Capítulo 1|Es lo que soy

ADAMO/DEMON

15 años después.

Actualidad.

La sangre cubría mis manos, yacía un cuerpo sin vida bajo mis pies. Pálido, en un charco carmín, que para mí significaba solo una cosa, veneración y satisfacción. Mis ojos estaban puestos en mis puños sangrientos, sin ver nada más a mi alrededor. Escucho los gritos y aclamaciones, que son solo para mí.

Me alejé de allí y salí de la jaula que se encontraba casi bañada de sangre. Di un saltó, para situarme fuera y caminé sin mirar a nadie. Me dirigí a mi lugar habitual, dónde acostumbró a ir luego de terminar una pelea. Nunca festejaba, porque todas las peleas las ganaba y no necesitaba hacerlo, llevaba años sin perder una. Los golpes, la sangre y el estar siempre solo, me convirtieron en una pared de hierro, una que nadie podía derrumbar, ni siquiera yo mismo.

 Me deje caer en la banca cuando llegue al cubículo de los vestidores y en dónde también se encontraban las duchas; quite las vendas de mis manos con la vista fija en ellas. Mire mi abdomen desnudo e hice una mueca al notar que tenía sangre salpicada.

—Mierda —mascullo en voz baja.

Me iba a llevar tiempo limpiarlo. Luego de terminar de quitarme las vendas, me puse de pie y me dirigí  a las duchas. Me deshice de mis pantalones cortos y mi bóxer y entre en el chorro de agua fría.

Una fría ducha era lo que necesitaba y lo único que me relajaba después de terminar una pelea, frío como mi corazón y todo mi ser. Después de retirar con el agua y jabón todo rastro de sangre y sudor, tome una toalla y me la enrede en la cintura para regresar al banco dónde había dejado mi mochila, en la cual cargaba mi ropa limpia y otras cosas.

Mientras sacaba mi camisa; la puerta del cubículo se abrió, mostrando una cabeza castaña oscura y un rostro familiar.

—Había supuesto que ya te habías ido —dice Brian entrando por la puerta —Es bueno saber que te alcance, sirve que no tome un jodido taxi, ya que hoy es sábado y debe haber mucho tráfico.

Me coloco la camisa mientras Brian habla, luego me desahogo de la toalla y prosigo con mi bóxer y mis pantalones de mezclilla. No necesitaba cubrirme, normalmente siempre compartíamos estos vestidores y las duchas, él también peleaba en vez en cuando, puesto que trabajamos para el mismo capo. Y aquí no había nada de pudor ni esa m****a, de todas maneras no tenía nada de que avergonzarme, al contrario, estaba muy orgulloso de mi gran extremidad.

—No seguiré siendo tu maldito chófer —gruñí —Consíguete un auto pronto.

—Damon, no seas cascarrabias. Soy tu mejor amigo y a los amigos no se les dejan tirados.

Resople frustrado. 

—Ya dije.

—En realidad no es por eso que te estaba buscando —hace una pausa y se lo piensa por unos segundos —Debemos festejar —anuncia con una gran sonrisa en su estúpida cara.

—Sabes que nunca festejo ninguna pelea —le recuerdo.

—Lo sé, pero hoy lo hiciste fenomenal, mucho más que otras veces.

—Siempre lo hago.

—Arrogante —murmura y yo sonrío, después saca su celular del bolsillo de su pantalón —Mira, hay que ir aquí —me señala la ubicación del mapa digital en su móvil —Esto lo amerita, sé lo que te digo.

—No es como si fuera la primera vez que peleó con un tipo más grande y con más músculos que los míos, para después llevarme la victoria. —comencé a ponerme las botas de casquillo —Para más tarde ir a festejar a uno de esos lugares.

—No, pero si lo digo es por el premio de consolación que te llevarás —guiña el ojo. Ya sé por donde va —Que mejor recompensa puede ser, que la hija del lugarteniente de Kansas  —mueve sus cejas.

Mis ojos van rápido a él y escruto su jodida cara, en la cual seguía mostrando su habitual sonrisa. Negué con la cabeza.

—Ni de joda —respondo inmediatamente —No me meteré en malditos líos de faldas, y todo por una mocosa. Tómala tú si eso es lo que quieres —dije determinadamente.

—Hermano, no —negó —A mí no es a quien quiere, sino a ti. ¡Uy! Que más quisiera yo poder probar ese dulcito —se relame los labios y le lanzó la toalla en la cara.

—Pues que se quede esperando, yo no me meto con hijas o familiares de los lugartenientes o de los capos, y mucho menos en territorios que no nos corresponden.

