Satisfecha con el lenguaje empleado en su primer correo, la jovencita se permitió un breve momento de descanso antes de proseguir con las demás asignaturas de las que le habían dejado tarea. Releyó el correo un par de veces solo para asegurarse de que todo estaba donde debía estar y presionó el botón de enviar.

Lo hizo porque pensó que un correo electrónico de rechazo automático de destinatario le daría un buen toque a su proyecto, algo así como una clase de confirmación de que la realidad podía convivir perfectamente con la ficción.

Pasaron dos minutos sin que el aviso de rechazo se hiciera presente. La niña no le prestó importancia alguna y dejó de lado el proyecto de la “amistad por correspondencia” para concentrarse en las demás tareas pendientes.

Rebuscó en su mochila y tras un par de frustrantes minutos, extrajo un pequeño teléfono celular. Sin molestarse siquiera en revisar las notificaciones que inundaban la pantalla, conectó el dispositivo a la computadora con un maltrecho cable USB y procedió a examinar el carrete de fotografías.

Seis.

Seis fotos del pizarrón. Lo cual equivalía mínimo a seis tareas distintas. El reloj marcaba las 3:30 de la tarde. No había que ser un genio para darse cuenta de que no podría con todas. Suspiró. «Lo mejor será hacer solo las que se tengan que entregar mañana» pensó, y se puso a revisar con detenimiento las fotografías para elegir qué hacer y qué procrastinar.

Le encantaba esa palabra: procrastinar.

Era una forma muy elegante para excusarse por ser flojo.

Las elegidas habían sido: geografía de México, Historia Universal 1 y Matemáticas 1. Las primeras dos solo requerían investigación —“copy-paste”—, pero la última sí le tomaría algo de tiempo. Eran diez tediosos sistemas de ecuaciones… Suspiró otra vez y se preguntó si realmente valía la pena tanto esfuerzo en el primer año de secundaria…

Tan ensimismada estaba en sus “importantes” cavilaciones, que no se percató de que un correo nuevo había llegado a su bandeja de entrada. Uno que parecía todo, menos un rechazo automático del destinatario.