MICHELLEBusco a los otros, pero no los encuentro, supongo que estarán más adelante, así que empiezo a caminar. Ellos emergen de la oscuridad y comienzan el interrogatorio.—Menos mal estás bien —comenta Alphonse parándose a mi lado.—¿Qué fue lo que sucedió allá dentro? El sabio nos dejó escapar y dijo que tú saldrías en un rato, que no nos preocupáramos —dice Thrall mirándome con intriga.—Todo fue muy confuso, pero en resumen gracias a él nuestra persecución terminó. Ya no somos fugitivos y ustedes pueden regresar a ser caballeros de la familia real —dirijo mi vista a los soldados, los cuales se miran confundidos ante mi noticia.—¿Cómo es posible? Deberían considerarnos traidores —responde William y se cruza de brazos.—Al parecer el sabio no estaba de acuerdo con los caprichos del Príncipe. Como prueba me dejaron marcharme sin problemas —omito la verdad.—Todo esto es muy raro —dice Thrall frunciendo el ceño—. De cualquier forma, estamos a salvo, que es lo importante.—Casi no la
MICHELLEEl sol que entra por el ventanal del ático me avisa que ya es de día. Me levanto perezosa de la cama, arrastrando las sábanas conmigo. Han pasado varios días desde que llegué a este mundo. Mañana se cumple la semana y debo partir en mi viaje con el Príncipe. Mientras me he dedicado a conocer un poco más las costumbres extranjeras, después de todo, estaré un largo tiempo por aquí. Manejan una extraña lengua que no conozco, lo extraño es que les entiendo a la perfección cuando conversamos, como si habláramos el mismo idioma; sin embargo, no logro poder leer ninguno de sus libros, ni anuncios, nada. Soy analfabeta.Lo que causa la magia.Por otro parte, el sitio está ambientado como en la época medieval. El tiempo retrocedió y la tecnología del siglo XXI no existe en este mundo.El pueblo es muy pintoresco y cálido. Por más que lo recorro no termino de conocerlo. Es sumamente extenso. Thrall e Izan se ofrecieron a ser mis guías turísticos, y, a su vez, me explicaron como es este
MICHELLENo puedo decidir que ponerme, estoy tan nerviosa. Sé que Thrall me invitó por amabilidad y no porque tenga segundas intenciones. Me vio recaída porque mañana comienzo el viaje con el Príncipe y quiere subirme el ánimo.Desordeno el armario buscando algún vestido para la ocasión. Diviso uno en el fondo que llama mi atención. Me lo pruebo y no me queda nada mal. Es azul marino de mangas cortas y escote cuadrado. Posee una cinta celeste más arriba de la cintura, esta crea pliegues a lo largo del vestido.Me dejo el cabello suelto. Paso a observarme en el espejo de cuerpo completo. Me veo bien y la situación lo amerita, se trata del festival del pueblo. Thrall no pensará que me emocioné de más por la invitación o que tergiverse las cosas.No es una cita.Abandono la habitación para reunirme con Thrall. Llego al portal, lo observo sentado en uno de los peldaños de la escalera, esperándome. No veo a más nadie de la familia, supongo que todos partieron ya al festival. El hecho de qu
MICHELLELos pasos se escuchan cada vez más cerca, me muevo de un lado al otro sin saber qué hacer.—¿Thrall, qué hacemos? —susurro alterada.Thrall no responde, al igual que yo busca un lugar por donde escapar. Sin previo aviso me pega contra la pared, me encierra entre sus brazos, a la altura de mis hombros. Sucede tan rápido, que no me da tiempo para ser consciente de la situación. Se acerca peligrosamente a mi rostro, nuestros labios muy cerca el uno del otro. Puedo sentir la respiración tibia de Thrall chocando con la mía. Mis ojos no pestañean. No pienso. No reacciono. Estoy inmóvil como una estatua.—¡Este no es lugar para andar acaramelados! —grita una voz.—Disculpe —dice Thrall y comienza a reírse. Para mi sorpresa, toma mi mano—. Ya nos vamos.Me dejo guiar por la mano de Thrall mientras observo como el guardia desaparece en la lejanía. Mi mente no puede procesar lo que acaba de suceder.¡Thrall estuvo a punto de besarme!Grita mi cerebro y le pido que se calle. Por alguna
