las cocinas de la fábrica, te mostraré los secretos de los cuales leíste.

- Está bien, señor Corentin – respondió Annette tomando la bandeja con las tazas, bajó las gradas tras de su jefe hasta que el se dio la vuelta con el ceño fruncido.

- Jamás te coloques tras de nadie, Annette, ponte a mi lado – ordenó.

- Disculpe señor Corentin – respondió con timidez colocándose a su lado rápidamente.

- No te preocupes – respondió con más tranquilidad mientras bajaba los últimos escalones – pero es la última vez que lo haces, una muchacha como tú siempre debe caminar o adelante o al lado de un hombre, jamás atrás como si fuera un perrito, esto es una lección para ti, Annette.

- Si, señor…

Unos minutos después llegaron a las cocinas, Annette dejó las tazas en una mesa y siguió al señor Corentin por los pasillos, no estaban los cocineros pero él sabía muy bien dónde estaba cada uno de los elementos que se utilizaban para la realización de sus chocolates, empezó a explicarle cada ingrediente, cada medida de uso y cada porcentaje, sus secretos mejor guardados, las recetas secretas y los ingredientes secretos que hacían que los chocolates fueran únicos en su tipo, sabrosos y delicados.

Al señor Corentin se lo notaba feliz de enseñarle a alguien más, sobre el funcionamiento de la fábrica, le encantaba ver la atención con la que Annette anotaba todo en una libreta, era una experiencia que tal vez deseaba haberla pasado con su hijo pero por como iba su actitud eso no sucedería.

Los días pasaron rápidamente, Annette seguia aprendiendo sobre los secretos que el Señor Corentin le enseñaba después del trabajo, tomaba nota de cada explicación detallada que le daba, le encantaba saber más sobre el tema, le parecía muy interesante.

****

Una tarde mientras Annette preparaba un poco de chocolate para llevarle a su jefe, escuchó que alguien entraba a la cocina y aplaudía con sarcasmo y desden, ella se dió vuelta y se dió cuenta que era Tristán, quién se acomodó en el umbral de la puerta y miró a Annette nuevamente con esa mirada azulona penetrante.

- ¡Eres la hija que nunca tuvo...! - exclamó con tono burlón.

- Disculpe...Señor Tristán pero no entiendo lo que me está diciendo.

- Por supuesto, mosquita muerta, ¿no entiendes, o no deseas entender? Mi padre está loco contigo, eres la hija y el hijo que nunca tuvo.

- Disculpe pero sigo sin entender - respondió dando la vuelta para tomar las tazas y empezar a servir, no deseaba verlo, sabía que sí lo hacía seguiría balbuceando y no deseaba hacerlo.

- ¡Por supuesto que comprendes! - chillo acercándose a ella la tomó del brazo y obligo que fuera vuelta para mirarlo - ¡Y mírame cuando te hablé! - Annette bajo la mirada, estaba nerviosa no podía mirarlo, esa cosa extraña que sentía por él podía delatarla pero Tristán la obligó a que lo hiciera - que poquita cosa que eres, no sé que le vuelve loco a mi padre, debe ser que le das algo más para que esté así.

Annette al escuchar eso se molestó, le dió rabia el comentario empujó a Tristán hasta casi el medio de la cocina y lo miró con furio.

- ¡Debe respetarme y lavarse la boca antes de hablar de mi, Señor Tristán! Usted solo sabe traerle dolores de cabeza a su padre, pero no permitiré que hable en contra mío de esa manera.

- ¿Y que harás para que no lo haga? - preguntó con sarcasmo mientras Annette se acercó con furia y le dió un sopapo que él no vio venir, después de eso tomó la bandeja con las tazas y con las galletas y siguió su camino, no iba a aguantar los malos tratos de Tristán nunca más.

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