Capítulo 5 “Voz de Ángel”

Fui al depósito que era una habitación grande donde guardábamos desde comida hasta herramientas.

Tomé el botiquín de primeros auxilios y me dirigí a mi habitación, pero a mitad de camino regresé a la cocina, tomé un bote grande de helado de chocolate y subí.

Cuando estaba llegando a mi habitación escuché una dulce y baja voz cantando una canción de Fall Out Boy.

Su voz era hermosísima, como la de un ángel. Nunca antes había escuchado una voz como la de ella.

— Hey.

Di un respingo y vi a Christopher, mi primo hermano, caminar hasta ponerse frente a mí.

— ¿Quién es? — me preguntó señalando a la puerta de mi habitación.

— Shhhh — hice una seña con mi dedo para que se callara — No la quiero interrumpir.

El frunció el ceño y entró a su habitación.

Yo me quedé apoyado en la puerta escuchando como cantaba sin desafinarse, llegando tan alto y tan bajo como podía.

Me la imagina con los ojos cerrados, sentada en mi cama, cantando, sin saber que estaba siendo escuchada por el que ahora sería su fan número uno. Yo.

Siempre me había gustado la música, desde que mi tío me había enseñado a tocar la guitarra cuando vivía en Venezuela y mi mamá cantaba cada vez que cocinaba.

Cuando Adele terminó de cantar entré al cuarto y aplaudí mostrándole mi apoyo. Ella pegó un brinco del susto.

— ¿Me estabas escuchando?

— Si y eres magnífica, tu voz es magnífica — dije sentándome junto a ella, ella se sonrojó y colocó una de mis almohadas en su cara para cubrirse — También eres muy tierna.

— N-no debiste haberme escuchado cantar.

— ¿Por qué?

— Porque no... — se interrumpió y cambió de tema — ¿Vamos a hacer el ensayo?

— Si claro, pero primero tengo que curarte eso — tomé el botiquín y después el helado — Y traje esto para tu dignidad.

Ella rió y tomó el helado.

Llené un algodón con alcohol y antes de tocar su pierna pedí permiso.

— ¿Puedo?

Los modales era algo muy importante en mi familia. Mis abuelos siempre me enseñaban a tener modales y a decir refranes.

Aunque no había logrado aprender todos. Siempre me olvidaría de no poner los codos en la mesa al comer y ya nadie podía evitarlo.

Adele me miró sorprendida y luego asintió.

Pasé el alcohol por su pierna y ella trató de mantenerse serena, pero se notaba que le dolía aunque tratara de disimularlo.

— No disimules, si te duele grita o llora, pero no deberías retener tus sentimientos.

Ella me miró unos segundos y luego hizo una mueca de dolor.

— Auch — dijo en voz baja.

Bueno, por algo se empieza.

— Y... ¿dónde aprendiste a cantar así? — pregunté sin evitarlo.

— No quiero hablar de eso.

— Anda, esa voz no sale de la nada.

Ella me miró y se encogió de hombros.

— Pues a mí si, siempre he cantado, desde que tengo memoria.

— Increíble — me quedé observándola unos segundos.

Es muy linda.

Su piel era blanca y tenía cientos de pecas sobre su nariz, sus grandes mejillas que formaban hoyuelos cuando sonreía y sus grandes ojos cafés.

— ¡Ay! ¡Adam!

Sin darme cuenta estaba apretando fuertemente el algodón con el alcohol en su herida y la había lastimado más.

— ¡Lo siento, lo siento, lo siento! — dije avergonzado — Me desconecté un momento.

Ella hice una mueca y negó con la cabeza.

— No importa — se encogió de hombros y me dio una media sonrisa — Estoy bien.

Diez minutos después estábamos haciendo el ensayo, o bueno, ella hacía el ensayo.

Ady estaba sentada en mi escritorio tecleando rápidamente en mi laptop, se le veía muy concentrada.

Yo estaba recostado en mi cama viendo memes en mi celular.

El silencio reinaba entre nosotros, sólo se oía mi risa de vez en cuando cuando había un meme muy bueno.

— De niño creía que Hitler era el coco — dije de la nada.

— ¿Qué? — me miró confundida.

— El coco, ese monstruo que me comería si no dormía temprano — expliqué — Y una vez escuché decir a mi abuela que alguien llamado Hitler era un monstruo. Solamente pensé que eran lo mismo y que me comería.

Ella siguió viéndome confundida y al cabo de unos segundos sin evitarlo rió.

— ¿En serio?

— No, lo acabo de inventar, hay mucho silencio y quería verte reír.

En seguida Adele se puso roja como un tomate.

Se había sonrojado.

— Cántame algo — dije.

— No — respondió enseguida.

— Vamos, cantas hermoso y ya te escuché, no perderás nada.

— De nuevo, no. — ella seguía tecleando rápidamente manteniéndose cada vez más seria.

— ¿Por qué no?

— Porque no.

— ¿Y por qué porque no?

— Porque no me gusta que me escuchen cantar, hay gente que lo hace mejor, Adam ¿Por qué no pones una canción de Witney Houston en YouTube?

— Porque prefiero a Celline Dion — me encogí de hombros — Aunque creo que te has vuelto mi cantante favorita. A partir de hoy soy tu fan número uno.

