Cap. 2 El hombre de la mirada impactante

Gaela, su jefa estaba haciendo una lista de accesorios y de cosas especializadas que debía añadir a su negocio y cuando tuvo lo necesario, llamó a Malak y a Ali, otra de las chicas.

—Quiero que vayas a este sitio de antigüedades y preguntes por botones y broches, dejé separado unos, solo ve y retíralo y no se queden pajareando ¡oh que Alla disminuya sus fuerzas!

Ellas salieron a la calle cubiertas con el velo e iban viendo en las tiendas, vestidos y detalles.

—Mira Malak, es una pulsera de poderosa—decía Ali.

Solían mirar los modelos de las damas de sociedad y comprarse las imitaciones baratas.

—Vamos a lo que venimos

Le dio una parte de la hoja y ella fue a retirar el pedido en la tienda de antigüedades.

—Marhaba— (buenas tardes)

—Marhaba,  para ti también—dijo la vendedora.

—La señora Gaela me dijo que viniera por esto—le entregó la hoja.

La mujer se llevó la hoja y ella comenzó a mirar las cosas tan exóticas y llenas de tradiciones, hasta que dio con unos velos hermosos, bordados con oro y ella los admiró. Ali llegó a ella con unas fundas y la vio viendo los velos.

—Son hermosos, Malak, bellos sin duda.

Hanza Ansar estaba haciendo negocios por la zona, solía encontrarse con clientes en restaurantes de la zona. Ese día iba a buscar un broche para un reloj antiguo que le habían obsequiado y quería renovarlo. Entró en el local y vio algo que lo dejó lleno de curiosidad. Una joven bailaba con un velo, era una escena muy cautivadora, pues la alegría de la joven era notoria.

Malak danzaba, moviendo sus caderas suavemente, colocándose el velo en el rostro, moviendo sus manos de forma seductoras. Su amiga reía por la audacia de su compañera; Malak giró  y lanzó el velo al aire y este cayó en su rostro, con sus manos lo apartó y lo tomó de las puntas y al mirar al frente se topó con la mirada de un hombre apuesto y gallardo que la miraba atento. Era alto, bronceado y cabello negro, sus ojos censores sobre ella, como si lo que vio lo hubiese impactado y a la vez escandalizado. Los ojos de Malak se encontraron con los de él: los de Malak eran miel, tirando a verdosos en algunos casos, los del hombre eran negros como piedras de ónix y su mirada era de autoridad. Su porte era de un poderoso, sin duda.

La vendedora entonces le dijo a la joven.

—Estos son los botones y broches que pidió.

Ali dijo en ese momento.

—Shukran— (gracias)

—A ti.

Ali se distrajo mirando unos adornos y Malak le dijo.

—Vamos rápido…

—Es que quiero ver…

—!Yalah! Ali, yalah— (vamos)

Malak pasó delante del sujeto con la cabeza agachada, este la siguió con la mirada y alguien se le acercó y lo sacó de sus pensamientos.

—Hanza, nos esperan.

—Cla—claro—sacudió su cabeza.

No solía ver mujeres por las calles, ni seguirlas con la mirada; sin embargo, esa joven le impresionó, volteó y la vio alejarse a paso lento junto a la otra, no parecía una chica común, más bien algo especial.

 La joven miró hacia atrás y se topó con ese par de ojos negros que la miraban penetrantemente y eso le incomodó.

—¿Quién es ese hombre que me mira tanto?

Ali retrocedió y dijo admirada.

—Pero si es Hanza Ansar, perteneciente a uno de los clanes del desierto, lo sé por las revistas, es el hombre más sexi de su clan.

Malak había conocido a Hanza Ansar.

Atropellada

Era hora de lavar y Dina llevaba su canasto de ropa a la lavandería comunitaria que estaba cerca del mercado. Cuando la vieron llegar sus vecinas murmuraron de ella.

—Llegó la pecadora—dijo una en voz baja.

—Dicen que su padre era un hombre de posición y la tiró al viento por preñarse de un extranjero.

—Su hija va a seguir sus pasos sin duda.

Dina sabía que el que tenía boca debía usarla y saludó con voz alta a todas sus compañeras.

—¡Buenos días a todas!

Una de las presentes le comentó.

—¿Sabes? La hija de Ishel consiguió un buen marido para su hija, un comerciante.

—Bien por ella.

Entonces una de las mujeres preguntó por su hija.

—¿Y Malak?

Que nadie se meta con su Malak, ella estaba por encima de todo.

—¿Qué pasa con mi hija?

—Tiene veinte y… ¿Has pensado en casarla?

—Malak se casará cuando así lo quiera.

Una de las mujeres con malicia intervino y a modo cizañero espetó.

—De todas formas es el padre el que debe hacer el negocio y tu hija no… Tiene padre.

