Mis días en el infierno

Al llegar con ese auto, el chófer me ayuda a salir y poder caminar. Observó que era una mansión, varias empleadas que pudo contarlas con los ojos y me sorprende el número porque creía que eso pasaba en las películas y no en la vida real. Se encontraba paradas en las escaleras para recibirme, en el medio aparece él vestido con un traje oscuro y sonriendo—Veo que llegaste entera—exclama abriendo sus brazos. 

Aprieto mis manos para no golpearlo delante de sus empleados y cuando lo tengo a centímetros lo acerco más —Me pagarás haberme hecho esto—susurro. 

Acomoda su camisa y hace un gesto para que vayan ingresando con las valijas. Me toma del brazo con una fuerza—Eres mi esposa y no podía dejarte sola—sostiene. 

En ese instante pude darme cuenta que ese sujeto estaba siendo amable conmigo y tratándome como si fuese la esposa de verdad delante de sus empleados. No lo conocía tanto pero noté que le importaba la mirada de las demás personas y el que dirán. Me detuve delante de todas las empleadas—Mucho gusto, soy Harper—saludo una por una con la mano.

No estaba acostumbrada a tener empleados, ya que mis padres consideraban que las cosas de la casa debíamos hacerlo nosotros mismos y eso nadie lo entendió de la clase social alta. 

Me toma del brazo—¿Qué estás haciendo?,son las empleadas de la casa y no invitados —dice enojado. 

Elevo mis hombros—Son personas ante todo y debes aprender a respetarlas—le aseguro. 

Hace que empiece a caminar hacia adentro de la casa y todas las empleadas sabían cuáles eran sus puestos, algunas se quedaron espiando y me di cuenta, sonrió —Estas agotando mi paciencia, me haces quedar como un imbécil delante de mis empleados, ¿a qué juego estás jugando?—pregunta mirándome. 

Entrecierro mis ojos—No estoy jugando a nada, no estoy acostumbrada a que otras personas hagan las cosas por mi y es todo nuevo esto, entiéndeme—le comento. 

Me señala—A partir de ahora ve acostumbrándote y respetame delante de ellos, m****a — susurra para que nadie nos escuche.

Asisto—No te prometo nada—le respondo riéndome. 

Su gesto en el rostro reflejaba su enojo—Harper no te hagas la viva porque esto recién empieza y rogaras llevarte bien conmigo—me advierte. 

Hago un gesto con mi cabeza para que se volteé y pueda ver él mismo que varias empleadas estaban escuchando todo —No me amenaces delante de ellas, sabes maridito ya empezaste mal y esto me está gustando— le digo acercándome a su rostro. 

Él de la bronca que tenía, me toma del rostro con sus manos y deja un beso corto sobre mis labios—Saldrás corriendo para firmar el divorcio en un mes—me asegura. 

Me acerco tanto que puedo sentir su respiración chocando con la mía y le tocó su mejilla lentamente —Sé que cuando me veas salir por esa puerta saldrás corriendo,¿sabes porqué?—le pregunté. 

—No—responde cortante. 

Mis dedos viajan suavemente hacía sus labios, disfruto al verlo así tan vulnerable y lleno de dudas. Sonrió —Porque me amarás, Alan—susurro y me alejo. 

Esa sensación de tenerlo así tan poseído hacía que disfrute de ese momento y largo una carcajada. Él se despierta de eso, limpia su boca y maldice—No será asi—dice enojado. 

Sólo me dispongo a reírme, una de las empleadas hace que caminé hacia la habitación y toda la risa que tenía hace unos segundos desaparecen de boca cuando observó que hay ropa de hombre—Esa ropa no es mía, llévatela de acá—ordeno. 

Atrás de esa muchacha aparece él con su celular entre sus manos—Lamento informarte que un matrimonio debe empezar a llevarse bien hasta en la cama, amorcito—dice burlándose en mi rostro. 

Aprieto los puños, sentía que todo lo que hacía él era para provocarme y hacer que saque todo lo malo para afuera. La empleada en silencio se retira y nos deja solos, Alan cierra la puerta y me mira—¿Qué ganas con todo esto?—pregunto mirándolo. 

Eleva sus hombros—No lo sé, hacerte entender que soy el único que decide por tu vida.¿Debo recordarte que tu familia necesitas mi dinero para sobrevivir?—me pregunta. 

Cada vez que él daba un paso hacía mí, lentamente retrocedía y buscaba con mis manos para no chocar con nada. En pocos segundos siento que la pared no me dejaba seguir escapándome de ese hombre y quedé atrapada por sus brazos—Ya déjame en paz—forcejeo. 

—Sabes Harper, debes agradecerme porque no me negué con mis padres a que seas mi esposa— susurra mientras sus manos tocaban mi rostro. 

Al sentir su contacto contra mi piel hago mi rostro a un lado, puedo sentir su respiración contra mi mejilla y cierro mis ojos. Algo me decía que la iba a pasar mal, él no se detenia y disfrutaba de esa incomodidad. Nunca había tenido a un hombre tan cerca y menos que tocará mi rostro, cuello y baje hasta mi pecho. Respiro agitada del miedo, sigo sin abrir los ojos y mentalmente me preparaba para que pase lo que sea. Debía cumplir el papel de esposa, eso me lo hizo saber mi madre antes de ir al altar y trague saliva. Comencé a temblar, escuchaba como él tarareaba riéndose —Detente, por favor— le pedí. No había tenido relaciones sexuales con nadie y hacerlo por primera vez así era lo más horrible que podía pasarme. 

Suspira profundamente—No te tocaría ni con un palo—dice alejándose. 

