CAPITULO 2 | Perverso

"No existe mujer más sensual, que la que tiene cara tierna con una mente perversa.” –Frida Kahlo.

° ° °

Desbloquee el celular solo para buscar en la galería de fotografías algunas que había guardado deliberada y libidinosamente, esas donde su cuerpo se ceñía a la perfección dentro de un traje sastre negro, e incluso aquellas donde seguía sus rutinas de gimnasio.

Las imágenes solo mostraban torsos desnudos, espaldas torneadas, trajes que se veían como de portada porque el hombre que los modelaba era un manjar andante, pero sin rastro alguno de su aspecto facial, algo que me dijera cómo imaginarme a lo que ahora podría catalogar como mi hombre ideal.

Desde que conocí a Marqués y tras stalkearlo a detalle, jamás encontré fotos que me permitieran conocer algo más que no fuera su cuerpo ni cabello ni ojos y mucho menos su boca, no había nada de su cara, llegué a pensar que era bastante feo o por lo menos recíproco a lo viril de su cuerpo.

—Eso suena demasiado tentador, no perdemos nada en ver qué tanto puedes aprender.

Mientras escuchaba su voz algo en mí se encendía como pocas veces y sabía que lo siguiente se tornaría lo suficientemente agradable a excepción de que no tendría manera de saciar el apetito estando él tan lejos de mí. Sin contar que obviamente jamás podríamos llegar a más por la pequeñísima situación de que yo no era la que él seguramente se imaginaría esta noche.

Sí, odié infinitamente a mi hermana y mucho más a mí por haber creado todo este cuento.

—Siendo sinceros, Julieta, ¿has hecho esto alguna vez? Digo, quiero saber qué tan precaria es tu situación y qué tanto tendré que enseñarte. ¡Vamos! Necesito saber si será necesario cobrarte honorarios.

No pude evitar reír por la forma tan divertida en que lo dijo. Él y su estúpido sarcasmo lo hacían más interesante de lo que podría esperar.

Sentí un ligero toque de electricidad como si me anunciara que no debía, que estaba mal si intentaba sacarme la espina de Adrián de mi pecho, pero no pude evitarlo. Quizás una parte de mí muy en el fondo esperaba que esto le lastimara, buscaba una venganza a su desengaño y traición.

Grave error, Aitana.

—Pues... aunque suene increíble —suspiré—, serías la primera persona que escuche mis gemidos por teléfono, que me haga imaginar la manera en que sus manos y labios recorrerían mi cuerpo. Serías el primero así que tendrías que dictarme el camino a seguir.

A veces el despecho hace de las suyas ocasionando que erremos el camino, que nos equivoquemos buscando solo sanar una herida que estaba a flor de piel. Yo quería acallar la vocecilla que me decía el hombre al que más había amado durante años me engañó sin pensar un poco en todo lo que había sacrificado por él, como mis sueños cuando decidí elegir la carrera de derecho solo porque Adrián me lo pidió para pasar más tiempo juntos, dejando atrás la idea de ser una gran psicóloga como siempre pensé que sucedería.

—¡Perfecto, eso me hace el hombre más feliz del mundo!

Su voz me regresó del ligero trance al que me sometían los pensamientos absurdos.

—¿Recuerdas lo que me mencionaste acerca del juego que te hubiera gustado jugar conmigo? Cuando mencionaste pelotas... si supieras lo que me imaginé.

Pensé que diría algo tan doble sentido como estaba acostumbrado a hacer, en cambio un silencio gobernó por unos segundos dejándome con la duda carcomiéndome por dentro.

¿De verdad no dirá nada?

Pocas veces... no, mejor dicho ¡NUNCA! Sade se había quedado callado con algún pensamiento, y menos cuando se trataba de causar estragos en mi inocente cabecita. Él sabía que dejaba en shock a mi ser por completo, lo tenía lo suficientemente claro, así que no había motivo suficientemente fuerte como para que no revelara lo que pasaba por su cabeza en esos momentos.

