Introducción. II Parte.

Óscar se encontraba revisando unos papeles para firmar el contrato de compra-venta de una nueva cadena hotelera de la que ya habían comenzado a hacer cambios, al ser el antiguo dueño un viejo amigo de su abuela, Doña Ofelia.

Buscó en uno de los cajones del escritorio un bolígrafo y su agenda para anotar algunos puntos que deseaba aclarar, entonces encontró una antigua fotografía, que de inmediato llamó su atención. La tomó entre sus dedos y sonrió con ternura al ver la inocencia que denotaba cuando era más joven y deseaba comerse al mundo, cuando su corazón palpitaba con fuerza al sentirse amado por aquella mujer que le robó la razón. Aun siendo un humilde chico de pueblo, a ella no le importó y lo dejó todo con tal de vivir su propia historia de amor. El corazón de Óscar dolió luego de recordarla.

Entonces su mirada se llenó de una fina capa de lágrimas. Resopló al saber que nunca necesitó de dinero para amarla, que con pequeños y la sencillez de un hogar les era suficiente, ya que ahí lo tenían todo, sin embargo, si no hubiese cambiado y tomado la herencia que le dejó su abuela, jamás hubiese descubierto el horror al que se tuvo que enfrentar su esposa.

Giró su cuerpo buscando encontrar algo para beber y deshacer el nudo que se atascó en su garganta, puesto que durante ese tiempo se llenó de tanto rencor y de odio que buscó tomar venganza por su propia cuenta. Volviéndose a alguien que desconoció perdiendo aquel brillo en su mirada y la alegría que lo distinguía.

Desabrochó dos botones de la fina camisa blanca que llevaba puesta y arremangó las mangas hasta la altura de sus codos, entonces se sirvió mezcal ahumado, en una copa y tomó asiento en uno de sus mullidos sillones que tenía en su oficina, para luego acabar de un solo trago el líquido.

Con lentitud, una bruma de nostalgia lo fue abordando hasta que no pudo más y liberó algunas lágrimas que llevaba guardando en su interior. Colocó dos de sus dedos sobre el puente de su nariz y cerró sus párpados intentando controlar el vacío que percibía.

—¿Por qué me siento así? —expresó resoplando con pesar.

De pronto el sonido de la puerta lo hizo salir de sus pensamientos.

—¿Se puede? —Carlos Gabriel inquirió. 

El joven Duque había llegado desde New York, donde ahora residía para aquella junta en la cual iban a firmar la sociedad del palenque.

Dada la amistad que existía entre la familia Duque y los Alvarado, Gabo, como lo llamaban sus amigos, fue novio de Pau, la hija mayor de aquel matrimonio, pero un suceso inesperado los separó, desde ese entonces él y Óscar se hicieron buenos amigos, a pesar de las desavenencias que hubo con respecto a Samantha. 

Óscar sonrió al verlo llegar.

—Sabes que eres bienvenido, seremos socios —intentó sonreír.

Carlos Gabriel fijó su mirada en el joven distinguiendo aquella actitud de nostalgia.

—¿No interrumpo? —cuestionó dubitativo.

—Claro que no, llegas en un buen momento para que nos tomemos un excelente mezcal —expresó buscando otra copa.

—Parece que estamos nostálgicos hoy —comentó Gabo ladeando los labios, enseguida tomó asiento y esperó a que Óscar le sirviera la copa. 

—Encontré una foto de hace algunos años, cuando salía con… Sam y de pronto, aquel dolor del pasado volvió, me sentí muy solo —confesó a su amigo y sirvió un trago.

Carlos Gabriel inclinó su cabeza, antiguos recuerdos también dolieron su alma; sin embargo, él había decidido continuar con su vida, para él el tema de Paula María, la hermana de Óscar, quedó en el pasado. 

—Deberías empezar a salir con otra persona —recomendó. 

—Lo he intentado, pero no me siento cómodo, por lo que prefiero no ilusionar a nadie. —Bebió de golpe el trago—. Es como si la trajera tatuada en el alma, me hubiera gustado haberle dado una explicación. Admito que cuando me introduje con aquellos mafiosos solo deseaba vengarme, pero cuando cambió la situación y me di cuenta del sufrimiento de mi estrella, quise hablar con la verdad, sin embargo, estaba atado de manos. Juré que no lo haría o de lo contrario iría a la cárcel, tenía que finalizarlo todo, pero fue demasiado tarde. —Su mirada se llenó de una profunda tristeza—. Me alegra que ese tipo esté muerto o de lo contrario lo desollaba con mis propias manos —inquirió. 

Gabo se aclaró la garganta, lo miró con seriedad. 

—Entiendo tus motivos; sin embargo, dudo mucho que a estas alturas Samantha lo comprenda —expresó y bebió su trago—. Ambos la conocemos muy bien. —Elevó una de sus cejas. —¿La has buscado estos años? —indagó. 

Óscar resopló.

—Sí —respondió—. Contraté un investigador privado y… —Presionó sus manos con fuerza—, me informó que ya tiene pareja, no vive en el país desde hace algunos años —aclaró—. Con esto no tengo forma de volver a su vida. —Liberó una lágrima solitaria.

Gabo suspiró profundo, bebió de nuevo otro sorbo de mezcal. 

—Sabes bien que no soy el más indicado para dar consejos, sin embargo, cuando eso pasa es mejor que cada quien siga su camino, como lo hice yo —aclaró, entonces su móvil vibró, arrugó el ceño contrariado, y resopló—. No voy a poder acompañarte en la junta, debo resolver unos inconvenientes con unas exportaciones de café. —Se puso de pie—. Me dio gusto verte, espero que nuestro negocio sea un éxito, contrata a la mejor agencia de viajes, necesitamos turistas para los recorridos —recomendó. 

—Sigo mi camino, pero con un vacío en el corazón, gracias por escucharme —refirió—. Te aviso con que agencia trabajaremos. Seguimos en contacto —mencionó—. Que todo salga bien en la exportadora.

—Gracias —respondió Gabo, y se marchó. 

Óscar se dirigió hacia la cabina de baño. Se miró al espejo y tomó la corbata que había dejado. Hizo el nudo al colocarla, entonces recorrió con su mirada su reflejo, viendo que después de todo aquel humilde lustrabotas, como un día lo llamó el hombre que no lo consideró digno de su hija, se había transformado. Sonrió al reconocer lo bien que se veía en ese fino traje que llevaba puesto en tono azul rey.

—Lo que hace el dinero, aunque mi abuela siempre dijo que tengo toda la pinta de un hombre de negocios —ladeó sus labios y sonrió al recordarlo—. Vamos a tomarnos el mundo Óscar Rodríguez demuestra que eres digno de la familia que te acogió como un hijo —expresó con ternura.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo