III

El largo camino de regreso a su casa transcurrió en un paso más lento que al recorrerlo temprano para llegar allí, aproximadamente eran poco más de las ocho de la noche cuando volvió a poner los pies en su apartamento.

A pesar de haber estado más temprano allí cuando llegó solo unas horas antes, ahora le pareció muy lejano, casi de otra vida. Estaba tan inmutable y en silencio como al principio de varios meses atrás cuando salió a su gira dejando todo en un estático vacío intacto.

Un par de toques a su puerta la hizo ir a ver quién podía ser, al abrir se halló de frente con Lucy, su vecina y una de sus amigas de su circulo social clásico.

—Sophie no me lo puedo creer que llegas después de tanto y lo primero que hiciste fue salir disparada en un pitido.

La chica de mas o menos la edad de Sophie tenía los brazos cruzados mirándola con la cabeza inclinada a medio lado. Su cabello castaño caía liso y le llegaba hasta la espalda, su estatura apenas más alta que la de Sophie no destacaba diferencia entre ellas en su aspecto.

»Mínimo pudiste detenerte a decir hola. —Sus ojos azabache se enfocaban en ella, enarcando las cejas mientras tamborilea los dedos de una mano en su brazo.

—Sí, lo lamento. Disculpa es que fui a ver a mi hermana, siempre había estado ocupada y ahora que se mudó más cerca puedo ir a verla.

—Oh sí, hablando de eso ¿Cómo va todo con Haley?

—Bien… —suspiró—, pues está bastante cambiada, y definitivamente tendría un mundo de cosas para decir ahora al respecto, aunque… —Se detuvo a pensar por un momento—. También tuve que hallarme con el patán de su marido.

—Vaya, no se quieren para nada.

—Ni de coña tengo por qué hacerlo. No voy a ser condescendiente con ese amargado.

—Vale, vale, se tienen grima. Mejor hablemos de eso dentro, aquí fuera hace frío. —La ropa que Lucy llevaba no hacía mucho por abrigarla, al encontrarse en casa vestía ropa sencilla, unos pantaloncillos cortos hasta el muslo y un suéter con las mangas recogidas—. Ponme al detalle de los últimos meses.

Accediendo a su petición, Sophie se distrajo durante un rato platicando con Lucy, olvidando por un breve momento el sinsabor que obtuvo luego de el intercambio de palabras con Lucyan, todavía podía sentir la amargura que desprendían las palabras de su cuñado.

Luego de terminar de conversar a altas horas de la noche acaban por despedirse, tras lo cual Sophie se va a dormir cayendo en un profundo sueño. Arrastrada por las horas en vela desde su llegada.

El día siguiente decidió pasar temprano por el estudio donde grababa para saludar a los demás conocidos que no había tenido tiempo de ver al llegar. Allí se había encontrado con otras dos amigas que al igual que Lucy se le echaron a abordar conversación con ella.

Tras un tendido intercambio de anécdotas por parte de Sophie y de sus conocidos allí presentes decidió terminar por ese día su reunión con las personas con quien trabajaba.

—Ya les dí saludo por hoy a todo mundo, ahora creo que me gustaría aprovechar mis horas. —Eran cerca de las dos de la tarde cuando subió a su auto volviendo a conducir el camino hacia la casa de Haley, tal como le había dicho a Rose, ella iría ese día para ver a su hermana.

Trataría de aprovechar bien las horas del día para estar allí temprano y no volver a la misma hora de el día anterior.

—Ya llegué —se dijo a si misma al estar frente a la puerta y tocar el timbre, en pocos segundos Rose abrió la puerta tras escucharla—. Rose, buenas tardes.

—Señorita Sophie, bienvenida —saludó con una inclinación de cabeza como acostumbraba a saludar a las visitas—, ¿viene a ver a la señora?

—Así es —contestó de buen humor antes de echar una mirada rápida alrededor para acercarse a Rose como si le fuera a contar un secreto—, por cierto, no está él por allí ¿o sí?

Por un segundo, Rose amplió la vista sabiendo que hablaba de Lucyan, se debía notar pintado en la frente de Sophie que no deseaba verlo a él precisamente.

—Oh, no señorita. El amo ha salido a atender unos asuntos y volverá por la tarde.

El rostro de Sophie cambió a una clara expresión de alivio, cosa que interesó a Rose. De verdad ella y Lucyan se podrían confundir con dos personas que se tendrían un dardo rozando el cuello del otro.

—Me lamento decirle señorita que el amo no está presente si desea hablar con él. —La voz pacífica y serena de Lily sonó a espaldas de Rose atrayendo la mirada de Sophie.

—No… —murmuró con cierto desagrado ante la idea—, no me pasa por la mente encontrarme con él —dicho esto no añadió nada más al tema antes de ver de nuevo a Rose—. Me gustaría ver a Haley, ¿está ocupada?

—Em, no, permítame la llevo con ella —respondió Rose como si pusiera de nuevo los pies en tierra, algo de la estoica presencia de Lily parecía hacerle tener una posición muy superior entre el personal, algo que intrigaba a Sophie.

