Capítulo 4

Abel

No soy de los que se enamoran fácilmente ni mucho menos a ciegas, pero esta vez una desconocida captó mi atención de manera inusual para mí y sin ver su aspecto, pero algo no visto, digamos invisible, envolvió mi pecho y esta extraña sensación es la que siento cada vez que le doy a la tecla de llamada y escucho su voz.

No me imagino el día sin oírla, aunque sea a través de un aparato. Sin embargo, me preocupa el efecto que causa el sonido de su voz.

—Buenos días, hermosa voz —dije nada más contestar la llamada—, espero no haberte despertado, pequeña.

—No, desconocido Pedro — su voz suena ronca —, ya estaba medio, despierta.

—¿Medio despierta?, explícame cómo es eso.

—Pues que mi mente estaba activa, pero el cuerpo seguía inactivo— se ríe.

—¡Ah, ya entiendo!, lo que sería una perezosa que no le gusta madrugar —bromeé.

—Si algo parecido, pero el trabajo me reclama, así que está perezosa, no le queda de otra que madrugar.

—Ciertamente, es que llevamos días hablando y aún no sé a qué te dedicas —soné intrigado.

Se hace el silencio por unos segundos.

—Digamos que suelo hacer magia con mis manos — dice.

—Bueno, se me ocurren muchas cosas mágicas que se pueden hacer con las manos.

—¡Ajá!... —se vuelve a reír—. Pues me dedico a una de esas cosas.

—Mm... no me dirás, ¿verdad?

—Te estoy dando las coordenadas, solo síguelas — me deja confuso.

—Está bien, voy tomando nota, pero créeme que daré contigo.

Suelta una carcajada—. Lo dudo.

—Ya veremos.

—¿Y tú me dirás a qué te dedicas?, aunque tengo la idea de que eres empresario o algo así.

—Estas, en lo cierto, soy un empresario aburrido que se la pasa trabajando.

—Estoy de acuerdo con lo de aburrido, cuéntame más de ti, señor desconocido.

—Te contaré, pero con una condición, tú también me contarás cosas de ti y esta vez no quiero coordenadas— dije.

—Vale.

—Bueno, soy empresario y tengo veintinueve años, tengo un hermano un año mayor que yo y una hermana pequeña, bueno no tan pequeña, tiene veintiséis años y no tengo padre, pero si un padrastro increíble.

—Oh, me imagino que eres el hombre más feliz por tener una familia como la tuya.

—¿Feliz?, ¿qué es para ti la felicidad? — cuestioné.

—Normalmente, la felicidad se centra en las cosas pequeñas, pero tú tienes una familia y no hay cosa más grande que la felicidad de tener a tus seres queridos a tu lado, para mí eso es el significado de la felicidad, pero claro está cada persona la relaciona de manera diferente— aclara dejándome pensativo como de costumbre.

—¿Y tú eres feliz?

—Lo soy, porque también tengo a mis seres queridos, tengo un hermano y un padre, aunque mi madre murió cuando solo tenía seis años, ella sigue viviendo en mi corazón cada día de mi vida y por eso soy feliz.

—Es increíble el efecto que causas en mí, pequeña.

Chloé

Pensamos que ser felices significa vivir en el éxtasis todo el tiempo y obviamente eso es imposible de lograr, sin embargo, cada uno tiene una respuesta para definir lo que sería la felicidad y para mí es mi familia y tener cerca a las personas que amamos.

—Compañera, a las doce el nuevo dueño solicitó la presencia de todo el equipo sanitario para presentarse y hablar sobre el hospital.

Suspiré al oír lo que me decía.

—Vale, gracias por avisar, Luis.

Espero que este Sr. Molina dirija bien el hospital y que lleve sus funciones como es debido y que no vea esto solo como un negocio o hacer solo propaganda.

—¿Si alguien tiene alguna sugerencia o añadir algo más, soy todo oídos? — pregunta Molina después de cuarenta minutos de habladurías sin sentidos.

Miro a los lados a ver si alguien de mis compañeros dice lo que realmente piensan y quieren, pero al parecer este tipo los intimido a todos.

—Yo — alcé la mano, seguidamente me pongo de pie, sintiéndome observada por todos, pero la mirada de él me penetraba en lo más profundo de mi ser.

—Bien, la escucho, Srta. Wilson —al parecer se acordó de mí.

—No sé si sabrá, Sr. Molina, de que los respiradores son bastante viejos y llevo luchando para que estos sean cambiados, pero el antiguo dueño pasaba olímpicamente de nosotros que somos los profesionales.

—¿Funcionan? —pregunta.

—Por el momento, sí, pero ¿quién nos garantiza que estos dejarán de hacerlo en cualquier momento y peor aún conectado a algún paciente? — Digo seriamente.

—No entiendo por qué es usted la única que habla de cambiarlos, como tengo entendido en este hospital hay más de seis cardiólogos y no han dicho nada a excepción de usted.

Bajé la mirada por un instante y después la volví a subir para mirarlo con más seriedad que antes.

—Mire, Sr. Molina, no solo hablo por mí, sino también por todos mis compañeros, los cuales están de acuerdo conmigo, pero a excepción de todo esto digamos que ahora mismo usted está ahí, parado de pie y sano al igual que yo, pero ¿quién nos dice que el día de mañana los que vamos a necesitar estos respiradores seamos usted o yo?

Este se acerca a mí y el director lo sigue.

—¿Y si no estoy de acuerdo en renovar los respiradores? — su aliento choca en mi rostro y su mirada fría y llena de ego me cala hasta los huesos.

—En ese caso daré parte al ministerio de sanidad, y créame que no es una amenaza, esto es algo serio. Tal vez un control refrescará la memoria de muchos— miré al director.

Molina sigue mi mirada y observa al hombre que miraba.

—No se olvide que puede ser despedida ahora mismo —dijo este tipo.

—Hágalo, no me asusta, ya que mañana mismo estaría trabajando en las mejores clínicas privadas de este país —me acerco más a él y le demuestro que no le tengo miedo, que si él puede amenazarme yo también puedo.

—¡¡Vaya!!, mucha seguridad tiene usted, Srta. Wilson— susurra a mi oído mientras los demás nos siguen observando y en ese instante sentí como un escalofrío extraño y a la vez inexplicable me azota, como cuando hablé por primera vez con" Pedro".

—La seguridad es la base fundamental para todo, Sr. Molina.

—Bien, pues demuéstrame por escrito todo lo que me dijo y me lo entregas en mi lugar de trabajo, mientras tanto que tenga un buen día, Srta. Wilson.

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