Adele dejó de teclear y me miró con una tierna sonrisa.

— Gracias — dijo sin más.

— Canta algo, ¿sí? — la miré e hice la mejor cara de perrito que pude — Por favor.

Adele rodó los ojos, se levantó y se sentó frente a mí en la cama.

Cuando estaba a punto de cantar entró mi mamá.

— ¿Quieren galletas? — preguntó mamá con una sonrisa.

Me giré resignado de que había interrumpido, pero sonreí al sentir el olor del chocolate y las almendras.

— Eso no se pregunta, mamá.

Tomé la bandeja de galletas y mi mamá volvió a abajo.

— Ahora sí, canta.

Adele negó y tomó una galleta sonriendo.

— Tengo que seguir con el ensayo — dijo.

— Oh vamos, tómate un descanso. Si quieres yo puedo seguir con el ensayo mientras tú cantas algo — hablé tratando de convencerla.

— Buen intento, pero no. Prefiero hacer el ensayo yo. Al menos yo sé que Hitler se escribe con "H" y no con "J" — se burló.

— ¡No lo sabía! — dije haciendo un puchero, Adele rió.

— Prefiero no arriesgarme — se encogió de hombros.

Veinte minutos después me rendí.

Estuve tratando de convencerla en que cantara, hasta le ofrecí que le llevaría galletas de mi madre que le habían gustado mucho durante toda la semana, estuvo a punto de acceder, pero su orgullo pudo más.

— Me rindo — dije recostándome del escritorio.

— Al fin, ¿qué hora es? — preguntó.

— Cinco y media.

— ¿Qué? — se levantó preocupada — Les dije a mis padres que estaría en casa a las cinco.

— ¿A las cinco?

— Si, me tengo que ir.

— ¿Tan pronto? ¿Y el ensayo?

— Me lo mandé al correo, lo termino en mi casa.

— No, no puedo dejar que hagas eso. Tenemos que hacerlo juntos, tengo que ayudar.

— Está bien, Adam, no es necesario, lo haré yo.

— No, mañana nos reuniremos de nuevo.

— ¿Mañana? — me miró mientras recogía sus cuadernos y libros y los colocaba dentro de su mochila.

— Si.

— Está bien — asintió.

Cuando recogió sus cosas bajé junto a ella para llevarla a su casa.

— ¡Ya vengo! — grité tomando las llaves de mi camioneta.

— No, no, ¿qué es eso, muchacho? Tú no pones un pie fuera de esta casa sin darle un beso a tu madre — escuché a mi mamá gritar desde la sala.

Rodé los ojos y sonreí.

Caminé a la sala y Adele me siguió.

— Regreso en veinte minutos, mamá — dije dándole un beso en la mejilla.

— Sea veinte minutos o veinte vidas tienes que despedirte de tu madre antes de salir — dijo ella sonriéndome.

— Un pl-placer conocerla, s-señora María — dijo Adele tímida tendiéndole la mano a mi madre que se acercó y le dio un abrazo.

Mi padrastro estaba muy distraído viendo la televisión.

— El placer es todo mío, corazón — mamá se separó y le sonrió — ¿Sabes? Llevo meses tratando de que Adam consiga una buena novia, creo que tú eres una buena opción.

Adele abrió mucho los ojos sorprendida y empezó a negar con la cabeza mientras se sonrojaba.

Reí.

— Mamá, no necesito una novia — dije.

Además, Adele ni siquiera quería ser mi amiga.

— Claro que si, no deberías estar trayendo a casa diferentes chicas siempre. Y no creas que no me enteraría, las paredes tienen oídos y las mucamas también.

Reí.

— Adiós, mamá.

Tomé la mano de Adele y la arrastré fuera del salón.

— ¡Tienes mi aprobación, Adele! — escuché gritar a mi madre.

Cuando entramos a la camioneta escuché a Ady botar todo el aire que estaba reteniendo.

— Lamento eso, mi mamá está algo obsesionada con que tenga una novia.

— Lo noté — dijo mirando por la ventana.

El camino era silencioso. Adele hablaba de vez en cuando para indicarme el camino a su casa.

Encendí la radio.

Sonó una canción de Twenty One Pilots.

Adele cerró los ojos y movió la cabeza al ritmo de la música.

— Canta — dije viéndola con una sonrisa — Sólo estamos tú y yo.

Ella negó y supe que sería muy difícil convencerla.

— Entonces lo haré yo — dije y comencé a cantar.

Sentí la mirada de Adele durante toda la canción.

Cuando terminó ella aplaudió.

— Cantas muy bien — dijo mirándome impresionada.

— Lo sé — le di una sonrisa arrogante y ella rodó los ojos.

— Es acá.

Detuve mi auto y la miré sonriendo.

— Deberíamos hacer un cover o algo así alguna vez — dije.

— Eso nunca. Ni siquiera dejo que mis padres me oigan cantar.

— ¿Por qué, Ady?

Me pareció muy triste que Adele se cohibiera tanto, que no se expresara.

— Tengo que irme. Gracias por el helado — dijo abriendo la puerta de mi camioneta ignorando por completo mi pregunta — Y no me llames Ady.

Bajó del auto y entró a una acogedora y linda casa de dos plantas, no muy grande.

Dejándome con las ganas de volver a escucharla cantar.

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