Capítulo Dos

Me negaba a abrir los ojos, no quería verle, me sentía muerta de vergüenza.

—Puedes abrir los ojos, princesita, no voy a comerte —le escuche decir demasiado cerca de mí―. No soy un lobo feroz.

Con algo de nervios entreabrí uno de mis ojos y me sobresalte al ver su rostro pegado del mío; cerré una vez más los ojos y lo empuje lejos de mí y para cuando abrí los ojos una vez más el borrón que había visto la primera vez tomo la forma de un hombre demasiado atractivo como para ser real, tenía que ser un ángel caído desde el mismísimo cielo.

Creo que morí y reviví en un lugar mejor, muchísimo mejor.

— ¡Hey, me escuchas! —dijo chasqueando los dedos frente a mis ojos.

Parpadee varias veces tratando de salir del trance que me genero la primera impresión de  este hombre.

Y como no estar hipnotizada al ver tanta belleza junta; ojos grises, casi blancos enmarcados por dos cejas bien perfiladas, pestañas tupidas y una nariz creada con mucho esmero, pues encajaba a la perfección con las facciones de su rostro y esos labios, sonrojados y carnosos que incitaban a ser besados, mordidos y devorados.

Que tonta era esa tal Liza por dejar libre a un hombre como este.

—Princesita, ¿estás ahí? —volvió a insistir agitando esta vez ambas manos frente a mi rostro.

— ¿Quién es Liza? —fue lo primero que se me ocurrió decir.

El enarco una ceja y cruzo los brazos sobre su pecho, demostrando que mi pregunta no era la correcta.

—En serio piensas que voy a responder esa pregunta —negó con uno de sus largos dedos—… princesita tonta —respondió con voz cínica e insolente.

Fue mi turno de mostrar molestia.

—No es mi culpa que  entraras aquí gritando como un demente —le reñí, sintiendo como el encanto inicial desaparecía—. Te escuchabas muy afectado, solo quería saber si todo estaba bien.

El solo asintió y una pequeña sonrisa ladeada curveo una de las comisuras de su boca.

—El que en realidad debe preguntar si todo está bien aquí, seria yo —reviro con un toque de diversión—. No es muy común toparse con una hermosa princesita vestida de novia en una sala para fumadores, más aún porque no veo algún cigarrillo encendido en tus manos, solo ese lindo ramo —evidencio, apuntando mi mano izquierda donde ciertamente sostenía el bouquet que escondía mi celular—. Debo pensar que por como luces, estas a punto de caminar hacia el altar. ¿O me equivoco?

Alce el rostro adoptando una postura altiva ante él, la impresión que me había causado conocerlo ya se había esfumado después de que dejara en evidencia su actitud chocante.

Enarque una ceja con indiferencia.

—Ahora soy yo la que opina que tú eres un tonto si piensas que voy a responderte, no tengo por qué hacerlo —dije saliendo al fin del rincón donde estuve paralizada por varios minutos—. Ni siquiera te conozco, así que no tiene que importarte.

Una risa profunda broto desde su garganta al escuchar mi respuesta.

—Mira tú, listilla si eres —se burló descaradamente de mí—. Sabes que, yo opino lo mismo con respecto a tu pregunta anterior —de acuerdo, él tenía un punto pero no pensaba darle la razón; así que solo me limite a rodar los ojos con petulancia mientras volvía al centro de la habitación—. La verdad es que tampoco me interesa contarte cosas desagradables, las princesitas como tú solo deben oír cosas hermosas y créeme que lo que me sucedió es una total m****a que no vale la pena mencionar.

Me detuve a verle una vez más y por un momento sentí que la respiración se me atoraba en la garganta; él era sin exagerar el hombre más enigmático y cautivador que había conocido en la vida, y mira que en mi profesión había hombres muy apuestos, pero el caso de este iba más allá de su físico. Era algo en su mirada y su sonrisa que lograba elevar su atractivo al siguiente nivel; tanto, que me robaba la respiración.

—Deja de llamarme princesita, porque en nada lo soy —dije reaccionando del encanto que parecía tener sobre mí—. Al menos en este cuento la princesa no soy.

Sonrió luciendo muy arrogante.

—Esa respuesta me gusta, mejor dicho me parece muy interesante —respondió acercándose a mí e hizo amago  de rozar uno de mis brazos. Su cercanía me permitió percibir el aroma de su colonia y la sensación tan placentera que me embargo, hizo que  cerrara los ojos—. Presiento que toda tú eres un enigma y no sé por qué pero, ahora mismo siento unas inmensas ganas de conocerte. ¿Te gustaría a ti conocerme?

Pregunto rozando al fin una de mis manos, haciendo que con un simple toque todo mi cuerpo burbujeará expectante.

