Pérdida

Todo lo que había pasado era lindo, me había sentido querida y cuidada hasta que él se pone encima de mi. Ya no me tocaba igual, estaba molesto y también excitado. Lo escucho quejarse en mi oído, me penetra con todo haciendo que me arquee del dolor y pego un pequeño grito. Hago mi cabeza hacia atrás contra la almohada, mis manos toman fuerte las sábanas del colchón y las lágrimas caer por mis mejillas. Aún no se detenia, puso sus manos alrededor de mi rostro y siguió moviéndose cada vez más fuerte. Se sentía un ardor enorme que me salió otro grito, no me encontraba excitada—Pará, por favor—susurro recordando aquel pasado tormentoso en mi cabeza. 

No lograba escucharme, sigue moviéndose y cuando llega al clímax se baja de encima de mí. Se pone a un lado y recupera el aire, por mi parte, me tapo con las sábanas y abrazo mis pechos con unas cuantas lágrimas en mis mejillas. Alan no se había cuidado, yo tampoco porque era cómo mi primera vez después de mucho tiempo  y me dolía mucho, ya que no había sido cuidadoso—ahora sí somos un matrimonio de verdad—dice riéndose. 

Esa noche me la pasé llorando, abrazándome a mi misma hasta quedarme dormida. 

Al día siguiente, me remuevo varías veces, estiró mi brazo y siento una parte vacía. Eso hizo que abra los ojos, me doy cuenta que él ya no estaba ahí y tampoco dejo una nota. Me terminó de sentar en la cama, tocó mi parte íntima que aún me dolía y cuando bajó la mirada puedo ver sangre en la cama por agresividad de parte de él.  Un terror se apoderó de mi porque creía que me estaba pasando algo malo por dentro como en el pasado y desesperada solo tomó las sábanas, las arrojo en el suelo y voy directo al baño. El agua cayendo en el cuerpo hace que me relaje—maldito sea—grito. 

Las puertas de la habitación se abrieron, se escuchaban conversaciones y que iban agarrando cosas. Rápidamente salgo del baño—buenos días, señora—saludan. 

Muevo la cabeza—eso es para tirar—señalo las sábanas que había arrojado al suelo. 

Una de las chicas se agacha para tomarlas—estas son nuevas, señora. Las pusimos ayer y no creo que al señor—la interrumpo. 

Caminé hacia ella—no me importa lo que diga Alan o no, te estoy diciendo que tires eso a la basura y nada más—sostengo. 

Jamás fui de las personas que solía hablarle de esa forma a las empleadas pero ese día estaba teniendo un mal comienzo y por culpa de ese hombre. Me sentía pérdida y lastimada. Niego con mi mano y las veo retirarse. 

—Ya tiene el desayuno listo—me informa. 

Sonrió—gracias—le digo mirándolas. 

Esa mañana no podía hacer más que pensar en la noche que tuve, me dolía las piernas y apenas podía estar cómoda. Alan no había aparecido en todo el día, las chicas que trabajan en la casa dejaron ingresaron a alguien. 

Abre sus brazos—ya se que me extrañaste—dice riéndose. 

Lo tenía frente a mí con una sonrisa y haciéndose el chistoso—imbécil—exclamo. 

Me abraza, todo el día estuve esperando para que alguien me arrope entre sus brazos y de esa forma tan cariñosa. Lo necesitaba como nunca, solo descanse unos minutos en silencio en su pecho y aspire su olor a perfume. Acaricia mi espalda, me deja un beso en la cabeza—¿qué pasó?—me pregunta. 

Pongo mis manos en su pecho y me alejo —nada estoy en esos días súper sensibles y no se cómo…—digo y me quedo en silencio. 

El escalofríos me recorrió el cuerpo, también se encontraba parado con las manos en sus bolsillos esperando que termine mi frase y trague saliva. Lentamente se acerca y hace un gesto con su mano—habla, sigue y haz de cuenta que no estoy—suelta. 

Mi amigo no entendía bien que ocurría, se quedó a mi lado abrazándome por los hombros y protegiendome de él. La mirada de Alan era intimidante y sonrió, fingía estar bien y por dentro me moría. Ya estaba pérdida en esa m*****a casa y en ese mundo que Alan quería que me sumergiera con todo.

