EL RESCATE

— ¡Mi amor, estás bien! —Dijo Elizabeth mirándole a los ojos.

—Me sentí humillado por el rey y su siervo amada mía. —Dijo Thomas.

—Es extraño el comportamiento del rey, ¿Cuáles serán sus verdaderas intenciones? Dijo Elizabeth.

— ¡Amada mía! Desde el principio Enrique V no paraba de mirarte una y otra vez, incluso delante de su esposa la reina Susan Báthory no lo disimuló. Thomas le contestó con una voz casi quebrantada.

—No te preocupes mi amor, también me di cuenta de las insinuaciones del rey, sin embargo no lo tomé en cuenta.

— ¡TE AMO THOMAS!, siempre tuya. —Le dijo Elizabeth dándole un beso en los labios.

Los dos tomaron el mismo carruaje que habían viajado al castillo, la noche era un tanto rara, el frio se hizo intenso y una ventisca se hizo presente en el camino, mientras seguían avanzando una repentina lluvia se hizo presente. Los caballos iban lentamente debido a que la vía se puso fangosa. Pasaron dos horas y el clima no cambiada por el contrario se ponía más pesado, al no poder continuar pararon por unos momentos esperando que escampe y retomen de nuevo su viaje.

Los padres de Elizabeth observando la fuerte tormenta desde las inmensas ventanas del castillo, se sentían inquietos, no podían dormir. Pasó una hora y eran más de media noche. La lluvia perduraba con mayor intensidad.

—Mi vida, ¡no puedo dormir!, ¿cómo estará nuestra hija? Con esta lluvia no es recomendable viajar por los profundos bosques de Inglaterra. —El rostro del padre de Elizabeth palidecía al acabar de pronunciar estas palabras angustiosas.

—Recemos a Dios para que proteja a nuestra hija y a Thomas de cualquier accidente. Le contestó la madre.

Ambos se pusieron de rodillas rezando a Dios por la protección de Elizabeth y Thomas. Antes de terminar con sus plegarias, se escuchó alguien golpear la puerta, era el rey Enrique V que venía avisarles a sus padres, que mandaría su guardia real para que fueran por Elizabeth haciéndola regresar al castillo.

—Mis estimados invitados y padres de Elizabeth, sabía de las fuertes tormentas que en estas fechas se desatan por estos lugares, quise detener a su hija pero no me lo permitió.

—Sin embargo enviaré a mis guardias para que vayan en su ayuda si al caso se quedaron varados en el camino.

— ¡Bendito sea mi Rey!, —le dijo el padre de Elizabeth con un tono de agradecimiento.

El rey Enrique V envió a sus mejores jinetes para rescatar a Elizabeth, fueron diez los que irían en su ayuda.

— ¡Amor!, es más de media noche y esta tormenta no ha secado. —Decía Elizabeth angustiada.

—No te preocupes amada mía, pronto se irá esta tormenta y seguiremos camino a casa. Le contestó Thomas con una apacible voz.

No pasó media hora y unas pisadas se escuchaban por el sonido de las hojas secas, de repente cinco sujetos se acercaron al carruaje abriendo sus puertas para asaltar a sus ocupantes.

La cara de estos hombres era rasgada, de raza mestiza pequeños de estatura pero aguerridos, uno de ellos violentamente se abalanzó sobre Elizabeth para quitarle unas monedas que tenía en un pequeño bolso.

— ¡Dame tu bolso o quieres que te lastime!

Thomas no dejando que hicieran daño a su prometida, dio un golpe de mano al bandido rompiéndole la nariz, los otros cuatro al observar la reacción de Thomas se abalanzaron sobre él, lo cogieron votándolo fuera de la carroza dándole varias patadas en el estómago, aparentemente había quedado inconsciente.

El líder de los bandidos miró la hermosura de Elizabeth y varios pensamientos se le cruzaban en este instante.

“Qué hermosa doncella es, la voy hacer mía a la fuerza y luego eliminamos a su acompañante”.

El macabro acto se iba a realizar y cogiendo a la fuerza a Elizabeth, quiso hacer el daño, pero Thomas sacando fuerzas de la nada se levantó y con un anillo extraño que tenía en su mano izquierda, dio golpes casi mortales a los cuatro asaltantes mandándoles al suelo quedando todos sin reacción alguna, luego se dirigió sobre aquel malhechor evitando que hiciera el mal a su amada Elizabeth.

Una fuerte pelea daría comienzo, los golpes iban y venían. Nadie se daba por vencido, Elizabeth observaba muy asustada viendo a su prometido manchado su ropa de sangre, los gritos de ella eran en vano ya que nadie había a su alrededor, estaban a 8 kilómetros adentrados en los profundo del bosque.

Los otros malhechores se recuperaron de los fuertes golpes que Thomas les dio con aquel anillo, una vez que se levantaron, fueron por él y lo amarraron para propinarle fuertes golpes en su cara y cuerpo, nuevamente el malvado líder iba por Elizabeth hasta que se escuchó las pisadas de algunos caballos, eran los guardias reales del rey que justo a tiempo vinieron al rescate.