—No seas aguafiestas. Todavía ni la ves y ya estás negándote. Aparte es zona de May, no creo que haya problema con eso. Deja te muestro una foto, sé que cambiaras de parecer nomas la veas —va a la galería de su celular, con dedos apresurados pasando todas las fotos de mujeres desnudas que lleva guardadas, hasta que se detiene en una y alza de nuevo el aparato, poniéndolo en mi cara —Ya ves, es hermosa, y me quedo corto, tiene un cuerpo de diosa. Me imagino que en la cama debe ser fabulosa.

Sin duda la chica era hermosa como decía Brian. Cabello oscuro, ojos y pestañas grandes, del mismo tono, con un cuerpo y tetas de diosa. Sin embargo, para mí no significaba nada, como todas aquellas mujeres que he llegado a follarme o las cuales trataron de estar conmigo. Por esta ocasión quería hacer  una excepción, eso me ayudaría a descargar un poco mi estrés, ya que me hacía mucha falta.

—Bien —acepte —Pero la primera alerta que vea, nos vamos. No me quedaré allí a esperar que la organización de Caruso nos ataque. 

Asintió y se levantó de la banca.

—Con eso me conformó.

Tome mis cosas y salimos del lugar, pero antes de salir del edificio, Samuel me habla para avisarme de unos asuntos pendientes del trabajo que me había mandado a dejar dicho Maykel, el consigliere, la mano derecha de nuestro capo. 

Samuel es el que está a cargo del lugar de las jaulas, como quien dice el representante, el que organiza y recibe la plata para después repartirla entre los ganadores y sus jefes, los cuales hacían apuestas. También se encarga de darme los aviso cuando Maykel tiene un trabajo para mí, que eso pasa a diario.

Las luchas son mi entretenimiento, mi distracción. Ser ejecutor es mi trabajo, aunque pelear en este sitio también es un cargo para mí, otra forma de hacerle ganar billetes al jefe. Pero el principal, es ejecutar a todo deudor o bastardo que le deba y falte al respeto a nuestro capo.

Subimos a mi Challenger negro. Lo enciendo y de inmediato su motor ruge, amo este sonido; luego de eso lo pongo en marcha hacia el club nocturno que señaló Brian en su móvil. Nevada era nuestra zona principal, pero toda parte del oeste le pertenecía a Dmitri, el capo de nuestra organización.

Dmitri, o Rosso como todos lo conocían había sido mi salvador. Cuando yo llegue a esta m****a de mundo, él me saco del agujero donde me encontraba.

No conocía mi origen, no sabía en realidad de dónde venía. Había terminado en un asqueroso burdel dónde me regalaron como un bastardo a una p**a para que fuese mi madre. No sé cómo llegué allí y tampoco lo trate de averiguar luego de salir de esa m****a sitio. Lo único que quería era no saber más de ese puto infierno en el que me habían metido, y por esa razón no frecuentaba ese tipo de lugares.

Apenas había entrado a la adolescencia cuando Dmitri se encargó de mí, a pesar de que era muy joven no le importó velar por una cría que no era nada de él y que nunca había experimentado ningún afectó o acercamiento con otras personas que no fueran solo putas, maltrato y golpes fue lo único que recibí por parte de la dizque madre y del proxeneta que me llevo a ese sitio.

A él le debía mucho, no solamente lo respetaba y lo veía como mi jefe, sino también como el hermano y la única familia que he tenido a mi lado.

Desde entonces le he sido leal, su mejor soldado, y él lo ha notado perfectamente.

—Has estado callado en todo el camino —Brian hace que haga a un lado mis pensamientos.

No le respondo, únicamente continuo conduciendo sin apartar la mirada del camino. Minutos después llegamos al club, parqueo en la entrada y bajamos. Le hago entrega de la llave al tipo del parking para que se encargue de mi auto.

Este lugar era uno de nuestra zona, le pertenecía a Dmitri como muchos otros negocios parecidos a este. Casinos, bares, restaurantes, clubes, hoteles y un sinfín de establecimientos.

Era el amo y señor de nevada, pero nosotros gobernamos Las Vegas. Maykel es el encargado de dirigir aquí, claro, por órdenes de nuestro jefe Dmitri, tanto él y como otros, éramos los que poníamos orden en todo el estado.

Antes de llegar a la entrada del establecimiento, el ruido y el sonido de la música nos invadió, era la hora feliz en este lugar. Pasamos las puertas una vez que el gorila del portero nos abrió en cuanto me miró. Aquí todos nos conocían y sabían exactamente quién era y para quien trabajaba, y con eso sabían a qué me dedicaba.

Si, muchos me temían, mientras que otros me tenían respetó y eso agrandaba más mi ego y orgullo, lo único que podía decir que amaba en este puto mundo.

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