Complicada Orden

17 de Mayo de 1944

“En esta ocasión el informe no es positivo, Alteza.

Un pequeño inconveniente ha generado pérdidas en nuestros bienes.

Un altercado que lamentamos informar a Su Majestad.

Solicitamos encarecidamente su apoyo mientras ubicamos una solución.”

Atte.: Condesa Angelica Di Mort

¿Cómo podría reaccionar Marlote al escuchar a su madre explicarle que a partir de ese momento trabajaría nada más y nada menos que como ama de llaves de la familia Di Mort? Era simplemente increíble escuchar aquella noticia y se le hacía complicado procesarlo inclusive. No era un secreto para ninguna de las dos que incluso la habitación en la cual estaban resultaba ser más grande que su propia casa.

—La condesa ha pedido conocerte. Ven conmigo —Marlote tragó saliva viendo a su madre hacerle una seña para que le siguiera. Podía ver en el cinturón de Hendrika un manojo de llaves que antes no estaba allí. ¿Todo esto era real? No tardó en comenzar a seguirla a través de aquella enorme cantidad de pasillos—. Por favor, Lottie, cuida todo lo que dices.

Marlote odiaba que su madre usara ese diminutivo a su nombre, pero estaba cansada de pedirle que dejara de llamarla así y simplemente no existían resultados favorables, por lo que había decidido resignarse.

                —¿Cuándo he hablado sin pensar, mamá? —una sonrisa de culpabilidad apareció en su rostro tan pronto como la mayor volteó a mirarla de reojo—. No me respondas.

                Era cierto que Marlote Meijer era reconocida por lo imprudente que podía llegar a ser. Decir cosas sin sentido que avergonzaran a su madre, actuar de manera impulsiva frente injusticias e incluso ofender a grandes personas al sentirse ofendida o al darse cuenta de que trataban mal a Hendrika. Ella solía defender a su madre, pero en ocasiones, la defensa resultaba ser incluso peor que el ataque.

                Finalmente estaban frente a las dos puertas que tenían una placa dorada en lo alto de una de estas con el claro grabado “Estudio Di Mort” el cual le evidenciaba a la chica que habían llegado. Comenzaba a preguntarse si todo lo dorado que veía en aquella mansión era de oro o los condes también usaban la fantasía como recurso a su decoración. Sea como fuera no era el momento más propicio para pensar en eso ya que su madre había abierto la puerta y esperaba a que la más joven entrara primero.

                Marlote sintió como su respiración se tornó pesada al entrar en aquel estudio. La silueta de la mujer sentada sobre el amplio sofá capturó rápidamente su atención haciéndole tragar saliva. Era una mujer de mediana edad con cabellos oscuros recogidos en un elaborado moño sobre su cabeza que era adornado por un pequeño sombrero negro al igual que el vestido que portaba. Los ojos celestes de la condesa se montaron de inmediato sobre la joven.

                —Marlote Meijer —Reconoció de inmediato la dueña del lugar dejando de un lado los papeles y retirando sus pequeños anteojos para mirar a la chica con detalle—. Definitivamente eres la copia de tu madre. No puedes negar los genes que llevas.

                —Muchas gracias, Mi Señora —Respondió Lottie sin poder mirarla al rostro—. Es un honor para mí ser comparada con mi madre.

                —Debes estar orgullosa de Hendrika —la condesa acomodaba la pila de documentos mientras hablaba. Marlote consiguió divisar en su dedo anular el precioso anillo que solo portaban los líderes de aquella familia—. Puedes sentarte, preciosa. No suelo alimentarme de las personas y tampoco muerdo.

                Marlote honestamente dudaba que aquel sentimiento de tensión lo irradiara un hada madrina que desbordara flores y colores. Más bien se sentía como si estuviera frente a la bruja de Blancanieves, pero estaba claro que eso solo era su imaginación. Tal y como Angelica le pidió tomó asiento frente a ella y de inmediato la mayor abrió una de sus gavetas y sacó un pequeño prendedor que antes había visto en la ropa de su madre. Lo extendió hacia Lottie.

