III

   Ese día había estado ajetreado como ninguno en muchos días, por arte de magia Martín se había presentado a trabajar y Dayla estaba actualizando todo cuanto se pudiera, antes de que el hombre fuera a desaparecer de nuevo.

– Day – la pelirroja asomó su cabeza por la puerta de la oficina haciendo un puchero – Arturo te solicita.

     La morena sacó del cajón del escritorio donde estaba sentada un blíster de medicina para la ansiedad,  tragó una pastillita y se levantó de su escritorio, tenía que prepararse para los gritos de ese día, habían pasado muy pacíficas las horas de trabajo que llevaba ese día para ser verdad, así que emprendió camino a la oficina del jefe seguida de Aileen.

- ¿Sabes qué se dice por los pasillos el día de hoy? – Dayla siguió caminando sin  responder – que Arturo se estaba acostando con la dueña de la aseguradora ésta que empezó nueva, luego de varios acostones le dijo que no quería nada con ella porque él estaba comprometido, la mujer se volvió loca y canceló todos los contratos que tenía aquí ¿puedes creerlo? Yo no puedo creerlo es una locura.

   La chica hablaba lo que ella creía un chisme de último minuto con tanta fascinación, que a Dayla le causaba disgusto, era pesado para ella escuchar que en los seis meses que llevaba trabajando en aquel lugar las historias y  aventuras sexuales de su jefe, esas eran cosa que a ella no le importaba e incluso había escuchado la historia  de cómo la misma pelirroja había  conseguido el puesto de secretaria tras tener sexo con él en un baño público.

– Nadie debería meterse con un hombre casado en mi opinión, es una raya para la mujer – continuó diciendo la pelirroja.

    Dayla volteo mirarla llegando a la puerta de la oficina ¿acaso no sabía lo que decían de ella? Pero no era de su incumbencia decirlo – tienes toda la razón no hay que meterse con hombres casados, ni comprometidos eso no da muy bien de qué hablar de la mujer.

    La pelirroja le sonrió satisfecha por el comentario se sentó en su escritorio y la morena entró a la oficina.

– Buenas tardes Dayla permíteme decirte que eres una suertuda – le dijo Arturo cuando entró – pasa y siéntate.

    La morena obedeció y se estremeció al sentir los ojos de su jefe por su cuerpo, no era fea, era una chica promedio, así se quería considerar ella, aunque siempre trataba pasar desapercibida; tenía el cabello liso aunque a la altura de los hombros se le hacían unas grandes ondas que le llegaban hasta las caderas, tenía ojos oscuros y piel bronceada, aunque usaba prendas una talla más grande su cuerpo hacia luciera bien con todo lo que se pusiera.

– Debo confesarte – comenzó a decir Arturo cuando ella se sentó – me sorprendió muchísimo ver a Martín hoy aquí sobrio, sin escusas y dispuesto a trabajar debes tener mucha suerte o un santo muy grande.

     Arturo hablaba  con zumba, estar en esa situación la ponía nerviosa pero no tenía nada que ver, sus manos y pies se pusieron fríos, el hombre se levantó del escritorio  hasta la puerta, ella intuyó a donde se dirigía pero no quiso voltear a ver, su cuerpo tembló y se le puso la piel de gallina al escuchar el pasador de la puerta.

– Martí te llamé porque necesitamos hablar – inquirió el hombre socarronamente posándose a su espalda – anoche después de la reunión me di cuenta de que no sé nada de ti, eres una completa extraña en mi organización, así que estuve buscando información y quede más intrigado al no conseguir nada, así pasé toda la noche investigando y lo único que pude descubrir fue que en año y medio has tenido cuatro trabajos en distintas áreas, según tu agente de empleo todos tus jefes hablan maravillosamente de ti pero dice que has abandonado sin decir  nada, simplemente renuncias y solicitas otro; según el registro civil eres casada pero no traes anillo y tus registros dicen que vienes de la Orchila tus padres residen ella, un sitio muy hermoso - añade - eres hija única, eres nacida de allá, estuve buscando en tus redes sociales y no hay ninguna foto o comentarios referente a ellos o con ellos; según los registros vives hace seis años en este país, aunque Orchila pertenece a las dependencias federales, pero aparte de no aparece nada en ningún lado, absolutamente nada que me pueda decir quién eres, que haces, cuáles son tus hobbies, pasa tiempos, comida favorita solo sé que estas en esta ciudad hace dos años aproximadamente.

