Un novio para mamá. (Saga Dulce Adicción)
Un novio para mamá. (Saga Dulce Adicción)
Por: Angellyna Merida
Introducción. I Parte.

Oaxaca- Oaxaca, México. 

Oaxaca- Oaxaca, México. 

Samantha Mondragón se miró de pies a cabeza en el gran espejo que reposaba en una esquina de su habitación, inhaló profundo al verse enfundada en un vestido sastre borgoña. Sacudió su cabeza y ladeó los labios, recordando que hacía años atrás, cuando era una joven irreverente, no usaba ese tipo de atuendos; sin embargo, su vida había dado grandes giros. Su mirada azulada se cubrió de tristeza al recordar los motivos por los que tuvo que abandonar su natal Colombia, y  sobre todo la razón por la cual no regresaba a su país, atribuía el haber perdido al hombre que amaba en cierta parte a la intervención de su padre, en ese entonces el presidente de su país. 

Una grieta se abrió en el corazón de la chica al rememorar como le dio la espalda cuando supo que se casó a escondidas con aquel humilde joven, al cual él no consideraba digno, solo por ser de distintas clases sociales.

Samantha presionó sus puños con impotencia. Era consciente que si él les hubiera brindado su apoyo, aquel nefasto hombre no les habría destruido la vida, una lágrima solitaria rodó por su mejilla, y en ese preciso momento la única razón por la que se mantenía de pie, y la hacía sonreír: apareció ante sus ojos. 

—Ya terminé el cereal —expresó la niña de dulce mirada, entonces cuando se acercó a su mamá, notó su rostro humedecido. —¿Estás triste otra vez? —indagó con curiosidad, se aproximó más y la estrechó por las piernas—. Recuerda que los abrazos alegran el alma —murmuró. 

El corazón de Samantha se agitó en su interior, su azulada mirada brilló al escuchar a su niña: Norita era su motivo, su mayor inspiración, y el mejor recuerdo de aquel matrimonio fallido, de ese gran amor que se destruyó gracias a….

Se inclinó a la misma altura de la pequeña, y la estrechó con fuerza. 

—Espero hayas desayunado completo —advirtió Sam—, ven te ayudo a vestir, recuerda que hoy debo viajar por un contrato muy importante, con ese dinero apoyaremos a Gabriela.

Norita formó una línea con sus labios, la niña se sentía triste al saber que su amiguito: Ángel estaba delicado de salud, luego enfocó su mirada en su madre, la observó de pies a cabeza y abrió sus labios, sorprendida. 

—¡Estás bien linda! —exclamó—. Hoy seguro si consigues un novio —aseveró sonriente saltando sobre el colchón de la cama—. Renato no me gusta, es feo —gruñó. 

Samantha no pudo evitar carcajear al escuchar a su hija hablar. 

—Yo no necesito ningún novio, contigo soy feliz —aseveró. 

—Eso no es cierto, el ángel que me visita dice que para que vuelvas a sonreír necesitas una pareja, y por eso me dio la tarea de conseguirte una —mencionó con inocencia, y se llevó los dedos a los labios—, pero no encuentro alguien que me agrade. 

Sam negó con la cabeza, y bufó al escucharla, se acercó a ella para colocarle el vestido de algodón floreado. 

—En primer lugar, el candidato debería agradarme a mí —bromeó Sam con ella.

—¿Y cómo te gustaría que sea? —indagó la niña, estirando su pie para que su mamá le colocara los zapatos. 

Samantha se quedó en silencio, su corazón se estremeció, observó a su hija y pasó la saliva con dificultad. Aunque la niña tenía su mismo color de ojos, la expresión dulce de su mirada era igual a la de su padre, y cuando ladeaba los labios era como volver a mirar aquella sonrisa que él tenía. 

—Me gustaría alguien con ojos de miel —susurró. 

Norita arrugó el ceño. Sam pensó que no la escuchó, pero la pequeña grabó en su memoria aquel detalle importante. «Ojos de miel» 

Instantes después, Sam se colocó los stilettos de tacón de aguja, cogió su bolso, su portafolio, y salió de la alcoba de la mano de su niña. Se sorprendió al no ver a Gaby junto a su hijo desayunando, pues a esa hora siempre estaban en la cocina. 

—¿Y Gabriela? —averiguó a Norita. 

—Parece que Angelito otra vez se siente mal —indicó la niña con pesar. 

Sam arrugó el ceño, presionó sus labios. Esas constantes fiebres y los moretones que la aparecían a aquel pequeño, no eran normales, sentía demasiado pesar por esa joven a quién encontró dos años atrás vendiendo dulces en un pueblo, con su niño en brazos se ganaba la vida para poder subsistir. Samantha se compadeció de ella, la llevó a su apartamento, y le dio empleo en su agencia de viajes, desde ese día ambas se ayudaban con sus hijos, cuando la una salía a trabajar, la otra se quedaba a cargo de los niños, y viceversa. 

Se acercó a la puerta de la alcoba de Gabriela, y escuchó llorar al pequeño, entonces golpeó. 

—Adelante —dijo Gaby. 

—Ya debo irme, el viaje no es largo, pero deseo llegar antes —comentó Sam y miró las mejillas del niño color carmín. —¿Otra vez tiene fiebre?