                Marlote detallaba con cuidado aquel precioso objeto dorado que marcaba las letras D&M en un tipo de fuente cursiva que parecía simplemente imposible de obtener en un adorno como ese. Alzó una ceja dándose cuenta de que en la parte trasera de este se podía observar claramente su nombre: Marlote Meijer. ¿Realmente algo tan precioso le estaba siendo obsequiado? Nunca antes había tenido un prendedor tan valioso en sus manos, por lo que se veía como una niña pequeña presenciando un juguete que anhelaba.

—Este botón es la insignia que identifica a todos los allegados a nuestra familia —Angelica señaló su anillo, el cual llevaba exactamente el mismo símbolo—. Muchas puertas se abren en el reino para quienes llevan ese emblema consigo. Este es el tuyo, Marlote.

—¿Es en serio? —Estaba sorprendida, mucho más de lo que realmente desearía estarlo–. ¿Estoy siendo admitida como una allegada a la familia Di Mort? ¿Es eso posible?

Angelica dejó salir una pequeña carcajada, y es que definitivamente las reacciones de Marlote generaban gracia. Por fin la mujer se levantó dando la vuelta en el escritorio hasta colocarse justo al lado de este, dejando una mano en el hombro de la chica.

—Es tan cierto como que respiras. Tu madre se encargará de contarte los detalles, preciosa, pero existe una única condición que deseo pedirte personalmente —Marlote miró hacia arriba, encontrándose con los afilados y profundos ojos de la Condesa. Su cuerpo se estremeció dándose cuenta de que en ese momento parecía estar frente al hada oscura de los cuentos de hadas—. Frederik Di Mort —pronunció la mujer entre siseos, dejando en evidencia que estaba creando una clara advertencia—. No te acerques a Frederik. Si pasas por su lado ni siquiera te molestes en mirarlo.

La joven hizo descender rápidamente su vista recordando aquel encuentro inoportuno que ya había tenido con el joven de piel pálida minutos antes de recibir esta orden... el tic tac de los relojes de aguja parecían hacer aquel momento como uno infinito, uno en que cada segundo transcurría como eterno mientras se debatían sus recuerdos con la penetrante mirada que Angelica sostenía sobre la chica. Sí, estaba claro que la aparentemente amable mujer no era más que una fachada de lo que su rostro angelical ocultaba.

—Como ordene, mi señora.

                                                                                        ***

¿Era él? ¿El mismo chico del enorme retrato que ya había visto en lo alto del salón principal? Definitivamente era mucho más apuesto en persona y fue imposible para Lottie no permitir que su imaginación volara.

Se trataba de un joven de piel pálida, incluso se podían observar algunas venas en tonos verduzcos recorrer sus marcados brazos. Los ojos oscuros del chico parecían tan profundos y hermosos como un par de pequeños azabaches. El cabello era negro, brillante y cubría sus ojos con el flequillo mientras que la parte trasera aparentaba ser más larga, aunque Marlote no alcanzó a detallar hasta allí.

—Soy Marlote Meijer. Mi madre fue llamada aquí por cuestiones de empleo —Explicó Lottie viéndose obligada a bajar su rostro. Si seguía mirándolo a los ojos sus mejillas se colocarían y era lo último que deseaba en ese momento.

—Oh, la nueva ama de llaves. ¿Y tú eres su hija? —Marlote asintió un poco avergonzada—. Bien, yo soy Frederik Di Mort, el hijo menor y heredero de la casa.

¿Heredero? Aquella palabra como calificativo para Frederik hizo que Marlote frunciera el ceño. ¿Cómo podía ser el heredero si se trataba del hijo menor de los Di Mort? ¿Acaso el otro sujeto del retrato había sido desheredado? Según las películas de la realeza que la pecosa había visto, los herederos siempre eran los hijos mayores. ¿Qué pasaba entre ellos? Pero dejando eso de lado… ¿cómo demonios podía actuar tranquila cuando un chico tan precioso estaba a centímetros de ella? Sí que era todo un desafío.

—¿Marlote? —ah, se había perdido en sus pensamientos y allí estaba, ignorando completamente lo que aquel apuesto y adinerado sujeto le decía—. ¿Te encuentras bien?

—¡Si! ¡Por supuesto! —una leve reverencia fue su señal de disculpas por haberse quedado estática—. Es un placer conocerle, Frederik Di Mort.