MICHELLELlegamos a un espacio abierto, un pequeño lago aparece frente a mí, bordeado por los altos y coposos árboles. La poca luz de la luna se ve reflejada en el agua. Tan clara y a la vez profunda, me causa un escalofrío con solo verla.¿Mencione que no sé nadar? Nunca aprendí a nadar bien, si puedo evitar acercarme a la parte honda lo hago.Regreso al presente y le digo a mi cerebro que deje de divagar tanto. Thrall se encuentra parado frente a mí, de espalda. Sigue sin dirigirme la palabra. Se sienta en el césped mirando hacia el lago. Me siento a su lado y empiezo a impacientarme. Él voltea a verme a los ojos, su mirada está llena de determinación, lo cual, me causa inquietud.—Michelle, me gustas —dice tan rápido y concreto que me quedo en seco—. Desde hace unos días he sentido que me atraes y quería decírtelo —baja la vista y la regresa a mis ojos. Mis labios se separan, tratando de formular alguna palabra, pero de ellos no sale ni un sonido.Jamás se me habían declarado. No
MICHELLEDespierto después de haber llorado toda la noche. Con lo sucedido ayer olvidé por completo armar la valija. Abro el armario, agarro los vestidos y otros objetos que puedan servirme. No tengo ni idea que llevar, no quiero llevar mucho peso, mejor dicho, no quiero llevar nada, es demasiado incómodo andar por medio mundo cargando equipaje. Camino hacia la derecha y abro los baúles en busca de algún objeto que pueda utilizar como valija.Escucho que alguien me llama y me acerco a la escalera. A esta la amarre a una columna de madera utilizando un hilo, es mi seguro para evitar visitantes indeseados.—Michelle, voy a pasar —dice la señora Amelia. Suelto el seguro, la escalera se desglosa hacia abajo y observo la cabeza blanca subir.—¿Ya tienes todo listo?—Me hace falta una valija —respondo y le señalo los objetos que separé para llevar.—Me parece que tengo una por aquí —se acerca a un baúl que se encuentra más al fondo. Extrae de él un saco polvoriento.—Hay que limpiarlo, pero
MICHELLECorro con todas mis fuerzas como si un asesino en serie viniera persiguiéndome. El viento se lleva mis lágrimas con él y deseo que me teletransporte lejos del Príncipe.Me adentro al bosque con la intención de perderlo; salto y esquivo ramas por doquier. No me atrevo a girar la cabeza para saber si viene persiguiéndome. Prefiero pensar qué no se dio cuenta de mi desaparición, pero sé, qué es pedir demasiado.Me detengo. Inhalo y exhalo aire a mis pulmones para armarme de valor. Me doy la vuelta, solo veo árboles y arbustos. No escucho ruidos que me avisen qué hay alguien cerca; miro de un lado al otro, nada.Entre jadeos me recuesto sobre un árbol. Mis lágrimas se secaron y gracias a la adrenalina me pude calmar. No debo pensar en el tema o si no lloverán cascadas en mis ojos.Desde que llegué no hago más que llorar. Suelto un gran suspiro. Algo anda mal, no es posible que el Príncipe haya perdido mi rastro. La primera vez que nos conocimos me alcanzó en un parpadeo, lo que
MICHELLEEl sol me cubre el rostro y me anuncia que ha llegado un nuevo día. Abro los ojos, preguntándome donde me encuentro. No tardó mucho en recordar los últimos sucesos. Pasé la noche a la intemperie junto al Príncipe, luego de haber hecho las paces. Me duele todo el cuerpo producto de lo mal que dormí. El suelo duro del bosque no es el mejor colchón y mi mano mucho menos una buena almohada. Deberé acostumbrarme a pasar muchas noches como la de ayer. Levanto la vista y no veo señales de mi acompañante, decido ponerme de pie y revisar los alrededores.Escucho el sonido del río y veo una cabellera rubia a lo lejos, me percato que no se encuentra solo. Acaricia la cabeza de un corcel puramente blanco, de cuello largo, ojos grandes y patas fuertes. Es tan blanco que parece mágico, debe provenir del mismo cielo. Me acerco a ellos con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Me encantan los animales!Me detengo cuando me percato que en la frente del corcel sobresale un cuerno dorado.—¿De dónde