Capítulo 7 “Un beso”

— ¿No vamos, Ady? — pregunté apareciendo detrás de ella haciendo que pegara un gritito del susto.

— Deja de asustarme — dijo molesta — Y no me llames Ady.

Le abrí la puerta del copiloto para que entrara a la camioneta y yo entré después de ella.

— ¿Por qué? Deberíamos ser amigos, ¿no? Ya que serás mi novia — dije tranquilo encendiendo mi auto.

Adele que estaba tomando un té frío comenzó a toser de la impresión.

Comencé a conducir a su casa.

— ¿Qué? ¿Tu novia? ¿Qué te fumaste?

— Cocaína, pero eso no tiene nada que ver — bromeé — Mi madre dice que quiere que seas mi novia y mi mamá no aprueba a cualquiera. Si tienes la bendición de mi abuela estaremos casados en unos días.

Adele siguió viéndome como si acabara de patear al Papa.

— Es broma — dije riendo y ella botó todo el aire que estaba conteniendo — Por ahora.

— Ni siquiera somos amigos — dijo ella más seria de lo normal.

— Auch — hice un puchero — Yo ya te consideraba una hermana para mí.

— ¿Brotherzone?

— No hay ninguna "brotherzone" porque tú no quieres nada conmigo, ¿no?

— Exacto — ella sonrió y cerró los ojos recostándose en el asiento.

Coloqué música.

Tal vez la música nos uniría, ¿no? A ella le encantaba y a mí también.

Hey, Jude de The Beatles comenzó a sonar.

Por el espejo retrovisor veía como Adele modulaba la letra de la canción.

— Canta, sin miedo.

Ella me miró y por un momento pensé que iba a cantar. Abrió la boca y...

— Era en la otra calle - dijo decepcionándome — Tendrás que dar la vuelta.

Asentí.

Lograr que cantara sería difícil.

Cuando llegamos a su casa ella comenzó a verse muy nerviosa.

Movía la pierna derecha sin parar, se mordía las uñas y comenzaba a ponerse colorada.

— Te sonrojas muy fácilmente — comenté.

— ¿Qué? Claro que no.

— Pues déjame decirte que eres muy bonita y que me encanta como las pecas en tu nariz son como hermosas constelaciones.

Su cabeza parecía un tomate de lo roja que se había puesto.

— ¿Lo ves? Muy fácilmente — dije y me acerqué un poco a ella en el asiento — Tranquila, todo saldrá bien. Sólo conoceré a mis futuros suegros.

Ella rodó los ojos y me dio un golpe en el hombro.

— Deja las tonterías — habló antes de bajar de mi preciada y hermosa camioneta.

Bajé también y caminé hacia la puerta de entrada.

Adele insertó la llave, pero antes de abrir se detuvo y me miró durante varios segundos.

— L-lo siento si mis padres son algo pesados. Es que estarán un poco sorprendidos de verte aquí - dijo moviendo todos sus dedos intranquila — Nu-Nunca antes había traído alguien a casa.

Tomé sus inquietas manos y sentí una electricidad recorrer mis dedos.

— Todo estará bien. Me amaran. Todos me aman.

Ella rió y rodó los ojos.

En ese instante la puerta de su casa se abrió mostrándome a una pequeña señora de unos cuarenta años, un poco robusta y con una cabello muy largo y negro, era bastante guapa, con unos grandes ojos verdes y su piel muy blanca. Pero nos miraba con una expresión tan sorprendida que sentía que sus ojos estaban a punto de salirse de su rostro y rodar por el suelo, una imagen un tanto perturbadora.

Tengo que dejar de ver tanto The Walking Dead.

— No puede ser — dijo la señora —  ¡Stephan! ¡Ven rápido! ¡Llegó Adele y está con un chico! ¡UN CHICO!

— ¿Un chico? — gritó una voz masculina desde adentro de la casa.

— ¡Si! Es muy guapo y están tomados de las manos — ella exclamó y nos soltamos rápidamente — ¡De las manos!

Adele se cubrió el rostro con sus manos.

— Que vergüenza — dijo.

Un alto y corpulento señor apareció en la puerta frente a nosotros. Vestía casual. Era muy parecido a Ady, cabello negro, piel blanca y ojos cafés. Nos miró completamente sorprendido y luego rió.

— ¡Al fin! — dijo y de la nada me dio un enorme abrazo — ¡Mi hija trajo a un chico!

Estaba más confundido que Zayn en One Direction.

— Papá, por favor, me avergüenzas — habló Adele que seguía cubriéndose el rostro.

— Vengan, pasen, pasen — dijo la que suponía era la madre de Adele.

Entré a la acogedora casa y quedé muy muy asombrado.

La casa parecía salida de un arcoiris, habían colores fuertes en todos lados. Cada pared era de un color diferente y tenía dibujos de algunas extrañas formas abstractas de también muchos colores o de frases muy hippies. El piso era de color dorado y el techo de color plata. No había ningún rincón de la casa que tuviera negro. Hasta que veías a Adele.

— ¿Estás segura de que esta es tu casa? — hablé divertido.

Adele vestía un pantalón bastante grande color gris, una camiseta de Pink Floyd negra, unas gastadas converse negras, tenía sus uñas pintadas de negro y su negro cabello suelto que hacía contraste con su blanca piel. El único color que tenía era el rojo de sus mejillas al sonrojarse.

— Tengo diecisiete años preguntándome lo mismo — dijo.

Reí.

— Mucho gusto, soy Stephan Castle y ella es mi querida esposa Emily Castle. Somos los padres de nuestro terroncito de azúcar — dijo su padre e hice mi mayor esfuerzo por no reírme — Un gusto conocerte.

