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Capítulo seis

Mi vista busca el carro de los tortolos y rápidamente doy con el, pero hay algo extraño, el carro se mueve mucho. 

Por favor que no sea lo que estoy pensando.

Camino hacia ellos y observo tras la ventana de copiloto donde me encuentro a una muy sonrojada Elizabeth junto a un Matías algo normal, pero con los labios hinchados. Toco la ventana y automáticamente sus ojos viajan a mí, Matías abre la ventana escucho el que paso de mi mamá.

—¿Puedo venir con ustedes?—pongo mi mejor sonrisa. En estos caso es lo mejor, además de que quiero, no, no quiero, necesito que me lleven con ellos.

—Matías, entonces ¿qué dirás?—mi madre me mira con mala cara, pero ahora es lo que menos importa, la cuestión es no irme con Wade. Giro hacia las puertas del restaurante y lo veo saliendo y mirando para todos lados. 

—¡Matías dime sí o no! —lo miro fijamente sin parpadear hasta que al fin decide. 

—Súbete —quita el seguro de la puerta trasera y entro rápidamente. Balbucea algo que no entiendo y lo tomo sin importancia. 

Veo a Ricky Ricón caminar hacia el auto—Arranca—grito. 

Pero que hombre tan sexy, lastima que no me gusta que me griten. 

Matías arranca y salimos del estacionamiento para incorporarnos en la vía. Puedo ver hacia atrás a un Wade jalando su cabello, el cabello que me gustaría tocar, me pregunto si tendrá cuadritos ovalados. 

Obvio, no vez que es grande, apuesto, musculoso, millonario, puede que mujeriego y tú tienes la intención de preguntar si tiene cuadritos ovalados. Eres una bruta, debes pensar más. 

NO TE HARÉ CASO, ERES MI MENTE, NO MI MAMÁ Y YA CÁLLATE FEA. 

¿Te estas dando cuenta de que te estás diciendo fea a ti, no? 

...

Genial, la ley del hielo, sabes mejor me voy. 

Maravilloso. 

Sacudo mi cabeza y observo el panorama a mi alrededor, detengo mi vista en la casa al frente. Específicamente una inmensa casa. 

—Llegamos—todo queda en silencio. 

Matías me observa a través del retrovisor—Como no respondiste en todo el viaje a lo que te decíamos... 

Torpe mente. 

Cállate y escucha. 

Bien, pero tu no me dices que hacer, tarada. 

Soy tu conciencia y ya presta atención. 

—Sara, SARA—tapo mis oídos ante tal grito de mi queridísima madre.

Que por favor no se note el sarcasmo. 

Observó a Matías y este sigue con su charla—Te decía, decidí tomar la decisión con tu madre. Está no es mi casa, pero es donde vivo y como ustedes no tienen camas ni donde dormir las traje aquí para que duerman bien mientras consiguen una cama—asiento. 

Tengo sueño y lo que menos quiero ahorita es pelear con la susodicha de Elizabeth. 

Abostezo —Si solo me quería decir que dormiriamos aquí hubo empezado desde ahí y estaría bien, ya tengo sueño y antes de que me preguntes, Elizabeth.

—Mamá —me interrumpe. 

—Sí, Mamá. Sí puedes dormir con él— bajo del coche antes de que proteste en mi contra con sus argumentos de que no lo haría. Me estiro y jorobo con pereza, ellos bajan y caminan a la entrada, los sigo y me abrazo a mi misma por el frío intenso que recorre cada centímetro de mi piel. 

—Sara, como me contaste que tienes sueño te llevaré a donde dormirás y te daré algo de ropa, solo espera aquí que llevo a tu madre al cuarto y regreso por ti—asiento. Él sube con mi madre detrás de él y desde ya puedo verla contorneando sus caderas. 

Algo hará. 

—No sé demoren, quiero dormir—suspiro. 

Echo un vistazo a la mayoría de cosas refinadas y con estilo, esto solo es para ricos, dudo mucho que alguien de mi categoría podría comprar algo así. Camino hacia las gigantes ventanas a mi izquierda y observo todas las mansiones, autos y luces, la entrada se abre y curiosamente veo un carro igual al de Wade. 

No, pero, no puede ser él. 

Sacudo mi cabeza y giro en dirección a las escaleras. Yo solo quiero dormir —Matías apúrate, deja de hacer cosas con mi madre —bajo mi cabeza con sueño y siento sus pasos bajar rápidamente por las escaleras. 

—Vamos —levanto mi cabeza y achico mis ojos. Lo sigo escaleras arriba hasta llegar al final de estas. 

—Solo una sugerencia, si—respiro agitada—pongan un elevador para gente como yo—apoyo mis manos en las rodillas y lo veo cruzado de brazos—¿Qué? Como y no engordo, tampoco hago ejercicio y es por eso mi condición física —doy un último suspiro hasta reincorporarme. 

—Oh, bueno, sígueme—camina hacia el pasillo izquierdo, al final de este veo una puerta negra con dorado y una figura de un lobo aullando en oro en la parte de arriba, él abre la puerta y puedo ver a una enorme habitación color azul rey y la gigantesca cama blanca.

Hoy se duerme como reina. 

—Sarita, aquí está la ropa que usarás —me da unos pantalones de lana gigantes junto a una franela. 

—Todo lo de aquí es grande—me quejo y lo empujo fuera—necesito privacidad y ya voy a dormir aun que no sea tu casa —le cierro la puerta en la cara. Volteo y corro hacia la cama, me tiro y reboto en ella, mi vista se dirige a un cine en casa y los lentes 3D en la mesita al lado de la cama, el techo es color blanco, tengo puertas a mi derecha y a mi izquierda, los conductos del aire en una esquina superior, las lamparas a cada esquina del cuarto y unas enormes cortinas color verde oscuro donde averiguaré que hay detrás de ellas cuando haya descansado.

Me levanto y voy a la primera puerta con la ropa tratando de dar con el baño, pero con lo que me encuentro es con un armario enorme lleno de ropa y zapatos de hombre, todo tipo de relojes y pulceras, collares, lentes, accesorios, marcas, zapatillas, sin duda este debe ser el armario de Matías. 

¿Por qué compra ropa tan grande de brazos si él no es de tener mucho músculo? 

Salgo de ahí y voy a la segunda puerta donde hay un enorme espejo y productos de hombres en la encimera de cuarzo, el lavamanos doble y gabetas abajo de este, las abro y me encuentro con afeitadoras, depiladoras, una máquina de cortar cabello, en otra encuentro con toallones, me voy a el armario de madera doy con toallas blancas grandes, super grandes, doblo hacia la esquina y veo un jacuzzi y a la otra esquina una bañera en forma de lluvia.

Camino a la bañera y me despojo de toda mi ropa, entro a bañarme y termino rápidamente, salgo de ahí, me pongo un boxer que encuentro envuelto dentro de la ropa, luego los pantalones y de último la franela, agarro mi ropa para doblarla y la dejo en la encimera, camino a la cama, me acuesto y me tapo de pies a cabeza. 

Siempre duermo así.

A mi mente llegan vagos recuerdos de él. Seguro debe estar en su casa durmiendo plácidamente sin siquiera acordarse de lo que paso en la cena. 

Y tú pensando en él, Sara. 

La lluvia empieza a caer y ese sonido relaja mis sentidos , el frío y ese olor encantador me hacen caer rendida y quedarme completamente dormida.

...

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