Ya en el cuarto donde Haley se hallaba, ella estaba sentada en una mecedora frente a la ventana del balcón, al escuchar la puerta abrirse volteó a ver para enfocarse en Rose y Sophie que entraban.

—Viniste de nuevo —habló Haley al ver a su hermana cerrando el libro que tenía en sus manos.

—Claro, ¿acaso lo dudas?

—Para nada, Rose ya me había dicho que vendrías hoy —contestó a su gemela antes de ponerse de pie, esta vez parecía mejorar ya que caminaba con suma facilidad, Rose ya se había retirado dejándolas solas a las dos.

—¿Es lo único que te dijeron? —Haley miró extrañada a Sophie tras esa pregunta.

—Sí, ¿acaso habías dejado dicho algo más para mí? —Sophie echó su mirada por un costado durante un pequeño instante.

—No, nada más —respondió, tal parece que nadie le había comentado del el intercambio repelente durante la cena que había ocurrido con Lucyan, quizá no le habían dicho para no preocuparla.

—Podemos pasar la tarde juntas, terminemos de hablar ya que ayer no pudimos hacerlo. —Las palabras de su hermana sacaron a Sophie de sus pensamientos, haciéndola concentrarse en el mundo real de nuevo.

—Ah, sí. Me habían dicho que te sentiste mal anoche. Que estabas cansada, me estuvo dando vueltas durante toda la mañana.

—No es tan grave, estoy bien —respondió para calmar a Sophie mientras esbozaba una sonrisa—, no debes preocuparte por eso, solo fue un poco de cansancio nada más.

Aún con las palabras de su hermana había un temor revolviéndose dentro de Sophie ante la inquietud de que su hermana le escondía algo.

—Por favor no lo ocultes la próxima vez —dijo en voz suplicante—, si ocurre algo dímelo, ¿puedes prometer eso? —La mirada de Sophie reflejaba el temor oculto dentro de ella.

—Está bien, lo prometo. La próxima te lo diré, está bien.

—Okey… —suspiró Sophie, tratando de alejar esa oscura idea que pesaba encima de su cabeza.

Las horas avanzaron hasta que la tarde comenzó a caer y se acercaba el final de ese día. Habían pasado los últimos momentos conversando acerca de sus días de infancia antes de el día que sus padres decidieran divorciarse y cada uno asumir por separado la custodia de cada una de las gemelas.

—Recuerdas aquella vieja costumbre del abuelo de nadar en la madrugada —habló Sophie mientras ambas están sentadas en lados separados de la cama como hacían de niñas para ponerse a platicar.

—Lo recuerdo, la abuela siempre reñía eso. ¿Todavía lo hace? No los he visto en mucho tiempo, desde que fui a vivir con mamá.

—Sí, y yo quedé con los abuelos por los constantes viajes de papá.

—Han pasado mucho estos años que muy poco nos veíamos. Casi no pudimos estar juntas hasta que fuimos mayores de nuevo.

—Sí, hasta por el momento en que te casaste, después de eso no nos vimos hasta ahora.

—Desde ese día no he visto al abuelo —dijo mientras se quedaba pensativa unos segundos mirando al techo—. Tengo algo de sed, ¿quieres algo para beber también?, puedo llamar a alguien que traiga algo para las dos.

—Si no es ponerme fastidiosa, claro.

Ambas estaban tan concentradas en su conversación que ninguna se percató del lujoso auto elegante que recorría el camino de entrada y se estacionaba delante de la casa, al llegar a su hogar, Lucyan no tardó en ver el auto de Sophie allí estacionado.

Su mirada permaneció indiscernible y distante mientras entraba a la casa.

—Rose, he llegado —le habló al verla bajando por la escalera, volviendo de atender la orden de Haley—. ¿Alguna novedad con Haley? —preguntó con voz impasible.

—Ninguna señor, ha estado estable.

—¿Desde cuándo está ella aquí? —Su gesto se mostraba severo y distante al hablar de Sophie.

—La señorita llegó hace unas horas, le ha hecho compañía a la señora durante la tarde.

Por un segundo Lucyan pensaba en algo, con su expresión de la misma forma que permanecía al llegar.

—De acuerdo —respondió antes de encaminarse a paso tranquilo por la escalera. Para ese momento ya Sophie daba por concluida su visita y se hallaba saliendo a la puerta de la habitación cuando tropezó con Lucyan al momento de abrirla.

Deteniéndose enseguida, quedó parada frente a él en el limbo de la puerta con una mirada de encajado desprecio automáticamente. La mirada fría de Lucyan se hizo más intensa entrecerrando los ojos un poco mientras se erguía en un gesto altivo de superioridad ante ella observándola hacia abajo.

—Señorita Horvat —masculló con su diplomático tono de voz seco y despectivo. Sophie le torció la mirada apartando verlo, provocando una expresión de desaprobación en los ojos de Lucyan.