—¡Oh, no! Por favor, no me trates con tanto respeto —al joven de la casa no le gustaba en absoluto ser tratado como un anciano—. Solo llámame Fred, Rick o Frederik, como más te guste.

—Definitivamente Frederik —Aceptó intentando alzar su vista, aunque de nuevo no pudo hacerlo—. Lamento si te ofendí.

—Descuida, tontita —el chico soltó una pequeña carcajada mientras Marlote simplemente abría los ojos al escuchar tal calificativo de confianza proveniente de alguien como él. ¿Estaba soñando?—. Si quitamos el apellido somos simplemente dos chicos contemporáneos en edad. No necesitas estar avergonzada.

Cuan fácil era decir algo como eso pero que difícil era aplicarlo. Nunca en su vida se había imaginado charlando con alguien de la alta sociedad, ¡y mucho menos con el hijo menor de un conde! Además, incluso si se tratara de su vecino granjero era más que claro que con tales características físicas tampoco podría mirarle al rostro con tranquilidad.

—Vale, entonces... ¿para qué has llamado a mi puerta? —ah, si, Lottie incluso había olvidado su equivocación.

—Fue un accidente. Tenía sed y estaba buscando la habitación de...

—Es la del frente —Frederik la miró con una sonrisa en rostro manteniendo una ceja alzada—. Este es mi estudio —negó con la cabeza dejando salir un leve suspiro—. Creo que nuestra joven Marlote no posee un buen sentido de las direcciones —bromeó guiñándole un ojos. Sí, un gesto que bastó para que la pelirroja devolviese su mirada al suelo—. Ahora, aunque quisiera seguir charlando, me temo que debo seguir estudiando.

—¡Claro! Lamento mucho importunarlo... —la chica hizo una reverencia bastante pronunciada.

—Ya te he dicho que no necesitas llamarme así, Señora Marlote —se burló el pelinegro cerrando su puerta—. Nos vemos después.

                                                                                   ***

—¿Joven Meijer? —la voz de la condesa comenzaba a tornarse un poco fastidiada—. Señorita Meijer, ¿está escuchándome?

Parpadeó un par de veces alzando la mirada rápidamente sintiendo como su cabeza se estrellaba con la frente de la dueña del lugar al incorporarse. ¿De verdad podía estarle pasando eso? Sorpresa, vergüenza y temor aparecieron en el rostro de la chica quien se levantó del asiento rápidamente. ¿Por qué demonios debía chocar su frente con la contraria en su primera visita?

—¡Lo siento mucho! Dios mío, que torpe soy... —Angelica masajeaba el lugar de impacto con los ojos cerrados, y definitivamente Marlote deseaba que se mantuviera así y no la mirara nuevamente—. En verdad lo siento mucho, condesa Angelica. ¿Cómo puedo compensarle por mi acción tan grosera?

—Quédate tranquila —una respuesta severa que congeló inmediatamente a Marlote—. ¿Qué fue lo último que escuchaste?

—Su orden de no acercarme a Frederik, mi señora —Respondió llevando ambas manos a su espalda y con la cabeza agachada.

—Lord Frederik —corrigió rápidamente la mayor—. Cualquier encuentro pudiera ocasionar emociones indebidas y, en caso de que no ocurra, podría desatar severos rumores que no estoy en condiciones de contrarrestar —la dama volvió a su asiento y entrelazó los dedos de sus manos sin dejar de mirar a la chica—. Además, antes de cualquier tipo de malentendido he de dejar en claro que nuestro hijo está comprometido, así que es mi deber cuidar sus espaldas. ¿De acuerdo, señorita Meijer?

¿Acaso tenía elecciones? Ninguna, incluso si deseaba entablar algún tipo de amistad ahora se daba cuenta de que era simplemente imposible. Lottie asintió ante la orden dada ahogando un suspiro de derrota. Debía mantener la compostura por el bien de su madre y esta nueva faceta de su vida. Por otro lado, su cabecita no dejaba de pensar en la posible marca que su golpe dejaría en la frente contraria

—Fabuloso entonces, preciosa —la dama se levantó y seguida e impulsivamente Lottie hizo lo mismo—. Espero que su estadía aquí resulte en mejoría para nuestra casa —soltó en una evidente despedida—. Nos veremos luego, señorita Meijer.

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