— ¿Cómo te llamas? — preguntó la señora Castle.

— Adam Martínez. El gusto es todo mío, señores. Fue un honor ser invitado por su terroncito de azúcar.

Adele me dio un pisotón que estaba seguro no había sido por accidente.

— Disculpa si te sofocamos, pero, Adele nunca antes había traído a alguien a casa y mucho menos a un chico — dijo su madre — ¿Son novios?

— ¡Mamá!

— Está bien, hija. No te avergüences. Con un novio así de guapo no tendría nada de vergüenza de presentárselo a todos - dijo su madre haciendo que su esposo frunciera el ceño.

Reí.

— Sólo soy su amigo.

— Compañero — corrigió Adele. Rodé los ojos — Vino porque tenemos que hacer un trabajo y si no les molesta, vamos a hacerlo.

Adele me arrastró al piso de arriba pasando por una escalera color amarillo con franjas de muchos colores.

— ¿Vamos a hacerlo? Eres bastante directa — bromeé pícaro.

— Oh, olvídalo — ella rodó los ojos — Tú sólo piensas en... eso.

— ¿Y qué es "eso"?

— Pues eso, eso en lo que siempre piensas.

— ¿En ti? Siempre — bromeé.

— Si, si claro — dijo sarcástica.

Se detuvo frente a una puerta pintada de negro.

— Bienvenido a mi refugio. — dijo abriendo la puerta dejándome ver su habitación.

Y otra vez más esta chica me sorprendía.

Esperaba ver una habitación completamente negra y con pósters de bandas en todos lados, pero eso no fue con lo que me encontré.

La habitación era de un color azul muy claro y estaba ordenada tan perfectamente que no quería ni sentarme para no arruinar nada. Su cama de sábanas grises estaba tendida sin ninguna arruga. Su escritorio color negro tenía sólo un libro en el centro de éste. Tenía una enorme alfombra negra que no tenía ni un sucio. Un clóset negro cerrado con un pequeño candado. No había un sólo póster, ni siquiera un cuadro en la pared. Pero lo más impactante era su enorme biblioteca con tantos libros que de sólo verlo me aburría y su colección de discos. Tenía cientos de discos ordenados muy perfectamente.

— Wow — dije acercándome a donde estaban los discos.

— Cuidado, llegas a desordenar algo y yo misma me encargo de que mueras muy dolorosa y lentamente.

— Tranquila, Ady, lo tengo todo contro...

Tropecé mirando los discos y derrumbé la biblioteca que cayó sobre mí.

— ¡Mis libros! — exclamó y corrió a ayudarme.

Me equivoqué, corrió a recoger sus libros.

— Estoy bien, no te preocupes tanto — dije sarcástico tratando de salir de debajo de la biblioteca.

— No mereces mi ayuda. Doblaste la página de mi edición especial de Hush Hush. Pobre Patch.

— Si, si, pobre Parcho y a Adam que le perfore un pulmón un libro.

— ¿Parcho? ¿Y así quieres que te ayude? - dijo indignada.

— Por favor, Ady.

Ella rodó los ojos y me ayudó a levantar la biblioteca para que pudiera salir.

Cuando estuve de pie vi el desastre que había hecho en la muy perfecta habitación y supe que iba a morir.

— Mira lo que hiciste — Adele estaba molesta.

Adiós, mamá. Adiós, George. Adiós, Christopher. Espero que hayan chicas lindas en el cielo.

— Lo siento. Lo arreglaré. Lo prometo.

— ¿Por orden alfabético del apellido del autor de cada libro? Buena suerte. Son ciento veintisiete libros.

— ¿Qué? ¿Por qué tienes tantos? ¿Te pagan por leer o te obligan a hacerlo? — dije sorprendido — Dime que por lo menos tienen dibujitos.

— Si me pagaran por leer estaría en Dubai ahora mismo — se encogió de hombros — Vamos te ayudaré.

Media hora después estábamos terminando de acomodar y sentí que nunca antes había odiado tanto los libros como ahora.

— Entonces, ¿Cincuenta sombras de Grey? — dije haciendo que Adele se sonrojara — Aún no te imagino leyendo eso.

— Y eso que no sabes lo que leo en W*****d — dijo más para ella misma — Sólo me leí la trilogía dos veces, no hagas un drama. Y no se lo digas a mis padres.

— Uy, lo siento, pero justamente iba a ir a decírselos — dije con una sonrisa traviesa — A no ser que tú hagas algo que me convenza en no hacerlo.

— Esto no suena bien — dijo sentándose frente a mí en el suelo, cruzando las piernas — ¿Qué quieres?

— Un beso.

— ¿Qué? Olvídalo. Si quieres yo mismo te acompaño a la sala para que les cuentes.

— Está bien, seguro les encantaría saber también lo que lees es Watbad.

— W*****d — rodó los ojos — No te besaré.

— Está bien. Entonces, cántame algo.

— Si, yo misma te acompañaré a la sala.

— ¿Sabes qué? Me conformo con un beso.

Me acerqué tanto a ella que tuvo que retroceder y quedó entre la pared y yo. Me acerqué a su boca y respiré su aroma, vainilla. Miré detalladamente las pecas sobre su rostro y sobre todo su nariz. Se le veía nerviosa, demasiado. Pasé mi mano por su mejilla acariciándola lentamente. Tomé su mano y besé el dorso de esta.

— Me convenciste — dije tranquilo alejándome de ella dejándola muy sonrojada.

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