—¿Qué? No puedo comprender la idea si no me dices qué es lo que piensas. ¿Sí sabes que los psicólogos no podemos adivinar lo que están pensando los demás?

—¿Ah no? Mmm... pensé que sí, así ya no tiene chiste.

Puse los ojos en blanco al escuchar sus palabras. ¡Idiota!

—Bueno, ya pues, ¿me dirás lo que pensaste o por primera vez en la vida callarás? De ser así entonces debo pensar qué deseo pedir, porque tú, Marqués, nunca te has quedado callado con alguna idea por más pecaminosa que sea.

—¿Estás segura que quieres escuchar? Nunca me he sobrepasado con mis comentarios y no quiero que...

—¡Ya! ¿sí o no me dirás? ¡Confiésate ahora o calla para siempre!

—Ok, solo porque tú lo pides.

»Tú quieres jugar a los quemados y yo quiero que juegues con mis pelotas.

Abrí los ojos como platos al escucharlo y el simple hecho de imaginarlo dentro de mi habitación me hacía desear más que la fantasía se cumpliera, decirle que ya no me parecía tan mala idea conocernos y tener un encuentro casual como el que tantas veces propuso de manera indirecta.

—¿Sigues viva? No respondiste o ¿qué, te da miedo?

Seguramente el rastro de una risa confirmó su pregunta.

—Eres psicóloga y no entiendo cómo es que te da pena decir las cosas como son; sabes, cada que converso con doble sentido o cuando mi lado pervertido sale te imagino con las mejillas enrojecidas, con el estupor plantado en la cara.

—Con que esa es una de tus fantasías, picarón. Interesante—. Respondí con un ligero toque de picardía—. Y no, en lo absoluto, es simplemente que no quiero derrumbar la imagen que seguramente tienes de mí, eso sería un bastante...

—¿Qué, caliente? Sí, ciertamente lo es, aunque claro, desde el día en que comencé a platicar contigo lo fue y no me refiero a los meses que solo me conformé con textos, sino cuando escuché tu voz por primera vez e hiciste que mi cuerpo entero se calentara como pocas veces una mujer lo consigue.

Reprimí un gemido que amenazó con mostrar lo que él conseguía.

—Me refería, Marqués, a bastante bochornoso que se me percibas como una psicóloga pervertida, esa no era la idea de entablar amistades virtuales.

Pero una parte de mí, esa que se encontraba muy en el fondo de mi cabeza, me gritaba ¡mentirosa! Porque conocía todo de mí y la manera en que conocer a Sade cambió mi mentalidad inocente a algo más... completamente diferente. Esa misma vocecilla me decía que las niñas buenas debían portarse mal de vez en cuando; aunque al ser algo nuevo para mí el torbellino de emociones que comenzaba a experimentar, era totalmente justificable el sentir miedo de cagar mi vida por caer en una tentación.

—¡Hum! Sobre eso último, ¿no has pensado que ya es hora de conocernos? Es decir, mi imaginación también depende mucho de experiencias previas, pero creo que no habría cosa más exquisita que poder cumplir cada una de mis fantasías contigo. No es que tenga demasiadas, pero últimamente me han surgido unas cuantas que seguramente podríamos cumplir.

»Sería mejor disfrutar de tu coño en persona, poder chupetear tu clítoris como si no existiera un mañana; acariciar tus deliciosos senos y apretujarlos entre mis manos e inclusive, que con ellos aprietes a mi JR.

¿Acaso se refería a lo mismo que yo pensaba? ¿Su "amiguito" tenía nombre?

Sabía que Marqués tenía rarezas en su amplio vocabulario —de verdad, bastante amplio—; sin embargo, jamás imaginé que le pondría nombre a su... miembro.

