Capítulo 2

Chloé

No sé por qué, pero tengo ganas de hablar nuevamente con ese hombre cuyo nombre aún no conocía, ahora que estoy llegando a mi casa, la cual comparto con un gran compañero, la necesidad de marcarle me supera, pero al meter la llave en la cerradura de esta, se abre y me recibí mi único y mejor amigo con un beso casto en la mejilla.

—Mi Teddy llegó —cierra la puerta a mis espaldas.

Él me llama Teddy, porque soy su peluche, el cual abraza cada vez que no puede dormir.

—Este recibimiento no me gusta para nada —frunzo el ceño, ya que sé que algo quiere de mí.

—Que exagerada, amiga, pero ya que lo dices, pues haya va... Quiero que me dejes la casa por una noche entera, Chloé.

—¿Qué?, ni de coña, José — niego con la cabeza mientras voy hablando y dejando mis cosas sobre la mesa.

—Por favor, Chloé, es importante—insiste.

—¿Importante? —Alcé las cejas.

—¿Te acuerdas de la francesa que estaba conociendo? —Asentí —. Pues viene a visitarme y no quiero que pase la primera noche en un hotel, vamos, Teddy solo serán doce horas y bueno las otras horas del día te las pasas en el hospital —hace un puchero.

Lo que lo diferencia de los demás es que él seguirá insistiendo hasta conseguir lo que se propone, entonces para que negarse más si después terminaré cediendo.

—Vale, pero solo una noche y te aviso desde ya, esto no se repetirá.

Este me abraza con sus enormes brazos y yo le correspondo a ese apretón que a veces tanto necesito, lástima que solo nos queremos como amigos.

Mientras me baño, escucho como mi celular suena una y otra vez, me enredo la toalla a mi cuerpo no tan pequeño y salgo a contestar.

Mi corazón empieza a acelerarse considerablemente al ver el mismo número de antes.

—Diga—contesté.

—Buenas noches, hermosa voz — saluda ese tipo con voz ronca.

—Me parece que se ha equivocado de número, aquí no hay ninguna hermosa voz — le vacilo.

—Yo creo que esta vez estoy llamando a la persona correcta.

—¿A sí?, ¿y quién es esa persona?

—La dueña de la voz que me cautivó en cuestión de segundos, que el destino nos hizo conectar a través de una línea telefónica.

—No creo en el destino— añadí segura de mis palabras.

—Eres la primera mujer que me dice que no cree en el destino — anunció —. Explícame ¿por qué no crees en él?

—Pienso que cada uno, y a su manera, genera a voluntad su propio camino, o como lo llamas tu destino — expliqué tumbando mi cuerpo semidesnudo sobre la cama.

—Interesante explicación.

—Lo es, por cierto, ¿cómo te llamas?, creo que no le dimos importancia a conocer nuestros nombres— hago sonar una leve sonrisa.

—Abel— dijo haciendo sonar como eco en mis oídos.

—Bonito nombre, Abel.

—Más bonito suena en tu boca chica sin nombre, pero pensándolo bien seguro que tu nombre suena igual o más sexy que tu voz — coquetea haciendo que mi corazón aumente de velocidad.

—No soy sexy ni pretendo serlo— informé seriamente.

—Oh... eso sonó aún más sexy —dice en un gemido causando que mi piel se erizara.

—No te creas muy gracioso, Abel... —me interrumpe.

—Para nada, soy de todo menos gracioso o por lo menos eso dicen las personas más cercanas a mí, por cierto, me gustaría continuar hablando contigo y conociéndote más, pero tengo una videoconferencia de trabajo, pero si me dejas te llamo más tarde.

—¿Videoconferencia a esta hora? — pregunté sorprendida porque era de noche.

— Sí, es a otro país y allí es de día, pequeña.

¿Pequeña?, nadie me había llamado de esa manera debido a que mi cuerpo no es un noventa sesenta noventa, pero suena lindo.

