V

   

      Un sol deslumbrante entraba por  la ventana de la habitación, la noche anterior se había tumbado en la cama y se había quedado dormida al instante, se estiró perezosamente mirando el reloj en la mesita de noche al lado de su cama faltaban cinco minutos para las cinco.   Se levantó tranquilamente se lavó los dientes y se bañó. Luego de ponerse otra falda de un blue jean ajustada que le llegaba más debajo de la rodilla y una camisa tres cuarta de tela de hindú que parecía que se la había pedido prestada a Políta la gordita se sentó en la mesa de la cocina, tenía flojera de cocinar así que abrió la nevera sacando una botella de leche y agarrando un paquete de seriales de la despensa junto con un plato.   

- un desayuno especial – dijo sonriéndole a la caja Special K.       

      La puerta fue golpeada por cuatro toques firmes, nadie iba a visitarla tan temprano, aunque si lo pensaba bien nadie la iba a visitar, no tenía amigos ni muchos conocidos en la ciudad. Nerviosa pensó en no abrir pero se acercó cuidadosamente a mirar por el ojo de la puerta a ver de quien se trataba – rayos –pensó.         

      Él hombre en la puerta volvió a tocar – Dayla sé que estas allí, posiblemente estabas sentada en la mesa comiendo esos malditos cereales que te gustan tanto y ahora estas detrás de la puerta decidiendo, rayos ¿cómo este maldito  viejo me encontró?    

- Se te olvida que nunca maldigo o digo malas palabras – corrigió– ¿qué haces aquí Miguel?    

- hablar, traje verdadera comida – la morena volvió a ver por el ojo de la puerta y el hombre levantaba una bolsa de papel.

     Abrió la puerta derrotada, aquel hombre había sido un padre y tutor para ella al llegar a ese país pero era a la última persona que quería ver en ese preciso momento.    

      Él hombre pasó se quitó la bufanda y el abrigo poniéndolos en el perchero junto a la puerta, caminó a paso ligero y se sentó junto a la silla donde estaba sentada Dayla con su desayuno especial.    

- te conozco bien ­– sonrió mirándola.              

- La morena permanecía junto a la puerta mirándolo fijamente.  

- mira te traje unos pastelitos de pollo con crema de cebolla como los que solíamos comer.

    La morena caminó recelosa sentándose en donde estaba sentada minutos antes, el hombre sacó los dos pastelitos pegándole un mordisco a uno, el otro lo colocó encima de la bolsa de papel y lo empujó con la mano hacia donde estaba su plato.     

- ¿a qué has venido Miguel? Porque no creo que después de casi dos años quieras venir a verme precisamente para comer pastelitos de pollo.

- ¿no puedo venir solo por querer comer pastelitos?

- No, no puedes – respondió enojada.

- ¿Por qué no? ­

- ¿vamos a comenzar a hacernos preguntas infinitamente a las cuales no vamos a contestar y comenzaremos a mentirnos?

- ¿por qué eres tan fría conmigo? He venido en son de paz.  

     Suspiró dándose por vencida, lo conocía desde hacía mucho y sabía que no valía la pena seguir con ese juego – ¿de qué quieres hablar a ver?      

- solo quiero saber ¿cómo éstas, que has estado haciendo, cómo ésta tu salud?

- bien no me quejó – respondió metiéndose una cucharada de cereal en la boca.    

- ¿segura? – dijo metiéndose el último bocado de pastelito.

- Completamente – aseguró.

- ¿en qué trabajas? – preguntó parándose de la mesa a recorrer la estancia.   

- ayudante de contaduría.    

- ¿tú ayudante de contaduría? – volteo a mirarla mientras revisaba la despensa de la cocina.  

    La morena seguía comiendo sus cereales tranquilamente mientras él la interrogaba.

- ¿qué tiene? Solo hay que aprenderse las fórmulas y las clasificaciones de las cuentas lo demás es un paseo.

- por supuesto ¿qué es esto? – Tomó una de las cajas de pastillas que estaba sobre la nevera.

- pastillas – respondió levantándose, poniendo en plato en el fregadero y abriendo la despensa colocando la caja de cereal.

- ¿te estas drogando?

- esas no son drogas

     Volvió a la mesa, agarró la botella de leche y volvió junto a él – ¿me darías un permiso? – el hombre se hizo a un lado permitiéndole meter la botella dentro de la nevera.  

- ¿para qué tomas eso?

- ansiedad

- ¿desde cuándo?

      Esa visita la estaba le estaba poniendo los nervios de punta y  ni siquiera había ido a trabajar, necesitaba acabar cuanto antes con ella, le quitó la caja de las manos sacó un blíster, exprimiendo una pastilla se la metió en la boca y tragó. 

- desde que Evan desapareció.

- ¿desapareció? ¿Estas convencida de que él desapareció? ¿Sabes si está vivo? ¿Has tenido alguna noticia de él? ¿Alguno de su cuadrilla ha intentado contactarte?   

- esta conversación se acabó, gracias por la visita ya es hora de irme a trabajar y es tu hora de tu irte.

      Él hombre caminó hacia la entada, se colocó su chaqueta y tomó la bufanda abriendo la puerta y saliendo   

- ¿sabes que puedes venir a trabajar con nosotros cuando quieras verdad? Puedes entrar por la puerta grande y salir cuando quieras no tienes nada que ver con él ni porqué esconderte – dijo estando afuera

- lo tendré en cuenta – respondió cerrando la puerta frente él.

                                           

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