Vuelvo mi mirada hacia Drake —si, dime Harper. ¿Te ocurre algo?—pregunta. 

Suspiro y relajo mis nervios—no, estoy sensible no más—sonrió. 

En ese momento no podía tener una conversación sincera con mi único amigo porque él estaba parado escuchando y clavando su mirada para que no logré abrir la boca. Ya nada era bueno—vayamos mejor a tomar algo y te sacas todo—suelta. 

Al querer avanzar para marcharnos unas horas de ese encierro, una mano detiene mi paso y volteo a verlo—¿podemos hablar?—me pregunta. 

Observó a mi amigo, no sabía que hacer si salir corriendo, contarle la verdad a Drake o quedarme ahí para seguir soportando. Asisto—ya vuelvo—le digo para que me espere ahí. 

Me suelta—esta bien, solo tienes cinco minutos porque se nos hace tarde—me guiña el ojo. 

Alan me toma del brazo, hace que caminé hacia su escritorio para tener un poco de privacidad y nunca pretendí que sea de esa manera. Una vez que estábamos solos en ese lugar, levanta su puño—¿qué rayos estás haciendo?—pregunta molesto. 

—Nada Alan, estoy por salir con mi amigo a tomar algo. ¿No puedo hacerlo?—pregunte. 

Niega con su cabeza—no, sabes que hay personas hablando de nosotros y no pretendo ser el idiota que su mujer sale con otros tipos—dice golpeando la mesa fuerte. 

Cierro mis ojos del miedo, ya lo tenía bastante cerca como para negarme y eso me asustaba porque ese sujeto parecía estar completamente sacado en sí—ya te dije que es mi amigo y nada más—le digo. 

Camina hacia mi, sube su mano hasta mi rostro—¿cómo estás hoy?—pregunta. 

Saco su mano en mi rostro—¿ahora te preocupa como estoy?,desapareciste esta mañana y no vengas ahora a preocuparte por mi—sostengo. 

Se toca su cabello desesperado y nervioso, señala mi cara—intente hacer lo mejor de mi pero no me puedes pedir que me enamoré porque sabes que esté matrimonio no es real—dice molesto. 

Intento salirme de ese lugar, tomar unas copas con un amigo y poder olvidarme de esa vida que tenía al lado de Alan. Cuando vuelve a tomar mi brazo, me volteo—te pedí que te detuvieras anoche y no me escuchaste. Me das asco, Alan Frank—le respondo aparentando mis dientes fuertes. 

Me empuja fuerte contra la puerta y pone sus brazos en cada lado de mi cuerpo para que no pueda irme—lo siento,¿si?. No sé que me pasó, te tenía ahí y no aguante las ganas—dice mirándome. 

Hago mi rostro a un lado—ya déjame irme porque se me hace tarde—le pido. 

De repente me da un beso en la mejilla y se queda ahí, suspira—¿me perdonas?—pregunta. 

Lo empujó fuerte pero eso no hace que pueda irme—me hiciste daño, imbécil y eso no puedo olvidarme—le digo. 

Cierra sus ojos—quédate conmigo, Harper. Déjame que te haga olvidar lo de anoche—me ruega. 

Quería creerle pero sabía que una persona como Alan jamás cambiaría y ese daño que provocó en mi fue más fuerte que cualquier cosa. Ya nada era lo mismo, tenía miedo de él y de mi también porque teníamos una personalidad tan fuerte que sabía que eso no terminaría para nada bien. 

—No, ya no voy a escucharte—le digo mirándolo. 

Frunce su ceño—¿buscaste está discusión para escaparte con ese imbécil?—pregunta señalando hacía afuera. 

Me río en su cara, eso hace que se enoje más y camina hacia mi—¿no te das cuenta de nada?—pregunte. 

Niega con su cabeza y sigue caminando hasta acortar nuestras distancias—no,¿qué tengo que darme cuenta?—pregunto mirándome. 

Estiró mi mano para que no siga avanzando y abro la puerta—Alan, anoche te pedí que no sigas y no me escuchaste. Jamás me oyes y pretendes que me quede contigo—sostengo. 