Las manos de Dina se hicieron puño, metidas en el agua jabonosa y les dijo a todas.

—Malak tuvo un padre, pero murió.

Una de las mujeres preguntó.

—¿Antes de casarse contigo?

—¿Saben? Esta lavandería es muy chismosa y está llenas de coles secas—tomó sus cosas y salió de allí.

Su corazón estaba hecho puño recordando a Frank, alto, apuesto, extranjero de cabello claro y ojos como el verde de los campos. Se había enamorado de él locamente y entregado por ese amor, ahora solo tenía malos recuerdos de todo aquello.

No pudo proteger a su hija antes, ni ahora de las chismosas habladoras; cruzaba la calle con su cesto de ropa húmeda y con su mente ofuscada, no se dio cuenta de que un auto se acercaba a velocidad y el impacto fue inminente. Dina Bandrés quedó tirada metros adelante sin sentido y ante la mirada atónita de todos en la calle.

Malak estaba desesperada esperando el resultado de los exámenes que le habían hecho a su madre y salió la doctora.

—Malak Bandrés, su madre presenta fracturas en ambas piernas, tendrá que hacer terapia y una operación para que vuelva a caminar.

—¿De cuánto hablamos?

—De mucho dinero—le mostró los papeles—si deseas que tu madre camine de nuevo debes operarla.

—Pero no tengo esa cantidad de dinero.

—Consíguelo.

—Haré lo que sea necesario.

Acudió al único sitio donde podían ayudarla y era donde Gaela, esta escuchaba el pedido de Malak.

—Es para que vuelva a caminar mi madre, señora Gaela.

—Ustedes me están dando muchos problemas—dijo fastidiada, entonces preguntó—¿sus manos están bien?

—Sí.

—Bien, podrá bordar eso es bueno y tú puedes ocupar su lugar.

—Estoy estudiando el primer semestre de diseño de modas y…

—Si deseas que te ayude, tendrás que dedicarte al ciento por ciento conmigo, aquí aprenderás lo necesario y ayudaras a tu madre.

Le dolió dejar sus clases y fue a llorar a la gruta secreta de su madre; miró los obsequios que le había dejado a su padre, llenos de polvo y sintió pena de ella y de su madre alimentando sueños novelescos, que nunca se harían realidad; porque a las nadhl que quería decir bastarda, nada especial les esperaba, ni siquiera un matrimonio. Porque sus abuelos se negaban a verlas y peor ayudarlas, tanto era el rencor en ellos por su nacimiento, que mejor le hubiera sido a su madre matarla en el vientre para poder seguir con su vida. Ella estaba marcada con el destino de la desgracia y no lograría ser feliz mientras tuviera el viento en contra.

El día en que conoció su destino

Ese día llevó a su madre al hospital, tenían que hacerle unos estudios y mientras esperaba, salió a tomar un café a los jardines del hospital, le gustaban, los jardines eran coloridos con pequeñas flores que contrastaban con rostros crispados por el temor o el dolor; cada persona vivía su propia batalla personal y todas dolorosas. Miraba el envase del café con atención, pensó en diseñar un vestido del color del café en su más pura tonalidad, con muchas capas, para cuando la dama girara las capas se mezclasen. Comenzó a bailar en uno de los caminos, movía sus manos al son de una música imaginaria, mientras en su mente esas capas giraban con sus movimientos, sabía que era una buena idea porque si a ella le gustaba lo era. Fue en esos momentos cuando vio por el camino a una dama muy elegante, tambaleándose cuál ebria, escuchaba sus sollozos y de repente, cayó en la mitad del camino de rodillas, ella corrió a socorrerla:

—¿Señora, se encuentra bien?

Estaba pálida y helada:

—Cálmese buscaré ayuda…—intento irse; pero ella la detuvo—está muy pálida, no se ve bien.

—Solo necesito…. Tiempo—dijo Laila con voz temblorosa—tiempo, únicamente eso.

La ayudó levantarse y fueron a una banca cercana:

—¿Quiere café? Acabo de comprarlo, está caliente y poco dulce.

La mujer la miró y vio que era joven y bonita aunque descuidada en todo, miró el envase y la joven le dijo.

—Puedo pedirle un café nuevo y…

—Deja, ya pasa…—respiró hondo y tomó el envase con manos temblorosas—lo siento si te asusté, pero…

Notó el bordado de la blusa y comentó:

—Ese bordado es de madame Gaela, ¿verdad?

—Sí… Trabajo para ella.

—Vaya… Es famosa por esos bordados en sus prendas—bebía del café.

—¿Necesita algo?

—Un hijo—entonces dijo de pronto con una sonrisa triste—¿cómo te llamas criatura?

—Malak.

—Eso significa ángel, es un lindo nombre…

Malak notó que era una señora poderosa.

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