De nuevo tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírme o dar señales de que aquel nombre me había hecho gracia. Aunque... bueno, se agradecía que al menos saliera de lo monótono al tener una alternativa mejor que la simpleza de una palabra como miembro.

Me concentré de nuevo en la charla, en lo que él había mencionado antes de que mi cabeza divagara en ideas bobas y entonces mi cuerpo volvió a tensarse, como imaginando su simple toque.

—Dejaré que conozcas la parte más perversa de mi ser completo si me cumples una fantasía. ¿Aceptas?

—Espera, esto se pone interesante y me tientas mucho con ello así que tú dirás.

—Pues bien —llevé mi mano a uno de mis senos para apretarlo como imaginé él podría hacerlo—. Quiero... no, no, demando una foto para conocer tu cara, darle un rostro a la persona que me imaginaré esta noche.

Escuché su risa, un sonido ronco que me calentaba más de la cuenta.

—Eso es más confidencial que los expedientes X o los de la CIA, pero puedo ofrecerte algo proporcional.

»Te puedo enviar una foto de lo elemental, por ejemplo, mis ojos e imagines que te como con la mirada, porque sé que solo con verlos se mojarán tus bragas. Una foto de mis labios y que al cerrar los ojos tus manos marquen el camino que ellos seguirían tal cual lo dicte esta noche. De esa forma cuido que si algún día me miras por la calle no me reconozcas y quieras huir de mí o, por el contrario, quieras secuestrarme esta misma noche.

—Creo que es una buena oferta, aunque no te hagas ilusiones con aquello del secuestro.

—Sí claro, si tú lo dices. Pero las enviaré solo cuando hagas lo que yo mencione y en el momento que crea pertinente. Por ahora has lo siguiente:

»Colócate en la misma posición que te dije para que el dolor de cabeza disminuyera, deja que cuelgue un poco de la cama y recarga los pies en la pared... porque supongo tu cama está pegada a una.

Reí al sentir que leía mi mente como muchas veces a lo largo de estos años nos ha ocurrido.

—Y luego dices que los psicólogos somos quienes adivinamos el pensamiento. En fin, muy bien ¿luego?

—Buena chica—. Lo escuché reír imaginando que habría hecho la misma expresión que yo rodando los ojos.

»Ahora separa un poco las piernas y chupa dos dedos para que los pases desde tu cuello y bajando por en medio de esos dos montes que se forman con tus pechos, dando unos pellizcos a los pezones y sobándolos delicadamente como si quisieras palpar una fruta madura.

Mordí mi labio inferior al escuchar sus palabras.

¿Por qué me calienta tanto imaginar situaciones que son de lo más inocentes?

—Sigue bajando hasta llegar a tu entrepierna, toca por encima de tus bragas y corrobora que a estas alturas ya estás húmeda, lo suficiente como para que mi pene pueda introducirse en tu cavidad con total facilidad.

En efecto, sus palabras hacían milagros en poco tiempo. Nunca en mi vida me había sentido así, ni siquiera con Adrián.

—¿Sabes qué me imagino en este preciso momento, Julieta? Imagino que te tengo sobre mi cama atada de manos con una de mis corbatas, que en lugar de que fueran tus dedos los que seguramente ahora están tocando tu clítoris soy yo quien lo hace, que tengo el control sobre ti.

»Es algo que me he imaginado desde el día en que conocí tu voz, en que no pude evitar imaginarte en una de mis tantas noches de desvelo. Algo que he deseado hacerte hasta conseguir que llegues al tan ansiado clímax.

El teléfono vibró y el tono de una burbuja explotando me alertó de que había llegado un mensaje con un archivo adjunto.

Telegrapp era la aplicación que usábamos para estar en contacto, más cuando asistía a clases y éstas se tornaban abrumadoras o aburridas. Resultaba más rápida que cualquier otra, incluso te permitía colocar reacciones como corazones, risas, caritas enojadas a secciones de las pláticas.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo