MICHELLE
Con la otra mano el guardia me quita las llaves y me empuja hacia el suelo. Me golpeo contra el duro y frío piso de la mazmorra.
—¡Enciérrenlos a todos! —ordena el guardia y nos agarran bruscamente. Él abre la celda de Thrall con las llaves robadas y los demás guardias nos empujan hacia dentro—, ¡Caballeros traicionando al Rey de esta forma! ¡Debería darles vergüenza ayudar a fugitivos a escapar!
—¡No hemos traicionado a nadie! Este chico es inocente no debió ser encerrado —grita William.
—¡Silencio! ¡¿Quién te crees que eres para criticar el juicio del Rey?! —golpea los barrotes de la celda, causando un respingo a mi corazón.
—Ha sido el Príncipe quien lo encerró. Mi respeto se lo doy al Rey —responde William más calmado.
—¡Ins
MICHELLEAlphonse y William guían la huida. Los guardias nos apuntan con las afiladas espadas. Nuestros caballeros los enfrentan sin dudar y una pelea se desata. Es increíble el manejo de la espada que poseen. Me extasía la contienda y no me percato de la presencia de un guardia detrás de mí, este me sujeta por el cuello, ahogándome. Golpeo su brazo protegido por la armadura, mis esfuerzos son en vano, él no me suelta. De repente, me suelta y caigo al piso. Toso por culpa del inexistente aire que estaba entrando a mis pulmones. El sujeto salta de un lado a otro, se quiere quitar algo de encima que mis ojos no ven. Despavorido, sale huyendo. Thrall me levanta del piso.—¿Puedes respirar bien? —me sostiene por los hombros.—Sí, gracias. Fuiste tú, ¿cierto? —jadeo casi sin aire.—Las ilusiones son mi especialidad —ambos sonre&iacu
MICHELLELa aparición de aquel anciano me salvó de un destino desalentador. El Príncipe olvida mi existencia, toda la atención se la da al hombre mayor.—Sabio, ¿qué hace despierto a esta hora? —pregunta confundido. Lo acaban de sorprender en algo en lo que no quería testigo.—Estaba esperando el momento indicado para realizar mi gran aparición. Eso es todo —sonríe y se aproxima a nosotros—. Soldados, déjennos a solas… y no persigan a los fugitivos, ya me encargue de que escaparan.¿Qué dijo? ¿Este anciano esta demente?—¿Qué significa todo esto? Eran fugitivos peligrosos. Mire como dejaron el palacio —dice serio.—Las acciones de ese chico son de admirar y ni se diga de esos caballeros, ¡Los quiero mañana mismo a mi cargo! —ríe el anciano mientras se sostiene el estómago. Todo esto parece causarle gracia. El Príncipe se queda en silencio sin rechistar palabra alguna.—Retírense —ordena y los soldados salen huyendo de la sala.Finalmente, solo quedamos nosotros tres. El fuego en la ve
MICHELLEBusco a los otros, pero no los encuentro, supongo que estarán más adelante, así que empiezo a caminar. Ellos emergen de la oscuridad y comienzan el interrogatorio.—Menos mal estás bien —comenta Alphonse parándose a mi lado.—¿Qué fue lo que sucedió allá dentro? El sabio nos dejó escapar y dijo que tú saldrías en un rato, que no nos preocupáramos —dice Thrall mirándome con intriga.—Todo fue muy confuso, pero en resumen gracias a él nuestra persecución terminó. Ya no somos fugitivos y ustedes pueden regresar a ser caballeros de la familia real —dirijo mi vista a los soldados, los cuales se miran confundidos ante mi noticia.—¿Cómo es posible? Deberían considerarnos traidores —responde William y se cruza de brazos.—Al parecer el sabio no estaba de acuerdo con los caprichos del Príncipe. Como prueba me dejaron marcharme sin problemas —omito la verdad.—Todo esto es muy raro —dice Thrall frunciendo el ceño—. De cualquier forma, estamos a salvo, que es lo importante.—Casi no la
MICHELLEEl sol que entra por el ventanal del ático me avisa que ya es de día. Me levanto perezosa de la cama, arrastrando las sábanas conmigo. Han pasado varios días desde que llegué a este mundo. Mañana se cumple la semana y debo partir en mi viaje con el Príncipe. Mientras me he dedicado a conocer un poco más las costumbres extranjeras, después de todo, estaré un largo tiempo por aquí. Manejan una extraña lengua que no conozco, lo extraño es que les entiendo a la perfección cuando conversamos, como si habláramos el mismo idioma; sin embargo, no logro poder leer ninguno de sus libros, ni anuncios, nada. Soy analfabeta.Lo que causa la magia.Por otro parte, el sitio está ambientado como en la época medieval. El tiempo retrocedió y la tecnología del siglo XXI no existe en este mundo.El pueblo es muy pintoresco y cálido. Por más que lo recorro no termino de conocerlo. Es sumamente extenso. Thrall e Izan se ofrecieron a ser mis guías turísticos, y, a su vez, me explicaron como es este