Sacando sus espadas, embistieron a los malhechores hiriéndoles y matándolos a todos. Thomas de tantos golpes recibidos cayó al suelo quedando inconsciente con su cara llena de moretones, Elizabeth lloraba desesperadamente tratando de hacerlo reaccionar.

Castillo Leeds, Londres Inglaterra

Los guardias llevaron a Thomas en uno de los caballos, Elizabeth fue en una carroza aparte. Cuando llegaron al castillo, los padres de Elizabeth salieron desesperados en busca de su hija.

— ¿Dónde estás hija?, —decían dando muchos gritos.

— ¡Vuestra hija está bien!, —le contestó uno de los jinetes.

Ella salió del carruaje dirigiéndose desesperadamente a ver a su amado Thomas, él estaba siendo bajado del caballo para llevarlo a los adentros del castillo.

— ¿Qué sucedió hija mía?, decía su madre.

—Madre, ¡nos asaltaron por el camino!, fueron cinco, todos están muertos.

El rey Enrique V junto con sir Francis West, salieron para ver si Elizabeth se encontraba bien o no.

—Mi lady, ¿se encuentra bien? —Dijo el rey con cierta calma.

—Rey Enrique, estoy bien pero mi prometido está gravemente herido.

— ¿Dónde está él?

—Mis guardias lo llevaron a uno de los aposentos para curarle todas sus heridas.

— ¡Quiero ir por mi amor!

Una vez que Elizabeth acabó de dialogar con el rey, fue corriendo a ver a su amado, al llegar vio a Thomas con otra ropa y con varios paños colocados en todas partes de su cuerpo. Él descansaba mientras dos mujeres la cuidaban.

— ¿Mi amor que te han hecho esos crueles hombres?, lágrimas corrían por su hermoso rostro.

Una de las curanderas le aconsejó que le dejara reposar hasta su recuperación, Elizabeth antes de salir dio un beso en la frente de Thomas sin antes decirle:

— “TE AMO AMOR MÍO”.

Sus padres y el rey Enrique V se acercaron a Elizabeth para consolarla, ella solo quería permanecer al lado de su amor pero era necesario que fuera también a reposar.

Una vez que todos fueron a sus habitaciones, Enrique V llamó a sir Francis West para que dialogaran por unos minutos.

— ¡Maldita sea! —Dijo Enrique V con rostro de disgusto.

—No se apresure mi rey, —dijo sir Francis.

— ¿No cree que es una ventaja el rescate de Elizabeth bajo las manos de esos malhechores? Nosotros no lo teníamos previsto mi rey.

—Francis, ¿Crees que sea una oportunidad para ganarme el favor de Elizabeth?

—De eso no lo dudo mi rey, es un punto en su favor el haberle salvado la vida de ella y a su amado.

Con una voz maléfica el rey Enrique V replicó:

—Hubiera querido que matasen a ese intruso, es mi mayor obstáculo para conquistar y llevar a la cama a mi adorada Elizabeth.

— ¡Paciencia! ¡Paciencia!, rey Enrique todo se dará a su debido tiempo...

Ciertamente al rey se le presentó esta inesperada oportunidad para tener a Elizabeth, la había salvado que la mancillen aquellos criminales y de paso salvó la vida de Thomas. De seguro sacaría una gran ventaja obteniendo el máximo provecho en esta situación.

Eran las ocho de la mañana del siguiente día, todos una vez que se levantaron fueron a ver a Thomas, al acercarse vieron a Elizabeth en su regazo besando y acariciando su rostro, cabeza, pecho y manos.

El rey Enrique V se veía un tanto molesto, no soportaba ver el amor incondicional que Elizabeth tenía por un simple y vulgar campesino. Pasaron las horas hasta que Thomas despertó.

— ¿Dónde estoy?, ¿Elizabeth dónde están los malhechores?, —su voz era de angustia y desesperación.

— ¡Tranquilo mi amor, estoy a tu lado! —Le dijo Elizabeth para apaciguarlo.

— ¿Estás bien amada mía?

—Estoy bien mi amor, cuando todo estaba perdido y aquel hombre iba a ocasionarme el daño, la guardia del rey Enrique V vino en rescate nuestro...

Enrique V y sir Francis West no dijeron palabra alguna, solamente se miraban a los ojos sabiendo que su plan continuaría con su marcha. Tenían la confianza de los padres a favor, Thomas agradecería al rey por su ayuda, finalmente Elizabeth haría lo mismo porque le salvó no solo su vida sino principalmente su virtud.

Pasaron algunos días para que Thomas se recuperara completamente, era la hora de regresar a su lejana pero muy querida tierras de Irlanda. El rey no quería que se fueran pidiéndoles gentilmente que se quedasen por unos días más.

Elizabeth en agradecimiento por la inmensa ayuda que le brindó a ella y su prometido, accedió a la invitación del rey quedándose por unos días más. Enrique V junto con su cómplice Francis West, organizarían una nueva estrategia para ganar su simpatía, cariño y estima.

El rey enviaría a sus súbditos a las tierras lejanas de Egipto, trayendo lujosas telas de ceda, joyas preciosas y hermosos vestidos para obsequiarlas a Elizabeth.

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