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Capítulo cinco 

A pesar de que se llama La Antorcha, lo que tengo a mi vista no le queda al nombre rústico. Volteo a ver a Wade quien me observa expectante con sus manos en los bolsillos. 

—¿Te gusta? —sonrió. 

—Como no me va a gustar, esto es jodidamente impresionante—volteo atónita—Discúlpame, es que nunca he estado en un restaurante. 

Sonríe—Claro, pero ven, siéntate— saca la silla de madera con delicadeza, hago caso a su petición y me asiento. 

—En serio, discúlpame—observo su atractivo rostro mientras él me mira divertido. 

—No te preocupes, Sara, yo digo cosas como esas todos los días, aun que no lo creas soy muy mal educado. 

Por sus ojos pasa una pizca de maldad—Eso es una confesión muy personal, ¿no lo cree así? 

Suspira—¿Qué te dije con lo de señor?

—Oh, disculpa es que estoy tan acostumbrada a llamar a mi madre Elizabeth o madre que para mi son términos grandes o por así decirlo—me encojo de hombros. 

—Disculpen —habla una voz a nuestro costado y puedo deducir por su tono que es la chica agradable—Aquí está su carta para ordenar, estaré en la puerta hasta que decidan. 

Miro el libro en mis manos y bajo mis hombros decepcionada. 

¡Rayos! 

Debí prestarle más atención a mamá cuando me daba esas clases de cocina. Observo a Wade de reojo y este parece pensar en cual escoger. 

Sé que lo siguiente que haré no me concierne a mí. Carraspeo—Wade, ¿puedo pedir?—él alza su vista, asiente y cierra la carta rápidamente. Hago una señal para que la chica venga y ésta se acerca. 

—Yo quiero lo que el Chef me recomiende o decida y ¿para tí?—volteo a verlo. 

—Lo mismo, dile al Chef que me sorprenda —habla con un tono de voz divertido y ronco. 

La camarera asiente con una hermosa sonrisa y se va de nuestro lado—¿Sabes como se llama la chica? me agrada más que la anterior. 

—Creo que se llama Arelis. He estado un poco aquí y ella no me atiende mucho —mira en dirección donde se ha ido. 

Suspiro—o sea que pocas veces estás en esta zona. 

—Sí, yo por lo general no vengo mucho y cuando vengo es a comer algo rápido y eso lo puedo hacer desde la primera planta.

Se ve como un tipo cálido. 

Coloco un brazo sobre la mesa y apoyo mi cara en mis manos —A pesar de que eres millonario, eres amable—¿eso lo dije en voz alta? 

Retrocedo y miro hacia otro lado tratando de evitar su mirada. Lo observo de reojo y su aspecto está algo desencajado—No lo creo así. 

Junto mis cejas —¿Por qué?

—Porque no cierras la boca y dejas de ser metiche —su tono frío retumba por mis oídos y llega hasta mi corazón. Eso me dolió y como no lo conozco, no puedo decir ni una palabra. Alzo mis cejas y aplasto mi boca, miro todo el lugar y no vuelvo a hablar hasta que llega la cena. 

Comemos en silencio y rápido, aun que, no sé si le pueda llamar comer rápido a llevarse grandes bocados de papa rellena con carne a la boca. Siento su mirada en mí como un maldito león cuando asecha a su presa y eso me molesta, y mucho. 

Yo soy la presa. 

Termino de comer y me levanto—La cena estuvo genial, gracias por la invitación—salgo lo mas rápido que puedo de ahí. No dejaré que alguien me hable así. Llego a la recepción del segundo piso y Arelis me observa extrañada. 

Abro y cierro la boca agitada—Ábreme la puerta, rápido—mi mirada asustada hace que se alarme. 

—pero... —vuelve a decir y la interrumpo. 

—Ahora —observo hacia atrás y noto que Wade está a pocos pasos de mí, veo en dirección en donde estaba mi madre y no hay nadie. 

Perfecto, eso quiere decir que ya están abajo. 

O tal vez ya se han ido. 

Ella abre la puerta y entro rápidamente, lo único que puedo ver es como trata de llegar a nosotras deliberadamente. 

—Espera— lo último que escucho de él y ella cierra la puerta. 

Suspiro—Gracias Arelis. Sé tu nombre porque él me lo dijo, pero sinceramente no quiero verlo más, no por ahora. 

—No te preocupes y disculpa si soy entrometida, pero ¿qué paso?— voltea a mí ya habiendo cerrado la puerta con llave. 

—Mira yo le hablé normal y gentilmente, pero de repente se me salió que él era amable y se puso extraño. 

—Oh, no te puedo decir nada porque yo no lo conozco, pero lo que si te puedo decir es que te salve de una—su cálida sonrisa me reconforta y su mirada dulce me hace sentir segura de ella—por cierto, no sé tu nombre y déjame decirte que yo también hablo mucho. 

—Sara, me llamo Sara—sonrío, nuestros pasos se detienen y ella saca sus llaves para abrir la gran puerta refinada. 

—Adiós, nos vemos pronto—doy un leve beso en su mejilla y salgo del lugar. 

Antes de encaminarme a cruzar las puertas del restaurante giro para cerciorarme de que ella y él no esten dentro. La decoración de abajo ahora me parece más estupenda que la de arriba y sin duda es un buen lugar para venir a comer. 

Claro porque aquí no pasaste pena y ya concéntrate tarada, encuentra rápido a tu mamá.

Mi vista recorre cada espacio del lugar y no veo a mis buscados, salgo a pasos agigantados del lugar y siento todas las miradas en mí, los susurros son estresantes y para más acabar me encuentro a la primera p**a que encontré aquí en esta ciudad.

¿Cómo es que se llamaba? 

Natalia. 

Ríe por lo bajo cuando paso cerca de ella —Sabía yo que solo era otra más—me detengo.

Volteo y la miro directamente a los ojos—Mira, no sé que problema tienes conmigo, pero no te gustará lo que tengo para decirte, así que...—ríe incontrolablemente, mientras agarra un mechón de cabello rubio. 

—Pongamos esto así. Tú eres de aquí y yo de otro lado, pero ¿sabes cuál es la diferencia ahora que estoy aquí?—alzo mis cejas— que a mí no me conocen como regalada y a ti hasta los de otros lugares te preguntarian si quieres un polvo solo por tu cara, que yo soy elegante y tu chillona, y que si estuviesen que escoger una dama me elegirían a mí. Gracias por escuchar—volteo, tiro mi cabello hacia atrás y sigo caminando, abro la puerta y la escucho decir algo por lo bajo. 

Al bagazo poco caso. 

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