MICHELLENo puedo decidir que ponerme, estoy tan nerviosa. Sé que Thrall me invitó por amabilidad y no porque tenga segundas intenciones. Me vio recaída porque mañana comienzo el viaje con el Príncipe y quiere subirme el ánimo.Desordeno el armario buscando algún vestido para la ocasión. Diviso uno en el fondo que llama mi atención. Me lo pruebo y no me queda nada mal. Es azul marino de mangas cortas y escote cuadrado. Posee una cinta celeste más arriba de la cintura, esta crea pliegues a lo largo del vestido.Me dejo el cabello suelto. Paso a observarme en el espejo de cuerpo completo. Me veo bien y la situación lo amerita, se trata del festival del pueblo. Thrall no pensará que me emocioné de más por la invitación o que tergiverse las cosas.No es una cita.Abandono la habitación para reunirme con Thrall. Llego al portal, lo observo sentado en uno de los peldaños de la escalera, esperándome. No veo a más nadie de la familia, supongo que todos partieron ya al festival. El hecho de qu
MICHELLELos pasos se escuchan cada vez más cerca, me muevo de un lado al otro sin saber qué hacer.—¿Thrall, qué hacemos? —susurro alterada.Thrall no responde, al igual que yo busca un lugar por donde escapar. Sin previo aviso me pega contra la pared, me encierra entre sus brazos, a la altura de mis hombros. Sucede tan rápido, que no me da tiempo para ser consciente de la situación. Se acerca peligrosamente a mi rostro, nuestros labios muy cerca el uno del otro. Puedo sentir la respiración tibia de Thrall chocando con la mía. Mis ojos no pestañean. No pienso. No reacciono. Estoy inmóvil como una estatua.—¡Este no es lugar para andar acaramelados! —grita una voz.—Disculpe —dice Thrall y comienza a reírse. Para mi sorpresa, toma mi mano—. Ya nos vamos.Me dejo guiar por la mano de Thrall mientras observo como el guardia desaparece en la lejanía. Mi mente no puede procesar lo que acaba de suceder.¡Thrall estuvo a punto de besarme!Grita mi cerebro y le pido que se calle. Por alguna
MICHELLELlegamos a un espacio abierto, un pequeño lago aparece frente a mí, bordeado por los altos y coposos árboles. La poca luz de la luna se ve reflejada en el agua. Tan clara y a la vez profunda, me causa un escalofrío con solo verla.¿Mencione que no sé nadar? Nunca aprendí a nadar bien, si puedo evitar acercarme a la parte honda lo hago.Regreso al presente y le digo a mi cerebro que deje de divagar tanto. Thrall se encuentra parado frente a mí, de espalda. Sigue sin dirigirme la palabra. Se sienta en el césped mirando hacia el lago. Me siento a su lado y empiezo a impacientarme. Él voltea a verme a los ojos, su mirada está llena de determinación, lo cual, me causa inquietud.—Michelle, me gustas —dice tan rápido y concreto que me quedo en seco—. Desde hace unos días he sentido que me atraes y quería decírtelo —baja la vista y la regresa a mis ojos. Mis labios se separan, tratando de formular alguna palabra, pero de ellos no sale ni un sonido.Jamás se me habían declarado. No
MICHELLEDespierto después de haber llorado toda la noche. Con lo sucedido ayer olvidé por completo armar la valija. Abro el armario, agarro los vestidos y otros objetos que puedan servirme. No tengo ni idea que llevar, no quiero llevar mucho peso, mejor dicho, no quiero llevar nada, es demasiado incómodo andar por medio mundo cargando equipaje. Camino hacia la derecha y abro los baúles en busca de algún objeto que pueda utilizar como valija.Escucho que alguien me llama y me acerco a la escalera. A esta la amarre a una columna de madera utilizando un hilo, es mi seguro para evitar visitantes indeseados.—Michelle, voy a pasar —dice la señora Amelia. Suelto el seguro, la escalera se desglosa hacia abajo y observo la cabeza blanca subir.—¿Ya tienes todo listo?—Me hace falta una valija —respondo y le señalo los objetos que separé para llevar.—Me parece que tengo una por aquí —se acerca a un baúl que se encuentra más al fondo. Extrae de él un saco polvoriento.—Hay que limpiarlo, pero