—Sí —respondió con profundo pesar—. Me duele en el alma, no ver mejoría en él y luego vuelve a recaer, presiento que tiene algo más que infecciones de garganta —mencionó presionando sus labios para no llorar.

Sam sintió que la piel se le erizó cuando la escuchó, pues sospechaba lo mismo que su amiga, solo que prefirió no atormentarla más. Presionó los parpados, en las condiciones que se encontraba el niño era imposible que su compañera se hiciera cargo de Norita.

—Debes llevarlo al hospital, otra vez —resopló—. Te prometo que apenas firme el convenio con el resort para los paquetes turísticos, pediré un anticipo y con ese dinero lo llevaremos a una clínica privada —aseguró, se acercó a ella, colocó su mano en el hombro, e hizo presión—. Va a estar bien —suspiró—. Llevaré a Norita conmigo, no puedo dejarla sabiendo que tu niño está delicado. 

Gaby intentó sonreír, pero no lo logró.

—Voy a preparar unas cosas y me voy al hospital —expresó reflejándose en la mirada azulada de Sam—. Lamento no poder ayudarte con Norita, espero que no tengas problemas por llevarla. —Suspiró profundo.

Samantha presionó sus labios para no reír ante lo último que comentó su amiga. 

—Llevo conmigo un parlante andante —refirió—, espero se porte bien, y no hable demás, ya la conoces. —Negó con la cabeza—, no sé a quién salió tan parlanchina. 

Gaby sonrió al escucharla.

—Imposible que deje de hacerlo, tiene tus genes —bromeó y se quedó pensativa—. Debe también tener algo de su papá, ¿o me equivoco? —cuestionó.

La sonrisa se le borró de los labios a Sam, cuando alguien mencionaba al padre de Norita a ella le dolía el alma; sin embargo, su corazón se agitó, y desconoció el motivo. 

—Nos vemos en la tarde —expresó desviando el tema—. Si necesitas algo, no dudes en llamarme —solicitó, y se aproximó al pequeño, besó su frente y notó que ardía. 

Gaby frunció el ceño al ver cómo el rostro de su amiga cambió.

—Que les vaya bien —indicó—. Cuídense mucho —refirió.

Sam se despidió de Gaby, entonces bajó a acomodar  sus cosas, el jeep, y regresó al apartamento, ladeó los labios al mirar a su niña, con su muñeca en las manos lista para la travesía. 

—Ve a despedirte de Gabriela —solicitó Sam—. No vayas a entrar de golpe, Angelito está dormido —recomendó. 

La niña asintió, y con cuidado de hacer ruido ingresó a la alcoba de Gaby. 

—Ya nos vamos tía Gaby —expresó, y observó a su amiguito dormir. —¿Se va a recuperar? —indagó y sus labios formaron un puchero, mientras su azulada mirada se cristalizaba. 

—Portate bien, obedece a tu mamá, por favor. —La observó con ternura y la abrazó—. Claro que se va a sanar —se aclaró la garganta, para poder hablar—, pronto volverá a estar jugando contigo, ve tranquila. Te quiero, mi hermosa niña.

Norita la abrazó con fuerza, suspiró profundo. 

—El ángel me dijo que hoy iba a recibir una sorpresa, de seguro se trata de tu hijo, estará sin fiebre cuando yo vuelva —murmuró al oído de Pau. 

— Tu ángel debe tener razón y se pondrá bien, cuando regreses seguro estará esperándote para jugar. —Guiñó un ojo.

—¡Sí! —exclamó Norita y salió de la habitación de Gaby, entonces abandonó el apartamento junto con su mamá. 

Samantha la subió al auto, y mientras le colocaba el cinturón de seguridad habló: 

—¿Me prometes que te portarás bien? —indagó Sam a Norita. 

La niña mordió sus labios, colocó sus manos, hacia atrás, cruzó los dedos. 

—Lo juro. 

Samantha salió con la pequeña sintiendo un profundo pesar por su amiga, y el estado de salud de su niño, además que percibía una extraña sensación desde que despertó aquella mañana, era como un estremecimiento, quizás se debía al nerviosismo de firmar aquel convenio. 

Encendió el reproductor de música y de repente: «Donde está el amor by Pablo Alborán» empezó a sonar, su mente evocó tristes y dolorosos recuerdos. 

Norita tarareaba la melodía, pues su madre solía cantarla, y a la niña se le grabó el tema. 

—Déjame tan solo que hoy roce tu boca. Déjame que voy a detener las horas. Volveré a pintar de azul el universo. Haré que todo esto solo sea un sueño…—cantaron a duo mientras se alejaban de la ciudad y tomaban la carretera en dirección a Matlatán. 

Cuando elevó su mirada al retrovisor le dio la impresión que un auto la perseguía. Pisó hasta el fondo el acelerador y trató de perder a aquel auto, que luego de unos minutos desapareció; sin embargo, Samantha sintió un extraño escalofrío, sacudió su cabeza para evitar malos pensamientos. 

«Estás muerto» repitió en su mente, recordando a aquel infeliz que le arruinó la vida. 

***

Queridos lectores bienvenidos a esta nueva aventura, que espero disfruten, y nos apoyen con sus lecturas, recomendaciones, y reseñas.  Este libro empieza con un inesperado reencuentro, pero como toda historia, se debe conocer el pasado de los personajes, para saber qué los llevó al conflicto en el cual ahora se encuentran. Espero disfruten de esta dulce historia. 

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