Cuando lo tuve lejos de mi fue como que mi propio cuerpo se relajó por completo y mis ojos pudieron abrirse. El dolor que sentía y la vergüenza que pase no tenía precio. Solo me salió llorar, toque mi pecho y llore como una niña. No me interesó que estuviera delante de mi, él dejo de mirar su celular y no entendía bien que me pasaba. Hizo el amague para acercarse pero no lo siguió, lo señaló—Eres un maldito, ojalá te vayas al infierno—le grite. 

Guarda su celular en el bolsillo de delante de su pantalón—Pues entonces bienvenida al infierno, amore mío—dice irónicamente. 

Lo observó como se va de la habitación, camino hacia el baño y cuando logró tranquilizarme puedo ver cada detalle. En el medio de la habitación puede ver la cama grande, a los costados unos muebles chiquitos, encuentro dos puertas y las abro: dos armarios enormes con las pertenencias de él y después las mías. Sigo caminando y veo la televisión enorme, mi lugar de maquillajes y dos baños. Era todo un departamento de dos ambientes y tal vez de más. Me quedo con la boca abierta, escucho la puerta sonar—Es hora de que baje a comer, señora—me informa. 

Aunque había pasado un mal rato con él, tuve que bajar a comer y sentarme una mesa enorme donde habían dos platos. Varias empleadas alrededor, no habían hombres dentro de la casa, pude observa que solo estaban afuera y eran las personas de seguridad, jardín, choferes y nada más. Un poco machista pero así entendía que eran los millonarios con sus empleados. Miro para todos lados—¿Y que estoy esperando para comer?—pregunte porque no me servian más la comida. 

Sonríe—Al señor—responde cortante. 

Aparece hablando por celular, parecía estar discutiendo con otra persona y su gesto era más serio de lo normal. Le hizo una señal a las empleadas para que sirvan la comida, mientras comía veía que él seguía hablando y a la vez probaba un bocado de su plato. No tenía una vida normal, se notaba que el trabajo era primero y después su propio bienestar. 

Golpeó el plato con mi tenedor—¿Puedes dejar el celular y comer como cualquier persona normal? —pregunte molesta. 

Hace un lado su celular —Oye, soluciona ese problema y llámame después—corta la llamada y se enfoca en mi —¿Y quién te crees para hacerme cortar un llamado de mi trabajo? —pregunta furioso. 

Le muestro mi mano donde llevaba el anillo—Tu esposa y estamos en la mesa, debes respetar la hora de las comidas—le aseguro. 

—Es increíble—dice comenzando a comer. 

Esa primer comida lejos de casa fue como una patada en mi pecho, los recuerdos se me venían a la cabeza y quería saber cuándo podría volverme. El sacrificio que estaba haciendo era para mantener a la familia de pie y como sea iba hacerlo. La persona con la cual me casé, se levantó de la mesa y fue atender otra llamada.

Una de las empleadas levanta su plato—Debe acostumbrarse porque el señor Frank es así y no recibe visitas—me comenta. 

—¿Qué estás diciendo?—pregunte levantándome de mi asiento. 

Sonríe—Que el señor no le gusta que vengan personas ajenas a su casa y menos sus padres, le gusta salir él mismo para ver a las personas —sostiene. 

Me acerco a esa muchacha que estaba contándome cosas referidas a él—¿Y los amigos no vienen?—pregunte. 

Se ríe y tapa su boca con su mano—Creo que solo tiene a uno y no viene acá, es raro que una persona como el señor Frank haga venir gente a la casa—asegura. 

De repente mi cabeza hizo un “click” no podía creer que una persona como Alan no deje que sus amistades se acerquen a su casa y más sabiendo que tenía muchos amigos en la facultad. Solía verlo con un grupo grande de personas y en cambio yo solía estar con una o dos personas que aún mantenía como amigos.

La miro a esa empleada que seguía mirándome—Prepara una comida y trae bebidas porque esta noche vendrán mis amigos a casa—le respondí yéndome a la habitación. 

—¿Qué está diciendo, señora?, se enojara el señor Frank y lo sabe—sostiene. 

Hago un gesto con la mano—No me interesa—suelto riéndome. 

En esa casa me sentía atrapada, llena de miedos y debía hacer algo para hacerme dueña de ese sitio. El celular no lo había utilizado desde hacía unos días, está vez lo enciendo y comencé a enviarle invitaciones a todos los conocidos que tenía en i*******m. Haría que la casa de Alan se convierta en una fiesta enorme. Lentamente camino hacia el armario y puedo seleccionar un vestido, mire hacia la ventana y observaba que él se estaba yendo a otra reunión. Corriendo me asomo en la puerta—¿A qué hora viene?—pregunte gritando.

—No dijo pero siempre llega tarde, a la madrugada—dice mirándome. 

Ya cuando tenía la información necesaria pude empezar con los preparativos, observé la hora y fui directo a prepararme. Una vez que tenía todo listo, baja hacía la cocina—¿Y ya esta preparado lo que pedí?—pregunte viéndolas. 

Asisten con sus cabezas—Si, señorita—responde una de las chicas.

Muevo mi mano y veo que había muchas empleadas para estar sola—Solo necesito que sean 3 chicas que estén en casa esta noche y las demás tienen libre hasta mañana—informo. 

Hacen una pequeña reunión entre ellas para ver quiénes se quedaban y las otras se podían ir. Sabía que estaba mal lo que hacía pero aún así me importaba poco porque ya no tenía sentido mi vida y más cuando la persona con la cual me casé jamás estaba a mi lado. 

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