—Tú… —respondió de forma ronca en un retenido mal humor seco similar a Lucyan—. Haley, me retiro. Cuando quieras puedes llamar para vernos de nuevo, estaré viniendo regularmente a cuidar de tí. —Una vez dicho esto volvió a ver a Lucyan con su mirada de dagas en los ojos antes de pasar por un lado de él saliendo al pasillo.

—Aguarda —volvió a decir Lucyan antes de detenerla del antebrazo, Sophie se giró a verlo con cara hostil en silencio, él parecía enojado, ¿por qué estaría enojado? Antes de decir algo más Lucyan la soltó y la volvió a ignorar—. Nada, olvídalo.

Cerró la puerta tras de él al entrar a la habitación donde estaba su esposa, Sophie se había quedado con la intriga de qué iba a decir, pero el interés le duró poco y no le sumó importancia mientras se retiraba de allí.

Dentro de la habitación, Lucyan se sentaba a un lado de su esposa y le colocaba una mano en la frente verificando su temperatura antes de volver a poner sus palmas en su regazo y bajar la cabeza soltando un suspiro mudo.

—Tú y ella no se quieren en absoluto —le dijo Haley con una sonrisa de compasión dibujada en sus labios. Lucyan frunció los suyos, parecía disgustado.

—No tengo porqué quererla. —Con la misma frialdad de momentos atrás restringía permitirse tener agrado por Sophie.

—Oh Lucyan, mi dulce esposo. Ella y tú son tan iguales que no veo por qué se odian tanto. —Ella tomó las manos de él en las suyas—. Sophie es mi hermana, tu cuñada, trata de llevarte mejor con ella.

—No creo poder… —murmuraba sin poder ver la cara de su esposa, una punzante aguja de angustia le carcomía el pecho sintiendo una creciente tristeza, podía percibir el deterioro de ella al sentir lo frágil de sus manos.

—Prométemelo, por favor —suplicó y él no pudo más que bajar la mirada con remordimiento—, hazme esa promesa, que serás diferente con ella.

—Lo intentaré —dijo piadosamente casi por compasión de su esposa—. Descansa un poco, estaré en el estudio.

—Toca algo para mí.

—Te he dicho que descanses.

—Por favor. —Las palabras de su esposa no era algo que pudiera negar y terminó cediendo. En el salón se sentó en el piano a interpretar una tranquila melodía para ella mientras permanecía sentada en un sillón contemplándolo, su mirada lo lastimaba.

Esos ojos llenos de ternura mirándolo, como en cada momento de su matrimonio, estaban clavados en su conciencia y nunca se los podría sacar de su mente. Sentía arder el pecho y un gran nudo fijo en su garganta ante la angustia.

Cada día su estado empeoraba, cada intento fracasaba y eso lo había tenido contra las cuerdas al punto de querer explotar en un grito al prever la desdicha que se avecinaba. Sus melodías fueron tomando el camino de sus pensamientos volviéndose igual de salvajes y desconsoladoras como debió haberse sentido.

Al terminar sintió las manos de su esposa sobre él cuando le pasó los brazos por los hombros detrás de él y quedarse apoyada sobre su espalda dejando que su mejilla repose en su cabello.

—No te sientas mal por mí… —murmuró ella aferrando sus manos al pecho de la camisa de su esposo, Lucyan volvió a sentir esa angustia desatada rugiendo dentro de su pecho con la fuerza de un huracán incapaz de dejarla salir ni más opción que soportar cada segundo que podía estallar derrotado por la tristeza.

El tiempo que corrían los días fueron pasando y al estar de vuelta en sus actividades de rutina, Sophie enfocaba sus esfuerzos en las sesiones de grabación en el estudio las mañanas y parte de las tardes algunas veces.

—Esto sí que agota —bufó sentada en un sillón del estudio para descansar mientras usaba una delgada revista como abanico. No había podido estar tan seguido cerca de su hermana, pero no había dejado de llamarla, incluso se había conseguido el número de casa al que llamaba y a veces era atendida por Rose.

Otras veces podía ser Lily la que contestaba, había comenzado a tener un ligero trato personal ya con ellas y les había tomado confianza a ambas, pero algunas ocasiones contestaba otra de las sirvientas de la casa quien parecía incluso más distante y fría con ella que la misma Lily.

—Va bien por ahora —le habló una de sus amigas, una rubia alta de mirada centrada, le dio una botella de agua cuando estuvo frente a ella—, fueron unos días pesados, ya van quince días de que volviste.

—Sí, bueno, los últimos días tampoco es que fueran imposibles, pero no he podido ver tan seguido a mi hermana, ahora voy cada dos o tres días.

—Lucy me contó que hace un par de días habías estado fuera de tu departamento el fin de semana, ¿dónde fuiste?, ¿estabas con tu novio? —comentó sentándose al lado de ella en el sillón.

—Espera Lana, no saques conclusiones —se apresuró a responder—. Déjame que te explique, pero en orden, no, no he visto a Will. Desde que discutimos hace días no lo he visto, cuando nos reunimos todo acabó en pleito, supongo que no quiere verme ni yo a él así que estamos lejos.

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