Capítulo 8: Un pequeño de mirada esmeralda.

Alexander de ocho años:

Jamás había sido el niño perfecto, ni de cerca lograba asemejarse a los conceptos arcaicos con los que se suponía, debía estar relacionado un niño.

Alexander amaba el ruido, amaba la música, el ruido de la ciudad en su momento de mayor esplendor y adoraba escuchar a las personas hablar a su alrededor.

El caos que acompañaba el ruido, los sonidos, eso es lo que tanto le gustaba al niño de mirada esmeralda y cabello color sol, puesto que eso era lo único que le permitía ahogar la nube brumosa de pensamientos que hostigaban su mente a diario.

Pero para su suerte, en el orfanato dónde vivía, le resultaba

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