Sumisa de Blanco
Sumisa de Blanco
Por: Anne Zamora
Capítulo Uno

NARRADOR OMNISCIENTE

Amanecía otro día en la hermosa ciudad de Cambridge, los calientes rayos del naciente sol matutino entraron por las grandes paredes de vidrio del lujoso y exclusivo penthouse situado en un piso treinta y cinco. Las cortinas de la habitación estaban totalmente abiertas. El rostro de Amaya se bañó de claridad y despertó un poco aturdida.

Siente a su lado el calor de un cuerpo y rueda los ojos, levanta la vista y se queda mirando fijamente el blanco techo de su dormitorio de lujo.

Lo había vuelto a hacer, había traído a un chico prácticamente  desconocido a revolcarse como perros en celos, ahora tendría que deshacerse de él, quienquiera que fuese al que  había traído en esta ocasión. Hoy no era un buen día para esto, y debió haber sabido que como siempre le era imposible contenerse de pecar. 

La cabeza le quería estallar con un dolor retumbante. Su tolerancia al alcohol no era muy buena, nada buena siendo sinceros. Lo que significaba que con poco más de tres cerveza podría bailar desnuda en la mesa de algún bar cercano al campus y recordar poco o nada  al día siguiente. Este hecho ya estaba científicamente comprobado. «Varias veces». Lo peor de todo es que ella nunca se conformaba con solo tres cervezas. 

Se puso de pie y caminó tambaleándose totalmente desnuda al baño. Abrió el grifo del lavabo y con agua helada se lavó la cara, se cepilló los dientes y ya más despierta se metió bajo la ducha caliente tratando de quitarse aquel olor a sexo que le revolvía el estómago . El más mínimo movimiento hacía que su cabeza amenazara por caer hecha pedazos al piso de finos azulejos e irse por el drenaje.

—¡Maldito Alcohol!. No pienso volver a beber jamás!— murmuro por lo bajo. 

Salió de la ducha. Busco en una gaveta unas aspirinas y se las bebió de golpe. Se secó un poco el cabello sin tener mucho cuidado , y se colocó una bata de baño con sus iniciales bordadas en finísimos  hilos de oro. Entró a su vestidor y se convino la ropa interior.

Respiro profundo y se lleno de valor. Ya era hora de sacar al especimen que tenía sobre su cama. Tenía un turno de clases de Psicopatología en una hora y la verdadera psicopata era ella con este tipo de comportamiento osado. Contaba con el tiempo justo para llegar al campus. Se acercó a la cama y le miró el rostro al hombre que dormía junto a  ella. 

 

NARRA AMAYA

—!Wow! M****a! «¿Es Andrés? ¿Andrés, Amaya?»— cuchicheé en voz imperceptible hablando conmigo misma — Por favor, no se ve mal físicamente, pero cuando abre la boca siempre la caga.

Me acerqué a la cama con paso firme y tiré de la sabana descubriendo complatamente el cuerpo perfecto del hombre con el que había despertado.  

— ¡Andrés!,¡ Andres despierta ya amaneció!. Tienes que marcharte, no puedes estar aqui— mi voz sonó cansina. No sabía cuántas veces había hecho esta misma operación durante el último año. Lo había un solo de estoy hombres al que quisiera ver en la mañana. Andrés dormía como un cerdo sin dar señales de desear despertar,  definitivamente no fue buena idea traer al capitán del equipo a dormir a mi departamento.

« ¡Hello! Amaya... ni siquiera fue una idea, estabas ebria como una cuba».

—¡Andrés , tengo clases que no puedo perder,  tengo que irme, vamos levanta!— insistí exasperada. «Maldito  borracho», maldije  mientras lo zarandeaba.

— Déjame la llave, bonita.  Cerraré cuando me vaya, anda se linda conmigo, o no volverás a tenerme entre tus piernas  jamás— farfulló medio dormido y con un mal aliento a alcohol barato tenaz. Con razón me dolía tanto la cabeza.

¿Volver a tenerlo entre mis piernas» Si será estupido que le hace pensar que quiero si quiera  volver a verlo. ¿Enloqueció o es así de engreído?

— Querido— musité con voz extremadamente dulce— ¿Qué crees? Puedo vivir con el hecho de no volver a “tenerte”— le dije al tiempo que hacía comillas en el aire.

—O te vas por las buenas o llamo a la policía y te acuso por allanamiento de morada— le dije tranquilamente al tiempo que entraba otra vez  al vestidor en busca de algo, salí a prisa  con unas medias finas en las manos. Me dejo caer la bata que me cubría al piso y comienzo a colocarme las medias finas con un pie sobre la cama en una pose bastante provocativa. 