—Hola... ¿Sigues ahí? — cuestiona, ya que había guardado silencio por ese "pequeña".

—Sí, disculpa, Abel, nada solo me quedé pensando... —iba a decirle, pero luego digo, ¿y para qué? —Hablamos después — añadí, él dijo un hasta luego y posteriormente colgamos la llamada.

Espero no dejar que nadie juegue con mi corazón porque si me debilito ante este hombre y después cuando nos conozcamos en persona y no soy lo que se imaginó, me romperá el corazón en pedazos y ya luego no habrá nada que lo vuelva a unir incluso yo que soy especialista en este órgano.

—Únicamente pasaré ratos de conversaciones interesantes y entretenidas, solo se quedarán en eso —me digo a mí misma.

Abel

Desde mi punto de vista pienso que el destino es una fuerza que está encima de nosotros y que nos empuja a una sucesión inevitable de acontecimientos y circunstancias, que a veces intentamos ver cómo una simple casualidad o que incluso evitamos creer en ello, pero cuando es claro y firme como me pasó a mí en este caso que el destino me conectó con una chica a través de un aparato tecnológico y ahora, solo quería estar hablando con ella a todo rato entonces es cuando nos cuestionamos. ¿Qué tan fuerte es?

—Muy bien, señores, pronto se firmará el contrato y ponemos fin a nuestro trabajo— dije cuando ya estaba por concluir la videoconferencia.

—Mañana el director estará esperando por usted para enseñarle las instalaciones de su futuro hospital —vuelve a decirme el dueño.

—Muy bien, señor Connor, que tenga un buen día—añadí y después está finalizó.

Me doy un baño largo mientras relajo cada extremidad de mi cuerpo con agua caliente, odio bañarme con agua fría incluso en verano. Me disponía a colocarme el pijama bueno, la mitad del pijama porque duermo sin la parte de arriba cuando llaman al timbre de mi casa.

—Kassandra — me sorprendí al verla ahí parada con un vestido muy corto mientras su mirada me examinaba —. ¿Qué haces aquí?

—¿No puedo venir a visitar a un buen amigo? — moja sus labios.

Ella y yo somos amigos solo en la cama, no hay confianza ni nada por el estilo.

—Ha sido un día duro de trabajo y mañana madrugo—mencioné y después le cerré la puerta en sus narices.

—Vale, Abel, pero mañana no me pondrás esa excusa cuando vuelva a ti — dijo gritando y luego se hizo el silencio.

Lo último que me apetecía en este momento era tener sexo con ella.

La llamé varias veces, pero esta no contesta, me imagino que se durmió, pero minutos más tarde mi celular suena haciendo que sobresalte de emoción y, un cosquilleo se instalara en mi interior al ver que era el número de ella.

—Disculpa por no contestarte.

—Discúlpame tú a mí por insistir —digo —. ¿Te fuiste a dormir ya? — pregunté apenado.

—Eh, no, pero ya me estoy instalando en mi cama e intentaré caer en los brazos de Morfeo, mañana madrugo.

—Yo también madrugo, pequeña, pero antes de dormir quería oír tu voz.

—No deberías llamarme de esa manera— me pide.

—¿Por qué? — cuestioné.

—Primero que todo tengo veintisiete años y de pequeña no tengo nada — me río—. Y segundo y no menos importante no llevamos ni veinticuatro horas desde que solo oímos nuestras voces, creo que mucha confianza no es buena— terminó.

—Está bien, dejaré de llamarte de esa manera con una condición— agregué —. Que cuando nos conozcamos en persona y te vea me dejarás llamarte pequeña.

Ella suelta una carcajada, pero luego esta desaparece como vino.

—No creo que nos conozcamos jamás en persona, esto no pasará más de unas llamadas.

La seguridad en la que me habló me dejó pensativo, y un poco molesto porque estoy seguro de que si me viera en persona se enamoraría de mí hasta la médula como han hecho muchas.

—Bien, si eso es lo que deseas, que no sean más que unas llamadas, buenas noches.

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