—Lo siento no podía detenerme—se disculpa. 

Rápidamente algo se apodera de mi y no me resisto, la bronca era más fuerte. Le pegó en su pecho con mis manos—ya déjame en paz y olvídate que existo—le ordené furiosa. 

Ese descargo me hizo bien, volteé hacía la puerta y me fui. Drake me seguía esperando y le tome su mano—cambia esa cara—me pide. 

Recuerdo que con Drake siempre la pasaba bien, me hacía olvidar de todo los momentos malos que estuviera ocurriendo en mi día y transformar eso malo en algo bueno. Admiraba esa capacidad, ese día después de discutir con Alan, irme con mi amigo fue la mejor elección y regresamos a lo de antes. Volvimos al mismo bar de siempre y brindamos —por los viejos tiempos—le digo sonriendo. 

Asiste y bebe de un sorbo ese trago—por tu nueva etapa como la esposa de Alan Frank, el abogado prestigioso de este país—suelta burlándose. 

Le pegó suave en su hombro—no digas eso porque sabes que nunca me hubiese casado con él—exclamo. 

—En eso tienes razón, tal vez deberías decir que jamás te hubieses casado con nadie—se larga a reír. 

Las burlas de Drake me hacía enojar pero a la vez reírme mucho hasta dolerme la panza. Compartimos varios tragos entre los dos, apenas veía a mi amigo y bailamos cuando escuchamos la música sonar en ese sitio. Levanté las manos y disfrute de esa soltería espontánea. 

Luego de varias horas, en la madrugada, me ayuda a mantenerme de pie y abraza mi cintura—ya debo irme a casa—le digo con mucha dificultad. 

Asiste, levanta su mano para que se tenga un taxi y me empuja hacia adelante para que ingrese al auto que se detuvo frente a nosotros—esta bien vamos—dice mirándome. 

En el camino hacia la casa cantamos sin parar, reímos y seguimos recordando viejos tiempos. Adoraba tener esos encuentros con mis amistades, el auto se estaciona y las personas de seguridad al verme dejan que ingresé a la mansión. Apagado todo el motor del auto me toma del brazo para ayudarme a caminar—sube los escalones—dice riéndose. 

No aguanto la risa, me tambaleó con esos zapatos que tenía y caemos al suelo. Dos empleadas de la casa corren ayudarme, una cada una y nos llevan a la cocina donde preparan un poco de café caliente. 

Levanto la mano—quiero agua—pido. 

Le alcanza un vaso —acá tiene, señora—dice. 

Le agradezco por el vaso de agua y vuelvo a mi amigo que estaba casi tirado encima de la mesa—no voy a beber más contigo porque me haces perder la cabeza—le digo riéndome. 

También se ríe sin parar, hizo tanto ruido que aparece Alan con su pijama y molesto, cruzado de brazos—pero, ¿qué es todo este ruido?¿saben la hora que es?—pregunta. 

Hago la miro mi reloj de mano, aunque no tuviera nada y me burló—es la hora de dormir, supongo—digo largando una carcajada. 

Drake choca las manos conmigo por el chiste, Alan niega con su cabeza—llévenlo a la habitación de invitados—ordena. 

En pocos minutos mi amigo ya había desaparecido de la cocina, las empleadas también se fueron con él y quedamos solos. Alan se acerca a mí, intenta tomar mis manos pero me alejo y me tambaleó —puedo sola—aseguro. 

Abre sus brazos—como digas—dice caminando hacia las escaleras. 

Intento avanzar, el piso se movía para todos lados y mi cabeza daba vueltas sin parar. Me agarró de las paredes, levanto un pie y después el otro pero fue imposible, caí de rodillas frente a él. Le pegó—no me toques—le advierto. 

No hace caso, me toma de la cintura y logra que me levanté. Me alza a upa y así me lleva hasta la habitación—no debiste tomar tanto así—susurra. 

Apoyo mi rostro en su hombro—y tú no debiste haberme forzado a tener sexo contigo—le susurre en su oído. 

Frunce su ceño, se detiene y me mira—¿estás bromeando?—me pregunto. 

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