     La morena trago saliva sin permitirse aún voltear verlo, no le gustaba hablar ni que hablaran de su vida y mucho menos que se metieran en ella, ella se esforzaba por pasar desapercibida, no molestaba a nadie, para que nadie la molestara a ella.

– Cuéntame Dayla – dijo sonsacándola – siento mucha curiosidad, me intriga tu vida.

– señor Arturo no quiero defraudarlo pero mi vida es privada, no quiero compartirla.

    Se levantó para retirarse pero éste la tomó del brazo – ¿sabes que también encontré? algo muy interesante de hecho, te suena el nombre Evans, Evans Spenser creo que ese el apellido.

– no tengo idea señor - respondió tragando grueso.

– ¿segura? estaba buscando información sobre ti y me pregunté ¿que tenía que ver contigo? por curiosidad seguí leyendo, el hombre es un ex militar ahorita bastante reconocido y buscado en varios países – la morena permanecía callada – de hecho según lo que decía el artículo está solicitado en la interpol por robo y tráfico de sustancias psicotrópicas, indagué un poco más para ver por qué salía ese documento mientras te buscaba y descubrí Dayla que es su esposa se llamaba igual que tú, busque acerca de ella y los documento salían eliminados, el día que desapareció el hombre desapareció a ella le dejaron libre y fuera de eso porque le abandonó sin dejar rastro luego de darte una golpiza que te dejó inconsciente para que no supieras a donde iba, al investigarla y ver que ella no formaba parte de nada de eso borraron todo lo referente a ella. Entonces hoy cuando llegue busque en los registros para ver si eras ella y me di cuenta que apenas tenemos tus papeles ¿Cómo te contratamos sin buscar tus antecedentes? ya sé cómo lo hicimos porque tu apellido es Martí ¿no? – la morena estaba aguantando las ganas de llorar – ¿Te imaginas lo que pasaría si yo les digo tu paradero a las personas que buscan a tu esposo?

– Don Arturo yo… – habló con vos temblorosa alejándose un poco de él tratando de mostrarse inflexible pero el miedo y la ansiedad que amenazaba con aparecer, sentía que el corazón se le saldría por la boca.

– ¿es impresionante lo que se puede conseguir con una buena investigación no crees? Pero tranquila que podemos llegar a un acuerdo, puedes darme algo a cambio de mi silencio – la tomó de las caderas trayéndola junto a él,  paso una mano por su rostro y luego por su espalda hasta su trasero. La morena aguantaba la respiración y las ganas de llorar – ¿Qué me dices?

     Ella volteo la cara y asintió levemente, el hombre sonrió victoriosamente, le acarició las nalgas por encima de falda luego paso su mano a la parte de adelante y la metió por debajo de su falda, la morena tragó grueso, no se creía lo que estaba a punto de dejar que le hicieran, cerró los ojos reprimiendo las lágrimas que estaban a punto de salir – esto no puede estar pasándome a mí – pensó

    Con la mano debajo de su falda toqueteó por encima de su panty dando un gemido grueso – mira lo que provocas Martí.

    La chica se puso rígida  negándose a mirar, no quería ni escuchar – relájate que to no muerdo.

    Luego de toquetear aparto la panty e introdujo sus dedos en forma circular – maldición Dayla eres tan estrecha que me vas a hacer venirme sin estar dentro de ti. 

     La morena se negaba a derramar lágrimas continuaba con los ojos cerrados sintiéndose cada vez peor consigo misma.

– que divino se siente, eres exactamente como te imaginé - rumió el hombre.

    Durante todo el proceso la chica no se movió, apenas respiró, solo quería que acabara e irse de aquella oficina, luego de unos minutos Arturo se alejó de ella mirándola presuntuoso – es suficiente por el día de  hoy – la morena se alejó con los cachetes encendidos llenos de vergüenza y frustración.

    Él le lanzo una sonrisa maliciosa la cual ella ignoró  arreglando rápidamente su tanga, se sentía como una estúpida, se había mostrado débil ante él, simplemente la había manipulado y ella había cedido ante él, camino a zancadas hasta la puerta sacando el seguro, saliendo de la oficina corriendo hasta el baño, estando allí dejo caer las lágrimas se sentía sucia y miserable.

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