LXXXIV
—¿Cuándo pensabas decirme?

—No te enojes… —murmuró en respuesta con una expresión temerosa.

—¿Por qué no me lo contaste? —su voz era casi un gruñido mesurado y contenido. Permanecía estoico y a la vez desprendía un aura tan intimidante como un océano encolerizado y tempestuoso.

—Yo… —Temblaba para mantenerse estable ante él. Sentía débiles las piernas, apenas lograba contenerse de pie sin caer al suelo.

—Pudiste decirme... ¿Cuándo pensabas decirme que él vendría también? —La tomó de la barbilla con una mano para acercarla a él.

—¿Eh?, yo, no lo sabía... —tartamudeó inquieta. Lucyan entornó los ojos antes de respirar pesado y mantener esa distancia. Recordó la idea que había surgido en su cabeza momentos atrás en el jardín.

Rozó con los dedos, bajando su mano desde la barbilla hacia el camino a su cuello donde sujetó la bufanda y se la quitó antes de dejarle los labios presionados en el cuello. Sophie dio un respingo en cuanto la sacó le descubrió el cuello y después sintió que le
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