Andrés ni siquiera se fijo en mi. Era una furia cuando  se levantó de mala gana,   al ver que no cedía en mi empeño de hacer que se largara, recogió su ropa del piso, tomó primero los bóxer y se metió en ellos para luego terminar colocándose los jeans dando pequeños saltos para entrar en ellos más rápidamente. Se calzó los zapatos y me lanzó una mirada furibunda que casi provocó que le temiera.

—Eres una puta arpia Amaya— escupió con odio. 

—Si lo se, ya me lo han dicho, ahora... ¿Si no es mucho pedir, te puedes terminar de vestir fuera?— le solté sin mirarlo mientras  terminaba de colocarme las medias. Nadie se imagina lo complicado que es colocar unas medias finas con uñas largas, para también tener que ver a ese estorbo en mi recámara.

Después de un bufido  salió de mi vista. Sentí un portazo, mi cabeza me palpitó. Puedo imaginar que salió un “poco” enojado,y  lo seguí. Hay que evitar que ese energúmeno molesto me destroce el recibidor.

Estaba parado junto a la puerta. Parecía un toro a punto de embestir contra la mareada laqueada. Se la abrí y salió como alma que lleva el diablo con la camiseta sobre un hombro desnudo. Ni siquiera tomó el ascensor, bajo por las escaleras de servicio.

Por qué los hombres no pueden diferenciar entre sexo casual, amistades con derechos y relación sería y formal. Vamos que para todo existen niveles.

{***}

Me observo en el espejo y no estoy satisfecha del todo con lo que veo. Luzco formal, y puedo pasar sin problemas como estudiante ejemplar de la facultad de Psicología, pero si alguien se detiene a observarme puede notar las ojeras violáceas, la piel de los labios reseca y las manos temblorosas por el alcohol que ingerí anoche.

Pero ya estoy acostumbrada a que no se fijen en los pequeños detalles. Todo el mundo se deslumbra con mi McLaren morado, digno de la princesa de papi que todos saben que soy, o se quedan mareados aspirando los litros de Chanel que derrochó sobre  mi cuerpo.

Pero no todo en la vida de Amaya Bezos es tan “Perfecto” como luce.

Me gusta lo prohibido, lo furtivo, lo perverso. Pero para disfrutar de eso nací en la familia  equivocada. Cuelgo la etiqueta de "perfecta" desde que nací, y no me gustaría decepcionar ami familia. 

Aún así, me siento vacía, por eso me emborracho casi todas las noches y termino acostándome con cualquiera. A mi vida le  falta pasión, le falta morbo y por eso lo busco cada noche en un hombre distinto. No he llegado a sentir ese momento de quiebre donde el extasis te corre por las venas  tal y como he leído en varias de novelas. O las escritoras son todas una sarta de mentirosas, o yo soy una jodida anorgasmica.

Tomo mi bolsa y salgo de casa descendiendo  hacia la planta baja. Reviso al tiempo mis mensajes. La bandeja esta llena de mensajes de mi  madre. En esta época está en la isla de Viti Levu, una de las trescientas treinta y tres  Islas que conforman Fiyi.

Borro uno por uno los mensajes sin ni siquiera sentirme un poco tentada por leerlos y vuelvo a guardar mi teléfono en mi bolsa Prada, regalo de mi abuelo en mi cumpleaños.

Mi vida en el campus es solitaria, a parte de una compañera de aula que me sigue a todas partes, no hay nada más. No hay grandes amigos, no hay risas, ni chistes, ni primos con quien compartir. Mi vida es una m****a. No tengo ni perro que me ladre, y los hombres que he conocido, no importa cuanta baba derramen por mi, no me interesan. Tomo de ellos, lo que sé que toman de mi, pero no les permito llegar más lejos.

Además que la mayoría de las veces como anoche, ni siquiera recuerdo si estuvo aceptable el desempeño del compañero de turno.

El Valet del edificio donde vivo pone mi McLaren morado en la entrada, se apea de mi auto y me ayuda de forma caballerosa y profesional a que ocupe el asiento del conductor. Se lo agradezco y cómo todas las mañanas le doy una propina de diez dólares. Se los merece, ya que siempre tiene reluciente a mi bebé.

Parto a directamente al campus, obviamente mi departamento está relativamente cerca. Adoro la vida de Cambridge, por mi no regresaría a Miami  jamás, pero mi padre tiene otros planes después que me gradué en Harvard. No ha sido sencillo llevar tres especializaciones a la vez, pero así es Amaya Bezos a los ojos de todos, tan perfecta como ambiciosa.

Las especializaciones  estudian tres campos particulares, así que no podía obviar ninguno; uno de psicología general, uno de ciencias de la conducta y uno de neurociencia cognitiva. Me apasiona la mente humana, y me sobra el tiempo, así que porque no hacer lo que me gusta y tener una educación más completa. Como si eso no bastará también estoy matriculada en un programa de posgrado que se enfoca en cinco aspectos fundamentales de investigación: cognitivo, cerebro y conducta, psicología de desarrollo, ciencia clínica, conducta social y conducta organizacional.

Como todos los días la gente se detiene a ver mi coche mientras que cruzo a velocidad moderada las estrechas carreteras que conducen a la facultad de Psicología. Aparco despacio y apago el potente motor biturbo del coche. Reviso mi maquillaje en el espejo retrovisor, sonrío  tomando la bolsa descendiendo del coche.

Estoy atrasada, lo sé, pero no hay modo que corra con estos zapatos y esta falda pegada. Entro el  aula donde la profesora me lanza una mirada como si me quisiera matar por interrumpir su conferencia. Me siento junto a Alexandra y escucho en silencio las dos horas de elocuente discurso de la profesora McQueen.

El resto del día lo pasó junto con Alexandra trabajando en un proyecto que tenemos en conjunto.

—¿Saldrás esta noche?— me pregunta de pronto, haciendo que levante el rostro de la pantalla de la laptop.

—No lo sé, ¿por qué ?— pregunto retirándome los lentes de gata de la cara.

—No se, he estado pensando que no me divierto y ya casi se está acabando nuestro tiempo universitario. Dentro de muy poco tendré que regresar a la granja de mis padres en Kansas y no habré vivido la vida tan alocada y divertida que has llevado tú en esta etapa de nuestras vidas.

—¡Agradécelo!— dije con sarcasmo—¿Crees que mi vida es divertida?— observo su rostro mientras que ella asiente en silencio.

—Ya se sabe que anoche te fuiste del bar “Infierno” con Andrés. Siempre he fantaseado con él y tú lo conseguiste en solo una noche.

—No sabia que te gustaba— me intente disculpar, no sé qué decirle para disculparme por haber arruinado sus fantasías. —Pero si es lo que quieres, esta noche podemos salir a Infierno, de seguro Andres estará allí y te puedo asegurar que de mi no querrá saber. Eso es  algo que tengo más que claro  después de la forma en que lo saque de casa esta mañana. intento cambiarle el tema, pues algo de lo que dijo Alexandra me está causando curiosidad—. Por cierto, ¿cómo supiste que me fui con Andrés anoche?.

—¡Amaya por Dios!, todas las mañanas el primer tema de conversación de esta universidad eres tú. Creo que se dice que tienes récord en desnudos públicos y en llevar chicos a tu lujosísimo apartamento. Incluso circulan fotos tuyas bailando desnuda sobre las mesas del Infierno. Además de que uno de los “acompañantes casuales” que tuviste te fotografío desnuda.

Me lleno de vergüenza y temor en cuanto   Alejandra termina su explicación. ¿Como m****a me permití llegar tan lejos?

—¿Has visto fotos mías desnuda? ¿A penas ahora lo dices?— le reclamo pero se me ha hecho un nudo en la garganta. Si mi padre llega a enterarse... soy Amaya "muerta", sin temor a equivocarme.

— Entonces,  ¿a qué hora pasarás por mi para estar lista?— pregunta con expresión soñadora.

—Creo que definitivamente  no iremos— alego pensando cuál de los idiotas con los que me he acostado pudo haberme fotografiado íntimamente. Estoy jodida.

—¡Pero lo prometiste!— dice con cara de que le haya matado las ilusiones— por favor sólo esta vez, si no consigo acostarme con Andrés al menos sabré que lo intente— ruedo los ojos y acepto.

Este asunto no me gusta ni un poco. Desde hoy en adelante se acabaron las salidas al bar, las borracheras y cualquier tipo de comportamiento indecoroso. No soy estupida y comprendo las consecuencias de mis actos.

no 

Tendré que esperar que los comentarios sobre mí se calmen. Lo que diría mi familia si se llega a enterar que una Bezos es la comidilla de la universidad.

 Hoy es la última noche de salidas, y todo por complacer a Alexandra, pero no beberé, ni me enredaré con nadie, solo iré a hacerle compañía a la única persona que le agrado del todo en todo el campus. Las demás me ven como una puta, que evidentemente es lo que he sido durante todo este tiempo.

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