Capítulo 2: El Oficial Méndez.

Al día siguiente que Alfa lo rechazara por… quién sabe, ¿la vaquillonésima vez? Matías está haciendo una ronda preventiva con su compañero, el oficial Booth.

-Anoche tenía ganas de irme de fiesta, pero mi novia no me dejó. A veces extraño la soltería.

-No te quejes – le dice Matías dando la vuelta por la calle y mirando a todos lados -. Algunos desearíamos tener una mujer que nos controle y seríamos más felices.

-Entonces te la regalo, ¡llévatela! – Matías se ríe, pero la actitud sospechosa de un hombre lo hace detenerse -. ¿Ya?

-Sí.

Booth sabe reconocer cuando Matías encuentra a un sospechoso y muy rara vez se equivoca, es como si tuviera el olfato desarrollado para los criminales. Booth toma la radio y avisa a la central.

-Atento central, aquí oficial Booth, tenemos un 10-10, cambio.

-Aquí central, en espera de más información. Cambio.

Matías se estaciona entre dos autos, uno de ellos es una camioneta bastante grande, que oculta la patrulla de la vista del sospechoso. Hace que Booth se baje por su lado y él hace lo mismo, para vigilar al hombre.

No pasan dos minutos, cuando ven que el hombre mira a todos lados, rompe el cristal de un auto y saca un bolso, para luego salir huyendo de ahí.

-¡Avisa a la central y corre! – le grita Matías a su compañero y sale corriendo detrás del ladrón -.

El tipo al verse descubierto, comienza a correr más rápido y en cierto punto, deja tirado el bolso. Matías le grita a Booth que lo tome, mientras sigue corriendo tras el sujeto, esquivando personas y vehículos, hasta que llegan a una zona poco concurrida.

El hombre va corriendo por las calles con todas las fuerzas que le quedan, en la desesperación, olvida por completo aquella ruta que ha tomado, un callejón sin salida.

Llega al final y mira hacia la única entrada… y la única salida, no pasan muchos segundos hasta que la figura de Matías, aquel hombre de brazos fuertes, ascendencia latina y ojos oscuros llega hasta él, como si la carrera no lo hubiese afectado.

-Por favor… yo no… yo no hice nada.

-Lo es lo mismo que dirá el dueño del auto al que le robaste – Matías se acerca lentamente y se acerca la radio -. Aquí Méndez, tengo al sujeto.

Alguien dice algo por la radio y Matías camina lento hacia el hombre.

-Escucha, yo no hice nada… - el hombre trata de levantar las manos -. Ese bolso en realidad era mío y alguien más me lo robó.

-Eso lo aclararás en la jefatura – el oficial Méndez saca las esposas y se las muestra al delincuente, quien al verse acorralado, saca un arma y le apunta al oficial, pero este es más rápido y le apunta con la suya -. Baja el arma.

-No, yo no volveré a la cárcel, no robé nada… ¡solo recuperé lo que es mío!

-Si no bajas el arma, irás a la cárcel de todas maneras – escucha los pasos tras él y levanta una mano para que no se acerquen -. Ponla en el suelo y diré que cooperaste con tu arresto.

-¡No entiendes! – grita desesperado, sin dejar de apuntar a Matías -. ¡Ese bolso es mío! ¡¡Lo necesito!!

-Muy bien, entonces solo deberás responder por los daños del auto, ahora baja el arma.

De pronto, tras el hombre y sobre el muro, ve el rostro de Booth aparecer. Debe buscar la manera de que el hombre baje el arma, así que en un acto totalmente arriesgado, él guarda la suya.

-Muy bien, yo ya no tengo arma, así que guarda la tuya para conversar.

-N-no, quiero – Matías ve que Booth ya está sentado en la pared, listo para lanzarse sobre el hombre, así que lo distrae -.

-¡Cuidado! – le dice apuntando a una esquina del callejón -.

El hombre mira hacia donde Matías le apunta y Booth aprovecha ese momento para caerle encima. Lo reduce, mientras Matías se acerca a él y lo esposa.

Luego de decirle sus derechos, se lo llevan a una de las patrullas que se han estacionado cerca, mientras el hombre no deja de gritar que ese bolso es suyo.

Booth se acerca a Matías, le coloca una mano en el hombro y le da unos golpecitos.

-Te odio, esta es la tercera vez que me tengo que trepar a ese muro este mes, te encanta acorralarlos.

-No es mi culpa que no conozcan su ciudad – comienzan a caminar hacia la patrulla, pero una llamada a su teléfono lo distrae -.

Al ver la pantalla, ve que es ella y contesta con una sonrisa.

-Vaya, es toda una sorpresa que sea tú quién me llama…

-¡Cállate! – lo interrumpe Alfa con un tono furioso que traspasa el móvil -. Ese hombre que acabas de detener… ¡Era mío!

-Bueno pues ahora es de la policía – le dice Matías con tono seco y bajo, haciéndole un gesto a Booth para que siga caminando -. Además, tu territorio es Nueva York.

-Mi territorio son los Estados Unidos, idiota y si digo que ese hombre era mío, pues lo es.

-Y qué, ¿ahora debo llamarte para saber si puedo atrapar a un ladrón?

-Eres un perfecto imbécil cuando quieres, lástima que seas tan lindo, pero con tan poco cerebro, Méndez.

Alfa corta la llamada y Matías no entiende de qué va todo eso que le ha dicho. Guarda el teléfono, frustrado y decide que luego de su turno, irá a desquitarse a un bar o a un gimnasio.

Camina para alcanzar a su compañero, pero este lo sorprende estacionando la patrulla.

-¿Acaso no me veo genial al volante? – le dice con cara de bobo y un codo en la ventana -.

-Mueve tu genial trasero al asiento de copiloto, yo soy el conductor – abre la puerta y al hombre no le queda más remedio que cambiarse de asiento -.

-No eres justo, tienes cuerpo de atleta en uniforme de oficial y para variar te quedas con el auto.

-Digamos que te hago un favor – Booth lo mira con el ceño fruncido y Matías se ríe -. Cuando tu novia te bote de la casa, ya tendrás experiencia en esas cosas.

-Ja. Ja. Ja… que gracioso.

Al final, los dos terminan riendo y conducen con dirección a la jefatura, para terminar con el proceso del ladrón. Matías quiere saber por qué ese hombre era importante para Alfa.

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