— ¿Acaso no sabes quién soy? —cuestione viéndolo directo a los ojos, su rostro y el mío estaban demasiado cerca; sin embargo, su expresión se mantuvo impasible, no había sorpresa ni reconocimiento.

Ante él solo estaba una chica vestida de novia, nada más.

Y ese hecho provoco que mi interés en este desconocido incrementara.

—Sería más divertido si tú me lo mostraras, ¿no crees? —Se alejó unos cuantos pasos de mí sacando un cigarrillo del bolsillo de su cazadora—. No sé porque pero, algo me dice que ese lindo ramo no será arrojado esta noche.

Sonreí divertida, evitando responder a su pregunta mientras le veía llevar el cigarrillo hasta sus labios y seguidamente encenderlo.

—Fumar da cáncer —dije de pronto, provocando que él se riera de mí.

Negó pareciendo divertido ante mis palabras.

—Y fornicar sin condón crea bebes, o en otros casos contagia enfermedades venéreas —comento con obviedad mientras daba una larga calada a su cigarro—. Dime algo que no sepa, princesita.

—Le tengo miedo a los sapos —respondí sin pensar, tomándolo por sorpresa.

Me miro con curiosidad, y sonriendo asintió.

—Vaya, eso si no me lo esperaba —admitió tomando asiento en uno de los sillones que habían en la estancia—. Entonces eso me confirma que en realidad no eres una princesita como pensaba, porque para encontrar a tu príncipe azul debes besar muchos sapos antes.

Mire hacia el suelo donde la falda del vestido se extendía cubriendo mis preciosos tacones; con una mano hice mi mejor esfuerzo por acomodar la cola del vestido.

—Es una suerte para mí que no esté en busca de un príncipe azul, ya sabes lo que dicen, esos también destiñen.

Respondí mirándolo a los ojos.

—De acuerdo, debo reconocer que me intrigas —murmuro complacido—. ¿Puedo saber cómo te llamas?

Mi mirada seguía fija sobre él, pero no pude responder a su pregunta; el aparato que escondía en mi ramo comenzó a sonar haciendo que recordara la razón inicial por la cual me encontraba en este lugar y con un hombre tan apuesto.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que Nina se fue?

— ¿Hola? —respondí con la mano temblando un poco por la rapidez con que lo saque del bouquet para poder responder.

— ¡Gigi, es hora, apresúrate! —fue todo lo que escuche seguido del pitido que indicaba que la llamada había finalizado.

Mire el aparato en mi mano algo confundida por lo que venía a continuación.

—Esa llamada parece que te puso algo pálida —levante la vista recordando que el hombre de ojos grises continuaba aquí; ya había acabado con su cigarrillo—. ¿Estas segura de querer casarte este tarde, princesita? Porque la expresión en tu rostro me hace pensar que no estás del todo convencida.

— ¡Debo irme ya! —exclame tomando una  vez más parte de la falda de mi vestido para no tropezar al caminar.

— ¡Oye! Si no estás segura de lo que vas a hacer, puedes marcharte —manifestó viniendo tras de mi—. Si quieres puedo ayudarte a huir de aquí; hasta el fin del mundo si quieres, solo pídelo muñeca.

Me detuve  unos pasos antes de hacer mi gran entrada para regalarle una sonrisa a mi ángel desconocido; él parecía impaciente por recibir una respuesta de mi parte.

— ¿Hasta el fin del mundo has dicho? —cuestione de vuelta; él sonrió

—Tú solo pídemelo y lo tendrás. Soy bueno cumpliendo deseos.

Me reí con ganas.

—Eso me gustaría comprobarlo — fue mi respuesta antes de marcharme—. Mejor deséame suerte y ya luego vemos.

—Mejor que no, luego si te casas y eso no es lo que queremos tú y yo —opino—. Te estaré esperando en la parte de atrás del hotel —le escuche gritar a mis espaldas—. Estoy seguro de que vas a necesitarme.

—Ya lo creo que sí, solo que eso tú no lo sabes —me dije pensativa dejándolo atrás en aquella habitación.

Sin más tomé una profunda bocanada de aire, había llegado el momento de  comenzar el espectáculo.

Me acerqué hasta las puertas acristaladas que me separaban del salón de fiestas, y las empujé sin mucho esfuerzo.

Con total seguridad y la cara más regía que tenía, sonreí; había entrado en el momento preciso, pues todos voltearon sorprendidos al verme vestida de novia, unos incrédulos y otros divertidos.

― ¡Yo me opongo, padre! ―dije sin más.

Era hora de terminar con una boda, que más que boda era una completa farsa de la cual tristemente había hecho parte sin siquiera saberlo.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo